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Pre-textos

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LICENCIA CC-BY-SA 3.0

OTRS 2010081910010518


ANTONIO DOMÍNGUEZ HIDALGO



PRE-TEXTOS


Mis primeros ensayos

1959-1974


Ediciones Del Teatrino

  Primera edición 1974.

Copyright 1996 Antonio Domínguez Hidalgo. Insurgentes Norte. 1917, México, D.F.



Derechos Reservados.


1995, por TEATRINO EDICIONES, S.A DE C.V. Moctezuma #6, Sta. Isabel Tola, México, D.F. Tel. 781-03-37


Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del texto de la presente obra en cualesquiera formas de impresión, sean electrónicas o mecánicas sin el consentimiento previo y por escrito del autor.


Tercera Edición 2006.





IMPRESO EN MÉXICO PRINTED IN MÉXICO

CONTENIDO Página Al curioseante lector………………………………5 1. María Enriqueta o las Rosas de mi infancia…………….………...11 2. Rosario María Gutiérrez Eskildsen o las rosas de mi adolescencia…………………31 3. El pensamiento pedagógico de Rabelais…..53 4. Pedagogía de la Literatura para niños………99




AL LECTOR CURIOSEANTE


La incuria ha sido la causa más frecuente por la cual muchos de los millones de textos escritos en todas las longitudes y latitudes mundanas y mundanales del tiempo y el espacio se perdieron. Con esto se cometió el acto brutal de desaparecer, acaso agujas de oro en el pajar de los siglos, tantos y tantos mundos de vivencias, de experiencias, de secretos, de hallazgos, de pionerías, de aclaraciones... Como astuta consecuencia, sólo tuvieron oportunidad de brillar los privilegiados de tal o cual sociedad que se vieron consentidos por los poderes en turno y conformaron los sistemas oficiales de cultura. En cambio, todos los pobres diablos, pero diablos al fin..., nunca tuvieron el privilegio de ver publicadas sus obras, a menos que accedieran a las vanidades del lambisconeo. Los que no insistieron en propiciar el engreimiento de los poderosos, ocluyeron en simples borroneos desplazados por las ingentes preocupaciones cotidianas del hambre y de la renta. Sus obras, por mínimas que hubieran sido, algo comunicaban y la crítica por lo aunque sea, les hubiera asignado el insignificante rótulo de obras menores. Pero nada. Ningún cuidadoso hubo que se interesara en preservarlas. ¿Quién sabe si no han existido tantas obras maestras paralelas a las afamadas oficialmente? Mas... Algunos ni siquiera se atrevieron a mostrar sus acuciosas páginas a algún complaciente lector, quizá por la sórdida creencia de que en relación con las “stars”, nada se valía. ¿A ver...quién es el dios que dictamine? Acaso nunca se atrevieron a interrogar. ¿Dónde están los dictaminadores de entonces? Por fortuna, y con el dejo de mi más grande humildad, algunos sorprendidos discípulos míos han insistido en que publique mis primeros escritos de reflexión literaria y pedagógica, ya que dicen ellos, he podido lograr un número de lectores, que “ni siquiera sospecha”, y trascender más acá o más allá de los esquematismos arriba señalados. Agradezco así a esta amorosa, gratificante e insistente “élite”, el que me haya pedido la publicación de estos textos, pues les parecieron enriquecedores para su trabajo didáctico-cotidiano. No obstante, para nuestro pesar, muchos de esos escritos se destruyeron por obra de polillas y humedades; otros han desaparecido, ante mi asombro, de las gavetas de mis antiguallas personales y sólo han quedado los que hoy forman este libro que agrupa mis incipientes ensayos de maestro de banquillo. Ni qué decir de los fragmentos desperdigados por allí y por allá que constituyen un rompecabezas irreconstruible. Así es como me he atrevido a rescatar los textos, aun completos, elaborados por mí antes de que se me encasillara como un simple autor de textos escolares por unos cuantos senectos críticos que, desde la cómoda asignación de presupuestos estatales o institucionales, les ha sido fácil auto producirse dos o tres libros sellados por editoras subvencionadas y convertirse en las lumbreras de determinadas culturas de oficio. Dioses olímpicos que juzgan o prejuzgan desde sus alfombradas y bien pagadas tumbas o desde las revistas de sus cenáculos. Por el volumen considerable de mis escritos tuve que redistribuirlos en otros títulos que originalmente formaban Pre-textos. Era una cantidad excesiva de ensayos para un solo libro. Así fue como pasaron a integrar Massmediaciones, Hacia una educación neohumanística, Literaturidad, Semiótica Literaria del Mundo Náhuatl y Deshojando las florecitas que el amable lector puede encontrar en esta misma casa editora. A despecho de los sabios, hoy he recuperado estos ensayos primigenios, aunque como lo he advertido, muchos no sé dónde quedaron (y algunos, según recuerdo, fueron interesantes), que como lo indica el título de este libro, son verdaderos antecedentes, PRE-TEXTOS, a los textos escolares mencionados, que aún se mueven dentro de este inicio de siglo, hasta ser considerados “pioneros de la modernidad educativa y de los enfoques globalizadores, integrales, comunicativo-funcionales, sistémicos y socioculturales postmodernos”. “Cuando ellos van, él ya vino”.  Alguien comentó después de revisar el estado actual de los textos escolares. Vaya mi gratitud para esos profesores que me dan tanta categoría a mi no tan espectacular devenir cotidiano. Se requeriría prensa, radio y televisión para eso... pero como nunca me han importado las verborreas de los medios, prefiero circular de voz en voz, como antes...cuando los rapsodas, los cuicanime, los juglares, los aedas eran los voceros o voceadores de las emociones sociales. Como respuesta a esos estudiosos que han preguntado por mis primeras publicaciones (notas periodísticas, artículos, ensayos, poemas, cuentos, canciones, que realicé siempre, y sigo haciendo, al margen de promociones publicitarias a propósito), cumplo hoy el deseo que sus peticiones insistían. Doy disculpas de antemano por las imperfecciones que alguien pueda encontrar, pero son estos escritos una muestra de quien con la intensa vocación de contribuir a la educación de los demás y a la propia, se ha atrevido desde su primera juventud, a divulgar lo que para muchos les gustaría que fuera secreto. No soy el magis, magister; menos el dixit; ni siquiera el mago, pero creo que algo podrá extraerse de mis propuestas iniciales según intentan convencerme mis “fanáticos”. Sean estos PRE--TEXTOS una constancia de que nunca me ha llevado la corriente ni me he quedado dormido. Voy cambiando con lo que se vaya transformando en pos del perfeccionamiento personal y social. Gracias curioseante lector, por interesarte en mis hilillos, probablemente no muy bien tejidos, pero siempre desbordantes de pasión hacia las nuevas generaciones. Ojalá que éstas algún día sean conscientes de su-nuestra función-misión como seres humanos en el cosmos, hoy tan confundida por el comercialismo hipócrita y vulgar y las ideologías del dinero y la demagogia, y den el salto cualitativo que la humanidad espera.  

MARÍA ENRIQUETA O LAS ROSAS DE MI INFANCIA

UNA VIDA.

Entre las frondosas campiñas veracruzanas, destaca con sus tejados y sus callejuelas graciosamente trazadas, la risueña población de Coatepec. Los árboles la rodean galantes y en su rumor, el viento que trae aún fragmentos de brisa de mar cercano parece murmurar en dulce y fragante canción: Aquí nació María Enriqueta de México. Las fértiles Tierras de esos parajes tal vez recuerdan todavía el primer grito de una pequeña al sentir el dolor de nacer. Era un 19 de enero de 1875. María Enriqueta Camarillo y Roa iba a ser su nombre y probablemente la naturaleza presentía que para ese nuevo ser estaban reservados los privilegios de las almas sencillas y nobles. De una familia de situación cultural elevada, entre cuyos más destacados integrantes se hallaba Don José María Roa y Bárcenas, el notable escritor del siglo XIX, la chiquilla graciosa e ingenua fue desarrollando la sensibilidad que la distinguiría en le posteridad. Tal parece que el contacto con la lozanía del paisaje de su tierra en su primera infancia fue primordial para su vocación poética y penetró tenuemente en el alma cándida y exquisita de la niña que con ojos admirados se pasaba contemplando el esplendor del medio natural: palmares, cafetales, huertos, riachuelos y a su vez escuchaba curiosa las pláticas de sus mayores sobre la vida humana. Y como toda niña de entonces se divertía con sus amiguitas entre rondas alegres o inocentes en las cuales se imitaba el trino de las aves, el murmurio de las hojas, los ágiles movimientos de las mariposas o el vaivén acompasado de las flores movidas por los tibios aires de la región. A la pequeña María Enriqueta, por su espíritu investigador, ella misma lo cuenta, le gustaba pasear por los huertos de su Coatepec, por sus calles, por sus alrededores. Le agradaba escuchar el melancólico resonar de las campanas a la hora del atardecer o la bullanguera alegría del pueblo. Ante tales muestras de talento y de inquietud sus padres, que tenían aspiraciones y planes para ella, la trajeron a la capital de la República donde se le abrieron los caminos del arte. De las impresiones logradas en aquellas épocas de su infancia, en su tierra, surge la fina percepción de lo que al espíritu infantil agrada. Ella misma se estremece cuando ya mujer, tiene que escribir para los niños. Su alma, tal vez como un recuerdo que no ha podido volverse olvido, trata de revivir en quienes van a leer sus escritos, la emoción embriagadora de descubrir la hermosura de la Naturaleza y trata de compenetrarse en la fantasía del niño para encantarlo en sublime visión:

“Abrid estas páginas con alegría porque en ellas vais a encontrar historietas interesantes que han de divertiros mucho”. “Vas a encantaros; yo os lo aseguro. Bestezuelas con alas, niños buenos, hadas, mariposas, pajarillos ligeros, tortugas ocupadas, juguetes de colores, señoras con sus cascos y sus espadas, polichinelas, gansos que dicen cosas bellas, mirlos que cantan...”

Así, podemos encontrar en sus obras para niños, los reflejos de aquella infancia, sencilla, candorosa. Desde pequeña, he dicho, había mostrado dotes para el arte, por lo cual, ya en la ciudad de México, ingresa en el Conservatorio Nacional de Música con la finalidad de convertirse en pianista. Quienes conocen a la jovencita quedan maravillados de su precocidad y su fama va alejándose del simple medio familiar. Graciosa de formas, de una belleza peculiar y de un talento extraordinario, pronto se distingue en aquella reducida sociedad cultural y las principales organizaciones literarias la invitan a formar parte de ellas. Aún antes de cumplir 15 años sus composiciones, si no obras maduras de arte, ya revelan la sobriedad que las distinguiría. El público comienza a conocerla desde su presentación en la Revista Moderna. Encuentra el aplauso común. La crítica la cataloga “como una poetisa que prefiere la expresión directa, sencilla y clásica, no clasicista”. Muy joven conoce el insigne escritor e historiador Carlos Pereyra y contrae matrimonio al poco tiempo. Y hasta aquí la felicidad serena que se refleja en su primer libro: “Rumores de mi huerto” (1908). En 1912 la librería de la Viuda de Ch. Bouret le pide que escriba una colección de libros de lectura dedicada a la niñez mexicana en la cual nos muestra su espíritu de educadora, acrecentado por su ternura maternal. Ella misma nos dice: “Convencida yo de la necesidad de modernizar, en aquel entonces los libros de lectura para primaria y atendiendo las normas pedagógicas del momento, me dediqué con verdadero amor y máxima devoción a la simpática labor de reunir una serie de cuentos, trozos literarios y poesías, tanto de mi propia producción como salidos de próceres plumas, amén de escribir otros nuevos, todo ello debidamente graduado y escalonado con el fin de ir paulatinamente despertando las mentes infantiles a la curiosidad y al saber, cuidando siempre de mover sus buenos sentimientos y de excitar sus inclinaciones sanas, haciendo especial hincapié en dar la máxima importancia al ambiente moral”. De esta época datan los primeros libros de la joya de la literatura pedagógica mexicana: “Rosas de la infancia”. Por las obligaciones matrimoniales, fiel enamorada que fue, se ve obligada a acompañar a su marido en su voluntario exilio, durante la dictadura del tirano Victoriano Huerta, hacia España, en donde ocupa un puesto diplomático. Conoce así Cuba, Estados Unidos, Bélgica, Suiza, Alemania, Portugal, Irlanda, Italia y Francia. Sus libros de viajes así lo atestiguan. La desdicha llega al morir su esposo y regresa a México, su amada Patria con los restos mortales del compañero de su vida después de más de tres décadas de permanecer alejada del país. Ella misma nos cuenta cómo al pisar nuevamente tierra mexicana, con el alma dolorida, se arrodilla para besar el suelo nacional. Al regresar, la Secretaría de Educación Pública le pide que haga el Sexto libro de “Rosas de la Infancia”. Ya para entonces se habían publicado diversas obras de ella, tanto en verso como en prosa. El resto de su vida transcurre en la apacibilidad de su humilde casa frente a un hermoso jardín que quizás le recordaba la frondosidad de su Coatepec: La Alameda de la tradicional colonia Santa María de la Ribera. Su vejez es un constante añorar de las épocas pasadas. Su espíritu sencillo contrasta con la agitada existencia de la urbe moderna. Y así como nació, bajo el presagio de la Naturaleza que anunciaba su inmortalidad allá en su Coatepec, María Enriqueta, como la sencillez de su nombre, falleció en la ciudad de México el día 13 de febrero de 1968. Sin embargo, su recuerdo perdurará en quienes hemos leído sus obras, como fragancia de rosas. UNA OBRA.

Dentro de la actividad desplegada por María Enriqueta podemos señalar cinco tendencias: a) La manifestación lírica en sus poemas sencillos: Rumores de mi huerto. (1908). Rincores Románticos. (1922). Album Sentimental. (1926). Poemas del Campo. Trinos. (Canciones de niñas). b) La deleitosa narración de sus novelas y cuentos plasmados de frases claras y adjetivación precisa: Mirlitón. Girón del Mundo. Sorpresas de la Vida. El Secreto. Entre el polvo del Castillo. El misterio de su muerte Enigma y Símbolo. Lo irremediable Cuentecillos de Cristal. El Arca de Dolores. Diamantes de la leyenda. Ecos del Cuento Mundial.

c) La amenidad de sus recuerdos de viaje: Brujas. Lisboa. Madrid. Del Tapiz de mi Vida.

Fantasía y Realidad. 

ch) La graciosa elaboración de textos de clara finalidad didáctica: Rosas de la Infancia (5 libros). La Voz de la Fuente (Lecturas de Escuela y de Hogar). d) La meditación filosófica de sus últimos escritos: Hojas dispersas.

Dentro de las obras escritas con finalidad de enseñanza, destaca en primer lugar la serie de libros para lectura en la escuela primaria: Rosas de la infancia. Encontramos en cada una de sus lecturas: ya sea creación de la autora o selección de otros escritores, un anhelo maternal, que supera, para identificarse con el afecto caluroso por la humanidad que crece: los niños. Para muestra de sus deseos por forjar seres dueños de sí mismos, sea la lectura que encabeza el primer libro de Rosas de la infancia:

Como un hombre

¿Cuál es mi deber esta tarde?  Pregunta a su mamá. Harás tus planas.  Dice la señora. Y, llegada la tarde, Pedro toma su cuaderno y se va a la biblioteca a trabajar. La biblioteca da al jardín y mientras el niño escribe, suceden muchas cosas que os voy a contar. Un gorrión, parado en la ventana, gorjea alegremente y parece decir al niño: Pedro, la tarde es hermosa, deja la pluma y ven a ver el cielo. Pero se hace el sordo y no atiende sino a su pluma. A poco, una abeja dorada se mete por la ventana y comienza a susurrar en derredor del cuarto. Las alas de la abejilla parecen decir al niño: Cógeme entre tus manos para que me veas de cerca: soy muy linda.  Pero Pedro cierra sus oídos a lo que dice la abeja y continúa su trabajo. Poco después un hermoso rayo de sol se deja caer sobre la mesa. Es como de oro, y en su vejez bailan polvillos brillantes. ¡Deja la pluma!  Grita el rayo de sol a Pedro; juega conmigo. No quiero dejarte trabajar. Y el rayo se estira sobre la plana. Pero Pedro, sordo a la voz del sol, se dirige hacia un rincón del cuarto, y no deja de trabajar sino hasta que ha concluido. Su madre le dice entonces: Te has portado como un hombre. Aprended a vencer las tentaciones, para que nunca os apartéis del camino del deber.

En esta sencilla, pero muy clara narración, se refleja el deseo de demostrar que sólo mediante el dominio de uno mismo se puede lograr nuestra realización plena en la vida. Quien sabe cumplir hasta su término con lo que se ha propuesto, siempre tendrá la recompensa de ser mejor para sí y para los demás. Su prosa está realizada para una fácil comprensión, sin dejar por ello de mostrar en momentos, tiernos rasgos poéticos. Del libro quinto de Rosas de la Infancia, como una muestra de su espíritu humanista y de su bondad de alma, extraigo la siguiente lectura:

Mensaje a los niños (Para que los leas a tus hermanitos)

No es hoy la primera vez, queridos niños, que os dedico mis pensamientos. Estos se han vertido ya para vosotros en las páginas de mis libros Cuentecillos de Cristal, Entre el polvo de un castillo, Rosas de la Infancia, Mirlitón, etc. He pensado siempre, con ternura, en vuestra sonrisa cariñosa y en la mirada de vuestros ojos, que parece ingenua y que es a la vez profunda; sonrisas y miradas que hablan de bondad y que muestran un corazón dispuesto al sentimiento. Ahora os digo: con vuestra suave mirada, ahondad en el sufrimiento de vuestros compañeros; consoladles con vuestra sonrisa, fortificadles con vuestro corazón. Obrando así, cumpliréis con preceptos santos y daréis el ejemplo que puede formar una generación nobilísima. Aprended a conocer el camino recto y seguid siempre por él; porque las veredas en curva tienen a veces sorpresas peligrosas; suele haber en ellas barrancas imprevistas en las que se pueden caer irremediablemente. Lo importante en todo sendero es ir prevenidos y principalmente como lo digo ya hay que abstenerse de emprender la marcha por sendas que no sean rectas y que no sean claras. Porque el bien está lleno de luz; y el mal es sombrío, es negro... Evitadlo a tiempo y con energía. Amad a vuestra Patria con un amor dispuesto siempre al heroico sacrificio.

Aquí el alma de Maestra de María Enriqueta, sensible y maternal, despliega sus anhelos por hacer comprender a los niños que en la vida lo más noble siempre es claro y los invita a ser mejores, a continuar por el camino limpio del esfuerzo mediante la constancia y el amor a los más altos valores del espíritu. La poesía de María Enriqueta es una muestra de su sencillez. Entre sus libros de versos encontramos que en ellos no existe la afectación ni el amaneramiento. Simplemente trata de expresar en un idioma llano, directo, lo que su alma emocionada sentía. Ejemplo de ello es su poema, con ciertos rasgos filosóficos, intitulado: Las hojas. Sopló el viento... y cayeron en el río... ¡Miradlas! Van buscando otras orillas... Esas hojas oscuras son barquillas cargadas de rocío.

Los pétalos nivosos de las rosas fueron alas de ellas mariposas; y en las noches de luna, todavía por el espacio sienten nostalgía, y se esparcen, volando misteriosas...

Entre las ondas turbias del pantano, grandes hojas están encarceladas; suspiran por la vega, por el llano... ¡Pobres hojas! ¡Bohemias desterradas!

En la verde pradera hay mil hojas que duermen blando sueño, llenas de opio, cargadas de beleño: las hojas de la suave adormidera.

Cada hoja lleva diferente historia; las hojas del laurel encierran gloria; símbolo de tristeza siempre han sido las que escalan el muro carcomido; las hojas de ciprés y cinerarias son hojas funerarias; las hojas del saúz son el olvido.

Empuja el viento con extraño ruido las hojas que se arrastran y se alejan: esas hojas dolientes van llorando, esas hojas se quejan.

Sopla alegre la brisa entre los verdes tules o en las hojas de esbeltos abedules va jugando indecisa. Esas hojas inquietas tienen risa.

Simbolizan los pétalos azules la ilusión, que es deleite y bienandanza, los rosados se antojan los ensueños, y los verdes asemejan la esperanza.

Esas hojas que viven dulcemente a orillas de la fuente, balanceándose, undosas, mirando eternamente cual pasa la corriente cantando mil canciones rumorosas, esas hojas sin sed son muy dichosas. Y esas pobres hojillas tostadas y amarillas que van rodando por sabanas yermas, son ¡ay! esas hojillas, las tristes... las enfermas...

Se puede entender en esta composición, como María Enriqueta, con un poco de tristeza, ve la vida de los seres humanos como hojas del árbol de la existencia.

Fieles amigas

¡Buen tiempo hacía que no os veía! ¡Cuánto mis ojos os extrañaban; tarde por tarde os esperaban... ¡Ya estáis aquí junto de mi alma!... ¡Venid a mí, amigas mías, queridas lágrimas! En este pequeño poema la íntima característica de su poesía queda manifestada: recogimiento interior, sencillez de expresión, claridad en el lenguaje figurado y un vaivén entre el Romanticismo y el Modernismo. Cuando en la escuela primaria me dijeron que había un libro de lectura muy hermoso llamado Rosas de la Infancia, al solo escuchar el título sentí una extraña vibración. Luego, al saber el nombre de la autora, María Enriqueta, me pareció como si ya la hubiera escuchado con anterioridad y tuve la dicha de conocerla y escuchar su nostálgica charla. Ahora, conocida la obra de esta poetisa, aprecio la sencillez de sus versos y la claridad de su prosa y quienes se inician en la lectura pueden deleitarse con las provechosas narraciones de sus libros de cuentos y aprender disfrutando mucho de la belleza que los caracteriza. Probablemente no haya sido María Enriqueta la mejor poetisa del mundo, pero creo que pocas, como ella, han hecho gozar tanto a quienes la hemos leído. Sus versos revelan ternura, resignación y discreta melancolía, pues aún en el los más breves, como en Fieles Amigas, cuando dice: ¡Ya estáis aquí junto de mi alma!... ¡Venid a mí, amigas mías, queridas lágrimas!

encontramos una gran tranquilidad de alma, un reposo de dolor, una filosófica beatitud y un estoicismo muy mexicano, porque ella supo vivir y llegar a su final sin odios ni amarguras, a pesar de las circunstancias que las ambiciones y las demagogias le hicieron padecer. Sus narraciones destacan por su contenido moralizante y didáctico como correspondía a su tiempo de cambios. María Enriqueta quiere dar al mundo su ideología de comprensión y de renuncia a las cosas materiales para ser feliz. Y así como ella lo dijo al saber la muerte de su esposo: Murió, sí murió... Palabra bien corta, pero de acero, que se clava en el corazón como puñal agudísimo...” Termino esta sencilla aproximación a una autora tan olvidada por la actualidad, pero tan sutil y gratamente recordada por muchos hombres y mujeres que vivieron toda una época de sorpresas, cuando aún se creía en algo, o alguien, nacional. Sólo me falta decir, María Enriqueta de México, Mujer y Maestra, que tu nombre sea una rosa encendida en los corazones de los niños y de los jóvenes, porque el mejor homenaje que podemos tributarle a un maestro-artista, es el recuerdo eterno.  

ROSARIO MARÍA GUTIÉRREZ ESKILDSEN. O LAS ROSAS DE MI ADOLESCENCIA

Semblanza en tres estaciones y un preludio invernal


PRIMERA ESTACIÓN.

Era del año la estación florida cuando abril extendió todas sus manos para cortar cada una de las rosas que en su tiempo florecían y reunirlas en un solo ramo de aromas: Rosario María. Y pareció que el bullicio de los trópicos se esparcía en los cantos eufóricos de las aves que con sus plumajes acrecentaban el colorido de los paisajes tabasqueños: ríos infinitos en su caudales, flores desconocidas en sus siluetas y selvas de vorágines escondidas, para ubicarse en la risueña población solar: Villahermosa. Y aunque nadie advertía aquellos fenómenos de belleza, Juana Eskildsen y Antonio Gutiérrez resplandecieron en sus alegrías y en sus esperanzas; un nuevo ser había venido a aumentar la dichosa familia provinciana y sus ojos veían sonrientes el fruto de su amor. ¡Oh primavera cuando perfumabas un hogar con sueños! La pequeña Rosario, en medio de tanto amor, pronto tuvo que enseñarse a amar en la misma intensidad con la que era amada; amar a su padres, amar a sus hermanos, amar a la tierra que la vio nacer. Y en sus juegos infantiles, sin imágenes de los futuros, aprendió también a compartir lo que era de ella con los demás. La unión y la prosperidad lucían sus vestuarios en aquella casa tabasqueña. Y por las tardes calurosas, la palabra de Don Antonio Gutiérrez deleitaba la ingenuidad de sus hijos al contarles historias que habían sido reales, pero eliminadas en sus lobregueces por la fantasía: Deben amar estas aguas, estas tierras, estos cielos, estos aires, este sol, porque aquí es donde hemos vivido y donde han nacido ustedes y también, con esa misma devoción han de recordar por siempre un lugar, distante cuyas regiones habitaron sus abuelos, más allá de los montes y los ríos, más allá... allá donde el alba no termina; España de nuestros dolores; Noruega de nuestras nostalgias. Un día cuando ninguno sospechaba traiciones, un hombre a quien Don Antonio había extendido la mano para ayudarlo, para salvarlo de su miseria, aprovechando el alejamiento de su protector, ausentado de Tabasco para viajar hasta donde los recuerdos lo obligaban a volver, como siempre, al transcurrir un bien dado a los espíritus malignos, volteó el rostro y volviendo los favores, al quedar a su cargo los negocios, fingió una quiebra total para apoderarse de los bienes ajenos, ganados en el esfuerzo y en la honradez. Cuando regresó del viaje ilusionado, Don Antonio encontró la sorpresa del derrumbe donde todo fue como un vértigo: el desaliento confuso, el desencanto tardío, la ira controlada, el llanto reprimido, la muerte. Al morir Don Antonio quedaba en la ruina una amante esposa y sus hijos. ¿De qué iban a vivir? ¿Cómo sostendría una mujer viuda y sola a su truncada familia? Doña Juana supo sobreponerse al rencor y al odio; al dolor y a las lágrimas, aunque sabía que de aquel esplendoroso hogar no quedaban ni siquiera escombros. Y después de quitarles todo, los cuervos se alejaron y entre el desamparo de la soledad, mirando al horizonte, golpeada por los cuatro vientos, hierática ante el panorama, rodeada de sus únicas riquezas, la digna mujer habló a los tres niños que la rodeaban: Mercedes, Rosario, Guillermo, nos hemos quedado sin nada, quizá de hoy en adelante no tengamos en ocasiones ni para comer. Los creídos amigos nos han abandonado. Estamos en la miseria, pero habremos de resistir. Tenemos que resistir la inclemencia y vencer. Su padre nos dio el ejemplo. Con su trabajo lo teníamos todo, aunque ahora... Sin embargo, no importa, lo que debemos conservar a toda costa es la honradez de nuestro nombre. ¡Y ay de ustedes si alguna vez lo manchan! Aquellas palabras habían sido dichas con el estoicismo de la madre admirable que se aprestaba a la defensa de sus hijos y habían penetrado en los siete años de Rosario María, mientras miraba hablar a su madre en cuya mirada se acumulaba la trémula comprobación de su realidad. Y en uno de tantos días, cuando sabía que en esa mañana no habría pan sobre la mesa, dijo la pequeña: Mamá, mamá, tenga usted mis ahorros para que mis hermanos coman. Y la ternura de la madre se estremeció. ¡Cuán distinta era Rosario! En lugar de comprar las golosinas soñadas por su edad, como tantos niños, ella guardaba el dinero que alguna vez le daban por un quehacer cualquiera, en previsión del momento de la escasez. Pronto las calles de Villahermosa vieron a una chiquilla de nueve años, rubia y espigada, “ojos claros, de dulce mirar alabados”, de ropas humildes, pero resplandecientes en su limpieza, gritar por sus calles, junto con el hermano menor, las noticias del día, como gorriones en el silencio. Ella no quería que sus hermanos y su madre pasaran hambre y por eso, después de asistir a la escuela, donde era la alumna ejemplar por su disciplina y su aprovechamiento (Escuela Central del Gobierno del Estado), vendía periódicos. No le importaba sufrir las intemperies; la furia devastadora del sol o la inmisericorde humedad de lo diluvios. Un algo impregnaba su mirada, extraño resplandor de los seres superiores que se elevan en la miseria cotidiana para impregnarse de cosmos azules. Desde entonces, sólo un pensamiento la obsesionaba: (¡Cómo quisiera ser mayor! ¡Cómo quisiera crecer para darle a los míos lo que ahora les hace falta!) Y en su intensa emoción de cada día, de cada mañana, de cada tarde, frente a la humillación de quienes antes habían alabado a su familia en tiempos de prosperidad, Rosario María continuaba por las calles de la villa hermosa vendiendo el periódico que anotaba con amplitud los informes de levantamientos y de luchas revolucionarias, brotantes en toda la extensión de los suelos mexicanos. Y sin saberlo, Rosario María comenzó a sentir en alma propia, el llanto de los oprimidos, de los despojados, de quienes lo único que tenían, eran sus ilusiones para soñar y su Dios para creer que era posible resistir. Poco a poco, al encuentro de sus presagios, fue acrecentándose una llama en su ser y aprendió a amar a los humildes, a los tristes, a los ausentes de fe y de ilusiones. Aprendió a amar a quienes como ella, comenzaban los descubrimientos de la vida. Aprendió a tener en primavera, lo que muchos, sumidos en el conflicto de su inferioridad, nunca consiguen: capacidad para enfrentarse a las emboscadas de la existencia con armas firmes e imperecederas; dignidad, comprensión, trabajo, estudio, perseverancia, acción. Y en la lozanía de sus quince abriles, todo su ser se colmó de amor para los que sufren; de amor para los que anhelan; de amor para los que aman. No importaría ya que la vida se hubiera tornado agresiva, cuando para todos los jóvenes como ella era un muestrario de dádivas y alegrías. El ser primaveral de Rosario María estaba dispuesto al encuentro consigo y con la inmensidad, para dar al universo su bondad nacida entre tallos de espinas. Y vibraba la mente, y vibraba el espíritu, y vibraba el cuerpo; Rosario María se entregaba a la grandeza humana para ser alguien que pudiera dar: dar una palabra, dar una sonrisa, dar el misterioso encanto de una sabiduría que descubriera en la oscuridad de la noche, la vibrátil devoción de la Vía láctea. Y decidió ser maestra...

  SEGUNDA ESTACIÓN.

Yo que de Tabasco vengo con ríos en la garganta, murmuraba el corazón, esa mañana, de una joven maestra llegada de provincia. Rosario María Gutiérrez Eskildsen había terminado su carrera normalista en la Escuela Normal e Instituto Juárez de Villahermosa y desde el día primero de abril de 1919 había iniciado su labor de campesina de las letras; magna campesina. Más allá, comprendía que para sembrar en los surcos de las almas, de su tierra, necesitaba cada vez mejores semillas y sólo podría obtenerlas en la metrópoli de México. Allá donde decían que un águila se había posado sobre un nopal para devorar una serpiente. Y la joven maestra, convertida en ave, voló a la tierra prometida de sus sueños. Y aunque la región más transparente del aire la recibió con la frialdad de su indiferencia, la joven maestra no se acobardó. Aún recordaba la imagen de su padre y la firmeza indoblegable de su madre. Estaba decidida a nunca claudicar. La beca que había ganado desde Villahermosa para estudiar en la Escuela Nacional de Maestros durante un año, debía ser un estímulo para su superación y si con frecuencia se encontraba triste y se sentía sola en medio del bullicio espectral y monstruoso de la urbe, la esperanza de los suyos y de su ideal, le hacían reincorporarse a sus anhelos. Nada conseguían los desprecios de quienes le daban mísero hospedaje al hacerla realizar quehaceres serviles; ella se daba tiempo para estudiar, trabajar en lo común casero y ser maestra, el supremo goce. Desde entonces surge lo esplendoroso de su currículum vitae: Estudia en la Escuela Normal Superior y la Facultad de Filosofía y letras de la U.N.A.M. durante 10 años. Es discípula selecta del maestro Rafael Ramírez con quien estudia seis años de Cursos Sabatinos de Mejoramiento. Va a la Universidad de Columbia, en Nueva York, con la beca Lillian Emma Kimbal que gana entre las mujeres de habla española en el mundo y allá es nombrada catedrática especial de iniciación universitaria. A su regreso a México, se encuentra dueña de lo siguientes títulos: TÍTULOS NORMALISTAS

Profesora de Instrucción Primaria Elemental. (1917). Profesora de Instrucción Primaria Superior. (1917).

TÍTULOS UNIVERSITARIOS.

Maestra en Ciencias de la Educación. (1934). Maestra en Letras Españolas. Maestra en Lingüística Románica. (1941). Doctora en letras. Doctora en Lingüística Romántica. (1944). Y de su labor de estudios, constantes, como maestra, como investigadora, como escritora fue reuniendo medalla tras diploma, muestra del reconocimiento que poco a poco, a fuerza de perseverancia y preparación obtenía:  Medalla de oro de la Facultad de Filosofía y Letras por el promedio más alto de toda la Universidad.  Medalla al Mérito por la Escuela Justo Sierra de Guadalajara Jalisco.  Medalla conmemorativa de aniversario del Instituto Juárez de Villahermosa por ser la más destacada de sus ex-alumnos.  Medalla de oro por 25 años de servicios en el Colegio Israelita de México.  Medalla de oro del Colegio de las Rosas, de Villa Gustavo. A. Madero.  Medalla de oro Juan Bautista La Salle de las Escuelas Cristianas.  Medalla al Mérito magisterial Ignacio Manuel Altamirano por sus 50 años de servir al pueblo de México en su educación.

  DIPLOMAS.  Mención Honorífica en el grado de maestra en Letras U.N.A.M.  Cum Laude en el grado de Doctora en Letras.  Diploma de la dirección General de Segunda enseñanza por sus investigaciones en el aspecto Auditivo Visual.  Diploma de la Conferencia Gral. de segunda enseñanza. 1950.  Diploma de la Secretaría de Educación Pública por 25 años de servicios en favor del pueblo mexicano.  Diploma por la participación en la junta de Educación Normal. S.E.P. 1954.  Diploma otorgado por el Heroico Colegio Militar ante sus méritos pedagógicos.  Diploma por 50 años de servicios. S.N.T.E.  Diploma por 50 años de servicios. Otorgado por la presidencia de la República y muchos más que atestiguan la ruta luminosa de una mujer que supo sobreponerse a los obstáculos de la vida con la integridad de los seres magnánimos. Sin embargo, su obra no se redujo al campo docente sino también al de investigación. Escribió sus afamados:  Prosodia y Fonética de Tabasco.  El habla popular y Campesina de Tabasco.  Substrato y Superestrato del Español de Tabasco. Y en pedagogía contribuyó a la educación mexicana con:  Gotitas de Rocío. Recitaciones para primaria.  Juegos de Aritmética para primaria.  Información Gramatical para sexto año de primaria.  Primer Curso de Español para Enseñanza Secundaria.  Segundo Curso de Español para Enseñanza Secundaria.  Dos ilustres Gramáticos. El diptongo de la Real Academia y la Teoría de Sicilia.  Cartilla para Enseñar Español.

Y una infinidad de artículos y folletos, de los cuales destacan, aquéllos que como producto directo de la actividad de clases fue elaborando con los alumnos, año con año. Multitud de anécdotas recorrieron su vida de maestra, y en cada una de ellas vibró el espíritu de su nobleza, de su humildad. Desde su pequeño alumno de Coyoacán que ofreció construirle una casa con una buganvilia al frente y que sólo la muerte pudo evitarlo, hasta el inquieto Carlos Madrazo, político de avanzada, desaparecido prematuramente. Fueron tantos los ojos que la vieron; los oídos que la escucharon; los labios que le murmuraron su admiración, que no alcanzarían tiempos ni primaveras ni veranos para reunir la obra de una mujer: Rosario María Gutiérrez Eskildsen. Y que sólo respondan nuestros corazones con una sola palabra: Maestra. Maestra de la vida. Paradigma de la belleza espiritual. Egregia Maestra. Maestra.

TERCERA ESTACIÓN Y UN PRELUDIO INVERNAL

El otoño ha deshojado las florestas y el sol se fatiga de sus pasos. Los celajes van tornándose grisáceos y el viento gime sus preludios gélidos, lejos, distantes, a la eclosión solar, ha quedado la joven primavera y la lluvia fecunda del verano ha cesado de bañar con sus caricias la exhausta superficie de la tierra. Efluvios de oro se dispersan por los campos y visten de galas el recuerdo. Soy el tiempo, que nunca ha detenido sus caminos y en la ruta sin fin de cada día; ha visto de ufanías. Soy el tiempo. Soy el tiempo peregrino de los aires; testigo de hazañas escondidas que se ocultan por no herir la humildad del universo. Soy el tiempo. Pero hoy, cansado de guardar mi propio aliento; cansado de haber callado por tantos siglos la profecía del sol, rompo mis cadenas de oprimido y libero los ropajes de un misterio. Al fin se me han reunido las palabras y voy a revelar tantos secretos que esperaban el momento adormecidos, de rasgar con sus soñares el silencio. Soy el tiempo, Rosario María, y hace tanto que aguardaba estos momentos: ¡Volver a encontrarte frente a frente! Te acuerdas, Rosario María; ¿te acuerdas de aquella nuestra primera reunión? Era un 16 de abril, no recuerdo bien de cuál año. Yo era tan viejo, bueno, menos viejo de lo que soy ahora. Y aunque mi amiga la Naturaleza se había vestido con sus mejores galas para darte la bienvenida, los humanos ni cuenta se dieron de ello. Tú habías nacido aquel día y eras tan pequeña, tan graciosa, tan frágil que parecías un capullo de rosas, de esos que los ciegos hombres cortan antes de permitir el ofrecimiento de las fragancias de sus pétalos a los amigos vientos. No sospechaban siquiera que tú... ¿Te acuerdas Rosario María? Tú mirabas con ojos ávidos y sorprendidos el nuevo panorama al que habías llegado y lo ibas aprehendiendo en tu ser para convertirlo en lo que desde entonces fuiste: tierno buen amor. Y he transcurrido tanto, tanto, desde aquellos que ahora me visto en la alegría de volverte a ver, a pesar de que ha quedado muy lejos aquella primera imagen. Rosario María, tú y yo, el tiempo, nuevamente juntos. No desaprovecharemos la ocasión para recordar, para recordar... Todos los días me han hablado de ti. Me han hablado las mariposas en sus colores que vuelan; me han hablado las aves en sus cantos que se envuelven bajo el cielo; me han hablado las nubes, mensajeras estivales, que se pierden en el llanto que fertiliza; me han hablado las palabras que se callan, los sentimientos que se salvan, los aromas que se cantan; me han hablado de ti las siluetas de los niños; me han hablado de ti las brumas del adolescente; me han hablado de ti las mujeres y los hombres, los que ríen, los que lloran, los que sueñan, los que aman. Me han hablado de ti sin saber que nada hay que yo no lo sepa. Sé que hubo dolor en tu existencia, dolores capaces de haber podido romper el privilegio de tu bondad hasta destruirla y convertirla en desprecio, en odio, en humillación, en venganza. Sé que tuviste profundas tristezas, tan profundas como, no, no voy a decir lo siempre dicho, como los mares, como los océanos, como los abismos, sino simplemente profundas, acaso como el estremecimiento de perder a un padre, a un hermano, a un amigo, a un discípulo. Y sé también que aprendiste a ser roble, indestructible para los microbios; majestuosamente cósmico. Sé que supiste resistir cada uno de los embates de la vida y sé además, que fuiste capaz de dar, a pesar de todo, comprensión, calor humano, humildad, sabiduría, bondad, amor. Sí, no te sorprendas Rosario María. Sé que estoy removiendo los olvidos y rehaciendo los recuerdos, los recuerdos felices del inicio. Si no, piensa, en tus años primeros de maestra en aquella ubérrima sementera. Tus niños indios aprendiendo a leer una lengua conocida, pero extraña; tus niños cantando y bailando al compás de tu entusiasmo. Recuerda también aquella escuela entre un paisaje de espigados árboles, de trajineras y de chinampas: Xochimilco. Y tú, plena de felicidad otorgando tu palabra de luz a la simiente sana. Luego, ¿Aún recuerdas?, tus paseos enamorados deslizaban su vereda rumbo a la soleada casa de los niños de Coyoacán. No me digas que no fuiste dichosa, porque yo contemplé el fulgor de tus ojos, ese fulgor sólo tuyo y de las almas magnánimas. Sé que tu corazón se desgranaba en azucenas y todo en ti era diafanidad. Amabas a tus niños y a tus jóvenes desde entonces, ya que sabías que eran como la tierra, cuyo ser en alguna era fructifica. Sí, ahora recuerdas mejor cada uno de aquellos instantes: Rostros que se arremolinan en tu mente; rostros infantiles, rostros jóvenes; manos ingenuas, manos trabajadoras. Escenas grabadas en mis anales de tiempo que vuelven a despertar y a aparecen en el interior de tus panoramas. ¡Oh dichosa edad de tus álbicos inicios! Y luego, no podrás negar la intensa felicidad que te produjo la vez primera cuando esparciste tu palabra clara en las aguas nebulosas de los adolescentes. Acuérdate cómo te miraban predicar con la muestra de tu acción; cómo te seguían sus preguntas de confusa algarabía; cómo te frecuentaba su anhelo de ser comprendidos. Y tú, MAESTRA, les brindaste la miel de tu alma. La sonrisa de tu corazón. La grandeza de tu mente. Después, seguiste sembrando... Ahora, aquellos niños, aquellos adolescentes, aquellos jóvenes han cambiado sus inocencias, sus ingenuidades, sus atrevimientos. Muchos han avanzado en la aventura de ser; algunos, convertidos en lejanías, se han desperdigado en su afán de ver cuán grande es el mundo; otros como yo, tiempo que forma parte de ti, te hemos seguido estación tras estación, sin cansarnos de admirar cada una de tus grandezas hasta el final de tu jornada. Sí, Rosario María, porque quien siembra amor, cosecha amor y tú, sí fuiste campesina. Comenzaste a sembrar en primavera, proseguiste a pleno sol por el verano y en el otoño, contemplaste los trigales de tu obra. Y aunque arribó el invierno, con su frío preludio, sé que no temerás las soledades invernales, porque un fuego de eternidad se ha encendido y ya no importa que se agoten las palabras; ni duele que se acaben los secretos. La verdad ha sido revelada. Supiste sembrar tus ufanías y la semilla se ha extendido al universo para aguardar la resurrección dorada de otras primaveras, y como yo, lo dice el tiempo: ¡Serás eterna!



P.S. Rosario María Gutiérrez Eskildsen muere en la ciudad de México el 14 de mayo de 1979, un día antes de celebrar el día del Maestro.  

EL PENSAMIENTO PEDAGÓGICO DE FRANÇOIS RABELAIS EN GARGANTÚA Y PANTAGRUEL

Históricamente, el siglo XVI tuvo una decisiva importancia para la formación de la nación francesa y de su poderío político en Europa Luis XII (1496-1515) llevó a cabo dos expediciones a Italia: en una venció e hizo prisionero a Ludovico Sforza, el Moro; en la otra desbarató a los venecianos, pero después fue atacado por el Papa Julio II con la Liga Santa. Francisco I (1515-1547) luchó contra Carlos V en cuatro guerras (Italia fue, casi siempre el teatro de estas luchas: batalla de Pavía, 1525; saqueo de su Estado; sitio de Florencia, 1530) y así probó las fuerzas de su Estado; en el interior instauró la monarquía absoluta, tuvo que combatir la inundación de la Reforma y lanzó contra ella decretos fundados, sobre todo, en motivos políticos (edicto de Fontainebleau, 1540, declarando crimen de la majestad a la religión reformada). Su hijo Enrique II (1547-1559), para continuar la lucha contra Carlos V, se alió con los príncipes protestantes alemanes y conquistó al Imperio los tres obispos (Metz, Toul, Verdum), mientras en Italia perdía Siena (1555), Felipe II, por medio de Manuel Filiberto de Saboya, le infligió la terrible derrota de San Quintín (1557), pero al año siguiente, el duque de Guisa reconquistó Calais de manos inglesas y, finalmente se logra la ansiada paz de Catreau-Cambresis. Entre tanto, en el interior, y pese a procesos y ejecuciones, ganaba terreno el calvinismo: en 1551 se inaugura en París la primera iglesia calvinista y en menos de seis años otras treinta ciudades tienen cada una su templo protestante. Vacilantes y tumultuosos fueron los reinados de los tres hijos y sucesores de Enrique II, amenazados por la Reforma, que se convirtió en instrumento de rebeliones manejado por los nobles que no sufrían la autoridad monárquica: el único año de gobierno de Francisco II, lo hizo funesto la conjura de Amboise, que terminó con una matanza de calvinistas; su hermano Carlos IX (1560-1574) ascendió al trono a los diez años, bajo la tutela de su madre Catalina de Médicis y no tuvo responsabilidad alguna en la sangrienta lucha que estalló en seguida entre católicos y hugonotes. Se produjeron cuatro guerras civiles en breve tiempo que sirvieron para desahogar de rivalidades a los Conde protestantes y a los Guisa católicos; tristemente célebre será la noche de la matanza de San Bartolomé (23-24 de agosto de 1572), cuya consecuencia fue la formación de un tercer partido, deseaban la paz a toda costa. Muerto Carlos IX a los veinticinco años, le sucedió su hermano Enrique III (1574-1589); siguió en su reinado la dura hegemonía de su Madre Catalina y se produjeron otras cuatro guerras de los hugonotes; la matanza de los Guisa, fundadores de la Santa Liga; la muerte de Catalina y el asesinato de Enrique III, pusieron término a tan desastroso período. Extinguida la rama de los Valois, ascendió al trono la de Borbón, con Enrique IV (1589-1610), que se convierte al catolicismo, pero con el edicto de Nantes (1598) aseguró los derechos de los protestantes, restableciendo la paz religiosa. Las nacientes formas burguesas que iban imperando sobre la decadentes feudales, por el desarrollo de la economía monetaria, por lo narrado, había seguido el mismo camino que la Grecia antigua. Tomaron como base de su riqueza el comercio y la industria en detrimento de la agricultura. Los campesinos fueron hechos a un lado y los problemas de las ciudades tomaron mayor interés. La desigualdad se hacía más extensa y profunda. La miseria se generalizaba, impulsando las picarescas formas de trabajo. Este tormentoso estilo de vida, como hemos visto, fomenta el espíritu de rebelión. Las sublevaciones eran indicio de nuevos anhelos, pero éstos no podían ya apoyarse en las instituciones políticas, en ideas continuadoras o constructoras, específicamente. La miseria impulsaba tanto a la rebeldía contra las minorías dominantes, a fin de alcanzar un bien espiritual. El gran movimiento de la reforma no fue una simple rebelión en contra de los abusos de la Iglesia católica, encerraba también un ideal. Los primeros escritos y los primeros sermones imbuidos de ideas de fraternidad económica y social. Y en este ambiente de lucha, de contrastes, de aventuras, surge la obra de François Rabelais.

II. BREVE BIOGRAFÍA DE FRANÇOIS RABELAIS.

Rabelais fue el único autor de su tiempo que supo levantarse en contra de las ideas de su época, en creaciones llenas de agudeza satírica. Se resumen en él todos los elementos que confirman las características de ese momento histórico. El cáustico escritor francés, que por cuya conducta, se afirma, no pudo continuar en los conventos y a seguir participando de la pureza benedictina y de la ciencia de sus compañeros de orden, ha quedado en la historia de la literatura francesa como certero cultivador de un género literario que ha proyectado al mundo personajes suscitadores de grande hilaridad, sátira y entretenimiento, donde a pesar de eso, subyace una fuerte intención educativa sobre una nueva moral opuesta a la medieval. Llevó una agitadísima vida. Su erudición diversa y su vocación rebelde, así como sus alardes burlones y escépticos le provocaron tanto la estima de quienes lo trataron como los ataques de sus contrarios. Su existencia inestable y andariega por comarcas y estados propició a su imaginación las fuentes necesarias para tratar de satirizar las costumbres de su tiempo al modo de “castigo ridendo mores”. En torno a la figura de Rabelais se ha creado toda una leyenda. Se dice que fue libertino; otros que simplemente era de un espíritu rebelde y difícil de dominar. Sin embargo, el reverendo François Rabelais, que nació hacia 1495 y murió en 1555, llevó la laboriosa vida del erudito, licenciándose en medicina en Montpellier y ejerciendo su profesión en Lyon. A los más, manifestó una cierta animadversión por la disciplina religiosa de la orden franciscana y pasó, como se dijo al principio, a la benedictina, para después colgar los hábitos, pero sin enemistarse con sus superiores; de manera que pudo volver a vestirlos en los dos últimos años de su vida, ser nombrado canónigo en una abadía y, más tarde, cura de Meudon, puesto que no llegó a ocupar. Aparte de esta tibia vocación, de la que por lo demás, no se le puede culpar, fue el más normal y tranquilo de los hombres, hábil en ganarse la protección de los poderosos, respetuoso con los poderes constituidos y prudentísimo en expresar cualquier idea por la que se pudiera condenársele o hacerlo sospechoso; quizá le asustaba la suerte sufrida por el Cybalum mundi, libre de Buenaventura de Deriers, cuyo argumento lo integran una serie de cuatro diálogos, donde aparecen personajes mitológicos o fantásticos y, con gran liberalidad de pensamiento, se escarnecen todas las religiones; por lo mismo, fue quemado públicamente y por poco cuesta la vida a su impresor. Ante esto, Rabelais recorrió a la alegoría y rodeó la publicación de su extensa obra de la mayor cautela. En ella, se ven reflejados los diversos momentos del agitado período histórico por el que atraviesa Francia. Gargantúa y Pantagruel es la realización de la vida errante y aventurera de Rabelais.

III. AUTORES QUE INFLUYERON EN LA OBRA DE RABELAIS.

Los estudios realizados por Francisco Rabelais, fueron determinantes en la formación de su ideología y de su particular y cáustica personalidad. Sin duda que su conocimiento de los clásicos griegos y latinos constituyó la base primordial en lo que posteriormente sería su obra. En Gargantúa y Pantagruel es frecuente la cita constante de los variados escritores de las letras áureas. Por ejemplo, en el prólogo del autor que encabeza el libro primero de Gargantúa nos dice: “Alcibíades, en el diálogo de Platón que se intitula El Banquete, al elogiar a su preceptor Sócrates, príncipe, sin discusión, de los filósofos...” “¿Creéis por vuestra fe que jamás Homero al escribir La Ilíada o la Odisea pensase la alegoría que calafatearon Plutarco, Heráclides, Ponticua, Eustaquio Fortuno, y de la que le ha desnudado Politian? Si lo creéis no os acercáis ni por los pies ni por las manos, a mi opinión, con arreglo a la que tanto han podido ser soñadas por Homero u Ovidio en sus Metamorfosis, como los sacramentos por el evangelio”: “Ennio, padre de los poetas latinos.” “Practicando todas las artes de leer las letras no aparentes, que enseña Aristóteles.” “Como dos Aulo Gelio, lib. 3.” “Según la referencia de Macrobio, lib. 2, Saturnal”. Así, demostrando una vasta erudición no sólo latina y griega, sino un conocimiento profundo de las literaturas orientales, sobre todo la Hebrea y en particular la bíblica, Rabelais es una síntesis cultural de su tiempo que le permite, por lo mismo, vislumbrar los hechos que van a transformar a la Francia de su época y al mismo tiempo, satirizar al mundo feudal en descenso y también al inicial ambiente burgués de comerciantes. Dentro de la multitud de autores y obra citados por Rabelais, cabe hacer mención, antes de precisar, según nuestra investigación, quiénes influyeron hondamente más en nuestro satírico francés, de las siguientes referencias: “¿No dice Salomón, Proverbiorum XIV: Innocens crédit omni verbo etc. Y San Pablo, prim. Convithier XIII: “Charitas cunia crédit.” “Por mi parte nunca encontré en la santa Biblia que vaya contra ello.” “Leed el prontuario de Historia Natural de Plinio.” “En Mateo XVII se dice que la transfiguración del Señor.” “San Juan el evangelista (apoc. 4 y 7) vio vestidos a los fieles.” “Avicena, In 2 canone et libro de Viribus cortis dice que el azafrán tiene la propiedad de ensanchar el corazón.” “Si creemos a Herodoto y Pompeyo; pero Temistocles...”

De todo esto, se concluye que el espíritu rabelesiano tomó elementos de tres grandes fuentes que lo conformaron: los autores griegos y latinos; los autores bíblicos; el francés Villón, poeta de intensa vida con rasgos irónicos en su obra. Aunque nunca aparece citado, su influencia es clara en su sátira social. De los grecolatinos tomó las bases estéticas, de los bíblicos las morales y de Villón, la idea de satirizar con el ridículo a la sociedad y a los personajes de su siglo.

IV. AUTORES INFLUIDOS POR LA OBRA DE RABELAIS.

La obra rabelesiana ha marcado una pauta dentro de la literatura universal, tanto, que sus personajes han quedado como símbolos de la exageración, de lo hiperbólico, de lo ridículo. Desde la aparición de Gargantúa y Pantagruel, quienes han leído sus páginas han quedado impresionadísimos por la crudeza de sus expresiones, por la abundancia de lo estrafalario y la sátira llevada a límites increíbles. Menéndez y Pelayo, con su famoso imparcial juicio, ha juzgado de este modo al escritor que suscitó curiosidades e hilaridad con un libro que, en cierto modo, puede ser considerado como “una parodia de las crónicas caballerescas” que quizá Cervantes tuvo en cuenta para la elaboración de la obra cumbre llamada Don Quijote. “Rabelais es un torrente que arrastra todo de inmundicias, pero también suele arrastrar oro, y lo que quiera que arrastre lo lleva con tal ímpetu de dicción, pintoresca, animada y riquísima, con tal ardor de fantasías grotescas y con tan abigarrada y chistosa mezcla de elegancias clásicas y de sordideces populares, que sorprende y maravilla hasta en aquellos trozos donde más repugna por su cinismo.” La obra de Rabelais ha tenido una influencia notable en todos los escritores franceses posteriores, ya para imitarlo o para contraponerse a él. De igual manera, a partir de del siglo XVIII, con la extensión de la cultura francesa, Rabelais ha sido uno de los escritores de los más comentados. En Francia su pensamiento se refleja con mayor o menor intensidad, en la casi todos de los enciclopedistas. Montaigne en sus ensayos, así como Rousseau, en su Emilio, proyectan rasgos de su antecesor. James Joyce resulta, en nuestro siglo, uno de los más profundamente cercanos al espíritu satírico despiadado de Rabelais, pero que deja vislumbrar el trasfondo humano del anhelo por transformar la sociedad. La obra de Rabelais siempre ha sido tomada en cuenta por todas las vanguardias. Variados célebres pensadores: Voltaire, Schopenhauer, Nietzsche, Bertrand Russell, Henri Bergson, Jean Paul Sartre, Marcuse, todos ellos, agudos críticos de los sistemas de organización humana, muestran caracteres que los hacen coincidir con su antecedente: François Rabelais.


V. GARGANTÚA Y PANTAGRUEL. ANÁLISIS GENERAL.

Dentro del género narrativo, la obra de Rabelais se puede examinar bajo el doble aspecto de su trama fantástica y de su contenido ideológico. El libro primero La vida muy terrorífica del gran Gargantúa, padre de Pantagruel (La vie tres horrifique du grand Gargantua, pére de Pantagruel) contiene la historia, ya conocida en la literatura popular, de una familia de buenos gigantes. Narra el extraño nacimiento y la aún más pintoresca juventud del protagonista, hijo de la jovial Grandgousier, “belle gouge et de bonne troigne” (hermosa muchacha y de buen porte). Apenas viene al mundo y su llegada es la consecuencia de una abundante comida de panzas saliendo de la oreja materna como una divinidad mitológica, comienza a gritar: “a boire” (¡A beber! ¡A beber!), con gran contento de sus progenitores y de sus amigos. Para amamantarlo se reúnen diecisiete mil novecientas vacas; para hacerle la cama, hacen novecientas brazas de tela: no debe olvidarse que se trata de un gigante, divertida ficción que permite al autor nadar en cifras hiperbólicas. Desde los tres a los cinco años, Gargantúa pasa la mayor parte del tiempo “bebiendo, comiendo y durmiendo; comiendo, durmiendo y bebiendo; durmiendo, bebiendo y comiendo”, recreándose con toda la libertad en todas aquellas maneras que nosotros atribuimos a las más sucias costumbres. En esta parte regocija la comicidad de sal gruesa rabelesiana, que no es, ciertamente, de salón, pero tampoco pornográfica, ya que procede, sobre todo, del tema de la naturales necesidades corporales, cuya satisfacción es indispensable, más que una delicia, para todo género humano. Apenas se lo permite la edad, Gargantúa inicia sus estudios de acuerdo con los programas de la enseñanza medieval; el padre lo envía junto a un gran “Sophiste en lettres latines”, el maestro Thubal Holofernes, que lo vuelve idiota con sus métodos estultos basados únicamente en el ejercicio de la memoria. Se impone un cambio de sistema; en efecto, Gargantúa va a París donde el genial Ponocrates (“hombres activo”) le hace partícipe de los beneficios de una educación completamente diferente. El viaje y la llegada a París no se desarrollan sin incidentes cómicos y grotescos. Gargatúa va de caballero en una mula de dimensiones monstruosas que al agitar la cola contra moscas y tábanos transforma un espeso bosque en campo raso, llamado Beauce, por la frase del gigante “Je trouve beau ce” (encuentro bello esto). En París la muchedumbre de curiosos se hace tan molesta que Gargantúa tiene que descansar sobre las torres de Notre Dame, desde donde, orinando, anega 260 418 ciudadanos, “sin contar las mujeres y los niños”. Finalmente, arranca las campanas, pensando que estarán mejor en el cuello de su mula; viene a buscarlas el maestro Janotus de Bragmardo con su bárbaro latín: “De parte Dei, date nobis clochas (cloches: campanas) nostras...” La educación completamente diferente que recibe Gargantúa responde a las opiniones de Rabelais humanista y que después, en el capítulo siguiente de este opúsculo serán tratadas y comentadas. Mientras Gargantúa es educado, el belicoso rey Picrochole invade el territorio de Grandgousier a sangre y fuego, embizcado por funestos consejeros que le presentan el espejismo del imperio del mundo; rechaza las ofertas conciliatorias del gigante, gran amigo de la paz. No tiene más remedio éste que reclamar la ayuda de su hijo Gargantúa, quien acude presto, realiza prodigiosas hazañas (de un garrotazo destruye un castillo, peinándose hace caer de sus cabellos proyectiles de artillería), desbarata el ejército enemigo y destruye las locas ambiciones de Picrochole, quien queda reducido a ser bracero en Lyon. Todo el episodio es una parodia de las locas empresas caballerescas, y tan ruinosas para los pobres campesinos. Basta señalar los nombres de los consejeros de Picrochole: capitán Merdaille, conde Espadachín, etcétera, para comprender las intenciones burlescas. En el curso de la guerra estrecha amistad con el gallardo fraile Jan des Entommeures (es decir Juan de los Bocados), que defendió enérgicamente los viñedos de su abadía y después de la estrepitosa victoria, recompensa su celo edificando para él, la abadía de Theleme, cuya regla se compendia en esta divisa: Fay ce que vouldras (Haz lo que quieras). El libro segundo: Pantagruel, roi dos dipsodes, restitué a son naturel avec ses faicts et procusses espoventables, está enlazado, por su espíritu dominante, con el que hemos analizado. Cuando ya Gargantúa es varias veces centenario, nace Pantagruel en un año de gran sequía (lo que explica su sed inextinguible) y el echarlo al mundo le cuesta la vida a su madre Badebec. Todavía niño, da muestras de prodigiosa fuerza y de una voracidad no menos extraordinaria; ya adolescente, realiza sus estudios en Poitiers, Tolosa, Montepellier, Bourges y Orleáns, donde se topa con un limosín, estudiante en París, que desfigura la lengua francesa, es decir, la llena de latinismos bárbaros y la parodia de Rabelais es graciosísima: “Nous transfetons la Sequane au dilucule e crepuesculo; nous deambulons par les copites et quadrivies de l`urbe la verbocination latial”. Después se va con su amigo estudiante a París, donde un buen día encuentra a Panurgo (del griego PANERGON: el que está siempre pronto a hacer de todo, pero en este caso, preferentemente el mal), tipo de vagabundo genial y pintoresco que conoce varias lenguas, incluso el griego y el hebreo, alegre y hablador; cobarde y bravucón y que se cuenta entre las más interesantes y animadas figuras de Rabelais: “Sabía sesenta y tres maneras de hallar siempre dinero de acuerdo con su necesidad, de las que la más honrada y fácil para él, era el hurto; malo, tramposo, borracho, callejero, vagabundo de los más meritorios de París. Con él, que frecuentemente padece la enfermedad “faute d’argent, c’est douleur non pareille”, tiene Pantagruel bastantes aventuras que acaban alegremente hasta que sabe de la transformación de su padre al país de las Hadas, (para asegurar la caricatura, el autor, en este episodio, tiene buen cuidado de agregar que eso mismo les acaeció a Ogier y a Arturo) pues los dipsodas han invadido el reino de Utopía, poniendo cerco a la gran ciudad de Amaurotis. Marcha hacia allá con sus compañeros y, naturalmente, obtiene una serie de victorias estrepitosas, desbaratando, por último, a trescientos gigantes mandados por Loup Garou; muchos de estos triunfos los consigue por los medios más paradójicos. En el libro tercero, que ya finalmente lleva el nombre del autor, pues los anteriores habían sido atribuidos a uno autor llamado ALCOFRIBAS NASIER y que no era otra cosa que un anagrama de Francois Rabelais, la sátira se encuentra en torno al tema del matrimonio. (Composé par Fran. Rabelais, docteur en médicine; revu et corrigé par l’autheur sus la censure antique. L’ auther susdit supplic les lecteurs bénevoles soy reserver a rire ausoizante et dixuytiéames Livre”.) Panurgo pide consejo a Pantagruel sobre si debe casarse y éste, por escrúpulos de conciencia, consulta sucesivamente las suertes “homéricas y virginales”, los sueños, la cábala, a una sibila de Panzoust, a un mudo llamado Nazdecabre, que contesta con enigmáticos signos, a un viejo poeta moribundo que se llama Raminagobis y que da su parecer en unos versos difíciles de interpretar. Pero Pantragruel no se da por vencido y persigue su graciosa encuesta dirigiéndose al quiromántico Her Trippa, al teólogo Hippothatée y al filósofo pirrónico Troyillogan, quien exhorta a Panurgo para que interrogue a algún loco. Lo encuentran en la persona de Triboullet que, después del divertido episodio de juez Bridoye, que sentencia los procesos sacando suertes con los dados, contesta de tal manera que Pantagruel y Panurgo lo interpretan de diferente modo; con todo, se ponen de acuerdo en la necesidad de embarcarse para consultar el oráculo de la Diosa Bouteille (Botella). Los últimos capítulos están consagrados a la descripción y maravillosas virtudes de la hierba Pantagruelión, de la que se hace gran provisión a bordo. El libro cuarto comienza con un largo prólogo a los lectores y después va refiriendo las incidencias de la fantástica navegación hacia el país de Cathay, residencia de la diosa Bacbuc, navegación que va haciendo escalas en islas fabulosas: Medamothi, en donde Pantagruel adquiere algunos unicornios y recibe noticias de Gargantúa, mientras Panurgo juega la famosa mala pasada al mercader de carneros Dindenault; Ennasin, cuyos habitantes tienen extravagantes costumbres; Cheli, con su rey Panigon que acoge cordialmente a los navegantes y en cuya cocina se demora el desenvuelto fray Juan. La mayoría de las islas siguientes van representando, alegóricamente, un error o un vicio; Procuration está habitada por los chiquanous (leguleyos o rábulas), que no pueden vivir sin ser golpeados. Durante la escala en esta isla, Panurgo refiere a Pantagruel una historieta que tiene por protagonista a Villón. Pasan por las islas Tohu y Bohu, donde el gigante Briguenarilles, que acostumbra alimentarse con molinos de viento, muere por haber engullido toda la batería de cocina; después, los navíos sufren una violenta tempestad y Panurgo, ante ella, da pruebas de un miedo extraordinario. En Tapinois, reina Quaresmeprenant, personificación de los católicos, que es un amigo de Antiphysie (Antinaturaleza); en la isla de Faruche viven los Andouilles (salchichas), que simbolizan a los protestantes. En la de los Papefigues habitan aquellos que fueron perseguidos por faltar al respeto a las imágenes del Papa; en la isla de los Papimanes (entusiastas defensores del Papa), el obispo Homenaz enseña a los navegantes el “Uranoperes Decretales”, baluarte del poder de la Iglesia. Episodio notable por su audacia satírica es el capítulo LIII “Comment, par la vertud des Decretales, est l’or subtilement tiré de France en Rome” (Cómo por la virtud de las Decretales, Roma se lleva sutilmente el oro de Francia). Después de haber atravesado la zona de las palabras suspendidas en el aire, que, al desecharles resuenan, llega Pantagruel con sus compañeros a la isla de Gaster, sede de los Gastrolatres (Epicúreos) que sacrifican al dios Ventripotent (Vientrepotente). Los capítulos finales del libro cuarto narran incidentes sucedidos cerca de las islas Chaneph y Ganabin; sigue a esto un glosario reunido por el autor para explicar el significado de aquellos vocablos más extraños. En el libro quinto las alusiones, veladas por la alegoría, a la lucha religiosa contemporánea, se hacen abiertas y abundan inventivas anticatólicas que por tener carácter de libelo hugonote se duda en atribuir a Rabelais que, en sus últimos años, se inclinó al catolicismo y siempre fue muy prudente en la sátira. De todas maneras el relato continúa y da término a la trama del libro cuarto; Pantagruel llega a la Isla Sonante (es decir, a la Roma papal), llamada así por el ruido ensordecedor de las “campanas grandes, pequeñas y medianas, tocando todas a la vez”. Está habitada por aves de pintorescos y muy elocuentes nombres. (Cardigaux et Papegaut, qui est unique en son aspec.... Después de otras escalas, caen los navegantes en las manos de Gripe Minault, archiduque de los chats fourrés, segunda personificación de los leguleyos, pero más malévola que la de los chiquanous, ya que estos gatos son bestias horribles y sanguinarias que se alimentan de niños. En el reino de la Quinte Essence, llamada Entelequia (es decir, en el país de las abstracciones y quimeras), las enfermedades se curan con el canto; en la isla de las Odas, las calles caminan. En el país de los Lanternois, los navegantes piden a la reina, por medio de Panurgo, que conoce la lengua, una “lanterne” (una guía que sería, metafóricamente, el estudio) y de esta manera logran llegar al templo de la Botella (la ciencia) que está decorado con mosaicos en donde se representan las hazañas de Baco en India. Allí, la sacerdotisa Bacbuc les enseña la fuente maravillosa y después presenta a Panurgo a la Diva Bouteille que, finalmente, da su ansiado oráculo: Trinch: (¡Bebed!), consejo que puede entenderse tanto literal como connotativamente, con referencia al saber, el más grande y profundo anhelo del hombre para hacerlo grandioso. Tal es, a grandes rasgos, el asunto de la extensa epopeya satírica que durante siglos ha tenido entusiastas lectores; pero como es fácil comprender, la causa de su éxito descansa en cualidades externas, en los episodios sorprendentes y llamativos por su comicidad de tal fuerza, en aquellos motivos que hicieron usual en muchas lenguas europeas el adjetivo “pantagruélico”. También es explicable que todas aquellas ideas que por su significación histórica resultan relevantes, en el análisis ofrezcan, actualmente al leerlas, un interés relativo; sin embargo siempre quedará un fondo importantísimo de conceptos generales para proporcionar a la obra firme perdurabilidad.

VI. EL CONTENIDO PEDAGÓGICO DE GARGANTÚA Y PANTAGRUEL.

Como hemos visto en el capítulo anterior, el pensamiento de Rabelais es de un humanismo exacerbado. Según nuestro autor en estudio, las culturas griega, latina, arábiga y hebrea, juntas con el estudio de la naturaleza, debían servir de base a una nueva sabiduría cuyos rasgos principales serían: el amor a la vida, a la humanidad y a la razón. Esto es el llamado “pantagruelismo” y en su nombre, Rabelais condena sin piedad el fanatismo, la intolerancia, la filosofía vacía de la Edad Media y la hipocresía. Y es lógico pensar que para el logro de estas características fuera necesario transformar el sistema educativo medieval por otro acorde con la ideología rabelesiana que coincide en lo esencial con las ideas de las nacientes sociedades burguesas de su tiempo y además, con el humanismo eterno de los grandes pensadores de la filosofía. El genial Ponócrates, como se vio en el capítulo anterior, reeduca a Gargantúa. La educación recibida, fanática, escolástica, rutinaria, memorística, es sustituida por otra diferente. Esta, responde a las opiniones de Rabelais, humanista y científico, pues como sabemos, era médico. Consiste en mantener al discípulo ocupado y activo durante todo el día, alternando oportunamente la educación física con la intelectual y dando mayor importancia a la realidad, a las ideas, a los hechos que a las retóricas vacías. Por ejemplo, cuando el mal tiempo impide los paseos para estudiar botánica, Ponócrates lleva a su discípulo a los talleres de los orfebres, de los relojeros, de los tejedores, de los impresores y los instruye sobre la variedad de los oficios. Y todas las noches, antes de acostarse, una observación del estado del cielo, permite desarrollar una pequeña lección de astronomía; una breve recapitulación de los sucesos del día reaviva los nuevos conocimientos aprendidos. Explicables son estas ideas de carácter pedagógico al analizar el carácter de Rabelais. Educado al amparo de la ciencia de su tiempo, lucha por superarla y en ese afán va más allá de lo cotidiano de su época. Sin ser un filósofo, tiene su filosofía orientada hacia un cristianismo neoplatónico que concibe a Dios como creador omnipotente y bueno, autor de una naturaleza igualmente buena y omnipotente. De este optimismo fundamental brotan las facetas características del pensamiento de Rabelais: absoluta fe en la vida, una fe que su temperamento sano y exuberante convierte en impetuosa alegría de vivir, en instintivo amor hacia toda realidad concreta; indiferencia y horror para todos los dogmas, para todos los fanatismos políticos o religiosos; escepticismo en cuanto a la eficacia de la razón humana y de las doctrinas que con ella se elaboran. El largo viaje para saber si Panurgo debe casarse, con el magro resultado de la respuesta Trinch, significa que en vano trata el hombre de buscar razones para decidirse en un sentido más que en otro e influir así en su propio destino; pero esto no es para el autor fuente de amargura o desaliento porque, precisamente en esta tierra, existe la naturaleza buena. Opulenta y pródiga en sus dones, la vida vehemente y múltiple no parece desear otra cosa que ser disfrutada. De esta manera queda construido el “pantagruelismo”, que es “vivre en paix, joie, santé, faisant toujours granchére” (Vive en paz, gozoso, sano, haciendo diario gran cariño) al que se refiere ya en las primeras páginas del Gargantúa: “Et, pour vous donner a entendre de moi qui parle, je cuide que je sois descendu de quelque riche roi ou prince au temps jadis; car oncques en vites homme qui eut plus grande affection d’etre roi et riche que moi, afin de faire grand chère, pas en traviller point no me soucier, et bien enrichir mes amiset tous gens de bien et de savoir”. El egoísmo al dilatarse se convierte en generosidad y mecenazgo; inmediatamente se expresa la indestructible Fe en la bondad divina: “Mais en ce je me reconforte que en l’autre monde je le sarai, voire plus grand que de prétend souhaiter”. Todo ello se va estilizando al transcurso de la obra en una serena concepción del mundo que concede gran importancia a los valores espirituales. Y esta concepción deber ser comunicada a las nuevas generaciones para lograr la felicidad del género humano. De aquí sus ideas pedagógicas consignadas en los capítulos XXIII y XXIV del libro primero de GARGANTÚA; para mejor comprensión serán transcritos en seguida con su respectivo comentario entre párrafo y párrafo:

CAPITULO XXIII:

“Cuando Ponócrates conoció la viciosa manera de vivir de Gargantúa, decidió educarlo de otra manera; pero durante los primeros días se lo toleró, considerando que la naturaleza no admite sino con gran violencia las mutaciones repentinas.” Encontramos aquí el fondo ideológico de la evolución; es decir, transformar, no destruir. "Para comenzar su labor con más acierto suplicó a un sabio médico de aquellos tiempos, llamado Teodo, que le indicara, a ser posible, lo mejor para llevar a Gargantúa al nuevo camino. El médico lo purgó canónicamente con eléboro de Antierya y a favor de este medicamento lo limpió de todas las alteraciones y perversas costumbres del cerebro. Por este medio también, Ponócrates le hizo olvidar cuanto había aprendido con sus antiguos preceptores, como hacía Timoteo con aquellos de sus discípulos que habían estudiado antes con otros maestros de música”. Como se ha vislumbrado, antes de iniciar la educación humanística, es necesario olvidar los prejucios y falsos preceptos anticientíficos. “Con el fin de lograr mejor sus propósitos, le proporcionó la compañía de gentes cultas que aguijaban su ingenio y le estimulaban el amor al estudio.” El medio es importantísimo para una adecuada conducción del discípulo. Si es adverso, los resultados no serán positivos. “Después le hizo tal plan de trabajo que no le permitía dejar de aprovechar ni una sola hora del día. Todo su tiempo lo dedicaba a las letras y al honesto saber.” Se requiere un ordenamiento de las actividades educativas, una planificación de lo que se desea realizar para los mejores logros. A continuación, en este capítulo se describen en 24 instantes, las opciones a las que era sometido Gargantúa con el fin de hacerlo partícipe de una educación armónica, humanística y natural. Sin ser exactamente un sistema pedagógico, representa el ideal educativo de Rabelais mencionado con anterioridad: “(Primero) Se despertaba Gargantúa (el discípulo) hacia las cuatro de la mañana. Mientras se aseaba, le leían alguna página de la sagrada escritura en voz alta y clara. Con pronunciación adecuada a la materia, trabajo que estaba encomendado a un pajecillo de Basché, llamado Anagnostes (A través del conocimiento). De conformidad con el tema y argumento de esta lección, muchas veces se entregaban a reverenciar, adorar, rogar y suplicar al buen dios, de quien la lectura le había mostrado la majestad y los juicios maravillosos. (Segundo) Iba después a los lugares excusados para hacer la excreción de las digestiones naturales, y allí su preceptor le repetía lo que le habían leído, aclarándole los puntos más oscuros y difíciles. (Tercero) Al volver miraba si el estado del cielo había cambiado desde la tarde anterior y comprobaban en qué signos iban a entrar en aquel día el sol y la luna. (Cuarto) Hecho esto se vestía, peinaba, aderezaba, y perfumaba, y mientras hacía estas operaciones, le repetían las lecciones del día anterior. El mismo las decía de corrido y presentaba casos prácticos, cuya discusión duraba a veces dos o tres horas, pero ordinariamente terminaba su tocado. (Quinto) Después le hacían escuchar lecturas durante tres cumplidas horas y luego salían conversando y discutiendo sobre lo que había oído: se iban a Bracque o a los prados y allí jugaban a la pelota, la palma o a la billa, ejercitando gallardamente el cuerpo como antes habían ejercitado el alma. (Sexto) Todos sus juegos los presidía la más amplia libertad, pues dejaban la partida cuando lo tenían por conveniente y cesaban de ordinario cuando comenzaban a sudar o a cansarse. Luego se enjugaban bien, cambiaban de camisa y paseando despacio, se encaminaban a ver si la comida estaba dispuesta. (Séptimo) Mientras preparaban la mesa, recitaban con claridad y elocuencia las sentencias aprendidas en las lecciones. Entre tanto, llegaba nuestro señor el apetito, y con tal plausible oportunidad, sentábanse a la mesa. (Octavo) A los comienzos se leían gratas historias de antiguas proezas, hasta que llegaba el momento de beber vino; entonces, si les parecía bien, continuaban la lectura y si no, no. (Noveno) Discutían alegremente sobre la virtud, propiedad eficacia y naturaleza de todo lo que les iban sirviendo: el pan, el vino, el agua, la sal, las carnes, los pescados, las frutas, las verduras, las uvas y las composiciones de todo ello. Por este medio aprendió en poco tiempo los pasajes con esto relacionado de Plinio, Ateneo, Dioscórides, Julio Pólux, Galeno, Porfirio, Oppiano, Polibio, Heliodoro, Elian, Aristóteles y otros. (Décimo) Luego hacía traer la mesa, con frecuencia, para mayor seguridad, los libros y comprobaban las citas, aun cuando su memoria retenía perfectamente estas nociones, con tal precisión, que ningún médico de entonces le hubiese igualado. (Décimo primero) Repasaban luego las lecciones leídas por la mañana y concluida la comida con alguna confitura de naranja, se limpiaban los dientes con un trozo de lentisco, se lavaban las manos y los ojos con agua alabanza de la munificencia y benignidad divinas. (Décimo segundo) Luego traían las cartas, no para jugar, sino para aprender mil gentilezas y nuevas invenciones que tenían todas por base la aritmética. Por este procedimiento le nació la afición a aquella ciencia numeral y todos los días, después de comer y de cenar, pasaba un rato agradable con los dados y la baraja, llegando a adquirir tal dominio de la teoría y de la práctica, que Tunstal, el inglés que de esto tan ampliamente había escrito, confesó que se sentía niño de pecho comparado con él, en estas cosas. Y no solamente en aquello, sino en las demás ciencias matemáticas, como la geometría, la astronomía y la música, porque mientras hacían la digestión de sus comidas, construían mil alegres instrumentos y figuras geométricas y a la vez practicaban los cánones astronómicos. (Décimo tercero) Después se recreaban cantando musicalmente cuatro o cinco partituras o un tema improvisado. En cuanto a los instrumentos musicales, aprendió a tocar el laúd, la espinela, el arpa, la flauta alemana de nueve llaves y el trombón. (Décimo cuarto) Empleadas así estas horas y concluida la digestión eliminaba los excrementos naturales y volvía a su principal estudio durante tres horas o más, tanto a repetir la lectura matutina como a proseguir en el libro comenzando, como a escribir, componer y formar pasajes de literatura latina. (Décimo quinto) Salían luego de la casa con un joven gentilhombre de Turena, llamado Gymnasta, el escudero, que le enseñaba el arte de montar a caballo. Cambiaba para ello de vestidos y montaba sobre un corcel, sobre un rocín, sobre una yegua, sobre un caballo ligero y le daba cien carreras, y lo hacía voltejear en el aire, saltar las empalizadas y correr en un círculo a la derecha o a la izquierda. (Todo lo que sigue se refiere a la educación física que recibía para ser un hercúleo caballero) (Décimo sexto) Invertido así este tiempo (desarrollo físico), se enjugaba, se frotaba, se refrescaba y examinando los árboles y las plantas para comprobar las observaciones de los que sobre esto han escrito en la antigüedad, como Teofrasto, Dioscórides, Marino, Plinio, Nicandro, Macer y Galeno. Cogían plantas y ramas a brazadas y las llevaban a la casa de un pajecillo llamado Rizótomo, juntamente con las hoces, tijeras, azadones, palas y los demás instrumentos necesarios para herborizar. (Décimo séptimo) Cuando llegaban, mientras se disponía la cena, repetían algunos pasajes de lo que habían leído y sentábanse a la mesa. (Décimo octavo) Sabed que la anterior comida era sobria y frugal, pues tan solamente comían para calmar los ladridos del estómago; pero la cena era copiosa y larga, puesto que tenían necesidad de reponer fuerzas y de nutrirse. Esta es la buena dieta prescrita por el arte de la seria medicina, aunque una bandada de badulaques médicos, enloquecidos en la oficina de los sofistas, aconsejaba lo contrario. (Décimo noveno) Durante esta comida continuaban las lecturas de la anterior hasta que las cansaban. Después sostenían gratas conversaciones sobre cosas útiles o sobre temas literarios. (Vigésimo) Luego de dar gracias se dedicaban a cantar musicalmente o a tocar instrumentos armónicos o a estos pequeños pasatiempos que se obtienen con las cartas o con los dados, y así, permanecían alegres y contentos, muchas veces hasta la hora de dormir. (Vigésimo primero) En otras ocasiones salían a visitar a los literatos o a los extranjeros de cuya llegada tuviesen noticia. (Vigésimo segundo) En plena noche, antes de retirarse, salían al lugar más descubierto para examinar el cielo; veían los cometas, si los había y las figuras, situaciones, aspectos, oposiciones y conjunciones de los astros. (Vigésimo tercero) Después, con su preceptor, recapitulaba brevemente, a la manera de los antiguos pitagóricos, cuanto había leído, aprendido, hecho y escuchado durante todo el día. (Vigésimo cuarto) Por último, rogaba al dios creador, adorándole, ratificándole su fe glorificándole por su inmensa bondad; y dándoles gracias por todo lo pasado, se recomendaban a su divina clemencia para el porvenir. Hecho esto se entregaban al reposo.” En el capítulo XXIV de esta magna obra, continúa con la exposición de actividades semejantes cuando los días eran lluviosos. La intensidad de estudios, de esfuerzos es constante, pero también es tomado en cuenta el factor descanso: “Sin embargo, Ponócrates, para no sostener continuamente esta tensión de espíritu, elegía todos los meses un día claro y sereno en el que, de mañana salían de la villa y se iban a otros lados. Allí pasaban el día divirtiéndose todo lo que podían, bromeando, bebiendo, jugando, cantando y danzando, revolcándose en los prados, cazando pájaros y grillos; pescando ranas y cangrejos”. No obstante, el inquieto lema de Rabelais: “gozar del saber y del aprender hasta en el descanso” no abandona en ningún momento la vida del discípulo: “Pero aunque aquel día lo pasaban sin libros ni lecturas, no lo pasaban sin provecho, pues en aquellos hermosos prados recitaban a Virgilio, a Hesíodo...” Así, en la educación de Gargantúa y en la educación de los Thelemitas, Rabelais enfatiza en dar al ser humano una sabiduría basada en la naturaleza, en la actividad, en la novedad constante y en la libertad creadora.


  CONCLUSIONES GENERALES.

1. Rabelais representa una síntesis de la cultura medieval y la naciente renacentista de su tiempo y a su vez resulta quien vislumbra cambios en la estructura social y propone algunos, sobre todo educativos. 2. Rabelais opone a los ideales monásticos de la Edad Media, hostiles a la naturaleza humana y a sus instintos, el libro desarrollo de la personalidad física e intelectual, partiendo de la premisa de que el fondo del hombre es bueno y que lo corrompen solamente las construcciones y las desviaciones sociales. 3. Rabelais propugna un retorno de la vida a las leyes naturales: nada de ayunos, nada de casticidad, nada de votos perpetuos (los religiosos y religiosas de Theleme pueden desposarse honestamente y abandonar la comunidad cuando lo deseen); pero, al mismo tiempo, afirma la exigencia del trabajo intelectual: los telemitas, hombres y mujeres, representan un pequeño muestrario: saben leer y escribir, cantar y hacer música, hablar cinco o seis lenguas, componer en prosa y en verso y alternar sus recesos con los estudios, disfrutando del modo más sabio de su absoluta libertad. 4. Rabelais, como Séneca, no pedagogos, constituye un ejemplo de los pensadores que han propuesto formas educativas para moldear las sociedades. El primero de ellos, para el ascenso de un grupo; el segundo para evitar el descenso. 5. El sistema que propone Rabelais concuerda con la educación activa, natural y humanística de nuestro tiempo, sólo que representa una gran dificultad el ponerlo en práctica, pues el andamiaje tradicional, abúlico, rutinario, lleno de prejuicios, hipócritas, convencionalista y recargado de intereses creados de la escuela oficial y burocrática, lo evita. 6. La obra de Rabelais proyecta la personalidad de un hombre que luchó por hacer conciencia de que la humanidad debe ser eso, aunque parezca pleonástico: humana, es decir, libre, responsable, solidaria, sabia y creadora.

  Pedagogía de la literatura para niños

PREÁMBULO.

Entrar en el mundo de las técnicas pedagógicas es introducirnos en un mundo variado y sin fin. “Cada maestro tiene su librito”, dice una expresión popular y en parte tiene razón, ya que al manejar lo humano, se está manejando lo más mutante y sorpresivo de la existencia. En la práctica frente a los grupos, día con día nos enfrentamos a diferencias de colectividad y de individuos. Lo que para uno o varios resulta apropiado, para otros o muchos, viene a ser inconveniente. La técnica viene a ser, por tanto, en nuestros terrenos, algo que va más allá de su simple definición, durante siglos, y aún en el nuestro, confundida con la de Arte, conjunto de reglas para hacer bien algo. En nuestra profesión, tan intensamente humanística, no sólo se requiere del conocimiento de las normas indicadas para ello, sino de la práctica cotidiana. Nadie podrá hablar de una técnica específica, si jamás ha resultado está de su aplicación. Por ello, con el temor de caer en la pedagogía de escritorio o en la fantasía demagógica de los pregones novoeducativos, perdón por el término, trataré de resumir en unas cuantas líneas, empresa dificilísima, lo que he investigado, oído o realizado ante grupos de primaria donde he sido profesor durante varios años, intensamente laborados y si esto vale como experiencia, que se aproveche, ya que, como alguien ha dicho “a veces resulta un atrevimiento ser joven”. Partiendo del concepto: la educación es la transformación de la entidad biológica que somos, en el ser humanísticamente diseñado que debemos ser: creativo, solidario, responsable; deseoso de saber y libre para que su voluntad perfeccione la naturaleza, la sociedad, la cultura en bien de la colectividad total cósmica, hemos de recordar un tanto, porque el área que estamos estudiando así lo marca, algunas características de la vida psíquica infantil conforme a algunos estudios realizados por Gesell, Piaget, Bruner y Vygotski entre otros, verdaderos renovadores de las investigaciones relativas a la vida mental, desde un punto de vista genético, estructural y sociocultural del niño. Además, como tratamos de aclarar algunos problemas que precisen la postura de todo lo que se refiera a Literatura y niños, siempre es conveniente reflexionar si lo que discutimos corresponde exactamente a lo que los niños requieren o sólo estamos falsificando opiniones concebidas en nuestro ser adulto. Una educación integral debe tomar en cuenta las características psicológicas de los seres en sus respectivas edades; en ningún otro campo, como en el educativo, es en donde tiene mayor influencia el significado de las edades. Rousseau en su Emilio nos recomienda “La Naturaleza quiere que los niños sean niños, antes de ser hombres”. En nuestro tiempo se dice que quien vive intensamente cada una de sus edades con plena conciencia de lo que debe vivir y vive, será un individuo que alcance la plenitud humana. Sólo se prepara para la vida futura, cuando se agranda la vida presente. De aquí que, al referirnos a Técnicas Pedagógicas de la Literatura Infantil, debemos enriquecernos con el conocimiento de “los motivos y preferencias típicos de la infancia. Los sistemas pedagógicos tradicionalistas han tendido a imponer situaciones incompatibles con las vivencias propias de cada edad. Han realizado una inexcusable sustitución de mundos. Los elementos del mundo adulto los ofrecen en paisajes que vive el niño.” Por eso, el enfoque de este tema será siempre en pos de exaltar como problema práctico fundamental de preparación de medios y ambientes adaptados a la vitalidad infantil, conocida a través de serios estudios y no como resultado de lo que imaginamos que es, porque preguntamos a dos o tres niños. Por esto, antes de hablar de lo que va a ser para ellos, necesitamos saber qué es lo que son. La Psicología y la Psicolingüística, así como la sociolingüística, hoy realizan una serie de descubrimientos que están sirviendo para mejorar las técnicas educativas. El estudio de las fases de la evolución de la infancia y de los intereses dominantes en cada una de ellas; el seguimiento de su desarrollo cognitivo; los procesos de interactuación socio-cultural, han demostrado los rasgos distintivos de apoyo para efectuar diversas propuestas de conducción didáctica. Durante la tercera infancia, el niño se convierte formalmente en escolar. Psicológicamente corre paralelo a esto una fase de vivencias subjetivas de totalidad, de carácter afectivo, de separación del hogar, etc. El niño se encuentra en un momento en el que las características mentales de las etapas anteriores aún se conservan y a la vez comienzan a surgir las propias de la tercera infancia, donde el crecimiento, hasta aproximadamente los diez años, en los que pierden tal ventaja. Este periodo comprende, en primer lugar, una fase de relativa objetividad que está dedicada a la conquista del mundo exterior infantil específico. El niño se ha liberado, en cierto modo, de la familia y se ha unido a otros niños. Este nuevo mundo exterior social se estructura en la forma de grupo de juegos, en el que se representan los papeles de la vida social en común. Simultáneamente, el niño penetra en su mundo exterior objetivo de un mundo específicamente infantil, sobre todo percibiendo los objetos que son útiles para algo. A esta fase de tranquila elaboración del mundo exterior, sigue, aproximadamente desde los nueve años, una breve, pero evidente, de exaltación, la “edad de la charlatanería” con la que acaba esta etapa de la infancia. En lo que se refiere a la vida del escolar es preferente un fantasear, libre en esencia y muy variable en la temática. En situaciones de perplejidad encuentra el niño, sin reflexionar, manifestaciones confabulatorias (“mentiras” infantiles). Los juicios que manifiestan otras personas, los adopta el niño, por lo común, sin crítica, sobre todo cuando siente respeto por el que habla (sugestibilidad infantil) no debemos olvidar, sin embargo, que también el éxito de la instrucción depende, en los niños, en su mayor parte, de la aceptación sin crítica de los juicios exteriorizados por el profesor. Desde los seis años el pequeño principia a transformar las actividades exteriores en elementos intelectuales; lo que realiza queda arraigado en su mundo interno, por lo cual, lo hemos dicho al principio, está capacitado para un trabajo escolar más intenso. El sincretismo, propio del niño de la primera y segunda infancias, a los seis años comienza a desaparecer porque el pequeño es capaz de analizar mejor. Puede discriminar los componentes de un todo y volver a reunirlos. La inteligencia sensorio motriz se va tornando simbólica y pre-conceptual entre los siete y ocho años. El niño es capaz de manejar símbolos, como los números y las letras, para combinarlos entre sí. Puede forjarse característicos conceptos de los distintos estímulos del medio que lo rodea. El lenguaje, de egocéntrico que era, se convierte en socializado, desea expresar sus experiencias con alguien de su misma edad. A la capacidad imaginativa propia de los niños le satisface, como material de lectura preferido, los cuentos de trasformaciones y aumentos o disminuciones en los seres que habitan los textos; la comprensión infantil del mundo puntualiza el papel de los niños, los animales y el paisaje natural, así como el nacimiento de las personas; la pérdida de la seguridad en la casa paterna, los peligros que provienen de los animales o de poderes mágicos, con desenlace feliz. El niño desde los nueve o diez años, prefiere ya las leyendas; éstas se distinguen de los cuentos de hadas por los elementos fantasmagóricos, en el sentido que aquí interesa, porque en el centro se hallan adultos, personalidades característicamente tratadas como aparecidos o desaparecidos; los conflictos entre ellas son resueltos por la habilidad testimonial de una de las partes. La transición hacia los libros de aventuras, preferidos más tarde, lo ofrece el Robinson y Salgari. Posteriormente, hasta los doce o trece años, nuevas características mentales, algunas ya mencionadas, van preparando al niño y a la niña para su inicio en el mundo que va a encontrar cuando adolescente, donde tendrá la oportunidad de acrecentar sus posibilidades que lo constituyan en un hombre o una mujer maduros. Un hombre o una mujer que al mismo tiempo que cultiva sus fuerzas anímicas individuales, es miembro de su familia, de su pueblo; un ciudadano o ciudadana de su Estado. Con esto, hemos tratado de plantear a grandes rasgos lo relativo al desarrollo psíquico para fundamentar nuestras técnicas. Sin embargo, a este psiquismo hay que agregar las influencias de la vida social y que resulta inseparable de la totalidad humana. El hombre es lo que la sociedad ha hecho de él. Y en esta interrelación, la escuela representa el enlace, pues depende de ella en gran parte, la humanización de las sociedades y del hombre. El enorme caudal de la cultura producido por los milenios de vida que tiene el ser humano, ha de ser adquirido por las nuevas generaciones para aprovechar lo positivo de ello y modificarlo de acuerdo con las necesidades e intereses de la existencia moderna. Pero esta transmisión de bienes y valores culturales ha de ser dinámica y funcional, que les sirva al hombre y a la mujer para vivir dentro de la mayor felicidad individual, una felicidad colectiva. Y la escuela tiene como obligación, guiar a niños y niñas hacia su madurez futura como fruto de más de veinte siglos de experiencia humana. Y para esto, desde el instante en que se inicia la escolaridad del hombre, ha de dar al niño y a la niña lo que la humanidad ha producido para su beneficio sin apartarlo de la realidad cotidiana. Alejada de absurdas fantasías que ante el pretexto de la fantasía infantil, la frustran, las falsifican y la prostituyen. Sin embargo, a pesar de esto, la escuela a la que estamos acostumbrados y llevados como estudiantes, lleva un retraso de más de cien años, no sólo en México, sino en toda Hispanoamérica y en otras regiones, exceptuando los modelos fantoches exhibidos en vitrinas luminosas de propagandas que más contrastan sus auténticas realidades, con su verbalismo torpe y sin pasión, con el uso exclusivo de un libro de texto, a veces negocio disfrazado de abnegación, mal escogido, plagado de errores y peor manejado, con sus resúmenes dictados por los profesores, con el recitado de lecciones a imagen y semejanza del instructor, con sus ejercicios ociosos de caligrafías, de recortes y pegados sin ton sin son, a lo maquinal, con su prohibición de sonrisas, con sus cultos a la personalidad de un fascismo insultante, con su disciplina militarizada y otras esterilidades, es anacrónicamente inútil. ¡Cómo es posible que en este siglo de la imprenta perfeccionada, de la imagen fija y en movimiento, de los discos, de la radio, de la televisión, de las grabadoras de imágenes y voces, de la máquina de escribir, de las computadoras, de la abundante información, de la fotografía, del cinematógrafo, del teléfono, del tren, del automóvil, del avión, de los trasatlánticos, de los satélites artificiales, de la energía atómica, de los viajes espaciales, exista una escuela que carece de la actividad que palpita en nuestra época! Es necesario readaptar las instituciones, pero una readaptación para propósitos de honda raigambre humanística, basados en los más altos valores culturales; el bien, la verdad y la belleza. No se trata de destruir las tradiciones, los vestigios de lo pasado para sacrificarlos por un porvenir complejo e inquieto, dominado por la velocidad y por la máquina, sino, realizar una transformación basada en el equilibrio y en la armonía al servicio de la existencia. Por ello, más que nada, necesitamos el esfuerzo perseverante, nacido de la vida ambiente, bien arraigado, bien nutrido, vigoroso, capaz de levantar muy alto, hasta el esplendor de un elevado destino a las nuevas generaciones. Las únicas llamadas a construir un nuevo mundo mejor, supremo al de transición actual. Y en esas búsquedas, la clase de lengua y literatura puede contribuir intensamente a la formación del nuevo hombre. Ese nuevo hombre que late en cada niño y niña, en cada adolescente, en cada joven. La literatura, suprema manifestación del espíritu humano, siempre ha ayudado a ello. Si no, recordemos nuestros afanes lectores. En la sed humana por descubrir mundos diversos nos hemos nutrido de un acervo literario que nos ha abierto la puerta a panoramas de la más variada índole y de los cuales hemos aprendido infinidades, por buenas o malas características de tales obras. No hay libro por malo que sea del cual no aprendamos algo, dijo Cervantes y de ahí que sólo la integridad del hombre, su propia sensibilidad, “cada cabeza es un mundo”, afirma el refrán, sea la única para seleccionar lo que corresponde al propio gusto, sin embargo, seríamos educadores retrógradas si abandonáramos, en nuestro caso, al alumno a su propia individualidad sin experiencias altamente culturales. Y si hemos partido del concepto relativo que educar es humanizar, el maestro debe conducir por el universo de la creación artística, con tacto al discípulo, no sólo como receptor, como oyente, sino como creador y en esto la creatividad infantil es evidente; la escuela burocrática se ha encargado de reprimirla. De aquí que para la armonía que persigue la educación, para la formación de la personalidad integral, la escuela, los maestros hemos de proporcionar desde la infancia, los caminos hacia la belleza, como una de las múltiples forma de conducir al alumno a la madurez plena de auténtico ser humano, en el preciso y amplio concepto que lo difiere de los humanoides, de los animales y de los subanimales. Dentro de la enseñanza del lenguaje, corresponde a la literatura, arte de la palabra, ejercicio sensible y verbal del ser humano, íntima comunicación estética, presentar al niño, al adolescente, al joven un semillero fecundo de goces espirituales que fecunden sus ideas, que acrecienten sus conceptos, que aclaren sus dudas, que diluciden sus problemas de vida, que proyecten sus fantasías, sus imaginaciones, sus sueños, sus anhelos, sus angustias, sus inquietudes para que se conozcan a sí mismos y puedan amarse, sin egolatrías ni egoísmos. Sólo aquél que se ama, puede amar a los demás. “Ama a tu prójimo, como a ti mismo”, dice la Biblia. La literatura es como todo el arte, el más intenso medio para contribuir al hombre neohumanista. Para esto, es necesario planificar dos grandes enfoques: Recepción y Creación. La literatura realizada y la que va a realizarse. La que va a ser leída y la que va a escribirse. Y en este ensayo proponemos algunas vías desde lo que he hecho en las escuelas donde he trabajado.

I. REQUISITOS.

De nada serviría que el hombre al haber creado las diversas formas gráficas y sonoras para plasmar sus pensamientos, sus recuerdos, sus fantasías, sus emociones, sus deseos, su experiencia de vida, no hubiera al mismo tiempo adquirido la capacidad para entenderlas y reproducirlas. Escribir y leer, desde sus orígenes, son acciones que van unidas e inseparables, aunque correspondan a dos situaciones psíquicas opuestas, pero en constante interrelación: al escribir hallamos un fenómeno analítico sintético; en la lectura, lo contrario, síntesis y análisis. Al escribir se está cerca de la creación; al leer se está reviviendo lo creado, sin embargo, y he aquí algo fundamental, debido a que las estructuras mentales están en constante influencia recíproca, se fijan la bases para una nueva actividad creativa. Por lo cual, de lo leído, puede partirse hacia la acción transformadora. La lectura viene a ser, por tanto, la acción directa de la mente para poner en contacto a los individuos con las diversas obras escritas, ya sean científicas, técnicas o artísticas, producidas en las más distintas épocas y en los más apartados lugares, y compartir con el texto, su interpretación. No obstante, las actividades de lectura en las escuelas, sin tomar en cuenta el punto de vista complementario que representan para cualquier sujeto, se han visto abandonadas con frecuencia. No se practican con la constancia requerida. Y si la lectura se encuentra profundamente relacionada con cada uno de los hechos de la vida cultural y social del hombre, debemos encauzarla hacia un rendimiento positivo. En nuestro tiempo es necesario que los integrantes de cualquier colectividad estén al día en su visión del mundo y de la existencia y para ello, la forma más cercana de lograrlo, se encuentra en la lectura de obras indicadas. Además, es ella instrumento, básico para el aprendizaje, e inclusive adopta las características de éste. Así como nadie puede aprender por otro, así como solamente se consigue aquello que por propia voluntad se desea, de igual manera, sólo se lee provechosamente aquello que corresponde a los intereses, a los deseos, a las inquietudes y a los afanes de los individuos. Cuando no existe una identificación, o proyección, con el texto, la lectura se hace ardua, aunque, hay que afirmarlo, no imposible. La recreación de lo leído para hacerlo atractivo al lector, puede encontrar un abanico de posibilidades si se sabe acomodarlo a los intereses y necesidades del lector al descubrir las relaciones posibles con lo que le gusta a quien lee. Ahora bien, como maestros de lenguaje, hemos de buscar antes que nada, por las razones anteriores, lecturas de gran valor proyectivo, y esto debe entenderse, sin falsificarlas, como las que puedan dirigir las energías afectivo emocionales, intelectuales y morales del alumno hacia la superación de los naturales procesos de su edad, por corresponder, en equivalencias de vida, a sus necesidades psíquicas particulares. Por ello, la lectura deber servirnos como eje fundamental para propulsar al alumno hacia el encauzamiento de sus inquietudes. Ha de ser fundamentalmente algo semejante a las llamadas en Psicometría, Técnicas proyectivas. Y sobre todo, encausarlas a la creación, a la acción comunicativa de creatividad personal. Se ha venido acostumbrando a que el alumno lea escueta y llanamente, exigiéndole rapidez, aunque no sepa hacerlo como se debe, ya que leer no sólo se reduce a pronunciar signos gráficos, y a contestar preguntas obvias sobre lo que leyó. No se reflexiona en que leer va más allá del simple entendimiento de los escritos. Leer es despertar en el espíritu los poderes creadores de la imaginación y la fantasía y hacer con las lecturas realizadas una potencialidad transformadora, una nueva estructura que impulse la formación de otras diversas, de nuevas acciones e interpretaciones donde se vean asimilados los contenidos de los textos que se lean en otros textos creados por los educandos. Durante mucho tiempo se ha afirmado que leer bien es entender y que más que la cantidad, interesa la calidad de la lectura. Hay razón en ello, pero en mi concepto, leer es algo más trascendente para cada individuo. Es capacitarse para crear: crear nuevos pensamientos, nuevas posibilidades, diversas ideas. Leer es asimilar para transformar. Leer es generar cultura venidera; es alimentar la mente con el caudal de experiencia humana contenida en las obras literarias o científicas, filosóficas o técnicas para hacer florecer otros caminos hacia el ensayo, hacia la investigación y así clarificar ciertas oscuridades. Y también agregar al texto nuestro propio mundo de saberes e ideologías. Leer en verdad, es apropiarse de lo leído, mas no como imitación, sino como base para otras posibles creaciones. Sin embargo estas ideas no se han logrado hacer conscientes en los maestros. El alumno no es enseñado a crear mediante la lectura, y si el verdadero aprendizaje es creador, resulta que la mayor parte de lo leído por niños, adolescentes, jóvenes se convierte en hechos sin trascendencia. De aquí la importancia de una lectura que eclosione en la creación. Desde la primaria se le enseña a “leer” con métodos fonéticos y se cree que la letra es lo más fácil para que el alumno comprenda; métodos de lectura sin vida o plagados de artificios pedagógicos mal enfocados, lejanos de la existencia verdadera del educando. Así, aunque el niño aprenda a leer, solamente lo hace de manera mecánica. Lee porque debe hacerlo y basta. No descubre el papel trascendente que la lectura tiene para situar al pequeño frente a la vida, frente a su mundo, no como simple espectador, sino lo más significativo, como parte dinámica y creativa de la misma. Durante toda la educación primaria, el alumno trascurre leyendo únicamente para enseñarle a leer rápidamente en medio de una aparente comprensión y una falsificada modulación de voz. Jamás se trasciende a una labor fecunda que despierte en las fantasías infantiles el impulso para hacer propio el contenido de las lecturas y formular otros nuevos en los que bullan los entusiasmos y la imaginación de los niños. Por estas razones, al chico sólo le interesa leer historietas comercializadas, sin valor, porque sin saberlo, aprovechan el deseo de búsqueda, de aventura y hallazgos que se dan en los chiquillos, aunque a veces sea perjudicial y los propulse a proyectar sus imaginaciones en hechos que si bien para los adultos carecen de importancia, en los niños, son una respuesta a sus inquietudes y a sus impulsos. Y viene a ser que, por esto, algunos chiquillos se sientan personajes de la ficción y en no pocos momentos se comportan en sus juegos como Tarzán, Superman, Batman, Fantomas, Roy Rogers, El llanero solitario, El Payo y otras peores imaginerías. En la escuela primaria los niños se ven obligados a leer sin precisar el enfoque creativo de sus lecturas. Y cuando pasan a la secundaria, la clase de español impone lecturas preciosistas que para nada toman en cuenta al mundo de los adolescentes y mucho menos los rasgos creativos del alumnado. Se le encierra en el libro y no se sale de él para aplicar lo leído en la construcción, por ejemplo, de una radionovela, una representación dramática, unas canciones que formen una comedia musical, etcétera. El libro se vuelve tumba de la lectura sin trascendencia. Ahora bien, por lo que a la literatura se refiere, hasta ahora hemos hablado de una técnica muy general de presentarla a los educandos de la escuela primaria y acaso hemos dicho algún enlace con la secundaria y con el adolescente. Ahora, realizamos el segundo enfoque planteado arriba: el del niño como realizador de Literatura. Lo que podríamos decir auténtica Literatura Infantil, no la literatura escrita por adultos para niños, de modo general bastante sesgada de la realidad infantil. Las Mafaldas se burlan de esos autores que creen que los niños se comportan como ellos se lo imaginan y sobre todo que les agrada y divierte lo que les parece gracioso. Los niños llegan a despreciar los textos que están tan lejos de ellos. La Pequeña Lulú o Periquita son atisbos de lo que los niños buscan: aventuras de la imaginación y la fantasía. Esto se conecta indiscutiblemente con las actividades de expresión escrita. Y aquí es donde el niño puede iniciarse en la creación de literatura, con los naturales rasgos y conocimientos de su edad, pero cuyo fin, como sus producciones, es el reflejo de su mundo, el mundo del niño sin las suposiciones adultas. La escuela está obligada a impulsar y a hacer que se desarrollen las capacidades creadoras individuales que permitan al niño realizar un trabajo propio, espontáneo y significativo para él. Por supuesto que no todos los niños tendrán igual capacidad, pues bien sabemos que las creaciones óptimas de la lengua, sólo pueden esperarse de aquellos individuos que, por un lado, posean capacidades muy específicas, y por otro, la práctica los lleve al dominio pleno de sus recursos expresivos. No obstante, será indispensable inspirar adecuadamente al grupo para que cada alumno pueda desarrollar sus capacidades comunicativas hasta donde sea posible y contribuya al enriquecimiento de una Literatura escrita por niños para niños. Algunos quizá lleguen con el tiempo a escribir con profesionalismo e intenciones estéticas, como arriba lo señalamos, pero mientras, la escuela tiene que conseguir que cada cual desarrolle su propio estilo, es decir, que respete la personalidad del niño y se le deje expresarla vívidamente. Ahora bien, nada de eso puede lograrse con la rígida sujeción en las manifestaciones escritas que imponía y sigue imponiendo la escuela burocrática del pasado y con su método de composición textual obligada y aburridamente dirigida por el maestro o maestra. Tal procedimiento traía como consecuencia que el trabajo careciera de interés para los niños, de significación y de espontaneidad, y, lo que es peor, de valor como medio para el desarrollo de la personalidad. La hora de la composición constituía el tormento de llenar la hoja en blanco con temas carentes de significación para el alumnado, aunque para los adultos pudiera tenerla. La mera reproducción o la imitación de modelos ajenos, verificada de acuerdo con fórmulas estereotipadas que prohibían toda señal de espontaneidad e independencia y que encomendaban al maestro o maestra una dirección rigurosa e inflexible del trabajo en su forma externa; no puede servir ya para desarrollar un estilo personal y pleno de vida en la niñez escritora. Por eso, cuando el niño escriba debe encontrar temáticas que concuerden con su mundo. Es verdad que carece de experiencia adulta, pero es rico en experiencias de su edad y esto quiere decir que durante los años de vida que lleve, ha ido acumulando la influencia del medio y tiene una visión personal del mismo. Muchos han considerado al niño como un individuo que necesita recibir del mundo adulto las instrucciones necesarias porque él no tiene madurez indispensable para opinar e influir en los demás. Sólo interesa que estudie las solemnes asignaturas necesarias para su formación y ya. Sin duda estas posturas vienen a corresponder a mentalidades retrasadas con más de cinco siglos, pues ignoran o no atienden a que el niño tiene su propio mundo de fantasías y de curiosidad; que todo lo que ve, lo ve con ojos de admiración y entusiasmo fantasioso. El adulto distingue lo objetivo de lo subjetivo, la ficción de lo real, pero para el niño, hablar con animales no es ficción, puesto que está en pleno animismo, recordemos las características psíquicas de la infancia; por tanto hay que darle lo que necesita a través de una literatura para niños, en primer lugar escrita por ellos mismos y luego, por adultos preparados en psicología educativa, literatura y lenguaje. Sólo los grandes artistas, alguien dijo que “un poeta es un niño” que todo lo ve distinto, pueden producir obras para ellos. De aquí que desde temprano hemos de dar al niño poesía de grandes poetas. Atrevámonos a darle lírica de Tagore, de Martí, de Juan Ramón Jiménez. ¿Hay cosa más bella para la infancia que algunos poemas que están incluidos en la obra de Lope de Vega “Los pastores de Belén” que el autor escribió para su hijo Carlos Félix o algunos graciosos textos de Sor Juana Inés de la Cruz? Después de esta etapa inicial, la infancia empieza a desarrollar la admiración por la energía y la actividad que los lleva a la edad heroica. Le interesan entonces las narraciones épicas y las aventuras y los viajes y las hazañas.

  TÉCNICAS GENERALES.

Mienten aquéllos que afirman que el niño no tiene nada qué decir. Por lo contrario, tiene muchísimo que recordar al adulto consumido en la decadencia de su espíritu por culpa de sus egoísmos, de sus vanidades, de sus pedanterías. La expresión resulta siempre de una serie de procesos cognoscitivos, volitivos y afectivos. El niño es un mundo de emociones por emerger y en cuanto se le coloca en la disposición adecuada para aflorar, su ser interno se vuelca en expresividad; de su ingenuidad eclosiona su fuerza creadora y la convierte en sorpresas para el adulto. El maestro guiará entonces, de la mejor manera, la expresión de ese mundo. Primero espontáneamente, en redacción libre. Luego, graduando la práctica para concluir en un tercer paso, la autoevaluación. Nadie hace el estilo de los demás. No se crea que en la redacción libre ha de reinar un libertinaje y que cada quien haga lo que quiera. No, se estaría abandonando, como dije anteriormente, el alumno a sus propios recursos, lo cual sería peligroso. No puede ser anárquico, sino conducido a cierto ordenamiento didáctico, en la guía discreta y eficaz del maestro. El alumno escribe en relación con un tema que le despierte o le reviva momentos de su propio existir cotidiano: ¡Qué lindo sueño! ¡Ah, no, eso sí que no! ¡Es él, es él! ¡Si mi mamá no se enojara! etcétera. Son motivos sugestivos para que el niño desenvuelva su fluidez expresiva. Acaso ese detonador lo impulse a escribir lo que ni él pensaba. Esta expresión infantil nos presenta en muchos momentos verdaderos cuadros psicológicos de la conducta infantil. Además, se ha de respetar que el niño use la lengua que habla, porque sólo a través de ella podrán otros niños entenderlo y no la lengua fingida que los adultos creen que les gusta. Posteriormente se pasará al proceso intenso de dirección, que podría dividirse en tres momentos: 1. Período de formación aislada. 2. Período de relación o conexión. 3. Período de formación unitaria. En el primero, el trabajo de redacción de los niños no es más que un sondeo a las actividades de la redacción libre. Son prácticas lingüísticas complementarias a la formación de lenguaje en las cuales el maestro procurará convenientemente aclarar las ideas que cada hecho comprende. Ayudará a la selección de los vocablos, contribuyendo así al enriquecimiento y perfeccionamiento del léxico. En el segundo período, se prestará mayor atención a la formación y orden de enunciados, a la subordinación de lo accesorio, a la eliminación de las repeticiones de palabras, etc. El niño debe ir comprendiendo el proceso de la formación sencilla de enunciados y párrafos. En el tercer período, se guiará a los alumnos para que dominen la organización de un texto mayor; que aprendan a coordinar los enunciados entre sí con la debida cohesión dentro de una estructura más amplia: el texto acabado y con sentido completo, coherente. Después de estos períodos, la creación y la recreación literarias fluirán de modo prodigioso. El alumno dotado de los medios, por simples que sean, estará en condiciones de dar su propia versión, de los libros que lea o imagine y se habrá llegado al verdadero aprendizaje que propiciará versiones infantiles de algunos textos específicos. Existen además, muchas estrategias que el maestro puede aplicar para hacer de la composición escrita una necesidad viva, un interés dominante por el cual los niños se sientan continuamente impulsados a realizar prácticas de redacción en las cuales ellos pondrán sus mayores esfuerzos para hacerlo lo mejor posible y resaltar su literatura de niños para niños. Entre los productos que se pueden lograr para que los niños escriban, merecen citarse los siguientes: libro colectivo, el libro gigante, el minilibro, el anticuento, el periódico fantasioso, la radionovela, la fotonovela, los cómics y muchas prácticas creativas literarias más. En cuanto al periódico fantasioso diremos que es un medio eficacísimo no sólo para motivar profundamente la redacción, sino muchas otras actividades de redacción: hacer el editorial, las columnas diversas, las secciones humorísticas, etcétera y contribuye a desarrollar el sentido de la responsabilidad y la habilidad para el trabajo coordinado o colaborativo. Otras prácticas podrían ser: a) Compendiar textos en prosa. b) Parafrasear prosas o versos. c) Transponer versos en prosa. ch) Hacer coplas, rimas, poemas. d) Escribir cuentos y muchas más. Destinados a transformar la actitud concreta de los niños en la actitud categorizadora propia de la ciencia, podemos impulsarlos a que hagan pequeños ensayos sobre plantas, animales, costumbres, planetas, historias, etc. Los niños pueden realizar mezclas de todo lo que sepan, indistintamente, jugando con la fantasía y hacer graciosos cocteles o recetas de datos e imaginación. A continuación hago un listado de algunos de los libros que a los niños y niñas les gusta leer y que llegan a ser sus favoritos y detonadores de sus propios escritos: - Libros que contengan sorpresas - Libros que refieran la vida animal, - Libros de humorismo - Libros de terror l- Libros de aventuras, - Libros donde haya heroísmo. - Libros donde lean actos de bondad, de lealtad, de ayuda y de altruismo. - Libros de misterio. - Libros que narren acciones emocionantes. - Libros de aventuras en el espacio. Después de haber mencionado algunos temas fundamentales para los libros que a los niños agrada leer, se puede afirmar que a partir del momento en que han alcanzado la capacidad de lectura, podemos referir dos pasos técnicos importantísimos a los que puede quedar resumida nuestra presentación de la Literatura ante los niños: A) Desmontar el armazón del texto, ofreciendo las ideas (o los sentimientos o ambos elementos) fundamentales que contiene y que lo distinguen para construir un modelo generador de otro texto semejante, con los mismos elementos pero cambiados sus acontecimientos o sus ambientes. B) Analizar las modalidades principales de la expresión lingüística para aprovecharla en las creaciones que los niños realicen. Por ejemplo, combinar las palabras hasta que digan algo sorprendente o gracioso. Esto también puede funcionar para las narraciones que oralmente se digan a los más pequeños, considerando la capacidad de atención que en esta edad tienen los chiquillos que aún no saben leer, pero si se deleitan oyendo a un buen lector. Todo ello será puesto en acción y comprobado mediante certeras explicaciones encaminadas a familiarizar al niño con detalles que espontáneamente no percibe y a determinar la medida en que ha captado los valores estéticos fundamentales contenidos en el texto. Para que esto ocurra, es necesario que el maestro deguste la belleza literaria, que sea capaz de captar la significación de su mensaje estético y humano. Desde el viejo Horacio, la norma fundamental en pedagogía artística puede expresarse así: “Sí quieres que llore, tienes que llorar tú primero”. Es decir, si el maestro pretende emocionar a los niños presentándoles y comentando bellos textos, tiene que estar previamente impregnado y transido de esa belleza. De aquí que el maestro ha de ser antes que nada un auténtico ARTISTA, generalizador de las emociones individuales: un actor; una actriz. En una probable graduación tendríamos las siguientes fases para presentar textos, sean narrativos, dramáticos o líricos a los niños, de acuerdo con el año escolar en el que vayan:

Jardín de niños y primero de Primaria.

1. Presentación intensamente vivida por el maestro. 2. Expresión concreta en el modelado o en el dibujo sobre lo que comprendieron del texto. 3. Hacer que algunos niños expliquen oralmente lo comprendido y lo desvíen a una paráfrasis simpática. 4. Asociaciones con la música, el canto, la expresión corporal, la actuación y el juego. 5. Escenificación espontánea, como recreación juguetona, de lo que se lea; así sean un texto expositivo: La monografía presuntuosa, por ejemplo. 6. Breve comentario por parte del maestro para guiar a los educandos en sus actividades creativas y precisar también, algún concepto.

Para alumnos de 8 a 12 años (segundo a sexto de primaria). 1. Lectura vívida por el maestro en caso de ser narración corta; de otro modo, lectura individual en silencio con el ejemplo lector del educador. 2. Al realizar una segunda lectura, ir destacando algunos datos interesantes como -Significación global. -Palabras y giros. -La estructura del texto. -Partes de donde arrancar para una nueva creación. 3. Mencionar brevemente algo de la vida de los autores. Con todo lo vertido hasta aquí, puedo decir que he mencionado las bases para erigir todo un cuerpo teórico y práctico para lograr que niños y niñas lean con fuerte comprensión y creatividad.

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