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Recordación Florida/Tomo II Libro XII Capítulo IV

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO IV.


De la conquista y toma del pueblo de Mixco y sus anexos, su administración y otras cosas de aquel país.

Aunque en lo antecedente damos por asentado la braveza y indómita ferocidad de las condiciones de los indios naturales del pueblo de Mixco, en cuanto á la natural defensa suya á el tiempo de la conquista, es cierto que usaron del esfuerzo y del manejo de las armas con ardimiento y furor propio de la inconsideración y poco arte militar con que siempre acometía esta nación á las empresas y ocasiones de su propia defensa, en que dieron que hacer y trabajar á nuestros conquistadores sobre su rendimiento; porque, á el fallecimiento y flaqueza de sus fuerzas, usaban del ardid y cautela de su retirada, valiéndose para hacerla á tiempo oportuno y conveniente de vigilantísimas y astutas centinelas que avisaban por medio de las cornetas y flautas de cualquiera marcha ó movimiento de nuestros españoles, dejando burladas y sin efecto militar nuestras armas; gastando en esto mucha prevención militar, y el adelantado D. Pedro de Alvarado y sus capitanes muchas horas de consejo y mucho tiempo de marchas sordas y emboscadas previas y anticipadas por los bosques y selvas, por donde presumían los nuestros podían hacer sus marchas y retiradas los indios; no sin manifiestos peligros de nuestro ejército, en país cuyos tránsitos son tan ásperos como queda ponderado (fuese este el sitio de la batalla ó fuese otro, como se dirá después) y en que de parte de las noches más cerradas y oscuras se intentaron algunas interpresas. Pero todo sin acertado y seguro efecto, por ocasión de la seguridad y oculto secreto de su retirada; hallando siempre nuestros conquistadores el pueblo solo y desierto, y sin persona de quien tomar lengua para acometer con mejor disposición y logro de nuestras armas; hasta que corriendo el curso de las cosas con más próspera y feliz disposición en ios sucesos varios de la guerra, que fueron siempre á nuestro ejército favorables, como ahora, en que se dispusieron más gratos a favorecer nuestras armas por medio de una celada.

El pueblo de Chignautlan yace sito y fundado en lo más descaecido y profundo del terreno de la parte que mira hacia la Tramontana, después de terminado todo el país eminente de Mixco, en la profundidad de un barranco, que se discurre su plano, no como tendido valle, sino como estrecha y corta vega del río del Agua caliente que llaman de los Plátanos, y antes Río de Sauces, introducido en el Río Grande que corre al Golfo dulce. Estos, pues, vecinos indios, astutos chignautlecos, que proceden de los de Rabinal, provincia de Verapaz, con quienes nuestro ejército había tenido algunos reencuentros y escaramuzas, en la misma ocasión de tener asediado y en arma todo lo general de aquel país, hicieron embajada particular al adelantado D. Pedro de Alvarado, que contenía, en suma, su rendimiento á la obediencia real; debajo del tratado y calidad de que su rendimiento estuviese secreto y oculto hasta el rendimiento de Mixco, que aseguraban ponerle en efecto por industria y interpresa. Y habiendo sido admitidos sus tratados, dispusieron el que acometiesen sus tropas por la parte eminente de Mixco, y poniendo un tercio de infantería y caballería en celada en un bosque de la vega del río, donde respiraba la boca de una cueva que desde Mixco se comunicaba con su república de Chignautlan, por distancia de tres leguas, por donde hacían sus seguras y secretas retiradas; porque disponiéndose así, se podría, á gran comodidad y seguro, dar en ellos y rendir su altivez y sus cautelas. Y tomando este consejo y ejecutando el orden del Adelantado, al esclarecer las luces sucedió con felicidad el asalto, quedando prisionero en esta ocasión el principal y mayor cacique, y con su prisión y la de otros principales y muerte de algunos estimables capitanes mixqueños, quedó sujeto y rendido el pueblo de Mixco. No divulga la fama, ni se rastrea ni investiga el origen y causa que tuvieron los chignautlecos para usar de este doble trato con los de Mixco, sus vecinos y aliados, sino sólo el movimiento de su natural voltario, con ligera y momentánea causa, y lo más cierto ser disposición y providencia de los altos consejos del Altísimo.

Mas aunque es esto lo que asegura la tradición corriente y lo que está más válido en lo general y común de aquel país, la una boca de la cueva en un pueblo ni la que le corresponde en el otro no se han podido descubrir; bien que sobre ello ninguna eficaz ni curiosa diligencia se ha intentado, como cosa que importa poco el que la haya ó no para otro fin del para que la tenían; pues en ella no se presume que haya lo que esperaban los toledanos de tesoros en la encantada Cueva de Hércules; con que por lo poco fundamental que me parecía esta tradición, hube de suspender la pluma más de seis meses, importando á mi intento averiguar la incertidumbre de esta cueva, que siendo seguro y cierto el que los indios mixqueños se valían de su asilo, defendiéndose con las armas y con la seguridad de esta ignorada y secreta retirada, doy por asentado el que por medio del trato de los chignautlecos fueron vencidos y dominados los de Mixco, quedando entonces prisionero el cacique principal, cuya descendencia dura y permanece hoy bien conocida en el apellido de Solís, pero con mucho abatimiento, pobreza y desestimación entre los propios naturales de aquel país; bien que ellos se ayudan poco ó nada, porque todos los de esta familia son muy apagados y humildes.

Toda esta numerosa vecindad de Mixco, excepto la de los españoles y demás ladinos, cultiva espiritualmente como viña fructífera de la Iglesia católica el vigilante celo y atento religioso cuidado de los primitivos pastores dominicanos, con cuyo cultivo esmerado y pío se ven producir frutos de estimable cosecha y granazón cristiana; viéndose hoy erigido á gloria de Dios nuestro Señor, dueño de este rebaño, un suntuoso y magnífico templo enriquecido y adornado de ricas y maravillosas preseas, de ornamentos aventajados por la materia y arte, con lámparas, cálices, vinajeras, custodias, cruces de plata, con otras alhajas de sacristía y buenas campanas y órgano. Donación toda de estos indios católicos, y entre ellos especialmente Baltasar Rey, indio favorecido y alentado de la fortuna, ó lo cierto, de aquella divina y altísima Providencia que adoramos, con colmados y abundantes bienes temporales, que supo retribuir reconocido á Dios, no dejando exhaustos á sus hijos que gozan con su muerte ricas y excelentes porciones hereditarias. Todas las demás iglesias del valle, de los pueblos que quedan referidos, están ilustremente adornadas de ricas alhajas y preseas excelentes.

Y habiendo de haber dicho en lo que se describió notable y maravilloso del pueblo de Amatitlán, donde era su legítimo y propio lugar, se dirá en éste lo que se defraudó por olvido en aquél. Porque en el mercado ó tianguiz de este de Mixco, se halla la fruta que es conocida con nombre de granadilla del Perú, porque debió de venir á éste de aquel reino, y se conduce á la plaza de Mixco de los pueblos de Amatitlán y Pinula, donde ella se produce y cría en un bejuco que trepa y se levanta enredando á los árboles más descollados, á la manera y con la propia semejanza de hojas que hace y viste lozanamente la hiedra. Pero no está lo maravilloso de esta planta en su fruto, sino en lo singular y admirable de sus misteriosas y agradables flores, porque siendo su talla y formación á la semejanza y hechura de una corona, ésta se esmalta de cárdeno sobre cándido y blanquecino país. Señala en la breve acompasada circunvalación de su esfera las sacrosantas venerables insignias de la pasión dodolorosa de nuestro mansísimo y amante redentor Jesucristo, admirándose en unas verguillas que señalan circunferentes las puntas de la corona los azotes ó ramales salpicados y tintos á compasadas distancias de cárdenas y rojas muestras de encendida sangre. Dentro de este seto de ensangrentados azotes, se muestra y levanta el tallo de donde se produce y forma la fruta, el cual se engríe y perfecciona en forma de una columna redonda con sus proporcionados gruesos y delgados, donde lo demanda la proporción del arte; viéndose en ella con admirable y milagrosa arquitectura el cuadro y altura del pedestal; señalándose en sus partes el bocel y la gola, y por circunferencia del pedestal se levanta y sobresale una sutilísima y cándida corona de espinas salpicada de rojo, y sobre la última bocelina la milagrosa y peregrina columna recibe por corona lo nudoso de una pequeña lustrosa caña que en la figura de una esponja termina, dividiendo esta esponjilla en tres talluelos en su cima, que se dividen y separan uno de otro en figura y situación triangular, siendo ellos en la demostración de su forma y arquitectura á la similitud de tres perfectos y ensangrentados clavos, con demostración de aguda punta á el pie en que se fijan y rematan con perfecta cabeza triangular, tan esmerada en su acierto como si fueran formados en la forja, teniendo en el verde pezón en que se funda el principio de la hermosura misteriosa de la esponja cinco verdes, aunque oscuras y funestas hojas, á la manera en su monstración y forma de cinco paletillas, de donde penden de sutilísimas vides otras cinco pálidas hojas en demostración de roturas y heridas como aquellas que se ven en el escudo de la religión seráfica de mi patrón San Francisco. Maravilla y portento que en ninguna otra agradable y fragrante flor de cuantas produce y crió la culta abundante Europa ni la dilatada feraz América se halla sino en ésta, que goza de tamaña y singular prerrogativa.

Mucha abundancia y copia de Higuerilla se produce sin limitación en este Valle de Mixco, conocida con nombre de Higuerilla de Infierno, con verdadera y conocida corruptela,siendo su pronombre el de Higuerilla de invierno, con suma propiedad, por producir y criarse en lo que ocupa esta estación en el año. Su hoja es parecida á la de la higuera, bien que ésta es toda lisa por ambas partes. Prodúcese en unos cañones huecos, así en el tronco como las ramas. La fruta que lleva son unos botoncillos espinosos, y la semilla á manera de piñones, que exprimida y apretada en la prensa da cantidad de aceite que aprovecha y sirve medicinal á muchas y fastidiosas enfermedades, que suelen provenir y nacer de causa fría. Sirve también para encender las lámparas, de la misma manera y con la claridad de luz que el aceite de olivo, aunque diferente en el olor, respecto á que ésta no le tiene bueno. Sus hojas, esto es, las del árbol, que tiene el pie blanco y no encendido y rojo, sirven maravillosamente para mitigar y quitar el dolor de cabeza, porque la hace sudar con abundante evacuación, y es remedio usual y comunísimo en todo género de personas de alta ó de baja esfera.

Tradición corriente y antigua hay que asegura y afirma que por el sitio que llaman de la Culebra, y es hacienda comprendida y numerada entre las demás de este valle, y en una llanura y campaña bien dilatada, corre y se desliza un río de no pequeño caudal, oculto y escondido por las entrañas de la tierra, y que en un sitio de este hermoso llano, entre la Casa blanca y el Monte de los Zorros, se descubre algo debajo de una grande losa que llaman laja, con que los antiguos indios lo dejaron tapado y encubierto al uso de nuestra conveniencia; y que este propio río es el que se manifiesta en lo profundo y hondo del fértil Valle de Petapa, en el ingenio de hacer azúcar de D. Tomás de Arribillaga Coronado, desde cuya fuente, que brolla maravillosa y perenne, es común y generalmente conocido por el Ojo de agua de Arribillaga, que si en lo eminente y llano de la Culebra llegara á descubrirse y manara con la conveniente y apta altura que se demanda para lo surgente de su curso, y se derramara por su fértil y espaciosa llanura, no hay duda que fuera este excelente sitio muy apreciable. No parece la tradición muy fuera de propósito ni ajena de la regular naturaleza del agua, que por pesada y esférica busca siempre el centro en lo más profundo y caído de la tierra, y es dable que esta fuente que brolla en la hacienda de Arribillaga sea redundancia del río que en la eminencia corre oculto, y se manifieste en este valle, que es término de la altura de la Culebra.

Adquirió y conserva esta llanura el pronombre de la Culebra por razón de que, extendiéndose la longitud de la tierra y despejada tabla de su llanura por más de dos leguas de tierra muy igual y llana, por medio de ella corre y se dilata desde el principio á el fin una lomilla de poco más de dos estados de alto, cuya figura es tortuosa á la manera de una culebra que camina, y dicen es obra de mano de los indios antiguos. Y tiene mucha apariencia de verdad esta tradición, porque se ve estar compuesta y fabricada á la manera de los antiguos cues, de los materiales de piedra y barro; siendo esta obra claro y manifiesto testimonio que afirma y prueba, que en aquel dilatado y maravilloso contorno hubo pueblos de numeroso y acreditado gentío, porque sin mucho número de gastadores obra tan dilatada y prolija no pudiera intentarse, ni menos conseguirse.

Y aunque ha procurado mi diligente cuidado indagar y adquirir con prolijidad y certeza, entre los ladinos moradores, religiosos y indios más hábiles y antiguos de este numeroso y crecido pueblo de Santo Domingo Míxco, otras particularidades curiosas, notables antigüedades, secretos en la naturaleza de las cosas de aquel país, y otras que pudieran ser propias del presente discurso, no las he adquirido ni granjeado, porque todos recurren á la esterilidad y infructífero del territorio; siendo cierto que no quedara por diligencia mía ni por proporcionarme á el estilo de cualquiera sujeto, de quien discurra puede producirme y noticiarme con verdad segura de alguna particularidad singular, para pasar, siendo posible, á examinarla y especular desmenuzando sus partes, virtudes ó cosas de especialidad. Mas en adelante espero abrirá Dios camino para que se me abran y franqueen los secretos de algunos archivos que se me niegan al ruego.