Soledades, Galerías y otros poemas/Prólogo

De Wikisource, la biblioteca libre.

PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
DE "SOLEDADES, GALERIAS
Y OTROS POEMAS"



El libro que hoy reedita la Colección Universal se publicó en 1907, y era no más que una segunda edición, con adiciones poco esenciales, del libro Soledades, dado a la estampa en 1908, V que contenía rimas escritas y aun publicadas muchas de ellas en años anteriores.

Ningún alma sincera podía entonces aspirar al clasicismo, si por clasicismo ha de entenderse algo más que el dilettantismo helenista de los parnasianos. Nuevos epígonos de Protágoras (nietzschianos, pragmatistas, humanistas, bergsonianos) militaban contra toda labor constructora, coherente, lógica. La ideologia dominante era esencialmente subjetivista; el arte se atomizaba, y el poeta, en cantos más o menos enérgicos—recordad al gran Whitman entonando su "mind cure", el himno triunfal de su propia cenestesia—, sólo pretendía cantarse a sí mismo, o cantar, cuando más, el humor de su raza. Yo amé con pasión y gusté hasta el empacho esta nueva sofistica, buen antídoto para el culto sin fe de los viejos dioses, representados ya en nuestra patria por una imeginería de cartón piedra.

Pero amo mucho más la edad que se avecina y a los poetas que han de surgir, cuando una tarea común apasione las almas. Cierto que la guerra no ha creado idens nuevas—no pueden las ideas brotar de los puños—; pero ¿quién duda de que e árbol humano comienza a renovarse por la raíz, y de que una nueva oleada de vida camina hacia la luz, hacia la conciencia? Los defensores de una cronomía social definitivamente rota seguirán echando sus viejas cuentas, y soñarán con toda suerte de restauraciones; les conviene ignorar que la vida no se restaura, ni se compone como los productos de la industria humana, sino que se renueva o perece. Sólo lo eterno, lo que nunca dejó de ser, será otra vez revelado, y la fuente homérica volverá a fluir. Deméter, de la hoz de oro, tomará en sus brazos—como el día antiguo al hijo de Keleo—al vástago tardío de la agolada burguesía y, tras criarle a sus pechos, lo envolverá otra vez en la llama divina.

Antonio MACHADO.

Toledo 12 abril 1919.