Ramos de violetas 14
A la memoria de mi madre
¡Madre del corazón! cuánto he sufrido
en la triste ignorancia de mi vida;
cuando tu inmenso amor miré perdido
creyendo que era eterna tu partida;
cuando en tus sienes no encontré un latido;
cuando tu dulce voz quedó extinguida,
y en mi horrible ansiedad y en mis enojos
perdí la luz, de tus hermosos ojos.
¡Tus ojos...! que habían sido en mi existencia
faros de salvación y de consuelo,
destellos de la santa providencia,
luminares purísimos del cielo;
ídolos de mi fé, de mi creencia,
que yo adoraba con ardiente anhelo,
porque antes de perderte comprendía
lo mucho que me amabas, ¡madre mía!
¡Cuánto me amastes! sí; yo fuí tu gloria,
tu ensueño de placer jamás perdido,
capítulo el más triste de tu historia
y para tí, sin duda, el más querido.
El afán de tu vida transitoria
fué evitar á mis labios un gemido;
pensar en mi dolor, fué la gran pena
que te hizo sucumbir. ¡Eras tan buena!
Que no es extraño que, al perderte, el llanto
fácil brotara de mis tristes ojos;
y que en mi soledad sintiera espanto,
y en mi camino hallara solo abrojos.
La vida en su terrible desencanto
¿qué le ofrece al mortal? luto y enojos;
el que fija en la tierra su mirada
¿qué ha de encontrar? El hielo de la nada.
Eso encontraba yo, madre querida;
por eso ante tu losa funeraria
pasaba muchas horas de mi vida
sin elevar al cielo una plegaria;
en tu recuerdo santo embebecida
mi mundo era tu huesa solitaria,
siendo todo mi afán, en mis dolores,
cubrir tu tumba con hermosas flores.
· · · · · · · · · · · · · · ·
Una voz, un murmullo, un eco vago
resonó de la tierra en el abismo,
y un algo misterioso, en dulce halago
la frente acarició del ateísmo.
Quien dijo, que la muerte no hacía estrago,
por medio de la magia ó Espiritismo,
y asombradas las gentes repetían,
¡que los muertos hablaban y sentían!
Los unos con desdén los escucharon,
los otros de pavor se estremecieron,
algunos por reirse investigaron,
y sin saber por qué se convencieron.
Aquellos que en su mente conservaron
recuerdos de los seres que perdieron,
sintieron renacer en su memoria
de su existencia la pasada historia.
Yo la sentí también, brotó en mi mente
vertiginosa... delirante idea,
comprendí que había un Ser Omnipotente,
y exclamé con amor: ¡Bendito sea!
Admiré la gran causa inteligente,
miré en la ciencia luminosa tea
que nos mostraba mundos y planetas,
que nunca los soñaron los poetas.
Vi á hombres rudos, sencillos, ignorantes,
trazar sobre el papel rasgos extraños,
pigmeos convertidos en gigantes,
sin doblez, sin mentira, sin engaños;
yo ví la conmoción en sus semblantes
y lamenté los juveniles años,
que he perdido dudando que vivían,
que los muertos hablaban y sentían.
Viven, sienten, se agitan, se estremecen,
velan amantes nuestro triste sueño,
del globo terrenal desaparecen,
que así lo quiere su divino dueño.
Mas siempre en nuestra lucha nos ofrecen
de la esperanza el mágico beleño.
Por eso en mis momentos de agonía
te contemplaba siempre ¡madre mía!
Te contemplaba, si; junto á mí estabas,
y yo creyendo que un delirio era,
mi frente cariñosa acariciabas
murmurando: «Prosigue tu carrera».
Tus ojos en mis ojos los fijabas,
diciendo en su expresión sufre y espera;
y yo entre tanto en mi dolor profundo
¡me encontraba tan sola en este mundo!
Sola viviendo tú ¡fatal locura!
que tiempo tan precioso he consumido
lamentando mi horrible desventura!
expiación que sin duda he merecido,
pero ya terminó: radiante y pura
contemplo hermosa luz, y conmovido
mi corazón se agita y en mi mente,
tres épocas se enlazan dulcemente.
Mi ayer con tu ternura sacrosanta,
mi presente flotando en el vacío,
mi porvenir que al cielo se levanta
exclamando, yo espero, yo confío;
y la fé racional, eterna planta
que la ciencia la sirve de rocío,
hoy me brinda el aroma de sus flores
y á su sombra se extinguen mis dolores.
¡Espiritismo! ¡ciencia bendecida!
¡Espiritismo! ¡religión sagrada!
¡Foco del bien! ¡antorcha de otra vida!
Filosofía en la razón basada;
la ley de recompensa merecida;
la negación eterna de la nada;
el amor al progreso y á la gloria
de la creación la lejendaria historia.
Yo reconozco tu verdad innegable,
de Dios presentas la perfecta hechura,
en sus divinas leyes inmutable,
sin preferir á nadie en su ternura:
tu doctrina es sublime, es adorable,
es practicar la caridad más pura;
¡feliz de aquel que al borde del abismo
oye tu voz, gigante Espiritismo!!!