Ramos de violetas 03

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La Calumnia


¡Calumnia abominable!... el luto y el espanto
difundes por do quiera: ¡Fatal es tu misión!
Los ojos más serenos anublas con el llanto
y arrancas despiadada, la paz del corazón.

En todas partes dejas tristísima memoria;
unida estás al hombre con invisible imán.
Profanas con tu aliento el libro de la historia
y crédito los siglos á tus sofismas dan.

A veces el acaso te arroja de tu trono
y pierdes en un soplo tu fuerza y tu poder;
mas tornas á la lucha con implacable encono
y á la verdad humillas volviéndola á vencer.

La condición humana acepta á la impostura
y la verdad rechaza cual sombra que dá horror,
y si al mortal no halaga la agena desventura
escucha indiferente la queja del dolor.

Es triste confesarlo; mas con desdén profundo
contempla la desgracia la turba mundanal.

¡Ay!... Pobre del que llora, que le desdeña el mundo
por que sus ayes turban su impura bacanal.

Amaos unos á otros, nos dice la escritura,
y odiarnos mútuamente, nos pareció mejor,
la envidia y la calumnia que son de igual hechura
buscáronse y se unieron con fraternal amor.

¡Qué mundo tan pequeño es éste que habitamos!...
sin duda por sarcasmo se llama á esto vivir,
cobardes y mezquinos en todo nos mostramos:
la educación tan sólo nos llega á corregir.

Mas queda la semilla del mal en nuestro pecho
y siempre fructifica con tal fecundidad,
que el más leve accidente presenta claro hecho
que el hombre lleva el germen en sí de la impiedad.

¿En esos otros mundos será mejor el hombre?
Sin duda debe serlo si está cerca de Dios.
¿Tendrá distinta forma...? ¿tendrá distinto nombre?
¿irá como en la tierra de su codicia en pos?

No, no; debe ser grande y hallarse revestido
de un algo poderoso que irradie clara luz:
debe ostentar su frente el sello bendecido
que á la virtud legara, el que expiró en la cruz.

¡Oh! ¡cuánto anhela mi alma llegar á esas regiones!
aquí me falta espacio, aquí me falta fé:
pues veo luchar tan solo mezquinas ambiciones
y no encuentro los seres que en mi ilusión soñé.

¡Oh! Ser Omnipotente; que acabe mi destierro.
¡Qué lenta es mi agonía...! termine mi sufrir;
aquí mi frente oprime un círculo de hierro...
permíteme que muera para después vivir.

Vivir entre otros seres, sin que calumnia impía
arroje en mi camino su rayo destructor;
en donde siempre brille el luminar del día
en donde encuentre el alma inextinguible amor.

Ese amor noble y grande, inmaterial, profundo,
amor que desconoce la pobre humanidad;
¡oh! tu Dios bondadoso: arráncame de un mundo,
donde hay hombres que niegan la luz de tu verdad.


1873.