Ramos de violetas 31
A un espíritu
Espíritu protector
que estás mi sueño velando,
y que me vas iniciando
en otro mundo mejor;
eco mágico de amor
que jamás encontré aquí:
fantasma que solo ví
un instante en este mundo,
sin que en mi dolor profundo
tuvieras piedad de mí.
¿Por qué cuando te llamé
no acudistes á mi ruego?
¿Por qué á mi espíritu ciego
no le mostrastes la fé?
¿Por qué sola me encontré
en esta triste región?
¿Por qué mi débil razón
buscó el punto de partida?
¡Y solo hallé en esta vida
la muerte del corazón!!
Y pregunté en mi ansiedad
olvidando que en la tierra,
cada cual un algo encierra
de otra fuerte voluntad;
se agita la humanidad
porque Dios en su poder
nos demuestra que al hacer
cuanto nuestra vista alcanza,
en su divina balanza
tiene condición de Ser.
La tuvo sin duda alguna
mi profundo desconsuelo;
cuando no encontré en mi duelo
¡ni una esperanza, ni una!
Cuando mirando á la luna
y á su séquito de estrellas,
exclamaba: son muy bellas
y me place su fulgor;
y abraza un himno de amor
olvidando mis querellas.
Sin comprender que existían
en sus discos luminosos,
mil mundos que explendorosos
más que la tierra lucían,
que nuestra pena sentían
aquellos que sucumbieron;
los que á nuestra vida dieron
aliento con su ternura,
y que al dejar su envoltura
con su amor nos protegieron.
Ciega por completo estaba,
hasta que tu voz amiga
me dijo que mi fatiga
á su límite tocaba;
que sola no me encontraba,
que al terminar mi expiación,
con otra nueva misión
en la tierra esperaría,
hasta que llegara el día
de mi eterna salvación.
Esperé; pero despierta
yo no encuentro ante mis ojos,
mas que entre zarzas y abrojos
una luz vaga é incierta:
pero cuando queda muerta
la materia por el sueño,
entonces sí que risueño
mi espíritu en su albedrío,
se eleva por el vacío
y se cree del orbe dueño.
Entonces me apoyo en tí,
y serena y sonriente
pido auras para mi frente
y ver lo que jamás vi.
Y se extienden ante mí
mundos, planetas, regiones,
pasadas generaciones
épocas que aun no han venido:
y el polvo que han producido
las ruinas de mil naciones.
Y seguimos adelante
y vemos mundos y espacios,
con techumbres de topacios
y columnas de diamantes;
nos paramos un instante,
nos miramos con afán
diciendo: ¿terminarán
las maravillas de Dios?
¿O nuestros pasos en pos
siempre de su gloria irán?
¡Siempre! (nos responde un eco.)
Siempre hallareis un camino,
donde el Hacedor divino
nada hizo estéril ni seco:
á la peña le dió hueco
para que en ella escondida,
se encuentre agua bendecida
en donde apague su sed
aquel que sediento estaba;
quien le dijera ¡Creed!
- Aquella voz nos alienta
y queremos proseguir; cuando sentimos rugir el trueno de la tormenta, nuestro ser experimenta extraño sacudimiento. Y brota de nuestro acento un ¡ay! tan triste y profundo, que el eco de mundo en mundo, repite nuestro lamento.
- Después... te alejas... te vas,
te pierdes en el vacío, deja el orbe de ser mío, ¿dime, dime, dónde estás? ¿En mis sueños volverás á prestar vida á mi ser? ¿Volveremos á extender nuestras alas? vuelve; sí, que si no estás junto á mí quizás no pueda creer.