Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres/Tomo I/Las leyes de la vida/IV

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PARTE IV.


LA RELIGION CIENTÍFICA Y EL CRITERIO DE LA VERDAD EN MORAL.

Así como los náufragos encierran en una botella y confian á las leyes físicas lo que quieren hacer saber para su salvacion, así los sabios de una civilizacion muy remota encerraron en las metáforas infantiles y confiaron á las leyes de la evolucion los conocimientos que querían conservar y hacer llegar hasta nosotros.

La historia del saber humano se pierde muy pronto si no se la escribe en caractéres indelebles. El agua de los torrentes que se precipitan del cielo como una peste mortífera, inunda con preferencia las cumbres de las mas altas montañas y hace desaparecer cuanto hay en ellas.

Dirijamos una mirada retrospectiva y fijémosla en la ignorancia de nuestros antepasados en linea recta desde tiempos remotísimos. Recordemos el furor incendiario de que estaban poseídos todos aquellos fanáticos de la Edad Media, en cuyas manos caian los libros heréticos, profanos ó incomprensibles. La consecuencia de tales excesos ha sido el hacer desaparecer casi todo cuanto podría servir para comprobar lo que la induccion sugiere respecto de la evolucion de la fé. Pero si la exuberancia de las ramas laterales ha ocultado completamente el tallo de la símpode, el dogma científico «todo es natural», nos da la aptitud de penetrar al través del follaje, hasta donde nadie ha penetrado en los tiempos modernos.

La religion católica, tomada al pié de la letra y superficialmente, es la mas absurda de todas las religiones; pero estudiada á la luz de la ciencia, es la obra del verdadero Dios. Ella ocupa la parte terminal, la cúspide de la símpode de la credulidad. No es la obra exclusiva de ninguno de los personajes que figuran en la Historia, como sus fundadores. Esos personajes no son sino sus.... no sé si decir reformadores ó deformadores mas notables. La religion católica, tal cual está hoy, es la obra lenta de la seleccion natural, en la lucha por la existencia de las ideas mas lógicas y adecuadas para explicar las leyes de la vida los que no las conocen objetivamente... ¡Intuicion!.... ¡Como si fuera posible decir en donde principia y en donde termina!

Nuestros conocimientos, lo mismo que los demás bienes, pueden ser adquiridos de dos maneras distintas: por donacion ó compra; es decir, indirectamente, y por trabajo propio, ó sea directamente de la Naturaleza.

Los conocimientos adquiridos indirectamente se obtienen con facilidad; pero tenemos que tomarlos tal cual se nos dan ó se cotizan en los estancos oficiales. Los adquiridos directamente cuestan mas trabajo, pero por eso mismo tienen la ventaja de fortalecer la inteligencia y de ser mas independientes y originales. Porque la inteligencia, como los demás órganos y como todo lo vivo, se atrofia por el desuso y se fortalece con el uso.

A medida que se fortalece la inteligencia, tanto más resistencia opone á esa avidez de credulidad que trae la precipitacion en aceptar las primeras hipótesis, el temor á los hechos contradictorios y la consiguiente estabilidad de las creencias.

A la avidez de credulidad deben sus nebulosas divagaciones los psicólogos sistemáticos, siempre unilaterales, pues exageran el valor de uno solo de los dos factores en la formacion de las ideas: el mundo exterior y el cerebro; el agente y el paciente. El filomorfismo tambien tiene una parte muy principal en la falta de precision y verdad de que adolecen los sistemas de psicología. Los filósofos sistemáticos encierran dentro de límites muy circumscritos, dándole un valor absoluto y un nombre distinto, á cada uno de los diversos grados de intensidad con que los variados agentes del medio afectan su sistema nervioso, y luego, combinando todos los factores, cada uno hace, como dice Binet, la teoría de su propia naturaleza.

El conocimiento de las leyes de la vida, he dicho antes, conduce directamente á algo muy análogo al misticismo. En efecto, ¿qué es intuicion? ¿Cuál es ó en dónde está el tabique que el filomorfismo supone existir entre la «vision de Dios», de los místicos, y una bala que penetra por el ojo hasta la sustancia gris?

El hecho siguiente dará una idea de la perfecta gradacion y continuidad que existen entre esos dos extremos: «Si se alumbra por una serie de chispas eléctricas un dibujo desconocido, un grabado, se nota que la percepcion de ese dibujo es muy confusa á las primeras chispas, pero va haciéndose de mas en mas distinta. La impresion producida sobre la retina es sin embargo la misma á cada chispa; pero cada vez la percepcion se completa y precisa, gracias al recuerdo formado en el espíritu por las percepciones precedentes.»

Tambien es necesario tener presente que los órganos de los sentidos son las terminaciones de los nervios, especializadas para recibir y transmitir á los gánglios las novedades del medio exterior. Son los aparatos periféricos, receptores, y que por medio de sus hilos telegráficos, comunican con los aparatos centrales. Los ojos transmiten las novedades luminosas; los oídos y las narices las del aire; el gusto y el tacto las de las superficies de los objetos. Pero cuando no es una novedad lo que ocurre en la luz, en el aire ó en las superficies, los sentidos, por lo mismo que son partes especializadas, «hacen poco caso» (antropismo) de lo ocurrido, y la corriente del parte telegráfico, que llamamos sensacion, llega al aparato central con muy poca intensidad, ó, si no, es recibida por el cerebro con la misma indiferencia. Indiferencia, pero nó carencia completa de lo que puede constituir una percepcion mas ó menos consciente.

No existe, pues, una línea de separacion entre la «vision de Dios» y el «conocimiento claro, sencillo, cierto, directo é inmediato de las verdades que el entendimiento alcanza sin previo razonamiento.» La «vision de Dios» ó lo que los místicos llaman «intuicion», no es sino la percepcion vaga é incierta, pero directa é inmediata de todo lo que el medio pone ante nosotros y ejerce accion sobre el cerebro, produciendo así las ideas mas ó menos claras y conscientes. Es una percepcion mas incierta, pero idéntica, por lo demás, á la que experimentan la lombriz de la tierra y otros seres que carecen de ojos, y sin embargo perciben la luz.

Lo mas sensible del organismo, ó, dicho con más propiedad, lo más sintiente, es el sistema nervioso. Lo mas sintiente del sistema nervioso, es los gánglios, y los mas sintientes de los gánglios son los que producen el pensamiento. En este órgano tan sensible es donde primero se manifiesta la accion de las leyes de la vida; primero bajo la forma de misticismo religioso, despues bajo la de sentimientos «morales», y, por último, como práctica—voluntaria ó intencional primero, é inconscientemente despues—de las leyes de la vida.

El éxtasis, como otros muchos fenómenos psíquicos, es conocido empíricamente desde mucho tiempo ha.

Sentir y pensar es gastar, eliminar, y eliminar es una de las dos propiedades fundamentales de la materia viva. Cuando lo gastado por lo que yo llamaría el cono cerebro-espinal, excede á lo asimilado, su poder para reaccionar, ó sea para resistir á los agentes de las sensaciones, disminuye en la misma proporcion y llega hasta provocar el sueño. Entonces, la falta de actividad de la parte inferior, ó mas trabajadora del cono (médula espinal) aumenta la proporcion del trabajo útil del cerebro ó parte superior y menos trabajadora del cono. La médula «duerme» siempre, mientras no se la excita a! trabajo, pero el cerebro continúa en vela, y su trabajo es tanto mas sutil cuanto mas tranquila está la médula. Como el centinela oye en el silencio de la noche los ruidos que no podría percibir durante las horas de bullicio; y en ese estado que llamamos éxtasis, así como durante el sueño, las acciones del medio exterior son mas perceptibles, y áun exageradas en el mismo orden de ideas del objeto de la atencion ó de las preocupaciones habituales.

Si con agua fría hacemos repentinamente una aspersion á dos personas, de las cuales una esté despierta y la otra dormida, veremos que la primera reacciona inmediatamente con una contraccion refleja; la segunda permanecerá impasible, pero, en cambio, soñará que se ahoga en una lluvia torrencial, en un diluvio.

Durante el sueño, la picadura de un mosquito da la sensacion de una ancha equimosis de forma circular, en cuyo centro hay una herida profunda, de donde torrentes de sangre manan con fuerza intermitente, como de una arteria. Cuando no hay tanta exageracion, sino simple aumento de sensibilidad, por la falta de resistencia cerebral, el individuo extasiado se sorprende de su inusitada penetracion de espíritu, y no creyendo sea el fruto de su propia inteligencia, ya por modestia, ya por estar acostumbrado á que todo le sea enseñado por otra persona, atribuye á un ser invisible y sobrenatural, lo que, en realidad, no es sino el resultado de una ley natural en su propio organismo: una intuicion.

¿Se dirá, por eso, que la concordancia de la religion católica, con las leyes de la vida, se debe exclusivamente á la correspondencia ó armonía que debe existir entre la Naturaleza y su accion sobre el cerebro humano? De ninguna manera. Si así fuese, la concordancia sería mayor, completa, tal vez. Porque la enseñanza indirecta es una imposicion de las creencias personales, mas ó menos estables del maestro, que mas bien detienen el progreso del saber, ó lo desvian del camino recto de la observacion directa, sea voluntaria, sea por intuicion inconsciente.

Cuando á un individuo se le dice explícita y sentenciosamente lo que él ya había visto como á la luz de una chispa eléctrica, ó á la escasa claridad de la noche, lo cree con mas ó menos avidez, áun sin la intervencion del hipnotismo, propiamente dicho. La persona que en realidad no hizo sino reforzar las ideas latentes, será objeto de grande admiracion; se le tendrá por un hombre extraordinario, por un «enviado divino» ó por un dios. Los antiguos sabios conocían esta ley psicológica, y supieron explotarla para enseñar su ciencia al pueblo.

Así como en Geología es hoy incuestionable que las fuerzas que han modificado la superficie de la Tierra son las mismas que obran actualmente, así tambien en Antropología es incuestionable que— dicho en lenguaje figurado—las fuerzas que han modificado la superficie de la Humanidad son las mismas que están actualmente en accion. En todos los tiempos ha habido, como hay hoy, dos clases de individuos: los curiosos por el estudio de la Naturaleza y los indiferentes.

Se calcula en 250,000 años, por unos, y en 600,000 por otros, la primera aparicion del Hombre; es decir, «del animal que hace sus herramientas», segun lo define Sir John Lubock. Por escaso que haya sido el deseo de explicarse el porqué de los fenómenos naturales, es indudable que su accion, durante tan largo tiempo, ha de haber producido sus efectos.

Desgraciadamente, cuanto más nos alejamos en la historia del pasado, tanto más escasos, borrados y confusos son los vestigios del saber antiguo, y tanto más difícil es el penetrar al través de los escombros y cenizas á que fué reducido por la ignorancia de las ramas laterales y de los torrentes invasores.

Pero no importa; el diagrama de la evolucion hace que sean muy valiosos los escasos indicios subsistentes, y los presenta como puntos de apoyo ó pruebas subsidiarias para la teoría de que la evolucion del saber humano se verifica en la misma forma de todas las evoluciones.

Si reconocemos el valor de ese diagrama y aceptamos lo que sugiere, veremos que el Egipto no fué la cuna del saber antiguo, y que cuando ese pueblo apareció en la Historia, su civilizacion estaba ya en decadencia.

El progreso, resultado de la misma ley á que obedece el fenómeno conocido bajo el nombre demasiado concreto y limitado de «fecundacion», es la manifestacion de una ley universal, de esas que se llaman mecánicas, tal vez por ser en las máquinas y aparatos donde sus efectos se observan con más claridad. Esta ley mecánica se expresa así: lo que se gana en rapidez se pierde en fuerza, y vice-versa.

Es un hecho reconocido que los niños, las razas y áun las especies mas precoces son aquellas cuyo desarrollo termina mas pronto y, por consiguiente, mas abajo en la escala de la evolucion. Lo mismo sucede en el desarrollo intelectual de la Humanidad. La vida, siendo mas activa en los países cálidos, el desarrollo intelectual de los pueblos meridionales ha sido mas precoz. En las latitudes setentrionales, por el contrario, los pueblos han conservado por mas tiempo, como conservan hoy, ese estado que llamamos infantil, durante el cual, el cerebro adquiere mayor desarrollo y poder, y con este, mayor aptitud para llegar mas arriba en su evolucion. De las continuas emigraciones é invasiones que en todas y de todas direcciones han tenido lugar en el Viejo Mundo, las efectuadas por los pueblos del Norte hácia el Sur, han sido de doble eficacia para el progreso intelectual. Primero, porque la convergencia de los dos elementos del progreso intelectual—actividad y poder, avidez é indiferencia—realizó, como realiza hoy, una verdadera fecundacion cerebral, y además, porque la mezcla de las ideas establece entre ellas la lucha por la existencia y el consiguiente triunfo de las más adecuadas.

La dificultad para distinguir entre los escasos y adulterados vestigios del saber antiguo, lo que en su orígen se dijo en sentido propio ó en el figurado, hace imposible el determinar el punto geográfico en donde tuvo lugar la convergencia y fecundacion del saber antiguo. Sin embargo, recordando lo que el sacerdote de Saïs dijo á Solon sobre la antigüedad del saber en Egipto, y las causas de su conservacion allí, se puede suponer fueron las corrientes que pasaron por ambas márgenes del Mar Negro, en direccion á la Persia, las que arrasaron la primitiva civilizacion.

El Génesis concuerda con la relacion del citado sacerdote. Segun ésta, los habitantes ilustrados de las ciudades fueron «arrastrados al mar por las corrientes de los rios ó torrentes de las aguas que se precipitaron del cielo». Los campesinos y pastores habitantes de las montañas, es decir, los conciudadanos de los sabios, fueron los que se salvaron. Segun el Génesis, «los herederos del pecado original», los recalcitrantes, perecieron ahogados por las aguas del «diluvio universal». El «Arca», construída y calafateada por Noé, ó sea la tradicion del saber, conservada y puesta bajo la forma de dogmas religiosos, fué la tabla de salvacion de todo lo que los descendientes de «Adam», los sabios, encerraron en aquella Arca. Pasado el diluvio, fué recogido por los hombres más eminentes por su amor al saber, es decir por «la alta montaña» puesto que Ararat ó Arartu, en lengua Caldea, significa «la alta montaña». (El Parnaso de los Griegos).

El sacerdote egipcio y los editores del Génesis nos dan una idea muy poco favorable de las tradiciones. Segun ellos todo cuanto la tradicion ha conservado del saber antiguo, es lo que se salvó del «diluvio» porque estaba bien en el «agua»: lo que los ignorantes pudieron conservar porque estaba bueno para ellos y que luego transmitieron á los demás pueblos ignorantes. Estos, tomando por base el sentido literal de la metáfora, hicieron cada uno una cosmogonía ó mitología, adaptada á su propia índole (Indios, Persas, Caldeos, Griegos, etc). A nosotros nos ha tocado en suerte la más completa y auténtica, pero así mismo muy desfigurada y heterogénea, si no en el fondo, por lo menos en sus detalles.

A mi modo de ver, el Génesis no fué en su orígen una cosmogonía; fué mas bien la teoría de la evolucion de la credulidad, puesta por Noé al alcance de los que no tenian la menor idea de sus leyes. Los colosales absurdos que contiene como cosmogonía, se transforman en profundas verdades si se le toma como la filosofía de la evolucion intelectual, puesta en lenguaje alegórico. Además, esos absurdos son incompatibles con el simple buen sentido que debemos suponer poseían los autores de una teoría cuyas patajes subsistentes son la expresion de la verdad puesta en lenguaje figurado. Considerado bajo este punto de vista, el Génesis no es una «Creacion». No hay en él nada de Cosmogonía, ni de Astronomía, ni de Física, ni de Geología, ni de Botánica, ni de Zoología. No hay mas que Etnogénia y Filosofía; y con respecto á nombres propios, en sentido propio, tan sólo el de aquello que no puede tener un nombre sustantivo bastante propio: Dios.

Partiendo del principio de que el Génesis es el orígen y la base de la religion católica, y considerando ser ambas la ciencia de la vida, puesta y conservada en lenguaje alegórico, voy á exponer algunas ideas tendentes á demostrar que el criterio de la verdad en moral, debe ser una religion científica, perfectamente de acuerdo con las leyes de la vida y con la religion católica traducida al sentido propio.

La moral, en lenguaje infantil ó metafórico, es el camino que conduce al cielo. En lenguaje propio, ó para los hombres, es el conjunto de las leyes biológicas á que obedecen los individuos que siguen el camino de la. evolucion.

Seguir el camino de la evolucion es, en lenguaje figurado, cumplir con el primer precepto del Decálogo: «amar al verdadero Dios sobre todas las cosas, ó sea acumular la fuerza que llamo el mínimo comun divisor, á favor de la cual el individuo contribuye al progreso bionómico (moral) de la serie de que forma parte.

«Amar á Dios sobre todas las cosas» es no detenerse ni desviarse del camino de la evolucion; es ser «virtuoso». Ser virtuoso es tener el deseo (mas ó menos activo) de ser bueno, pero no serlo aín, en virtud de una ley cuyo descubridor nos es bien conocido. Esta ley eminentemente evolucionista, se expresa así: cuando vamos en viaje es porque no hemos llegado. El que llega á ser bueno deja de ser virtuoso, porque obedece á las leyes biológicas, con placer, ó sea sin esa violencia que constituye la virtud.

«Amar á Dios sobre todas las cosas» es no imitar á «nuestro padre Adam».

¿Sabe el lector lo que hizo esa personificacion de nuestros antepasados en línea recta?

Probablemente no lo sabe sino en el sentido figurado del Génesis, segun el cual, Adam se dejó sugestionar indirectamente por el Demonio.

Voy á traducir todo eso al lenguaje científico; pero sólo para dar una ligera idea de mi teoría.

Debe tenerse presente que la metáfora es la sustitucion de una palabra por otra de análogo significado propio. Pero como esta analogía entre el significado propio de dos palabras no es del todo exacta, es imposible decir mucho en sentido figurado, de una manera siempre coherente y ajustada á todo lo que se quiere decir en sentido propio. A eso se debe, sin duda, el excesivo laconismo de los primeros capítulos del Génesis y de los antiguos dogmas religiosos. Los capítulos siguientes, á partir del X, empiezan ya á pecar por el extremo opuesto; pero con gran desventaja para poder hacer una paráfrasis exacta de su contenido. A medida que se refiere á lo sucedido en tiempos menos lejanos de los escritores, ó que, en tono de profecía, predicen lo que ya había tenido lugar, la buena voluntad de los que tomaron mucho de esas tradiciones en el sentido literal, y el deseo de coordinar y aclarar lo que les era incomprensible, hizo que se introdujesen muchos detalles de hechos reales y concretos. Con tal mezcla, no sólo se ha aumentado en esos capítulos la natural discordancia entre el sentido figurado y el propio, sino que tambien se le ha dado al conjunto mayor incoherencia y oscuridad.

A pesar de todo, el Génesis es y será siempre la historia menos desfigurada de la evolucion intelectual en los tiempos anteriores á la Historia; conservada en los santuarios de Egipto, bajo una forma alegórica ó mitológica, ensenada á Moisés y escrita muchos siglos despues de éste, en Palestina y para el pueblo Hebreo. Es semejante á los dramas ó á las novelas llamadas históricas, en los cuales los hechos reales se rodean de mil accesorios mas ó menos verosímiles, pero indispensables para mantener la coherencia, al mismo tiempo que se les hace mas asimilables para los lectores.

Empiezo mi traduccion parafrástica, diciendo que los primitivos autores del Génesis llamaron «un dia de la Creacion», á cada una de las x formadas por los cuadros del diagrama de la evolucion que se tocan por sus ángulos opuestos. En la forma siguiente:

A fin de ahorrar tiempo, sólo pondré aquí la traduccion. El original será fácil verlo en la Biblia

Fig. 36.

1° Vers. del Génesis. Desde que hay memoria, ya ha existido la divergencia completa entre los indiferentes y los ávidos de saber, y luego la perfecta convergencia de esos dos extremos.

2° Pero en ese punto de convergencia, la avidez de la inteligencia estaba informe y vacía, y la ignorancia dominaba en aquel abismo de tinieblas. Sin embargo, el deseo de saber existía latente en aquella masa de ignorantes.

3° Y produjo sus efectos, verificándose las primeras observaciones.

4° La consecuencia de esto fué la separacion y divergencia entre los ávidos de saber y los indiferentes.

5° A los unos correspondió el saber y á los otros la ignorancia; y así, del último ángulo aquel del primer cuadro, y del primero del siguiente, resultó la primera equis

6° En virtud de la misma ley, una gran distancia debía interponerse entre el punto de interseccion de la primera x y el de una nueva.

7° Así fué, en efecto. Entre el de la primera y el de la siguiente, medió un gran lapso de tiempo, y considerable distancia separó los individuos en que tuvo lugar la inferior, de los que pertenecían á la superior.

8° Y á esa diferencia entre los individuos y pueblos de distintas épocas por sus creencias, ó sea á la distancia entre ambos puntos de interseccion, se convino en dar el nombre de firmamento [1]. Con todo lo cual, del ángulo inferior y del superior se formó la segunda equis.

9° Las leyes de la evolucion trajeron así mismo la convergencia verificada anteriormente, y descollaron los ávidos de credulidad, ó sea lo que se llamó lo árido ó seco.

10. Al elemento «árido» diósele el nombre de Tierra, y á los indiferentes reunidos el de Mares.

11. Lo más crédulo estaba llamado á dar muy variados frutos, cuyos gérmenes habrían de perpetuarse, y así ha sucedido.

12. La credulidad dió frutos de pequeño valor los unos, y de grande los otros, todos los cuales se han transmitido á los tiempos posteriores.

13. Y de los dos ángulos del diagrama de la evolucion, opuestos por el vértice, resultó la tercera equis.

14 á 19. La cuarta equis aparece entre las demás, como la equis de las lumbreras ó «héroes». «La lumbrera mayor» fué tal vez un dios euhemerístico, cuyo nombre es difícil de determinar, pero que Mamaremos Ammon, el Zeus (Júpiter) de los Griegos. «La menor» la de la noche, sería acaso algun caudillo, algun antiguo Juan Manuel Rosas, que dominó, sostenido por las masas ignorantes y por medio de «las estrellas», ó esbirros suyos; lumbreras en las tinieblas. Probablemente se hace alusion á los individuos que en aquella época descollaron sobre los demás, los unos por sus buenas cualidades, los otros por su barbarie.

20 á 23. Todo lo contrario de la precedente fué la quinta época. Los hombres vivieron en apacible calma, amenizada por multitud de poetas de todo género, que daban pábulo á la exaltada imaginacion de sus contemporáneos.

24 y 25. En la sexta época aparecen los hombres cuyas cualidades intelectuales y morales los asemejaban ya á animales de carga, ya á reptiles, ó á bestias feroces.

Para el autor del Génesis, los hombres eran, como lo son hoy, de tres clases bien distintas: ignorantes é indiferentes, ó «Peces» que viven en el elemento neutro; poetas ó «Aves» que vuelan y viven en el aire, y sabios ó «animales terrestres.» De estos, los mas inferiores eran asimilados á los Reptiles, por considerarlos tan bajos como esos seres que arrastran todo su cuerpo sobre la superficie de «lo árido ó seco».

26. Y por fin nacieron los hombres susceptibles de perfeccionamiento intelectual, y capaces de llegar, en su evolucion progresiva,

Entrega XI

á dominar todas las demás razas humanas. Y no tan sólo á estas, sino tambien á todos los demás seres vivos, hasta los microbios. Siendo el hombre apto ya para el progreso intelectual, descubriría las leyes de la Naturaleza, cuyo conocimiento le daría un poder igual al del mínimo comun divisor, y, por lo tanto, sería, en eso, semejante á la fuerza que lo creó.

27. «Creó pues Dios al Hombre á imágen suya, á imágen de Dios le creó»; creólos de dos clases: varoniles, ó sea ávidos de saber, y femeniles, ó ávidos de credulidad.

28 á 30. Con tal combinacion de cualidades, bien se puede decir, en lenguaje figurado, que habían recibido la bendicion de Dios. Tenían además «el fruto de los árboles» ó sea las grandes ideas; la yerba verde» (sin semilla), ó sea las pequeñeces que no dan fruto alguno, era para aquellos cuya inteligencia, ó dormía, ó soñaba despierta.

31. «Con lo que de la tarde y de la mañana» se formó la sexta y última equis.

Esta época corresponde al principio de la Edad del bronce. «A la Edad de la piedra sucedió la de los metales, marcando para el género humano una era nueva, la era de su triunfo definitivo sobre el resto del mundo animado» é inanimado. Coincide con este progreso la aparicion del signo de la cruz swástica, como emblema sagrado, hácia el fin de la Edad del bronce, en los sepulcros del Cáucaso y del Norte de Italia.

Los capítulos II, III, IV y V del Génesis son una ampliacion retrospectiva de lo sucedido durante la última mitad ó ángulo de la sexta equis, ó sea, en el lenguaje figurado del Génesis, desde las doce del dia sexto hasta las doce de la noche del mismo.

Habiendo llegado el Hombre á ser, por su inteligencia, la semejanza ó el sustituto de la «inteligencia» que lo creó, ésta dejaba de ser el motor exclusivo del progreso intelectual. La razon, ese «soplo de vida», debía ser la guia de la conducta humana. La accion inconsciente del mínimo comun divisor dejaba, por lo tanto, de ser la única soberana. «Dios entró, pues, en reposo cuando hubo dejado bien acabadas las obras que creó»; cuando el Hombre tenia ya todo lo necesario para su perfeccionamiento: los hechos que la Naturaleza ponía ante él, y la inteligencia que debía guiar su razon hasta llegar á las doce de la noche del dia séptimo y siguientes.

Segun los versículos 5, 7 y siguientes del capítulo II, todo lo que puede servir para ilustrar al hombre, existía desde mucho ántes de que pudiera aprovecharse, porque no había aún quien supiera sacar el fruto de ello; no había hombres capaces de descubrir las leyes generales. El decir que «Adam fué hecho del lodo de la tierra: de tierra y agua», parece dar á entender que para el redactor del Génesis, la materia existe bajo tres fases primordiales: preorgánica, orgánica y postorgánica. Adam, ó sea el hombre perfectible, debía ser el que ocupa el centro matemático, ó «justo medio», entre las dos fases extremas (gaseosa y mineral, á la temperatura ordinaria) de que se compone la materia viva, ó si no, esa justa combinacion de credulidad é incredulidad, llamada prudencia ó, mas propiamente, agnosticismo.

La raza privilegiada se hallaba «en el Paraíso», ó sea rodeada de todo cuanto podía despertar el deseo de saber, y de favorecer la actividad de la inteligencia.

En medio de aquella multitud de conocimientos, y escondida por ellos, estaba «desde el principio», la símpode de la credulidad, ó «árbol de la vida» de la inteligencia, y además, ya existían los eternos principios de la Moral, ó sea «el árbol de la ciencia del bien y del mal».

La vida era fácil y se deslizaba dulcemente en una ininterrumpida série de inocentes y útiles placeres, tanto materiales como intelectuales.

Numerosos inmigrantes de todos los pueblos salvajes acudían al país de las delicias, atraídos por las ventajas de su clima y producciones; pero la raza privilegiada, que lo poseía, se mantenía pura de todo cruzamiento con los extranjeros.

Despues de un largo transcurso de tiempo, sucedió que una parte de la raza privilegiada cayó en la molicie. El vigor de su inteligencia degeneró rápidamente por falta de uso y se hizo ávida de credulidad.

Tanto los degenerados, como los que conservaron el vigor de su inteligencia, continuaron habitando el mismo país. Los últimos, sin dar importancia, ó sin apercibirse de la decadencia intelectual de los demás, continuaron uniéndose en matrimonio con los degenerados.

Capítulo III. Eran, empero, ciertos «ministros de Zeus» (en la teogonía egipcia, la serpiente Ceraste era el emblema de Ammon, ó Zeus) eran, digo, los mas astutos de todas cuantas serpientes había sobre la tierra, y dijeron á los mas ávidos de credulidad, y principalmente á las mujeres: ¿Por qué motivo no queréis creer todo lo que os enseñamos? A lo cual respondían: Creemos todo lo que nos decís, pero eso de que seáis los infalibles intérpretes de la verdad en Moral, ni pensarlo siquiera; somos agnósticos á ese respecto.

Sin embargo, los «infalibles ministros de Zeus» (Theus, Theos, Deos ó Dios) no desmayaron; continuaron sus trabajos de zapa, por medio de la enseñanza, hasta que consiguieron hacer caer en sus redes á los incautos, y retardar así el progreso del saber, principalmente en lo relativo á la Moral.

Lo sucedido despues, entre los ministros de Zeus y sus discípulos, es lo mismo que ha continuado sucediendo hasta el presente.

Si se estudia la causa fisiológica, el factor interno del progreso intelectual, se verá que es debida á la accion que sobre el cerebro masculino ejerce la asimilatividad de la mujer, dando, en la fecundacion, mayor vigor á la inteligencia varonil. Por consiguiente, esta mujer la que «quebranta la cabeza» de esa serpiente que anda siempre acechándonos por la parte que mas cerca de ella ponemos en nuestra marcha.

Dijo asimismo á la mujer: «Con grandes dolores de cabeza concebirás y parirás á Minerva, etc.

Y tú, Adam, si no trabajas (si no sigues la línea de resistencia)serás siempre un atorrante, pues no volverás al Paraíso.

Convencidos los hombres de que habían alcanzado á la suma verdad en Moral, cesaba de hecho su permanencia en medio de los bienes reales que ofrece la observacion ó estudio de la Naturaleza, de las obras del mínimo comun divisor; se sustraía de lo único que puede guiar á su inteligencia por la senda del progreso contínuo, é incurría en la «maldicion de Dios».

«Y desterrado Adam», colocó Dios el signo de la cruz «delante del Paraíso de delicias»; es decir, al exterior ó como principio, fuente ó razon fundamental de todo saber. El signo («querubín» significa emblema ó geroglífico) estaba «al rededor para guardar el camino» ó sea el diagrama de la evolucion, que conduce á la símpode de la credulidad y de la vida de la inteligencia. Teniía, dice el Génesis, una espada de fuego. Lo cual, traducido, concuerda perfectamente con el hecho de que el signo de la cruz, como todos los demás signos, mata tambien, como mató á los cristianos que adoraron y adoran la cruz: al signo, pero no á lo significado.

Los capítulos IV y V, aunque muy discordantes entre sí, dejan traslucir cierta comunidad de origen en la tradicion de los dos distintos editores á que los debemos.

Como no tengo la pretension de hacer ahora un estudio detenido de Paleosofía, me limitaré á decir que esos capítulos parece se refieren á diez generaciones sucesivas, dirigidas por otros tantos jefes, reformadores ó «patriarcas» de las distintas ramas nacidas de un solo tronco; es decir, siguiendo con preferencia la genealogía y las tradiciones de la raza semítica, en línea recta hasta el orígen del pueblo hebreo, dueño de esas tradiciones. De los que «habitarían en sus tiendas», ó sea de los que con ellos cruzarían su sangre, dicen muy poco esos capítulos.

Esa genealogía no ofrece de notable sino el «proceder» de Henoc (el iniciado, en lengua hebrea); su misteriosa «desaparicion», relativamente prematura y por haber seguido «en pos de Dios».

Un pueblo tan bien dispuesto para residir en el Paraíso; al que Dios traslada en la flor de su edad, muchos siglos antes del diluvio y sin decir á nadie á dónde se lo llevó, son datos muy interesantes, pero que ahora no puedo aprovechar.

El Capítulo VI dice que habiendo sido seducidos por la hermosura de las hijas de Eva, los depositarios del saber, ó «hijos de Dios», salieron á luz los «gigantes, esos valientes del tiempo antiguo; jayanes de nombradía», los cuales «amontonando montes sobre montes, trataron de escalar el Olimpo», porque fueron iniciados por sus padres en las ciencias ocultas, que luego divulgaron. Que el vulgo sabio hizo tal uso de los conocimientos científicos, que la iniquidad y corrupcion de los hombres llegó á su colmo. Tambien el libro de Henoch, considerado apócrifo, dice que los ángeles pecadores revelaron á las mortales las artes y las ciencias ocultas. «Habitaron con ellas, dice, y las enseñaron la brujería, los hechizos mágicos (y ¡cuán bien los han heredado sus descendientes!) las propiedades de las raíces y de los árboles, el arte de pintarse, el lujo, &, &; de modo que el mundo fué «corrompido».

Ya sabemos lo que sucedió despues, á las doce de la noche del dia séptimo.... el «diluvio universal», el verdaderamente universal, puesto que es la manifestacion de una ley universal y eterna, equivalente á la fecundacion. La ignorancia completa, ingénua y humilde de los pueblos infantiles y sanos, se sobrepone y fecunda á esa ignorancia parcial, presuntuosa y estable, que comunmente se llama hoy sabiduría, y que los antiguos simbolizaban en la serpiente. El cerebro humano está sujeto á la misma ley de la refecundacion. Tiene un desarrollo limitado en los individuos, y cuando ese desarrollo se acerca á su límite, el cerebro tiende á adquirir cierta consistencia que se manifiesta por la estabilidad de las creencias. Con la refecundacion, el cerebro humano va aumentando gradualmente su poder; de modo que cuanto más adelanta en su evolucion, tanto mas complicada y perfecta es la estructura que adquiere cuando llega al término de su desarrollo, y, por consiguiente, tanto mas precisas y completas son las observaciones que constituyen el saber, y tanto más generales las leyes que descubre.

Despues del «diluvio universal», Noé quedó en posesion de los mismos bienes que Adam había disfrutado en el Paraíso. Como eran ya muy numerosos los pobladores de la Tierra, é iban á aumentar en muy considerable proporcion, veia Noé, ó, dicho en lenguaje figurado, habló Dios á Noé de esta manera: «Ved que no haré mas diluvio universal, porque yo no hago absurdos; pero en cambio, aquí teneis lo que pondré para siempre, arriba de la cabeza de todos los seres vivientes.» Alzó la vista Noé y vió... no un arco-iris, sino uno de esos arcos que sirven para dirigir las flechas, y con el cual amenazaba Dios herir á todo aquel que faltara á sus mandamientos, violando las leyes de la vida.

Vamos ahora á continuar la traduccion y el análisis de los preceptos que forman la base de la Religion Católica.

El Decálogo, á pesar de las grandes precauciones tomadas por Dios en el Sinai para que no se perdiera ni pudiera alterarse en manera alguna, no se sabe hoy quien fué el escribiente, ni cómo ni cuándo fué escrito. Lo mas verosímil es que fué Moisés, sacerdote, ó, por lo menos, iniciado egipcio y demagogo israelita, quien lo ensenó de viva voz á su pueblo. Moisés, «hijo de Dios», ó sea iniciado en los secretos de los santuarios del saber, fué quien enseñó en el lenguaje infantil, tradicional desde Noé, los preceptos de la moral científica, adaptándola á las necesidades del pueblo de Israel. Ese pueblo salía de la esclavitud y se hallaba en estado de completa barbarie. Tal circumstancia y el hecho de haber sido adoptada la religion de Moisés por los demás pueblos bárbaros, hacen muy probable que los «mandamientos de la ley de Dios» hayan sufrido considerables alteraciones. De todos modos, hoy, á 3400 años de distancia en moral y en saber, y á pesar de todas las vicisitudes por que puede haber pasado el Decálogo, las circumstancias han cambiado. No sólo nos hallamos en mucho mejorescondiciones morales, «por más que lo nieguen los que no conocen las leyes de la vida», sino tambien en estado de comprender el verdadero sentido de lo que los «hijos de Dios» enseñaron al pueblo, y áun de descubrir las faltas de exactitud agregadas despues á las que eran inevitables en su orígen y lenguaje.

Lo último puede ser objeto de estudios interesantes; pero carece de importancia para establecer las leyes morales, por cuanto hoy son muy numerosos los «hijos de Dios» y entienden su lenguaje tan bien ó mejor que los primogénitos. Ellos pueden formularlos de nuevo con mayor precision y acierto que los antiguos sabios, y luego promulgarlos por intermedio de un presidente «infalible». De este modo, seria mayor aún la semejanza de la religion científica con la católica.

Lo que sí es indispensable ahora, es el hacer notar la correspondencia de los preceptos y dogmas religiosos, tal cual están hoy, con las leyes de la vida, para demostrar así que la religion católica es la Bionomía antigua, puesta por los «hijos de Dios» al alcance de los «hijos de Eva».

En el Capítulo XX del Exodo se verá que los «mandamientos de la ley de Dios», tal cual los ensena la iglesia católica, son un compendio muy conciso de los preceptos de la «alianza», ó condiciones impuestas por Dios para seguir el camino de la evolucion. Hoy, las circumstancias de la vida exigen, por el contrario, una explicacion detallada de los «preceptos divinos», á fin de que los voltairizados se vean obligados á reconocerlos como verdaderamente científicos.

Yo soy el mínimo comun divisor tu Dios, que te ha sacado de la esclavitud de las creencias estables. [2]

No harás escultura ni retrato alguno de los grandes sabios ni de nadie, para rendirle culto, como autor de lo que solo yo soy capaz de hacer; yo el fuerte, el Zeloso, que trasmito por herencia, y castigo la maldad de los padres en los hijos hasta muchas generaciones; de aquellos, digo, que no siguen el camino de la evolucion, observando las leyes de la vida; y que premio, dando la perfeccion y la vida eterna á los que lo siguen.

No tomarás el nombre del mínimo comun divisor, tu Dios, en vano, y mucho menos para hacer mal. 1° Porque sois antropistas, y Dios no es un hombre; porque sois filomorfistas, y el mínimo comun divisor no tiene forma alguna; y 2° Porque es tan malo el violar un secreto, arrancándolo por medio de la sugestion hipnótica, como por el temor que infunde el terrible Dios antropomorfo de Israel; temor que pone á la víctima en la misma alternativa de aquel á quien se le exigía la bolsa ó la vida. Debeis, pues, abolir el juramento, porque tal medio es inmoral.

Acuérdate de dedicar una parte de tu tiempo al estudio de la Naturaleza, para que conozcas las leves de la vida, y sepas cuál es el camino del bien. «No sólo de pan se mantiene el hombre, sinó de la palabra que viene de Dios.» Y deja que así lo hagan tambien tus dependientes, mientras rezan tu mujer y tus hijas, y descansan los que tiran el arado.

«Honra á tu padre y á tu madre, para que vivas largo tiempo y seas feliz en la Tierra que te ha de dar el mínimo comun divisor, Dios tuyo.»

Este precepto es de primordial importancia, pues es un resúmen de todos los demás. «Honrar á sus padres» es ser tan bueno ó mejor que ellos. Los antiguos sabían que la vida es eterna, porque se trasmite de padres á hijos, y sabían tambien que puede contitinuarse indefinidamente, mientras no se la corte por trasgresion de sus leyes. A este respecto, existen, ante el mínimo comun divisor, dos clases de faltas ó «pecados: veniales y mortales.» Los indivíduos mas atrasados en la escala de la evolucion, son aquellos cuya descendencia debe recorrer mas largo camino, antes de llegar á la perfeccion, y, por consiguiente, están mas espuestos á los «pecados mortales»; es decir, á incurrir en las faltas biológicas que llevarán á la extincion completa ó «muerte eterna» de la série de que forma parte.

Así como innumerables especies han desaparecido en épocas mas ó menos remotas, despues de haber llegado al apogeo de su vigor, así tambien debe suceder con la humana especie, y áun es de creer que su desaparicion tendrá lugar casi repentinamente; es decir, en muy corto número de siglos. Actualmente tenemos muchos ejemplos de familias que se extinguen completamente.

Lo que en estas familias se verifica de una manera muy notable, sucede menos visiblemente en otras muchas, y con sólo diferencias de grado. La accion perniciosa aumentará ó disminuirá segun sean las resultantes de los vicios ó de las virtudes biológicas de los cónyuges en la série de los matrimonios.

Si mezclamos dos líquidos de distinta densidad ó de color diferente, veremos que una y otra de las mezclas serán las resultantes de las densidades ó colores de los líquidos que mezclamos. Este fenómeno es el efecto de una ley universal, y seria interminable el hacer una relacion de los innumerables casos en que se observa los resultados de esta ley. Baste decir que hasta las modas se deben á ella. En los casos de mezcla de propiedades que se combinan, como la de los líquidos citados, al fenómeno observado se le puede dar el nombre de difusion recíproca, para distinguirla de la difusion, propiamente dicha, á que corresponden los demás casos, tales como las modas, el mimetismo y todos los demás fenómenos de acomodacion al medio. A estos últimos se les puede llamar, simplemente, difusion, porque no hay en ellos combinacion recíproca de propiedades, sino trasmision de una ó mas de ellas.

En los hijos se verifica una difusion recíproca, porque las cualidades de los padres ó se mezclan ó se combinan. Tambien se observa la difusion recíproca entre los individuos que viven en contacto social, y ha dado orígen á los proverbios como el de «quien con lobos anda, á ahullar aprende

La difusion recíproca puede ser ó favorable ó contraria al progreso; pero sólo la seleccion natural es lo que puede decidir respecto al resultado bueno ó malo de la mezcla. Nosotros no siempre podemos anticipar un juicio acertado, porque hoy no conocemos sino un corto número de las cualidades y acciones verdaderamente buenas, y áun estas mismas no son conocidas por todos. Sería indispensable hacer un estudio muy detenido de las leyes de la vida, para poder acertar en la eleccion del individuo con el cual se debería hacer la mezcla.

Para la eleccion de cónyuge sería muchas veces en vano el dictar leyes artificiales, contra las naturales que llevan á cada individuo tras un ideal distinto, no siempre alcanzado y muchas veces contrario al progreso bionómico de la descendencia. Sería imposible hacer obedecer siempre las leyes reglamentarias del precepto de «honrar padre y madre». La seleccion natural es lo que puede decidir «cuáles de los llamados serán los elegidos».

Menos difícil y de resultados más inmediatos sería el establecer reglas de conducta para evitar la difusion recíproca de malos resultados, entre los indivíduos de una misma sociedad. Sólo hay de por medio un obstáculo que el filomorfismo hace difícil de vencer.

Decir que todos somos iguales ante Dios, porque todos somos hijos suyos, es tan abstracto, que, sin una explicacion aclaratoria,, es como no decir nada. Pero deducir de ahí que todos los hombres son biológicamente iguales, es lo mas contrario á la verdad, al progreso moral y á todos los mandamientos del mínimo comun divisor. La sociedad es un conjunto de individuos, lo mas heterogéneo que imaginar se pueda; pero al cual el filomorfismo ha dado una falsísima apariencia. El filomorfismo, combinado con, y favorecido por, la seleccion natural, ha obrado durante tanto tiempo y en tantísimas generaciones, que hoy las apariencias exteriores, la superficie moral del individuo, sirve para formar juicio del verdadero rango biológico de cada uno. De ahí que ya no sea la violencia el único medio de obtener lo que se quiere; la astucia es el sustituto preferido, por cuanto es el tolerado y áun autorizado y protegido por las leyes humanas.

Para el mínimo comun divisor, nada valen las apariencias. Ante él, los indivíduos, todos, están colocados en una línea cuyos extremos son: la nobleza y la plebe. Pero no las del traje, la del dinero, del talento, del saber, de la cultura exterior, etc., sino la nobleza ó la plebe bionómicas: las de los sentimientos. Segun sea la resultante de estos, buena ó mala, con respecto á las leyes biológicas, cada individuo ocupa fatalmente su rango, alto ó bajo, en la escala de la evolucion. Las apariencias nada valen si son falsas; y por eso se dice, en lenguaje religioso, que «para Dios no hay nada oculto.»

Los efectos de la difusion recíproca entre los indivíduos de la nobleza, con los de la plebe, son malísimos para los primeros y de ningun valor para los segundos. La plebe gana y sube en la apariencia; pero la nobleza pierde y desciende en realidad. Sus fuerzas morales, su adelanto bionómico, vienen á quedar malogrados por la influencia perniciosa de la plebe.

Yo creo que el ensueño de los socialistas sería realizable si el filomorfismo permitiera reunir un número suficiente de la nobleza bionómica, para formar la asociacion. Se hará al fin, pero ha de pasar mucho tiempo ántes de llegar á ese ideal. Para ello, es necesario que la vida sea aun más difícil de lo que es actualmente. La traicion debe perfeccionarse más: el individualismo ó «egoísmo» como se le llama, debe aumentar hasta llegar á un extremo que haga sentir mucho la necesidad de la union y division del trabajo entre individuos capaces de cumplir fisiológicamente sus deberes, y que estén libres de la tendencia á esa obesidad ó mas bien degeneracion grasosa, llamada riqueza. Si los que estudian la fisiología se sirvieran en sus investigaciones del antropismo invertido y del estudio de los animales inferiores, no sólo se descubriría mucho que todavía no se sabe de esa ciencia, sino tambien se vería que, bajo el punto de vista biológico, lo «moral» y lo «inmoral» no es sino adelantado ó atrasado, fisiológico ó patológico.

Así como la Tierra atrae los cuerpos de que está formada; que al mismo tiempo la Luna es atraída por la Tierra, ésta por el Sol, y el Sol con sus satélites, por un cuerpo central, desconocido para nosotros, así tambien los órganos del individuo, los miembros ó componentes de la familia, los de la sociedad, de los Estados y de la Humanidad, están todos sometidos á la misma ley de la atraccion, y tambien se atraen simultáneamente, pero en razon inversa de las distancias que los separan. Por eso me parece el socialismo una utopia del todo irrealizable mientras no se consiga reunir, por medio de una religion científica, los individuos de la nobleza bionómica, de familias distintas, y sacando de su «estabilidad por impulso excesivo» á los que tomaron al pie de la letra las metáforas infantiles de la religion sobrenatural. Pero sería necesario prescindir completamente de ese Sol bionómico ó gran parásito que se llama Estado, en el cual las ventosas de los parásitos están representadas por innumerables empleados, inútiles en una sociedad moral, y necesarios sólo donde predomina la plebe. Las constituciones escritas y todas las leyes artificiales son los supletorios preliminares de las leyes biológicas á que obedecen espontáneamente los individuos de la nobleza moral. Esa es, sin duda, la pesadilla de los anarquistas; brutal como son todas las verdades cuando empiezan á germinar en los individuos ignorantes de las leyes de la vida. Lo que los anarquistas pretenden establecer, sin saberlo, no es la anarquía (a, sin; [n, eufónico]; arche, autoridad), sino la autosinarquia (autos, por sí mismo; syn, union, armonía; arche, autoridad); ó sea el gobierno autónomo y armónico de todos los individuos que componen la sociedad, es decir, una etocracia: una Eutopia realizable, en vez de una Utopia imaginaria como las de Platon, Morus, Campanella y demás filomorfistas que no tomaron en cuenta los efectos de la difusion recíproca.

A la accion ó á la falta de la difusion reciproca deben los distintos pueblos su progreso ó su estabilidad. El «pecado de Adam» es original; y sería contínuo si las «redenciones» no lo hicieran intermitente con intérvalos de mayor ó menor duracion. Es original, porque las creencias, como todo, caen en la estabilidad cuando les falta la suficiente fuerza propulsora. La intermitencia es un privilegio bionómico de los individuos y de los pueblos redimibles. La redencion consiste en la sustitucion de una creencia estable, por otra menos estable. Cristo fue un redentor cuya religion contenía el germen de su inestabilidad, en la multiplicabilidad indefinida de los «miembros de Dios.» Y es redentor todo el que coopera á la sustitucion de una creencia estable. Pero el verdadero redentor es El Zeloso; el mínimo comun divisor (véase Isaías, Cap. XLIII), que por medio de la fecundacion confiere al cerebro adámico mayor desarrollo y más perfecta estructura, á favor de la cual puede hacer observaciones más precisas y completas, ó sea más paralelas á la verdad.

Lo malo de los redentores en comision es que pretenden y aseguran decir toda la verdad, con lo cual viene á ser cada uno un nuevo ejemplar de la misma especie de la serpiente que tentó á «nuestro padre Adam.» Pero, como lo hemos visto al tratar de la intermitencia en el cambio de las formas, es una ley «divina» que el progreso no sea semejante á un plano inclinado, sino á una escalera, en cada uno de cuyos escalones permanecen por mas ó menos tiempo los individuos y los pueblos sugestionados por el último redentor. Para que el progreso fuese contínuo como un plano inclinado, seria necesario entenderse directamente con el verdadero redentor, con El Zeloso, estudiando sus leyes en la Naturaleza, y sin excluirnos de esas leyes, teniéndonos por seres sobrenaturales. Pero la difusion recíproca detiene ese progreso, encadenando á los adelantados con los atrasados, hasta una nueva redencion, la cual se verifica con gran escándalo de los retardatarios, porque sin escándalo no puede haber progreso.

El precepto de «honrar padre y madre, para poder vivir largos años que ha de dar el Señor Dios nuestro», se puede interpretar del modo siguiente: Evitad la difusion recíproca entre indivíduos inferiores por su rango bionómico, á fin de que no se trasmitan ni á vosotros ni á vuestros descendientes, ni sus creencias y conducta, ni sus inclinaciones ó cualidades contrarias á las leyes del progreso bionómico. Las creencias y la conducta bionómicamente malas pasan directamente de un individuo á otro, por medio de las relaciones sociales, principalmente entre los niños y jóvenes. Las malas inclinaciones se trasmiten á los descendientes en la union conyugal con un individuo de familia que por sus vicios bionómicos se halla en decadencia; es decir, en la pendiente de su extincion, ó «muerte eterna».

El sexto mandamiento del Decálogo sintetiza este precepto biológico en tres palabras: «No cometerás adulterio.» Los judíos que, por no haber creído en el Mesías, quedaron en un escalon mas abajo que los cristianos, exageraron este precepto y continuaron observando la ley de Moisés, que prescribe el incesto etnológico, ó sea el no contraer ni matrimonio ni relaciones morales sino con individuos de su misma raza ó religion, y esta endogamia tan rigorosa, ha sido la causa de que hayan conservado hasta hoy sus antiguos defectos étnicos. Si se estudia el desarrollo de todos los organismos, se verá que la endogamia es contraria al progreso biológico, con mas seguridad que el adulterio. En éste, la seleccion natural puede ser, hasta cierto punto, una garantía contra la decadencia; pero la endogamia lleva siempre, en mas ó menos tiempo, á la extincion de la vida. En el individuo metazoario, como en los infusorios, la endogamia de las células á cuya multiplicacion debe su crecimiento y vida, traen ese agotamiento completo de la fuerza vital recibida en la fecundacion, agotamiento que llamamos senectud.


Actualmente se hallan divididos los sabios, defendiendo dos, opiniones opuestas, pero igualmente acertadas. (Esta unilateralidad de opiniones en los sabios, es de lo mas comun; sabio y unilateral parece que son sinónimos.) Los unos aseguran que los caractéres adquiridos por los padres son heredados por los hijos. Los otros sostienen que los padres no trasmiten sus cualidades individuales á sus descendientes, y que hasta los caractéres considerados como nuevos no son sino una reaparicion de particularidades que existieron en los antepasados y que reaparecen despues de un cierto número de generaciones, en cuyo plasma germinativo se han trasmitido en estado virtual. [3]

Fundándonos en estas opiniones, hijas de la observacion de hechos positivos, podemos creer que las cualidades ó caractéres reaparecidos pueden ir acumulándose hasta volver á reunirse todos los que la difusion recíproca había separado en los matrimonios intermedios. Sucedería, en este caso, que los vivientes seríamos la reaparicion de los que existieron en épocas remotas, y que dejaríamos de existir sólo por algun tiempo, para reaparecer despues, en un nuevo ciclo.

Como el número de individuos es hoy mayor que antes, se puede suponer sea el excedente actual los individuos que han de desviarse del camino de la evolucion: los «condenados á la muerte eterna», que no reaparecerán por haber faltado á las leyes cuya observancia es indispensable para hacer contínua la vida.

¿Quién podrá asegurar que el «bello ideal» en el amor no sea una reminiscencia ó vago recuerdo del ser amado en una vida anterior?

¡La memorial Hé ahí una palabra de puro y franco filomorfismo. La memoria, abstracta y biológicamente considerada, no es sinó cierto grado de intensidad de las acciones del medio, sobre lo más sensible del plasma personal. Lo que se llama «memoria», es decir, el recuerdo, no puede ser sinó una ligera modificacion estructural, debida á un residuo orgánico, dejado por el gasto verificado en el cerebro por los agentes de las sensaciones; pero que no se elimina como la úrea y el fósforo. Estas modificaciones, no siendo bastante profundas ó «materiales», desaparecen completamente en el óvulo y en el embrion, como desaparecen la sílice y el carbonato y el fosfato de cálcio, y solo persistirán cuando sean reforzadas por su repeticion en las generaciones subsiguientes.

Como en la Naturaleza nada se repite con unos mismísimos detalles, sería imposible se trasmitiesen, como recuerdo, todos los detalles característicos de las personas con quienes estuvimos en relacion en la vida pasada. El «recuerdo» desaparecerá, sí, pero en cambio, tendremos el equivalente compensatorio, en una mas vehemente atraccion hácia el tipo ideal de nuestro amor. El equivalente compensatorio será una transformacion del recuerdo transmitida por medio del plasma germinativo en la série de los descendientes.

Pero apresurémonos á volver á ocuparnos de los indivíduos que han formado y forman el excedente sobre los de una existencia anterior. Ocupémonos de la suerte de tantos seres queridos que perdimos ó perderemos antes de que pudieran ó puedan cumplir todas las leyes de la vida.

Segun la doctrina cristiana, hay dos «infiernos» distintos: «el limbo de los justos» y «el lugar de los condenados». Además, no es el cuerpo sino el alma, lo que «se condena»; es decir, no es el plasma personal, sinó el germinativo, el que desaparece para siempre de la faz de la tierra. Las leyes de la vida están perfectamente de acuerdo con estos dogmas religiosos.[4]

Todos sabemos que en la Naturaleza nada se crea y nada se pierde. Todo lo que aparece de nuevo, ó desaparece, no es, en realidad, sino cambios de forma de la materia: transformaciones de la fuerza universal y eterna.

Sabemos tambien que los infusorios se reproducen dividiéndose en dos que se separan completamente el uno del otro; pero á medida que la refecundacion va aumentando en ellos el amor, así tambien va estrechándose mas y mas la union de los hijos con los padres y entre sí, hasta que al fin todos vienen á quedar unidos, formando primero una familia y luego un solo individuo, tan diferente de un infusorio, que sin el conocimiento de las leyes de la vida, nadie sería capaz de descubrir el orígen de él.

Sabemos, además, que esa manera de verificarse la evolucion de la vida, no es exclusiva á los infusorios, sino comun á todos los animales. La sola diferencia consiste en que cuanto mas adelantados son, tanto mayor es el tiempo necesario para la acumulacion de la fuerza requerida para verificar el cambio ó transicion de una forma simple á otra compuesta. Por consiguiente, no siendo el Hombre una excepcion aberrante, sinó una de las especies comprendidas en el órden inalterable de las leyes de la vida, tambien debe ser él una forma de transicion, precursora de otra, compuesta de partes equivalentes cada una á un miembro individualizado de una familia.

Ahora bien; si admitimos la posibilidad de una reacumulacion de las particularidades individuales, separadas por la difusion recíproca, debemos admitir tambien que los seres queridos que perdimos, volverán á aparecer en el mismo órden de su genealogía. Los miembros de la misma familia, pero que siguieron observando todas las leyes de la vida, recorrerán un nuevo ciclo de la evolucion, y al llegar en él á un punto dado, encontrarán ó, mejor dicho, volverán á procrear los mismos individuos que, por haber faltado á una de las leves de la vida, quedaron detenidos ó «condenados» á lo que la religion llama «el limbo ó infierno de los justos.»

Estos «condenados» han estado «esperando el santo advenimiento,» ósea su turno en el ciclo de la evolucion de la vida, y vuelven á entrar en él, completamente purgados del pecado, causa de su condenacion. El pecado cometido fué la falta de desarrollo de su plasma germinativo, por cuya falta murieron sin dejar sucesion. Pero como la familia ó, mas bien, los padres del nuevo organismo de que entran á formar parte, traen de abolengo un plasma germinativo excelente á toda prueba, será éste el único continuador de la nueva vida: será el «alma» que efectuará la «resurreccion de la carne, tomando los mismos cuerpos que ántes tenían.»

Es indudable que un organismo en el cual estén reunidas todas las aptitudes para asimilar, separadas hoy en los numerosos individuos que componen una familia, poseerá un poder suficiente para vencer todas las resistencias del medio. En este caso, la estructura de los antepasados, adquirida por y para la lucha por la vida, irá desapareciendo en los descendientes, por falta de uso, ó si no, el primer individuo de esa clase que aparezca, será, desde el principio, de una forma y estructura muy diferentes de las de los antepasados.

Esta hipótesis tal vez parecerá aventurada, principalmente á los que persistan en creerse fuera de las leyes generales de la vida. Pero son tantas y tan completas las transformaciones mas ó menos repentinas, que tienen lugar en las demás especies, que nada, absolutamente nada de extraño sería ocurriese esa en la humana. Al contrario, sería solamente un fenómeno tan comun y regular en los demas seres, como inesperado y de grandes consecuencias para nosotros. Se habrá llegado entonces á un estado comparable en todo y por todo á lo que la religion llama «el Paraíso celestial,» ó la gloria eterna.» Estaremos íntimamente unidos á los seres mas queridos en la pasada existencia. Habremos alcanzado nuestro mas bello ideal, «por la gracia de Dios» y en premio de nuestra moralidad y valor en la lucha de la vida. Compárese con esta la teoría de San Pablo, sobre la resurreccion (Epístola primera á los Corintios; Cap. XV, ver. 35 y sigtes.)

Recapacitando sobre todo lo dicho hasta aquí, el lector verá que el Credo, enseñado como símbolo de la fé cristiana, se puede interpretar con toda propiedad y de acuerdo con los hechos expuestos, del modo siguiente:

Creo en el mínimo comun divisor, principio y creador todo poderoso y por sí solo de todo cuanto ha existido, existe y existirá. Creo en Jesús, Cristo y único «hijo de Dios,» señor de toda la cristiandad; cuya doctrina y saber, ó sea lo que hizo de él el Cristo («ungido»), fué concebido por obra y gracia del «Espíritu Santo,» nació de la Siempre Virgen y fué muerto y sepultado; que padeció debajo del poder de los intolerantes y fanáticos; que fué mandado crucificar por uno de los que no pueden tener conciencia; que «descendió á los infiernos» para sacar del olvido á los santos padres de la ciencia antigua, que estaban «esperando su santo advenimiento.» Algun tiempo despues de su muerte, renació á la Historia, ascendió por sus propios méritos al rango de dios, en donde ocupa el lugar preferente entre los demás redentores. Como perteneció á la mas pura nobleza bionómica, reaparecerá en la série de sus descendientes y juzgará á los vivos y á los muertos. Creo en el Espíritu Santo; en que la católica es la única religion, propiamente dicha; en la comun union de los que estudien y practiquen las leyes de la vida; en que la mayor parte de los vicios bionómicos desaparecen en la série de los descendientes; en la reaparicion de los antepasados y en la vida perdurable de los que observen siempre las leyes de la evolucion. Así es verosímil.

Segun la Doctrina Cristiana, el Credo fué obra de todos los apóstoles; por lo cual los veintidós artículos de que consta se cuentan sólo por doce, para hacer concordar su número con el de los apóstoles. Cristo era el décimo-tercio en aquella congregacion y por consiguiente ocupaba en ella el fatídico número 13.

Es muy probable que exista alguna inexactitud histórica respecto al origen del Credo, y sea, por lo menos la mayor parte de él, la obra directa del mismo Jesús. Los apóstoles eran incapaces de formular abstracciones de aquello cuyo espíritu ellos mismos no pudieron penetrar [5]. Mas verosímil es que Cristo les hizo lo aprendieran de memoria durante el tiempo que permaneció entre ellos, antes de su muerte real, ó «ascension á los cielos.» De otro modo, es inexplicable la concordancia de los artículos de la fé con las leyes de la vida. Eliminando del Credo lo que ha sido interpolado respecto á la Iglesia católica, su concision y exactitud revelan en su autor muy profundos conocimientos de las leyes de la vida, y si lo dicho en él se toma como expresado intencionalmente en sentido alegórico, se encontrarán muy razonables las apreciaciones que Jesús hacía de sí mismo en aquellos artículos que pueden ser reputados como auténticos, y nada se hallará que autorice á ver en Jesús un atacado del delirio de las grandezas.


El lector juzgará del valor de mis teorías sobre la religion, y del de mis afirmaciones respecto al criterio de la verdad en Moral, teniendo presente que las teorías y afirmaciones son tanto más contrarias para llegar á la verdad, cuanto más conformes parecen estar con ellas, pues tanto más nos seducen, y en este caso hacen lo mismo que la serpiente del Paraíso, eterna enemiga del Santo Espíritu de libre investigacion. Por otra parte, las leyes de la vida están hoy al alcance de todo aquel cuya satisfaccion sea el establecer un grano de experiencia para el bien de la Humanidad. Nuestro placer debe ser el trabajo; nuestra esperanza, llegar al término de la evolucion.




  1. El «firmamento» es «la bóveda sólida que contiene la masa de las aguas, hasta que Dios quiera abrir las cataratas que les dan salida.» Los sacerdotes egipcios no eran tan ignorantes para decir tal cosa en sentido propio.
  2. El Exodo, en su mayor parte, es una alegoría.
  3. A la reaparicion de caractéres propios de otros seres inferiores se llama atavismo. Podremos formarnos una idea exacta de su orígen, ó causa á que se debe, si borramos las líneas de separacion establecidas entre la especie y el tipo.
  4. Entre las leyes de la vida y los dogmas de la religion católica, relativos al infierno, hay sin embargo una disconformidad que el lector debe tener presente. Esta disconformidad proviene de que los tormentos del infierno católico son una innovacion hecha por los evangelistas; los cuales ignoraban por completo las leyes de la vida, cuyo conocimiento requiere cierta preparacion. El infierno del Antiguo Testamento, el shôél de los hebreos, significa simplemente la tumba, la region de la muerte, «el invisible estado de los muertos», etc. El mismo significado tiene la antigua palabra griega hadés, en la que fué traducion á esta lengua; pero ni en uno ni en otro idioma sugiere idea alguna respecto de la felicidad ó desdicha de los «condenados» ó que moran en el infierno eterna ó temporalmente.
  5. El autor de la Epístola á los Hebreos no era uno de los doce, ni su discípulo San Lúcas tampoco.