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Sin rumbo: 41

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- XLI -

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El médico llegó por fin: un muchacho provinciano, pobre, de esos que, recién salidos de la Facultad de Buenos Aires, sin relaciones en la capital, se resignan a buscar en los pueblos de campo un refugio pasajero contra el hambre, a principiar por ahí.

Examinó detenidamente a Andrea, las manifestaciones locales de la enfermedad, el aspecto de la garganta, cubierta en parte sobre su fondo inflamado y rojo, por una tela blanquizca, semejante al pellejo que se desprende de una quemadura, el pulso, la fiebre, el estado general de la chiquita y, sin perder un instante, con gesto a la vez resuelto y tranquilo:

-Necesito que Vd. me ayude, señor; vamos a hacerle una pequeña curación.

-¿Es crup?

-Mucho me lo temo -dijo echando mano de un paquete que había llevado consigo. Pero notando luego la impresión que sus palabras acababan de producir sobre el ánimo del padre y queriendo cambiar, atenuar, cuando menos, el alcance que tenían-: ¡Oh! no lo afirmo de una manera absoluta... bien puedo equivocarme. El crup, por otra parte, no siempre es mortal; se sana de eso como de cualquier otra enfermedad... Vea señor, me la va a tener de la cabecita; fuerte, que no se mueva -agregó, concluyendo de poner los remedios sobre la mesa de luz.

Así que Andrés hubo hecho lo que el médico le decía, manteniendo éste abierta la boca de la niñita y apretándole la lengua con el índice de la mano izquierda, empezó con la derecha a revolverle un pincel en la garganta.

Varias veces lo metió dentro de uno de los frascos, repitió otras tantas la operación, agachado, mirando, con pulso sereno y fijo, sin lástima, brutal, cruelmente.

Un líquido hediondo y viscoso, una bocanada de flemas sanguinolentas, salió al fin de la boca de Andrea en una arcada.

Terminada la curación cuyo efecto inmediato fue una aparente tregua del mal, quiso el médico conocer lo que desde un principio había sucedido, el precedente estado de salud de la chiquita, los síntomas que había experimentado, si se le había hecho algún remedio; y, una vez en posesión de estos datos, determinó el tratamiento, dio sus instrucciones a la tía, llegando a constituirse él mismo en enfermero.