Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/II
II
Todos los príncipes, reyes y monarcas del mundo han padecido servidumbre y esclavitud: sólo Jesucristo fue rey en toda libertad | |
Con gran novedad (tales son las glorias de Dios hombre) autorizan esta majestad las palabras del Ladrón en la cruz, diciendo: «Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Grande era la majestad que dio a conocer reino y poder en una cruz. No le calló la corona de espinas la que disimulaba de eterno monarca. Mejor entendió el Ladrón la divinidad, que los reyes. Ellos lo eran, y un rey, mejor conoce a otro. Tuvieron maestro resplandeciente, adestrolos el milagro, llevolos de la mano la maravilla. A Dimas no sólo le faltó estrella, más escureciéronsele todas en el sol y la luna, el día le faltó en el día; ellos le hallaron al principio de la vida, amaneciendo; y éste, al cabo de ella, espirando y despreciado de su compañero. Ellos volvieron por otro camino por no morir, amenazados de las sospechas de Herodes; y éste para ignominia de Cristo moría con él. Pues siendo esta majestad tan descubierta, y este reino tan visible en la cruz, y en el Calvario, y entre dos ladrones, ¿qué será quien le negare el reino a Cristo en la diestra del Padre Eterno, en su vida y en su predicación, en su ejemplo y en el santísimo Sacramento del altar? Éste a la doctrina blasfema de Gestas se arrima. En la Iglesia católica persevera este lenguaje de llamarle rey, y como a tal le señala la cruz por guión, cantando: | |
Vexilla Regis prodeunt. | |
Y siendo esto así, le vieron ejercer jurisdicción civil y criminal. Diole la persecución, tentándole, lo que le negaba la malicia incrédula, como se vio en las monedas para el tributo de César, y en la adúltera. Obra de rey fue gloriosa y espléndida el convite de los panes y los peces. Ya le vieron debajo del dosel en el Tabor los tres discípulos. Magnífico y misterioso se mostró en Caná; maravilloso en casa de Marta, resucitando una vez un alma, otra un cuerpo; valiente en el templo, cuando con unos cordeles enmendó el atrio, castigó los mohatreros que profanaban el templo, y atemorizó los escribas. Cuando le prendieron, militó con las palabras; preso, respondió con el silencio; crucificado, reinó en los oprobios; muerto, ejecutorió el vasallaje que le debían el sol y la luna, y venció la muerte. De manera, que siendo rey, y pobre, y señor del mundo, en éste fue rey de todos, por quien era. Pocos fueron entonces suyos, porque le conocieron pocos; y entre doce hombres (no cabal el número, que uno le vendió, otro le negó, los más huyeron y algunos le dudaron) fue monarca, y tuvo reinos en tan poca familia, y sólo Cristo supo ser rey. | |
¿Quién entre los innumerables hombres que lo han sido (o por elección, o por las armas, o adoptados, o por el derecho de la sucesión legítima), ha dejado de ser juntamente rey y reino de sus criados, de sus hijos, de su mujer, o de los padres, o de sus amigos? ¿Quién no ha sido vasallo de alguna pasión, esclavo de algún vicio? Si los cuenta la verdad, pocos. Y éstos serán los santos que ha habido reyes. Prolijo estudio será referir los más que se han dejado arrastrar de sus pasiones; imposible todos. Bastará hacer memoria de algunos que fundaron las monarquías y las grandezas. | |
Hizo Dios a Adán señor de todas las cosas; púsole en el paraíso; criole en estado de inocencia; diole sabiduría sobre todos los partos de los elementos; y siendo señor de todo, y conociendo a quien lo había criado, y que en su sueño le buscaba compañía, y se la fabricaba de su costilla, -al primer coloquio que tuvo con Eva, su mujer, por complacerla, despreció a quien le hizo poco antes de tierra, y le espiró vida en la cara, y le llamó su imagen. Púsose de parte de la serpiente; obedeció a la mujer; tuvo en poco las amenazas que padeció ejecutivas. Tal es el oficio de mandar y ser señor, que en éste (que fue el primero a todos y el mayor, siendo hecho por la mano de Dios no sólo él sino la compañía suya y su lado), en dejándole Dios consigo, sirvió a la mujer con la sujeción y obediencia. ¿Qué se podrá temer de los que hacen reyes la elección dudosa de los hombres, o el acaso en la sucesión, o la violencia en las armas? Y no es de olvidar que habiendo de tener lado, y no siendo bueno que estén solos, -esta compañía, este lado, que llaman ministro, ellos se le buscan, y le dan a quien se le granjea. Y si allí no aprovechó contra las malas mañas del puesto, ser Dios artífice del señor y de su compañía, que es su lado, y de su lado, ¿cuál riesgo será el de los que son tan de otra suerte puestos en dignidad por sí propios, o por otros hombres? Las historias lo dicen, y lo dirán siempre con un mismo lenguaje, y la fortuna con un suceso, o más apresurado o más diferido, no por piedad, sino por materia de mayor dolor. Y no quiero olvidar advertencia (que apea nuestra presunción) arrimada a las palabras de Dios, para que conozcamos que de nosotros no podemos esperar sino muerte y condenación. Dijo Dios en el 2 del Génesis: «Dijo también el Señor Dios: No es bien que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda semejante a él». Luego le dio sueño, y de su costilla fabricó a Eva, ayuda semejante a él. Bien claro se ve aquí que del hombre y semejante al hombre, la ayuda será para perderse, como se vio luego en Adán. Señor, no sólo los reyes han de recelarse de los que están a su lado, siendo semejantes a ellos, sino de su lado mismo; que en durmiéndose, su propio lado dará materiales, con favor y ocasión del sueño, para fabricar con nombre de ayuda su ruina y desolación. | |
Lo que Dios propio hace para socorro del hombre, si con Dios y para Dios no usa de ello, de la carne de su carne y de los huesos de sus huesos debe recelarse, y tener sospecha porque no se deje vencer de alguna persecución mañosa, de alguna complacencia descaminada, de alguna negociación entremetida. Llámase Cristo hijo de David. A David llámanle todos el real profeta y el santo rey: débensele tales blasones, y fue rey de Israel; y en él fueron reyes el homicidio y el adulterio. Salomón supo pedir, y recibió sabiduría y riqueza: fue rey más conocido por sabio, que por su nombre; es proverbio del mejor don de Dios, y sus palabras son el firmamento de la prudencia, por donde se gobierna toda la navegación de nuestras pasiones; y siendo una vez rey, fue trescientas reino de otras tantas rameras. Si llegas el examen a los emperadores griegos, de más vicios fueron reino, que tuvieron vasallos. Si pasas a los romanos, ¿de qué locura, de qué insulto, de qué infamia no fueron provincias y vasallos? No hallarás alguno sin señor en el alma. Donde la lujuria no ha hallado puerta, que se ve raras veces (y fáciles de contar, si no de creer), ha entrado a ser monarca o el descuido, o la venganza, o la pasión, o el interés, o la prodigalidad, o el divertimiento, o la resignación que de todos los pecados hace partícipe a un príncipe. Cortos son los confines de la resignación a la hipocresía. Sólo Cristo rey pudo decir: Quis ex vobis arguet me de peccato? (Joann., 8.) | |
No demuestro en las personas estos afectos, por no disfamar otra vez todas las edades y naciones, y excusar la repetición a aquellos nombres coronados que hoy padecen en su memoria su afrenta. Dejemos esta parte del horror y de la nota, y sea así que nadie supo ser rey cabal, sin ser por otra u otras partes reino. Descansemos del asco de estos pecados, y veamos cómo Cristo supo ser Rey: esto se ve en cada palabra suya, y se lee en cada letra de los evangelistas. No tuvo sujeción a carne ni sangre. De su Madre y sus deudos curó menos que de su oficio; así lo dijo: «Mi Madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre». En Caná, porque (como diremos en su lugar) su Madre le advirtió en público que faltaba vino, la dijo: Quid mihi et tibi, mulier? Espirando en la Cruz, la llamó mujer, y madre de su discípulo, atendiendo sólo al oficio de redentor, y al Padre que está en el cielo. A los parientes no les concedió lo que pidieron, y así les dice que no saben lo que se piden. Una vez que se atrevieron a pedir su lado y las sillas, siendo rey y Dios, no se dedigna de decir: Non est meum dare vobis. «No me toca a mí dároslo». Otra vez les dijo que no sabían de qué espíritu eran, y los riñó ásperamente porque se enojaban con los que no los seguían. A San Pedro, su valido y su sucesor, porque le quiso excusar los trabajos y le buscaba el descanso, le llamó Satanás, y lo echó de sí. Éste fue grande acierto de rey. Quien se descuidare en esto, ¿qué sabe? También perderá el reino, la vida y el alma. Cristo rogó por sus enemigos; y a San Pedro, porque hirió al que le prendía y maltrataba, lo amenazó. No consintió que alguno, entre los otros, aun en su corazón pretendiese mayoría, ni quiso que presumiese de saber su secreto. Sic eum volo manere (respondió preguntándole de San Juan): Quid ad te? No admitió lisonjas de los poderosos, como se lee en el príncipe que le dijo magister bone; ni se retiró en la majestad a los ruegos de los necesitados; ni atendió a cosa que fuese su descanso o su comodidad. Toda su vida y su persona fatigó por el bien de los otros: punto en que todos han tropezado, y que conforme la definición de Aristóteles, sólo es rey el que lo hace; y según Bocalino, nadie lo hizo de todos los reyes que ha habido. | |
Cristo rey vivió para todos, y murió por todos: mandaba que le siguiesen: Sequere me. Qui sequitur me, non ambulat in tenebris. No seguía donde le mandaban; y como más largamente se verá en el libro, Cristo solo supo ser rey; y así sólo lo sabrá ser quien le imitare. |