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Lauquén lo acaban de hacer.—Quédate pues tú aquí, que nosotros al ulmén en tanto hablaremos.—(Váse con Lauco)

Tulcom. Obedezco y me mostraré agradecido para con mis desconocidos amigos.

Una voz. ¡Sigamos nosotros! Evacuemos este campo y alistémonos á salir á otro palenque do el honor de la patria llamándonos está.

Todos.
¡Así sea! ¡Así sea! ¡A la lid! ¡A la lid!
(Vánse todos.)
ESCENA III.
Tulcomara (solo).

Aquí la veré, me dicen. Y bien merece ser por ella visitado este sitio en paulcros atavíos rebosando. Tú, ostentoso boigue, que más primoroso aquí que no en las demás comarcas de Arauco á mi vista te presentas,—y tú, límpido arroyuelo, que pacífico en tu lecho marmóreo, cual novio que á su bien se encamina, presuroso corres valle abajo, á juntarte con otros compañeros tuyos—sed vosotros protectores míos, valedme vuestra noble influencia en la difícil tarea que emprendo, inculcadme parte de vuestra galanura, del arte vuestro, á fuerza del cual os granjeáis el aprecio de las entes, inspirad, ya que donosos sois, mis labios, para que estos dulzura manen; inspirad á ella, flores, plantas y todo lo que de suntuoso y gallardo aquí brillo y lucimiento esparce, para que con genio letificado, festivo y grato ella escuche las palabras que á decirle voy, conmoved á ella, haced blando su corazón para que mis sentimientos de amor cual hirientes saetas voladoras penetrarlo en provecho mio puedan.—Es ella, la doncella, que se acerca.—Sí, ella es. Reconozco á mi ángel. Vuelo á su encuentro? No, quizá una observancia recatada en este sitio alguna gustosa experiencia aportarme pueda. Detrás de este arbusto me escondo, hasta que ocasión propicia me muestre un camino llano que á mi bien me conduzca.

ESCENA IV.

{{c|Tulcomara invisible detrás de unas matas. Tegualda.çç

Tegualda. Nadie aquí. Tú, boigue pacífico y bondadoso, ataviado ya sin el auxilio mío, solo te encuentras. De dulces perfu-