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Recordación Florida/Tomo II Libro X Capítulo III

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO III.

De la variedad de caza que se cría en los montes y selvas de este valle de Canales y sus contornos.


Es tanta y tan admirable la variedad exquisita de aves, y la abundancia maravillosa de animales que hay en este valle, que la cetrería y venatoria no podrá estar jamás ociosa y sin empleo de su loable y belicoso ejercicio; y si hubiera de recibir todo lo que la sabia y próvida naturaleza produjo de este género en estas partes, era necesario hacer catálogo, fuera de que quedara mucho por decir, por razón de haber todavía muchas cosas por conocer, y porque aun falta mucha parte de esta tierra que tenemos poseída por penetrar y reconocer: sucediendo esto mismo en las yerbas, raíces, cortezas y otras cosas que discurro todavía ocultas, escondidas, ignoradas de los ojos y experiencia de nuestra curiosidad. Mas, sin embargo, lo que hay es mucho, admirable y no indigno de nuestra contemplacíón y advertencia, y en ello mucho provechosamente apetecible y de utilidad general; porque así este valle como los otros abunda de toda suerte y generación de palomas, siendo el número de las caseras y domésticas que acá llaman castellanas muy crecido y comunísimo en todas partes; torcazas de corpulencia crecida y cambiantes tornasoladas no en tanto y abasteabastecido número, pero sí muchas y muy comunes del género de pequeñas tórtolas, que de día y de noche sin intermisión cantan y se arrullan con incansable y alternada consecuencia, bien que funesta y ronca. Hay muchas de las mayores que llaman monteses, que suelen aparecer y volar en tan atropado y crecido concurso que asombran y obscurecen el sol en el más claro y sereno día del verano; sucediendo consumir á veces, á la manera de lastimosa plaga, lo fértil y útil de los copiosos y maduros sembrados, al modo que la irreparable del nocivo y tupido ejército de la langosta. Sucedió así por el año de 1666, siendo en tanta y tan crecida numerosidad esta plaga, que los indios las mataban á palos y pedradas en muchas cantidades, sin necesitar de redes ni de otros instrumentos. Tienen esta aparición y venida de palomas por presagio y demostración de hambre.

No menos se ven pobladas las tupidas y cerradas selvas de este valle de astutos y atrevidos osos, que las dulces y cerradas celdas de los huecos robles deacorchan para valerse de la rubia y atesorada miel que próvidas entierran y nunca escatiman avaras sus rubias fabricadoras. Vense también en ellas, como en los demás bosques de los otros valles, crecida multitud de espinosos erizos, cuyas espinas con efecto admirable y frecuente curan entre los indios y gente rústica los fríos y calenturas, dándolas tostadas, y en polvo sutil, en agua caliente ó en vino al doliente, por cuya razón es entre ellos estimada y pretendida la caza de estos animales, que por ligeros y defendidos de sus sólidas agudas puntas se hace difícil y sangrienta á la presa de los alentados y codiciosos perros, que de ella salen fiera y lastimosamente heridos; porque los erizos arrojan y despiden de sí muchas y derechas espinas que reciben los perros por su tenacidad y constancia en apresarlos.

Es copiosa la generación de armados que en este valle y el de Mesas se coge; cosa verdaderamente entretenida y recreable por la velocidad de su retirada, y porque al último esfuerzo y avance de los cazadores se arman y encubren con sus arneses, y precipitan de lo eminente de un peñasco al valle mas profundo, volviendo á continuar en él su carrera por dilatada y larga distancia, hasta encerrarse en su tortuoso y hondo vivar, de donde con horquetas los sacan los cazadores, por el riesgo y peligro de las culebras venenosas que en estos subterráneos se esconden. Es la carne del armado la más delicada y limpia de todas las monteses, blanca, á emulación de la nieve, á la manera de las pechugas de un capón, y cubierta de cándidas enjundias. El ordinario sustento de que se mantienen es de hormigas ó de carcoma de los maderos añejos y podridos de los campos y bosques. Tienen natural aversión y antipatía con los ciervos, y así en el invierno se ponen de espaldas en los senderos y veredas angostas, y en el cóncavo que de sus duras conchas forman en el blanco y aseado vientre recogen copia de agua llovediza, y viéndola el incauto y simple ciervo llega á beberla sediento y brindado de su pureza, y entonces el armado cierra apretadamente la dureza de sus trabados y compuestos arneses, y cogiéndole al miserable ciervo la vital respiración, le tiene asido y desatinado, dando contra las peñas y troncos hasta que irremisiblemente le sufoca.

Otra nociva y perjudicial generación de animalillos, del porte y proporción de un conejo, se cría común y generalmente, no sólo en estos valles y en la costa del Sur, pero en esta ciudad de Goathemala; en sus jardines y huertas se producen sin excepción de climas: á éstos llaman común y generalmente cacuatzines, cuya etimología es de comedor de maíz de cacuat, que es comedor, y zintli, el maíz. Mantiénense carniceros y astutos de gallinas y pollos, de calidad cebados en ellas, que suelen destruir y agotar los gallineros más numerosos; y su caza sólo se ejercita y ejecuta en el silencio de las tinieblas, que es cuando de sus covezuelas y vivares salen á hacer sus presas, y entonces es cuando dándoles de repente y inopinadamente con la luz en los ojos encandilados los hieren con lanzas y espadas á causa de su fiereza y obstinada resistencia. La cola de estos animalillos sirve con maravilloso socorro y seguro efecto á las mujeres que en el parto revesado no pueden expeler y arrojar las parias, dándolas á beber en vino los polvos quemados de ella, y se experimentan en su virtud apreciables y singulares maravillas. En la parte del vientre les dió naturaleza unos bolsoncillos ó taleguillos de la propia piel de los costados, y éstas les sirven y socorren en dos necesidades urgentes: la una, cuando acosados y combatidos de los cazares se ven en aprieto y riesgo conocido, recogen en ellos los cachorrillos indefensos y torpes y huyen secreta y ligeramente con ellos: la otra ocasión es cuando abren y fabrican sus vivares, porque toda la fácil tierra y dura guija que escarban con las manillas van recogiendo y cargando en ellos, y en llenándolos salen con providencia á fuera á vaciarla y descargarse de ella; y se experimenta lo uno y lo otro cada día en los muchos que hay y matan en estas partes. Hácense mortecinos para que los arrojen y huir á su salvo.

Los pejijes, especie de patos de color agradable acanelado, y rubio pico, con una berruguilla azul del porte de una haba en la extremidad del pico, es ave aseada y pulida con extremo, gran cantara, en especial en las noches de luna; su canto es á la manera de una trompetilla sonora y delgada: es buena y sazonada su carne para comer, más tierna y mejor que la del pato. El modo de empollar de esta ave es raro, porque en el mes de noviembre busca los pajonales de las llanuras de este valle, y allí desova y pone cantidad de veinte ó treinta huevos: donde ésta pone, desova otra y otras dos ó tres, y forman una torta ó rueda de huevos muy crecida, y todas éstas juntan y empollan en el abrigo y seguro de aquellos pajonales, y como una pone primero, otra de ahí á tres ó cuatro días, no hay confusión en los polluelos, porque sacándolos por su turno cada pájara de éstas se lleva legítimamente los que son suyos, y se encamina con ellos derecha al agua de muchas lagunetas que hay por este contorno.

Esto es cuanto se repara y admira en este fecundo y admirable Valle de Canales, favorecido y fertilizado de continuas, frecuentes y apacibles lluvias, que sin innundarle impetuosas le fertilizan favorables. Toda su fecundidad y providencia se radica en la crasa naturaleza de tierra negra, y algunas veces por lo fuerte de su fecunda robustez encendida en roja y dócil calidad de rubio barro; dejando de individuar otras infinitas especies de animales, como son lobos, que en estas partes llaman coyotes, cuyo cuero sirve de remedio a los perláticos, trayendo guantes sin curtir de estas pieles, y los genitales, al mal de madre que padecen las mujeres, trayéndolos arrimados al estómago. Gatos monteses, que llaman juanchis, de increible y señalada ligereza y osadía, sobre riza azulada piel tienen dilatada y crespa cola. Hay grande tropa de pizotes y ardillas, entre los cuales animales dicen, y corre y afirma la corriente tradición, de que hay carbuncos con cuya preciosa é inestimable piedra, dicen, suele esclarecerse como un ardido monte toda la dilatada y umbrosa sierra. La verdad tenga su lugar: todo puede ser; y aunque yo he estado varias veces y de asiento en estas partes, no he visto más que unas luces como la de la candela por los montes y cerros de este país.