Semblanza de Núñez de Arce

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
NÚÑEZ DE ARCE.




Núñez de Arce, les digo yo á los que no le conocen y me preguntan por él, es un hombre bajito, delgado, con ojos vivos y penetrantes, la barba rubia tirando á colorada, sumamente nervioso, facilísimo de exasperar, porque es de aquellos que, según la expresión vulgar, no aguantan ancas de nadie....

De su talento nada tengo que decir, que ahí están sus obras, por todo el mundo leídas.

Es antes que nada poeta lírico, á la manera de Alfieri, es decir, enérgico á tal punto, que no conociéndole se le supondría un Goliat, según sus versos rebosan vida, fuerza, pasión y grandes miras.

Ha hecho dramas sombríos, porque le gustan los asuntos que alguien llamaría hondos. Fué periodista en sus juventudes, y periodista revolucionario. La edad calma estas cosas. No ha concluido en conservador como otros, pero ha sido ya ministro del Rey, y en honor de la verdad, la prensa le ha aconsejado que no vuelva á serlo, porque los hombres de letras no son á propósito para la vida oficial; solamente que ellos se empeñan en que sí, y de todos los que en España han pasado de las musas al teatro.... político, creo que soy el único convencido de que se compadece muy mal una cosa con otra.

Núñez de Arce ha llenado un gran vacío en nuestro tiempo, y por eso su nombre quedará. Habíamos tenido el poeta lírico romántico Zorrilla, que es ya un nombre histórico, á pesar de que el poeta vive (y Dios le conserve muchos años).

Nuestras revoluciones políticas y literarias exigían un representante del lirismo moderno, el poeta de la libertad y del progreso, expresando su poesía en conceptos grandiosos y bajo una forma correcta. Núñez de Arce es ése. Sus versos son nuestra edad, su forma es clásica, esencialmente española, intraducible, sobria, severa, pero grande.

Ama la gloria. No lo dirá, pero se le adivina. Esto, además, es peculiar de todo el que vive del público. Sus lecturas en el Ateneo y el éxito de sus libros le agradan más que los éxitos de la ambición. El tiempo que ha perdido en elecciones y cabildeos para llegar á la poltrona, le hubiera cundido más haciendo tomos de poesías. Aun así y todo, no ha perdido horas. Es trabajador, cualidad rarísima entre los españoles.

Se le acusa de malhumorado y desabrido; pero si no lo fuera perdería fisonomía moral. Yo le prefiero así, tronando siempre contra una porción de cosas que los demás dejamos pasar; pero acaso su mismo carácter le ha servido para imponer su personalidad en muchas circunstancias políticas.

En vida de Ayala, que fué su amigo más intimo, tuvo con éste diferencias graves. En los últimos años de la vida de aquel otro gran poeta nuestro, llegaron á estar completamente reñidos, y ambos lo sentían con toda el alma. Más de una vez fui testigo de estos pesares íntimos, y aun intermediario, sin que uno ni otro lo supieran. Pero los dos eran soberbios, altaneros y rencorosos. Murió Ayala, y Núñez de Arce estuvo en su entierro. Fué el primer paso, y el último.

Es Núñez de Arce en su trato particular, afable y cariñoso, siempre que no se le contraríe en puntos de vista que el tiene por indudables, ya políticos ó literarios. Artista por naturaleza, rechaza y abomina todo este movimiento naturalista que es expresión de nuestro tiempo egoísta y vicioso. Cuando se le habla de ello se exaspera; pero ya he dicho al comenzar que se exaspera fácilmente.

Nunca fué rico, á pesar de luchar con la vida y transigir á veces con lo que no le agrada. Por ahí hemos pasado todos, y entretanto se han enriquecido los comerciantes y los industriales de la política.

Le encanta la vida campestre, ama los viajes, conserva el amor de su tierra, y es castellano viejo; pero su amor ferviente, su envidia constante es la que todos vamos sintiendo apenas aparece la primera cana.

— Desengáñese usted — le decía no ha mucho á un su amigo — como la juventud no hay nada.

Sin embargo, como García Gutiérrez, este poeta nacional será siempre joven en sus versos.

Cree él que se siente viejo, y se engaña. Su edad á la hora en que yo le pinto, no es aún la que marca la vejez. Pero como todos los que hemos batallado mucho, confunde la vejez con el cansancio y la edad con la fatiga.

Joven es, sus versos lo dicen; su misión es hermosa, y mientras cante la patria, la libertad, el progreso, el ideal, la pasión y la vida, no habrá español que no lea con placer sus concepciones, que todas llevan en si sello de grandeza, y á su muerte podrá repetir con el poeta: Non omnis moriar, no moriré del todo.

Un biógrafo diría que Núñez de Arce nació en Valladolid, que ha pasado de los cincuenta, que fué redactor de La Iberia, que estuvo en la guerra de África, que de progresista pasó al partido de la unión liberal.... ¿y qué le importará todo eso al amante de las bellas letras?

Tanto valdría hacer constar que es académico y que ha sido ministro. ¡Lo han sido tantos! Pero el Idilio lo ha escrito él solo.