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Recordación Florida/Tomo II Libro XV Capítulo II

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO II.


De los tejares excelentes de este valle, y otras ocupaciones y granjerías de los indios dél, con otras declaraciones deste país.

Tienen los indios deste pueblo de Chimaltenango y algunos españoles, y los indios naturales y vecinos de los pueblos de San Lorenzo, San Sebastián y San Miguel del Tejar, muchas oficinas destos tejares, de larga utilidad y provecho; porque la teja y ladrillo que se fabrica y labra del barro de este país y territorio de Chimaltenango, es el de mejor y más resistente calidad de cuantos géneros de teja se han descubierto y fabrican actualmente en muchas partes de la cercanía de Goathemala, especialmente la que llaman de Lobo, y en general toda la que, como ésta, es de aquel contorno, es muy selecta y apetecida: de donde para todas cuantas fábricas ilustres y ostentativas de palacios, conventos y casas particulares de nobles se han levantado y erigido, se ha traído desde aquel valle el numeroso material que se deja considerar que habrá entrado en tanta máquina de maravillosas, graves y ostentativas fábricas como ilustre decorosamente componen esta generosa y extendida corte; costando la teja que es de allí cinco pesos más el millar de á lo que se vende la que se labra en Jocotenango, San FeFelipe y otras partes; adelantándose el precio de la de Chimaltenango por la seguridad y perpetua duración de su fábrica, y extendiéndose los artífices deste género á la manufactura de ollas que llaman de Salineros. Alárganse éstos hasta las playas del Sur á la fábrica deste género tan necesario y útil como es el condimento de la sal, con excesivo y crecido trabajo de sus personas (cual no es imaginable en lo humano) por ser el ejercicio de su labor desnudos y en tierra tan ardiente al sol y al fuego; cuyos hornos son de crecida y voracísima llama y de crecido y grande buque, con dilatado y largo tiempo de fuego sucesivo y continuado: cuya puntual manufactura se describirá adelante en la Segunda parte. Pero sin duda es más duro el trabajo que en esto se les sigue á estos miserables y pobres indios, porque después de haberle padecido y estado mucho tiempo fuera de sus casas y apartados veintidos leguas de su socorro, caricia y comodidad, vienen después de muchas y largas enfermedades que padecen y de que se mueren muchos, á pagar derechos de aquella miseria á la Real Aduana, sin que se les pase ni perdone el corto rateo de un pasaco (que así llaman el tercio de este género) de que no contribuyan y dejen lo que á prorrata le corresponde; siendo para ellos de acerbo dolor el pagar este derecho, sobre proponerse á tanta distancia á ejercitarse en este trabajo incomparable (de que sólo se hace juicio viéndolo y no de otra manera) para tener de donde pagar los reales tributos, y el tostón impuesto por el arbitrio de D. Luis de Velasco: estos miserables se hallan exhaustos y enflaquecidos de comodidad, sin poder volver sobre sí ni restaurar sus caudalillos, porque hoy están casi desiertos y despojados con mísera ruina de los pueblos y descaecimiento en los ánimos; porque por falta de los medios dejan sus casas, pasándose á la costa á servir á aquellos indios, y sin asistencia y beneficio los campos.

Pero volviendo la consideración y memoria á lo tocante y perteneciente á lo recreable deste Valle de Chimaltenango, es de advertir que todo el cuerpo de su hermosa y agradable circunferencia, se compone de una llanura siempre vestida y poblada de abundantes y jugosos pastos, porque en ella se apasta el ganado (de cuya crianza carece este país) cuyo temperamento y pastaje fuera maravillosamente adecuado para las crianzas de menor ganado, por ser la campiña y territorio sumamente limpio y libre de nocivas hierbas, como son la saetilla y la hierba mala; que es una planta que crece y se levanta á la estatura y porte de una higuera: sus hojas son redondas y anchas y de verdor desmayado y pálido, y todo el pie dellas de color funesta y oscuramente rojo. Deste árbol, quebradas sus ramas, de naturaleza vidriosa, expelen y arrojan de sí un humor abundante á manera de la materia y podre de apostema del cuerpo humano; cuya calidad y propia naturaleza, á manera de activo cáustico vejemente y instantáneo abrasa y ampolla toda la parte que moja del hombre ó animal que sobre si la recibe, y es su reparo y eficaz remedio cubrir de tierra la parte danificada y lesa con esta leche; y es tan nociva, perjudicial y venenosa su naturaleza, que cualquiera animal que la guste revienta con ella, sin que se haya hallado remedio contra la actividad de su veneno; excepto que á las cabras no sólo no les hace molestia, mas les es tan propicia y saludable que cuando la comen y se apastan con ella, vuelven con las ubres más llenas y ellas más regocijadas y satisfechas. No la he visto en otra parte que en los contornos de Goathemala, donde se cría y produce abundante á distancia de una larga y crecida legua en torno, de donde le dieron los indios el pronombre de Coctecmalán, que es palo de leche. Corre común y general opinión entre los arrieros deste Reino, y que conocen la hierba mala, una opinión bien notable y que la he oído á algunas personas de España bien capaces que la han experimentado y son tratantes en mulas; y es afirmar, que sólo daña y mata las bestias del trajín que la comen estando solas en el campo, sin recogedor que las cuide, porque no viéndosela comer mueren con ella, y estándola mirando alguna persona mientras la comen, no reciben daño ni leve perjuicio con su alimento. Séase esto producido como maligno efecto de la superstición, ó sea por alguna virtud oculta respecto de los humores corporales y de la naturaleza humana, que comunicada á la hierba por medio de los órganos y rayos visuales, le haga perder aquella activa y acre venenosidad de su naturaleza, con que queda sin la potencia y eficacia de su maleficio, por cuya causa la experimentan de la calidad y con las propiedades referidas; siendo sin duda cierto, así como lo es fascinar con la vista y matar con ella al basilisco.