Prosa por José Rizal/Juan Luna

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Madrid
Prosa: edición del centenario (1961)
de José Rizal
Juan Luna
JUAN LUNA[1]


El ser amigo y compatriota del ilustre artista nos impone un deber: la parsimonia en los elogios y en los juicios.1 Las alabanzas del amigo perjudican más que las censuras del enemigo y hacen sonreir a los extraños. El pasado de Luna es corto; es la historia de la llama escondida en el seno de la tierra abriéndose paso al través de mil dificultades. Juan Luna nació el 23 de octubre de 1857 en Badoc, provincia de Ilocos Norte, en la isla de Luzón. El ser notable parece cualidad inherente a su apellido. Manuel, su hermano mayor, muerto en la flor de sus años, era excelente músico y artista de corazón, al decir de los inteligentes, y, según Juan Luna, tenía más disposición que él mismo para la pintura; José, menor que éste, es hoy uno de los más hábiles cirujanos del archipiélago y de un porvenir brillantísimo; los otros, que aún siguen una carrera, han empezado por obtener premios en los concursos. Los padres de Luna se trasladaron a Manila para continuar la educación dada por ellos a sus hijos, y allí Juan pasó su niñez, que, como la de todos los filipinos, fue sin promesas ni esperanzas.2 Estudió nuestro artista la enseñanza elemental en el colegio de los PP. jesuitas, y prueba la amplitud del horizonte que Filipinas abre a su juventud, el que Manuel y Juan, cuyas disposiciones no podrían pasar por alto a sus padres, tuvieran que estudiar el pilotaje, carrera que por buena que fuese, no correspondía a sus tendencias. A los diez y siete años Luna con su hermano viajaban ya por el mar de la China, como agregados primero, y después como pilotos. Sin embargo, para uno y otro el mar ofrecía algo más que un simple camino a la nave; Manuel oía armonías en el oleaje y Juan veía combinaciones de luz, entonación y colores. Pero estudiemos la vida del pintor. Su vocación se despertó viendo los dibujos de su hermano José; los halló fáciles y los copió. Más tarde entró en la Academia de Manila, y luego tomó por maestro a un pintor indio de Filipinas —no de la India,3 llamado Guerrero y con él estudió al natural y manejó por primera vez los colores. Allá hemos visto sus primeros lienzos, pintados en medio de aquel país enemigo del arte,4 pero cuyos hijos nacen todos artistas, y bajo la dirección de un maestro que se ha formado casi por sí solo. Pero, pronto la paleta de éste, como antes las litografías de la Academia, dejaron de ofrecer misterios a su talento y aplicación, y su familia se decidió por fin a enviarlos a Europa a él y a su hermano. Desde que llegó a Madrid tuvo a D. Alejo Vera5 por maestro. A éste confiesa deber el gusto y el estilo. Sin embargo, la Academia de San Fernando le ha premiado en el único año que estudió en ella. Con Vera, que veía en él grandes esperanzas y que le quería con afección, recorrió Italia, la predilecta, la inspiración del maestro, estableciéndose al lado suyo en Roma, sin cesar de oir sus consejos. Allí, en esa ciudad donde todo artista recoje sus más frescos laureles, trabó estrecha amistad con Mariano Benlliure, el creador en España de la risueña escultura. Allí también pintó su primer cuadro Dafnis y Cloe,6 premiado por el Liceo de Manila con una paleta de plata; en Roma también, inspirándose en Los últimos días de Numancia, de su ilustre maestro, pintó La muerte de Cleopatra, que obtuvo una segunda medalla en la exposición de 1881 en Madrid, llamando la atención de toda la prensa, a la cual impresionara vivamente. Entonces fue cuando, meses después, un concejal de Manila presentó una moción a su Ayuntamiento para que se le concediese a Luna una pensión extraordinaria, moción que, sostenida y apoyada por la colonia filipina de Madrid y los pintores españoles de Roma, ha tenido la rara fortuna de ser atendida y contra la costumbre, concedida. Filipinas debe conservar en su memoria y amar el nombre de D. Francisco de Rodoreda, uno de los pocos que se han interesado lealmente por los hijos de aquel suelo.

En julio del 83 empezó el Spoliarium7 sin arredrarse ante obstáculo alguno. Al cabo de ocho meses y grandes sacrificios lo termina y asombra a cuantos pasan por su Estudio de la Vía Margutta. El gran Morelli le saluda con entusiasmo y le recomienda a la admiración de sus discípulos. La prensa romana, sorprendida al encontrarse con su nombre, lo pregona. El Spoliarium se expone en el Palazzo della Esposizione, cedido por el Gobierno Italiano para el efecto, y toda Roma y los mismos Reyes rinden un tributo de admiración al extranjero que trata con tanto sentimiento asuntos nacionales.

Algunos días después, el Spoliarium llamaba la atención de todo Madrid en la Exposición del 84. Hablar de la impresión que produjo, de las polémicas que suscitó, es repetir lo que todo el mundo sabe. Obtuvo la primera de las primeras medallas, y la juventud filipina en Europa regaló al ilustre artista una paleta rodeada de laureles. El Spoliarium, que conmueve, arrebata y sacude violentamente, secando la lágrima que asoma a los ojos, es la condenación de la barbarie y despotismo de un gran pueblo por otro pequeño, pero sediento de luz y de libertad. La primera copia que de él se ha hecho la encargó ¡un ruso!

Barcelona, que recientemente ha admirado este cuadro notabilísimo, tendrá fortuna de conservarlo en su seno gracias a la adquisición que del mismo ha hecho su Diputación provincial.

Actualmente Luna está terminando El pacto de sangre,8 sacado de la historia de Filipinas, en que el régulo Sicatuna y Legaspi, primer gobernador del archipiélago, se sangran en señal de eterna amistad. Se ha escogido el momento en que Legaspi acerca a sus labios la copa llena de sangre. Este cuadro es el primero en la historia de nuestro país, que reproduce fielmente los trajes y las costumbres de la época, borrados de la memoria del pueblo pero conservados en los museos extranjeros. Al mismo tiempo dibuja los cartones de la Batalla de Lepanto9 que el Senado ha encargado para pareja de La Rendición de Granada.10

No queremos adelantar ningún juicio, pero creemos que si su pasado ha sido hermoso y grande, Luna, que no duerme sobre los laureles, piensa en más brillante porvenir, y días de gloria reserva aún a su patria y a sus padres que ven sus esperanzas cumplidas en sus hijos. En China, país raro por excelencia, en donde la nobleza del hijo trasciende al padre, pero no la del padre al hijo, los progenitores de tan ilustres ciudadanos hubieran sido ya ennoblecidos y tratados con toda veneración; pero en Filipinas se hizo lo contrario, porque, aunque está cerca del Imperio Celeste, no es China a pesar de lo que se cree en España.

José Rizal


NOTAS

^1.  Delicadeza de Rizal en asuntos de amistad.

^2.  Según Rizal si eran adinerados, los gobernantes les quitaban el dinero y si eran ilustrados, les llamaban filibusteros.

^3.  Una ironía rizalina.

^4.  Otra ironía de Rizal, puesto que hasta los artistas eran considerados filibusteros.

^5.  Famoso pintor y escultor catalán.

^6.  La pareja de amantes sencillos en el romance pastoral griego del mismo nombre atribuído a Longus hacia el 5º o 4º siglo, antes de Cristo.

^7.  Este cuadro ha sido regalado recientemente por el gobierno de España a Filipinas. Se halla en el Departamento de Relaciones Extranjeras, Padre Faura, Manila.

^8.  Este cuadro se halla en Malacañang.

^9.  El original se halla en el Senado de España.

^10.  Un cuadro del famoso pintor español Francisco Pradilla.



  1. Publicado en La Ilustración, Revista Hispano-Americana, Barcelona, 28 de Febrero, 1886, Año VII, Número 278 con un retrato del insigne pintor filipino en la portada del periódico". —Ponce.