Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres/Tomo I/Munaysapa

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MUNAYSAPA.[1]

LO QUE DICE UN FRAGMENTO DE VASO CALCHAQUI


(Apuntes arqueológicos, II.)

Restauracion: Vaso ventricoso, de radios isométricos, compuesta de dos zonas unidas por su base mayor, labio angosto liso, resto de la zona superior con 48 figuras, 24 superiores como , y 24 alternas entre aquellas, así: (⊤⊥⊤⊥⊤) formando una banda; cada una con 7 ú 8 líneas transversales, puntuadas; zona inferior lisa; diámetro de la base de asiento igual á un tercio del vientre ó circunferencia ecuatorial. Color negruzco, superficie lustrosa.


Medidas
DEL VASO RESTAURADO
Diámetro de la boca 136 mm.
Diámetro" ecuatorial 157 mm."
Diámetro" de la base 053 mm."
 
Sobre la proyección vertical:
 
Altura de la zona superior 28 mm. =70
(Altura" del labio 4 mm.)
Altura" de la zona inferior 42 mm."
Altura media de las 14 mm."
Radio de la zona superior 80 mm.
Radio" de" la" zona" inferior 88 mm."
Angulo central de la zona superior (entre 10° y 31° del hemisferio superior) 21°
Angulo de la zona inferior (entre 27°30' y 72°30' del hemisferio inferior) 45°
Angulo del casquete inferior ó base 35°
Medidas
DEL FRAGMENTO
Porción del borde: arco 49°
(La cuerda del heptágono =51°25'+)
(La del octógono = 45°)
Porcion del vientre: arco 86°30'
Porcion de la base: arco 48°
Espesor medio del anillo superior 3 mm.
Espesor en el medio del inferior 5 mm."
Distancia del arco de la boca al ecuatorial, en proyeccion horizontal 10 ½ mm."

A principios de Octubre de 1891, y de regreso de la Provincia de Catamarca, donde había permanecido tres ó cuatro meses, mi excelente primo y compañero de viaje por Curá-Malal (1883), Paraná (1884) y Misiones (1886), Carlos Rodríguez Lubary, me trajo algunos fragmentos, de barro cocido, de tiestos calcháquis, recogidos por él mismo en Andalgala, Valle de Santa María.

Esos fragmentos, en su mayor parte, ó casi todos, podían compararse con aquellos procedentes de Quilmes, de que hice mencion en un trabajo anterior, publicado en esta Revista, bajo el título de «Restauracion de vasos» (T. I. p. 57). Sólo un cacharro venía completo en el sentido vulgar, aunque en tres pedazos, y ese, y los otros fragmentos, así como la mayor parte de mi extraño museo arqueológico, serán descriptos por Ambrosetti, á quien los he entregado con verdadero placer, para que lleve á cabo tal obra de su gusto, y porque, en su modus operandi, encuentro algo del mio, ó, mas bien, de alguna escuela que permite decir las cosas mas sérias de un modo que no lo parece.

Esto no impide, sin embargo, que compruebe mis afirmaciones del trabajo aludido, aplicando, alguna que otra vez, los elementos de pesquisa que en él propuse. Por esta causa, he elegido, entre muchas, una pieza realmente interesante, porque, siendo un simple fragmento, en el sentido vulgar, es, para mí, un vaso entero,—y lo llamo así, porque lo es en un sentido geométrico, como que contiene arcos de sus tres círculos fundamentales: el de la boca, el del vientre, y el de la base de apoyo. Con esos arcos, y los planos horizontales á que pertenecen, la restauracion se convierte en tarea elemental y simple, y no reclama, como en mi primer trabajo (Revista, p. 59, f. 3) que la fantasía artística intervenga para nada. Por lo demás, se parece á dicha figura.

Este fragmento, tomado en conjunto, equivale casi á la cuarta parte del entero, pues que ha quedado, de su porción ventral, un arco de 86° ½ al que sólo le faltan 3° ½ para 90, de modo que, al reconstituirlo, basta solamente agregarle, en esa porcióon, una partícula de 5 milímetros para formar el negativo, y restaurar con cuatro positivos íntegros. Así es que la porcion ventral tiene casi el ángulo del arco cuya cuerda es el lado del cuadrado.

Como medida directa, la cuerda del borde se transporta dos veces justas sobre el arco del vientre, y corresponde sensiblemente al lado del heptágono (51°25'+) aunque, al restaurar, es mejor emplear el ángulo del octógono (45°). El arco que queda de la base tambien es así de heptágono.

Colocado en posicion, la fractura derecha, perpendicular al borde, prolongada por su meridiano, y mirándolo por fuera, llegaría al extremo izquierdo del arco de la base, oblicúa hácia la derecha bajando hasta el principio del último cuarto del arco ventral, de modo que todo ese borde queda á la izquierda del arco basal, donde termina, naturalmente, la fractura izquierda. La figura 13 lo explica bien en la proyeccion.

En la porcion más saliente del contorno vertical hay una línea grabada que llamo ecuatorial, por analogía, y que limita la parte inferior de los adornos de esta pieza. Antes de llegar al borde, existe otra línea paralela á la anterior, y ambas sirven de límite á la franja de figuras. La porción zonaria comprendida entre la línea superior y el extremo borde es la que denomino lábio, y la zona encerrada por esa línea y la ecuatorial, franja ó fr. marginal. Ahora, la seccion encerrada entre la línea ecuatorial y el extremo borde es la zona superior, y lo que queda entre aquella línea ecuatorial y el borde de la base, zona inferior. Las medidas consignadas al principio indican bien lo que á estas partes corresponde; pero, como esas medidas se refieren á la proyeccion vertical, debe recordarse que el desarrollo de la zona inferior es mas considerable.

No me parece inoportuno, al llegar á estas explicaciones, el consignar aquí los procedimientos de restauracion, tan simples, tan elementales, que no faltará ingeniero que se ria al considerar que se deja constancia de ellos en una Revista casi oficial. El hecho es, sin embargo, que las cosas más elementales son precisamente las que están mas lejos de los sábios, y de otros. Así, en nuestro régimen político, chillan y patalean los que, en una eleccion, no han tenido tiempo de votar entre las 11 a. m. y las 4 p. m. Pero ¿hay nada mas simple que satisfacer á todos, en semejante caso? Quiere decir que, si 5 horas no bastan, se toman 500, y se impone el voto como un impuesto ó una patente. Mientras las elecciones sean un modesto truco, ganará el mas pillo ó el más desvergonzado, porque en semejante juego es decente el mentir; suprimida la mentira en el truco, adios interés, adios gracia, adios espiritualidad. Obligado cada elector á emitir su voto, no habría queja de ninguno, y aunque la pilleria quedara en el fondo, la luz no iría hasta allí. Es tan simple esto. Quiere decir que, en vez de la boleta, se presentará la papeleta (más aquella). Una boleta se vende—una papeleta . Puede ser que los sábios consideren que la Geometría elemental es indigna de ellos, pero el hecho es que ellos toman en cuenta, estudian, pesan, comparan y discuten afirmaciones sin Geometría. Del mismo modo que en el truco es permitido mentir, en Ciencia es permitido ignorar, y existen sábios que se codean en la vida social sin que ninguno de ellos sepa lo que el otro sabe ó ignora, y para pasar el tiempo se entretienen, con gran formalidad, en asuntos que no les importan—farsa como la de aquel flautista que usaba una flauta descompuesta «para echarle la culpa» cuando daba notas falsas.

En la distribucion del trabajo de cada uno, suele suceder que un sábio necesite la ayuda de una ciencia que no conoce y se vea obligado á cortar con cuchillo las coordenadas geográficas, ó á tomar latitudes con cielo densamente nublado, porque los que lo saben se rien, y después de reir se callan, y no hacen nada. Este es mi caso. Los matemáticos no prestan atencion á cosas tan triviales como un fragmento de vaso «que no sirve para nada» y abandonan su restauracion á los que «no saben nada». La ignorancia, sin embargo, puede ser de doble carácter: ó se ignoran las cosas, ó los nombres de las cosas. Colóqueme el lector en el segundo caso y no discutamos por cuestion de nombres.

Sobre tales bases de buen sentido, la restauracion de los tiestos calcháquis se apoya en hechos, y en el caso particular que me ocupa, tales hechos puede comprobarlos el primer venido.

Por lo pronto, me era imposible ejecutar cualesquiera restauraciones sin dedicar primero las medidas á los elementos de la proyeccion horizontal. La figura 13 ilustra tales medidas, consignadas en el comienzo de este artículo. Una línea A,B. Centro en x. En ella están fijadas las medidas de la base, de la boca y del vientre, con sus correspondientes arcos: a b, c d, e f, ó mas bien las semi-circunferencias á que corresponden los arcos reales del fragmento. La porcion superior de la figura 13 sombreada oblicuamente representa el fragmento estudiado.

Hallado el centro de los arcos de ese fragmento en x, por el procedimiento elemental de las perpendiculares á las cuerdas, el compás hizo el resto. Pero, como los 3 puntos utilizados de cada arco están en un mismo plano horizontal, es fácil obtener la altura del vaso. De aquí surge la proyeccion vertical o, p, q, r, s, t. En esta proyección vertical aparecen nuevos arcos, op=ts; pq=rs,+qnr. El arco sr, tiene su centro en x, hallado por la perpendicular á su cuerda, con intersección sobre mn, de modo que p, q, r, s corresponde, en la proyección vertical, á una zona de la esfera proyectada en A m B s r n q p. Esta zona es de 45°. La línea n x es igual á 88 milímetros, ó sea el radio de la zona. A 31½ milímetros en y, sobre n, está el centro de la zona p, o, t, s. Por la figura, no es difícil comprender que para trazar el arco p, o, se necesita un radio (80 mm.) el cual, en su movimiento y p, hasta o, genera un ángulo p, y, o, de 21°. Midiendo sobre el diámetro u v, y haciendo vértice en y, el ángulo superior u, y, p, es igual á 10°, de modo que la zona p, o, empieza en 10° y acaba por arriba en 31° (31°—10°=21°). La zona s, r, inferior con relación al diámetro A B, y particularmente á la línea ecuatorial p, s, tiene 45°, como que comienza en 27°30' y termina en 72°30' (72°30'—27°30'=45°). No vale la pena mencionar la sección q, r, del casquete. Dibujando á compás, resulta una arista

Fig. 13. Proyecciones del vaso.

en p, ó en s, de la unión de las dos zonas, pero el artífice suavizó.

La franja está limitada por las dos líneas paralelas y horizontales de que hice mencion, y en ellas se confunden las bases de las figuras en forma de . Estas figuras se encuentran en dos filas, paralelas por lo tanto, y alternan entre sí, como que las que se apoyan en la línea superior de la franja tienen su lado mayor hácia arriba, y, las alternas, su borde mayor hácia abajo, fundido en la línea ecuatorial.

Si estas figuras estuvieran hechas con la regularidad que se adivina en la intencion, podrían representarse por tres cuadrados iguales en línea horizontal, y dos en vertical sobre el del medio ó debajo de él, porque la altura es igual á la base, y la distancia que separa una figura de otra es sensiblemente la misma que el lado de uno de esos cuadrados. Si estuviesen igualmente distribuídas, ó tuvieran todas una medida igual, así como los espacios que las separan, habría 24 de ellas, porque en un arco de 60° hay 4 y un espacio, considerando tambien los intermediarios, y ésto sobre la línea ecuatorial.

Fig. 14. —Vista fotográfica del vaso restaurado.

Como las alternas de arriba serían 24 tambien, el total debió ser de 48. (En realidad no ha tenido este vaso tales 48 figuras, sinó ménos, porque la franja no era contínua y tenía dos interrupciones opuestas). Véase fig. 14: vaso restaurado.

Una vez que he pasado de la descripcion del fragmento á los datos seguros que suministra la restauracion, me veo obligado á abandonar á la benevolencia del lector la aptitud de diferenciar lo que pertenece á dicho fragmento de lo que corresponde á la totalidad del vaso, y que, por lo mismo que surge de verdades llamadas arcos, ángulos y cuerdas, es para mí (y no me negará que lo es también para él) una realidad tan palpable como lo sería el vaso íntegro descubierto en los antiguos campamentos calchaquis.

Entremos, pues, en materia.

Cada una de aquellas figuras consta de 8 rasgos (8X48=384), lo que dá: 384 rasgos.

Suponiendo que en cada uno se haya empleado 2 segundos, por la prolijidad relativa con que están hechos, son 768 segundos, ó sea 12' 48". En cada figura hay 7 rayas transversales (4 en la rama vertical y 3 en la horizontal) muy finas y reforzadas con puntitos, lo que dá 336 rayas (48X7=336)—(A veces 8).

Si concedemos 4 segundos para cada una de esas rayas, son 336X4"=1344" ó sea 22 minutos 24 segundos (22'24").

Tenemos entónces que el tiempo empleado en la ejecucion de estas figuras ha sido:

Para las rayitas transversas 22'24"
Para" las" figuras como ⊤ 12'48"
35'12"
Para las dos rayas mayores paralelas. 03'48"
39'00" minutos.

El artífice, pues, ha empleado algo más de media hora en la ornamentacion de este cacharro, sólo para hacer los rasgos, que, seguramente, no ha ejecutado sin medir, porque todos tienen sensiblemente la misma cantidad dentro del cuadrado ideal que contiene cada figura, además de que se observa, en el rasgo que cierra el extremo libre de cada rama vertical, un punto hundido, como si fuese la punzada de un compás, y se distingue tambien, debajo de la línea ecuatorial, otro punto hundido, que corresponde al medio del espacio entre cada dos figuras. Para tales medidas, exámen de las figuras hechas, y tiempo empleado en idear la ornamentacion, podemos conceder 30 minutos, los cuales, unidos á los 39 anteriores, dan 1 hora y 9 minutos. Concediendo otra para la confeccion del vaso, son 2 horas y 9 minutos.

Si se toma en cuenta todo este tiempo empleado, las cantidades enormes de estos cacharros que se encuentran en los valles calchaquis, la circumstancia de que los descendientes de aquellos Indios son unos insignes haraganes, incapaces de ocupar 2 horas seguidas en una tarea como ésta, y dejan todo á las mujeres, y el hecho de emplear su tiempo en cacerías, ó en descansar «vientre al suelo» ó «de barriga»—ocupaciones de hombres—puede admitirse que, en general, semejante fabricacion estaba en manos de mujeres, y que cada choza era un taller en el cual se empleaba el tiempo dejado libre por otras ocupaciones domésticas, en fabricar estos vasos. Incita á pensarlo todo lo que se ha dicho y tambien, la persistencia ó frecuencia de los adornos.

Los Indios Calchaquis han dejado en sus valles una cantidad tal de reliquias de este género, que, á primera vista, parece que no se hubieran ocupado de otra cosa.

Se pregunta uno, entónces, cuál ha sido el motivo de una fabricacion de tanta importancia, y los lugares mismos se encargan de responder: la escasez del agua y su carácter.

No he visitado esos valles, pero he recorrido un largo trecho al pié de las montañas que los cierran por el lado del Naciente, de modo que las aguas que tantas veces he bebido en los arroyos que bajan al Oriente, pasan por rocas iguales á las que les sirven de lecho en la vertiente calchaqui. Primitivas ó volcánicas, en su mayor parte, producen una gran cantidad de mica, de arena y de arcilla, con mas ó menos cal, y dan paso á un liquido bastante claro que baja de las cumbres, pero que pronto pierde su limpidez al precipitarse con turbulencia por terrenos sedimentarios de grano fino.

Para beber un agua semejante, con placer, necesario es dejarla que se asiente, operacion que nosotros llevamos á cabo, en viaje, con medios tan primitivos como los de aquellos Indios.

El agua, por otra parte, no abunda allí, no sólo porque las lluvias son escasas en las regiones calchaquis, sinó también porque las precipitaciones atmosféricas originadas por la cadena del Aconquija y sus dos ramas australes, Ambato y Aneaste, bajan al Oriente, y como los nevados no son allí tan numerosos, la mayor parte del agua que corre hácia Andalgala, por ejemplo, no es de fusion de nieves, sinó de simple condensacion de un sobrante escaso de vapores que el aire arrastra al trasponer los montes.

En aquellas provincias andinas, el agua no se desperdicia, y contínuamente leemos en los diarios referencias á discusiones por un hilo de agua, ó proyectos relativos á irrigacion; y ésto me incitó á averiguar cuáles eran los medios empleados, para distribuir el agua con equidad. Hice muchas preguntas, pero no saqué gran cosa en limpio. Probablemente las dirijí á personas que no lo sabían, ó que no querían saberlo. Pero oí que la expresion marco era muy frecuente.

A su regreso de Catamarca, viniendo de Andalgala, Cárlos me trajo los fragmentos de alfarería antigua á que me he referido, y le pregunté cuáles eran las medidas usadas para la distribucion del agua. De sus explicaciones he deducido los procedimientos de equidad con que el líquido se reparte.

En primer lugar, se represa ó detiene el agua que baja por la montaña, por medio de tablones colocados de canto, al través, y asegurados. (Fig. 15).

Ahora bien, para conseguir el agua, es necesario tener derecho á ella, derecho vinculado á la propiedad, ó adquirido por contrato en forma. Las unidades son el marco, la paja y la naranja.

Fig. 15.—Medida de agua.

El Señor a (f. 15) tiene derecho á 1 marco. Supongamos que el marco sea de 10 centímetros. Entónces se hace una escotadura, en los tablones, de un ancho de 10 centímetros (fig. 15) y por ella sale un chorro de agua cuyo ancho es de 10 centímetros y el alto igual al del líquido sobre el fondo de la represa, en cualquier momento. El Señor b tiene derecho á 2 marcos—entónces la escotadura tendrá 20 centímetros, y así lo demás. El Señor c tiene derecho á una paja, esto es, una escotadura del ancho de una paja, y que corresponde á un solo corte de serrucho. La naranja es una medida singular. Para fijarla, se corta una naranja por la mitad y se estampa por el plano de corte en el tablón, sirviendo así de medida al que vá á practicar la escotadura, la que, naturalmente, es del mismo alto que los marcos, pero de un ancho igual al diámetro de la naranja.

¿Qué resulta de ésto? Que al bajar el agua por la quebrada, encuentra el tablon con sus cortes—y pasa 1 marco por a, esto es, cualquier altura de agua por 10 c. de ancho; por b, 2 marcos; por c una lámina de agua de igual altura que en los marcos, y mayor por d, que es la naranja.

Y cuando el arroyo rebalza, casi, por sobre los tablones, ó cuando es grande la avenida, entónces, marcos, naranjas y pajas, se vuelven completamente inútiles á causa del desborde. El lector comprende con facilidad lo que ocurre con estas medidas en las que domina especialmente la proporcionalidad.

Tratada incidentalmente esta cuestion y que invita á recopilar las análogas—(si fuese posible, como hacen muchos autores, que escriben un libro cuando les pasa furtivamente una idea por la imaginacion)—creo que los lectores no tomarán á mal que la termine con alguna aclaracion que se vincula estrechamente á ella. Me han parecido tan nuevas, tan extrañas las comunicaciones que sobre este tema me ha proporcionado Cárlos, me inspiran tanta confianza después de haber observado que sus datos eran iguales á los mios cuando los recogía en los tres viajes en que me acompañó, que no vacilo en consignarlas aquí como si las hubiese obtenido personalmente.

Los diversos chorros de agua que pasan por los recortes de la represa se precipitan en sus acequias respectivas, y, corriendo en distintos rumbos, llegan por sus cauces artificiales á cumplir su destino, debiendo tenerse en cuenta que el agua, antes de ser fraccionada como se indicó, ya ha sufrido una division anterior, correspondiente á los departamentos que riega un mismo cauce.

A medida que aumenta el número de recortes en el tablon, baja el nivel del agua represada, por la mayor facilidad en la salida, y es natural entonces que el propietario de la nueva escotadura determine una disminucion en el caudal de líquido que deben recibir los otros. De aquí surje un disgusto muy natural en ellos, por más que reconozcan el derecho del recien llegado, y como no todos se conforman con esa disminucióon de agua en sus acequias, algunos transforman su disgusto en enojo, éste en ira, y luego en accion. Pero entónces se origina un pleito, en el que se emplean términos muy fáciles de comprender despues de las explicaciones precedentes, pero muy estrambóticos sin ellos. El propietario de una paja de agua recibía una lámina de 10 centímetros, digamos, de altura. Al practicarse en la represa un nuevo corte, aquella altura disminuye. Su caudal era antes escaso; ahora lo es más. Para aumentarlo, aunque sea un poco, un poquitito, es necesario disminuir el ancho de los demás recortes, y entonces clava una lámina de madera, en un corte ageno, por valor de una, dos ó mas pajas, con lo cual no consigue levantar gran cosa el nivel del agua represada pero algo es algo; ó bien dá mayor anchura á su marco, ó paja ó naranja, por debajo del nivel del agua, lo que sólo se percibe cuando desciende. El propietario lesionado, se queja al juez competente, diciendo que X le ha usurpado una paja, ó dos ó tres. Por mas que, en este caso, se trate de una medida de agua, se comprende cuánto se estima el precioso líquido, ya que por una paja se inicia un pleito.

Me parece que con ésto queda bien demostrada la estimacion de que aún hoy goza el agua por aquellas comarcas, y se explica de algun modo el hecho de que en los valles calchaquis abunden tanto los cacharros en que se conservaba. Porque parece que los Indios no tenían depósitos mayores en sus viviendas, y es fácil reconstruir la escena prehistórica y áun histórica, imaginando á las mujeres, en contínuos viajes de va-y-ven, como hormigas, al arroyo mas próximo, y depositando luego, en todas las vasijas del hogar, el contenido de su cántaro, que sin duda llevaban equilibrado en la cabeza, como aún lo practican muchas.

A esto induce una observacion. Todas las piezas (ó casi todas) que tengo en mi poder, presentan su cara interna revestida de un cemento fino, en el que un lijero análisis encontraría fácilmente arena, arcilla y cal, y depositado por sedimentacion. La delicadeza é igualdad de los pequeños granos que lo forman, revelan que se encontraban levigados en un líquido de corriente mansa y que se fijaron en lo interior de las vasijas á causa del reposo. Es difícil atribuirlo á la tierra en que se encuentran desparramados los restos, porque entonces los granos presentarían diversos diámetros, en tanto que su homogeneidad actual les señala el origen que les he reconocido.

l consignar en el comienzo de este artículo la opinióo de que fuesen mujeres los autores anónimos de tan interesantes piezas, no pretendo negar á los hombres su aptitud para las obras de alfarería. La historia de la cerámica y las observaciones propias bastarían para inutilizar tal empeño. Lo he dicho porque, muchas de ellas, revelan una suavidad y un gusto de mujer; porque la gracia del conjunto tiene algo de femenino, y tambien porque siempre los hombres muestran mayor tendencia al utilitarismo que las mujeres, en ciertas cosas. Poco le importa al Hombre que el cántaro que lleva á la fuente, ó que deposita en su casa, tenga ó nó dibujos; lo que sí le importa es que conserve el agua. La Mujer, en todas partes, y en todos los tiempos, princesa ó india calchaqui, es la señora del hogar, el guardian de la propiedad y de la familia, vinculada á su heredad, que es su reino, como al Señor que la defiende. De lo que conozco de los Indios Argentinos, sólo puedo afirmar que su vida es externa con relacion á lo doméstico. En unos, ó en otros, la caza, la pesca, los cultivos, la fabricacion de canoas, armas, redes,—la guerra, las fiestas de la paz y la bebida, son sus ocupaciones habituales. Fuera de ésto, el hogar no es mas que el sitio donde «lo pasan echados de barriga» aunque no hayan leído Venus and Adonis de Shakespeare. La tarea de los hombres para los hombres. ¿Hay algo mas chocante que ver á un zángano barbudo planchando camisas de mujer ó lavando pañales por oficio? Cuando en mis viajes he llegado á un punto en que tenía que hacer vida de hotel, no he necesitado que me dijeran si en la casa tenía algún imperio una mujer, porque me ha bastado encontrar en los aposentos un florero ocupado aunque fuese por espigas sin frutos, aunque fuera por flores de trapo. Y cuando había alguna, y faltaban esas trivialidades, me parecía tan depravada como esas ultra-viventes y superabundantes civilizaciones orientales, en que los hombres, vestidos como mujeres, y adornados de perendengues de joyería, no tienen mujeres sino esclavas, y los eunucos imperan en su hogar.

Para nosotros se inventaron las estátuas y los bustos de los sábios, de los poetas, de los guerreros, las armas y los libros. Y para ellas los aderezos, el bibelot, las puntillas, los espejos, los abanicos y los floreros. ¿Qué mucho, entónces, que los pájaros mismos adornen la morada de las hembras retenidas, para distraer su cautiverio sexual? El Clamideres de Australia cuelga conchas de nácar y trapos vistosos en la enramada que proteje el nido en incubacion; el Boyero de Norte América aprisiona una luciérnaga en la boca del saco en cuyo fondo empolla la hembra una generacion melodiosa y así le refresca contínuamente la imágen de la estrella, que parece el númen de los cantos por venir, y el Ruiseñor teje en el aire de la noche primaveral, en torno de su compañera, un ambiente voluptuoso de mallas cristalinas, indefinidamente variadas, cual si debiese oponer una barrera infranqueable á las fatigas del tiempo.

Así la India Calchaqui, modela sus cántaros, que son una necesidad para la familia, y los adorna con guardas y figuras de distinto carácter, para distraer su vista, al fin fatigada, con la monotonía de un paisaje de montañas sin verdor y de campos sedientos—mientras su fiel amigo persigue el Huanaco ó la Vicuña entre los riscos, cultiva el maiz, ó eleva las pircas, ó prepara las armas con que un dia defenderá palmo á palmo su libertad y sus Penates.

Las tareas de los Indios de aquellos valles no les permitían suavizar los movimientos de sus manos hasta el extremo de trazar las líneas puntadas de los adornos del vaso que he estudiado, porque semejantes sutilezas ornamentales tienen algo de la fuerza femenina, algo del ewig weiblich, incompatible con el espíritu guerrero, y el viril sentimiento de los hombres calchaquis.

He calculado dos horas para la confeccion del pequeño—y para mí muy interesante—vaso de Andalgala. Mas tarde, con motivo de otros análogos, estudiaré ciertas condiciones de la confeccion: pero al pensar que aquel tiempo empleado de un modo contínuo por las exigencias de la pasta, sin mas interrupcion probable que la necesaria para hacerle ganar la consistencia que reclama la presion del grabado, la atencion de una obra de esa clase, atencion que sólo la vida esencialmente doméstica puede encontrar al interrumpir por momentos la obra de los telares, la gracia del conjunto, y la finura de ciertos detalles, me parece increíble que no haya sido mujer quien lo fabricó.

De todos modos, no faltará quien piense que esos fragmentos cerámicos no sirven para nada.—«Poco me importa;»—dije á un amigo que me lo hizo notar cuando leyó mi primer artículo—«si estos fragmentos no sirven para nada, estos instrumentos sirven para restaurarlos.» En otros términos, desde el grano de arena hasta las nebulosas que nos asombran, priman la observacion, la inteligencia, el Espíritu Científico. Pero es un error. Sirven por lo pronto, en una casa moderna, con sus exigencias de cristalería doméstica, para incomodar á las personas que tienen que ocuparse de las copas, cuando el apasionado les busca un sitio que contiene cosas frágiles que se cuidan, pensando que allí estarán mas seguros,—y porque no se tiene un local apropiado, á modo de museo, para colocarlos en una especie de pedestal—y sirven tambien, lo que parecerá increíble á muchos, para hablarnos con las voces del pasado, de un pasado perdido para siempre en la evolucion de las cosas; porque los cacharros de las civilizaciones ó barbaries extinguidas, son como las especies de las plantas, de los animales ó de las lenguas—ya no resucitan. En la vasta extension del mundo y de la vida, se fabrican muchos otros vasos parecidos—pero son falsificados. No está en ellos el palpitar de la mano Calchaqui. Esos nuevos, ya no dicen nada, porque solamente cantan el himno de la máquina, el nec plus ultra de la cerámica.

Apresurémonos á estudiar estas reliquias virginales. El vapor, el telégrafo y el oro han dotado á pueblos de bárbaros con estampillas postales mejores que las de la República Argentina.

Y si esto es así, ¿por qué no he de dar el nombre de Munaysapa á la autora del precioso vaso perdido en las arenas de Andalgala?

Eduardo L. Holmberg.




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