Refutación a una atroz calumnia/Adición

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Refutación a una atroz calumnia
de Juan Martín de Pueyrredón
Adición
Nota 1
ADICIÓN.


Yo me había propuesto omitir la publicación de un hecho de la mayor importancia á mi intento, y bastante por sí solo para borrar absolutamente la mancha, que el señor Everett ha querido poner a mi reputación, porque me consideré obligado á guardar un secreto, que no era solo mio; y porque también se resistía mi delicadeza, á manifestar operaciones que siempre ofenden la circunspección de los gobiernos, cuando no se presentan circunstancias singulares en su disculpa. Pero, autorizado posteriormente para revelar lo que habia ocultado hasta aqui con escrupulosa fidelidad; y afianzado en el principio de que, no reconociendo ni guardando el gobierno español á los americanos ninguna clase de derechos, para hacerles la guerra, estaban ellos autorizados para no respetar ninguna clase de armas en su defensa, puedo decir:

La vida de la Patria se hallaba amenazada por un golpe de muerte, y yo era el encargado de su salvación. Los triunfos que habíamos conseguido sobre los ejércitos españoles en Chile y el Perú desde mi subida al directorio irritaron el furor del rey Fernando; y convirtiendo entonces su ira y sus venganzas contra la República Argentina, decretó su esterminio. Para realizarlo formó la mas fuerte expedición militar, que vió la Península destinada contra la América. Se sabe que pasaba de veinte mil hombres el ejército preparado en la isla de León al mando del general Odonell; y es demasiado público el empeño del gobierno español para el equipo y transportes de estas fuerzas destinadas al Rio de la Plata. Yo habia reunido todos los elementos, que podian ponerse en acción para nuestra defensa; y estaba bien satisfecho de que nuestros enemigos encontrarían la mas heroica resistencia al pisar nuestras playas; pero no bastaba esto á mis anhelos; yo quise a mi vez tomar también la ofensiva.

Instruido de la división de opiniones que la conducta poco liberal del rey Fernando 7.° habia producido entre sus vasallos, derramé proclamas por toda la Península, ofreciendo protección y fraternidad á los constitucionales: sus efectos fueron ventajosos. [1] Hice estender considerable número de patentes de corso ofreciendo premio por cada transporte del comboy español que fuese apresado, y las dirigí á todos los puntos de Europa y de América, en que consideré, que podrían tener empleo. Emprendí por fin la obra de insurreccionar el mismo ejército, que debia obrar nuestra ruina. Dn. Ambrosio Lezica negociante de esta ciudad fue encargado de dirigirse á su hermano Dn. Tomas, establecido en Cádiz, para iniciar sus relaciones con los gefes de aquel ejército. Sus contestaciones abrieron un campo risueño á mis esperanzas; y desde entonces se pusieron en juego los medios conducentes á este objeto. Los señores Dn. Tomas Lezica y Dn. Andrés Arguibel naturales de Buenos Aires y establecidos con crédito en la plaza de Cádiz fueron los agentes, que llevaron á su término aquella riesgosa empresa. Fueron facultados para invertir las sumas de dinero que fuesen necesarias; y autorizados para empeñar la responsabilidad del gobierno á todo lo que obrasen conducente al intento. La eficacia y destreza con que se manejaron apareció en el resultado. El ejército de la Isla de León se insurreccionó: la terrible expedicion que nos amenazaba se convirtió en daño del mismo que la formó: y la República Argentina se vió por este medio libre y triunfante de sus enemigos. ¡Honor eterno a los nombres de Lezica y Arguibel entre los amigos de la libertad!

Si hay quien pueda dudar de la exactitud de estos hechos, que lea la Memoria que escribió y publicó el general Quiroga uno de los primeros gefes de aquel ejército, y hallará comprobada la eficaz cooperación con que obró en aquella insurrección el gobierno de la República, y encontrará también que los auxilios de dinero dados por sus agentes facilitaron la ejecución de la empresa. Se encuentra también hoy entre nosotros el señor Dn. Guillermo Vitini, intendente general del ejército español, en la isla de León, que atestigua estos hechos; su testimonio es de privilegio.

Satisfecho de haber ejecutado cuanto estuvo á mi alcanze en bien de mi Nación y en daño de sus enemigos me había ya separado del directorio, cuando los señores Lezica y Arguibel dirigieron sus libramientos á cargo del señor Dn. Ambrosio Lezica por las cantidades que habian anticipado á consecuencia de las órdenes que este excelente americano les había dado, comprometiendo su propia responsabilidad en garantía de la del gobierno. Para legitimar este cargo se obró un expediente, en que el camarista Dr. Dn. Miguel Villegas dictaminó como asesor: el gobierno cubrió sus compromisos y reembolsó al señor Lezica. Se presentarían mas testimonios si fuera necesario.

Me queda la confianza de creer, que después de estos hechos que llenaron todo el periodo de mi gobierno ni el señor Everrett, ni ningún ser racional podrá conservar la idea de "mi venta á los agentes de S. M. C. cuando ocupaba el puesto de Director Supremo", sin una maligna obstinacion á resistirse al convencimiento de la evidencia.


  1. La insurrección de la fragata de guerra Trinidad, y de otros buques españoles que se pasaron al pabellón de la República.