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Su vida (Santa Teresa de Jesús)/Capítulo XXIII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XXIII

En que torna á tratar del discurso de su vida, y cómo comenzó á tratar de mas perfecion, y por qué medios; es provechoso para las personas, que tratan de gobernar almas que tienen oracion, saber cómo se han de haber en los principios, y el provecho que le hizo saberla llevar.

Quiero ahora tornar adonde dejé de mi vida, que me he detenido, creo mas de lo que me habia de detener, porque se entienda mijor lo que está por venir. Es otro libro nuevo de aquí adelante, digo otra vida nueva: la de hasta aquí era mia, la que he vivido, desde que comencé á declarar estas cosas de oracion, es que vivia Dios en mí, á lo que me parecia; porque entiendo yo era imposible salir en tan poco tiempo de tan malas costumbres y obras. Sea el Señor alabado, que me libró de mí. Pues comenzando á quitar ocasiones, y á darme mas á la oracion, comenzó el Señor á hacerme las mercedes, como quien deseaba, á lo que pareció, que yo las quisiese recibir. Comenzó su Majestad á darme muy de ordinario oracion de quietud, y muchas veces de union, que duraba mucho rato. Yo, como en estos tiempos habian acaecido grandes ilusiones en mujeres, y engaños que las habia hecho el demonio, comencé á temer, como era tan grande el deleite y suavidad que sentia, y muchas veces sin poderlo escusar; puesto que veia en mí por otra parte una grandísima siguridad, que era Dios, en especial cuando estaba en la oracion, y via que quedaba de allí muy mijorada, y con mas fortaleza. Mas en destrayéndome un poco, tornaba á temer, y á pensar, si queria el demonio, haciéndome entender que era bueno, suspender el entendimiento, para quitarme la oracion mental, y que no pudiese pensar en la Pasion, ni aprovecharme del entendimiento, que me parecia á mi mayor pérdida, como no lo entendia. Mas como su Majestad queria ya darme luz, para que no le ofendiese, ya, y conociese lo mucho que le debia, creció de suerte este miedo, que me hizo buscar con diligencia personas espirituales con quien tratar, y que ya tenía noticia de algunos, porque habian venido aquí los de la Compañía de Jesus[1], á quien yo, sin conocer á ninguno, era muy aficionada, de solo saber el modo que llevan de vida y oracion, mas no me hallaba dina de hablarles, ni fuerte para obedecerlos, que esto me hacia mas temer; porque tratar con ellos, y ser la que era, hacíaseme cosa recia.

En esto anduve algun tiempo, hasta que ya con mucha batería que pasé en mí, y temores, me determiné á tratar con una persona espiritual, para preguntarle, qué era la oracion que yo tenia, y que me diese luz si iba errada, y hacer todo lo que pudiese por no ofender á Dios; porque la falta, como he dicho, que via en mi fortaleza, me hacia estar tan tímida. ¡Qué engaño tan grande, válame Dios, que para querer ser buena, me apartaba del bien!

En esto debe poner mucho el demonio en el principio de la virtud, porque yo no podia acabarlo conmigo. Sabe él que está todo el remedio de un alma en tratar con amigos de Dios, y ansí no había término, para que yo á esto me determinase. Aguardaba á enmendarme primero, como cuando dejé la oracion, y por ventura nunca lo hiciera, porque estaba ya tan caida en cosillas de mala costumbre, que no acababa de entender eran malas, que era menester ayuda de otros, y darme la mano para levantarme. Bendito sea el Señor, que en fin la suya fué la primera. Como yo vi iba tan adelante mi temor, porque crecia la oracion, parecióme que en esto habria algun gran bien, ó grandísimo mal:

porque bien entendia ya era cosa sobrenatural lo que tenia, porque algunas veces no lo podia resistir: tenerlo cuando yo queria era escusado. Pensé en mí, que no tenia remedio, sino procuraba tener limpia conciencia, y apartarme de toda ocasionaunque fuese de pecados veniales, porque, siendo espíritu de Dios, clara estaba la ganancia: si era demonio, procurando yo tener contento al Señor y no ofenderle, poco daño me podia hacer, antes él quedaria con pérdida. Determinada en esto, y suplicando siempre á Dios me ayudase, procurando lo dicho algunos dias, ví que no tenia fuerza mi alma para salir con tanta perfecion á solas, por algunas aficiones que tenia á cosas, que aunque de suyo no eran muy malas, bastaban para estragarlo todo.

Dijéronme de un clérigo letrado (1) que habia en este lugar, que comenzaba el Señor á dar á entender á las gentes su bondad y buena vida: yo procuré por medio de un caballero santo, que hay en este lugar. Es casado, mas de vida tan ejemplar y virtuosa, y de tanta oracion y caridad, que en todo él resplandece su bondad y perfecion, y con mucha razon; porque gran bien ha venido á muchas almas por su medio, por tener tantos talentos, que aun con no le ayudar su estado, no puede dejar con ellos de obrar: mucho entendimiento, y muy apacible para todos, su conversacion no pesada, tan suave y agraciada, junto con ser reta y santa, que da contento grande á los que trata:

todo lo ordena para gran bien de las almas que conversa, y no parece traer otro estudio, sino hacer por todos los que él ve se sufre, y contentar á todos. Pues este bendito y santo hombre con su industria, me parece fué principio, para que mi alma se salvase. Su humildad á mí espántame, que con haber, á lo que creo, poco menos de cuarenta años que tiene oracion (no sé si son dos, ó tres menos), y que lleva toda la vida de perfecion, que á lo que (1) Llamábase Gaspar Daza: habia éste formado una congregacion de sacerdotes para procurar la salvacion de las almas dentro y fuera de la diócesis de Avila. Despues entregó estos clérigos al padre Baltasar Alvarez, de la Compañía de Jesus, para que los diriglera.

parece sufre su estado; porque tiene una mujer tan gran sierva de Dios, y de tanta caridad, que por ella no se pierde; en fin, como mujer de quien Dios sabia habia de ser tan grande siervo suyo, la escogió. Estaban deudos suyos casados con parientes mios; y tambien con otro harto siervo de Dios, que estaba casado con una prima mia, tenia mucha comunicacion. Por esta via procuré viniese á hablarme este clérigo, que digo, tan siervo de Dios, que era muy su amigo, con quien pensé confesarme, y tener por maestro. Pues trayéndolo, para que me hablase, y yo con grandísima confusion de verme presente de hombre tan santo, dile parte de mi alma y oracion, que confesarme no quiso: dijo, que era muy ocupado, y era ansí.

Comenzó con determinacion santa á llevarme como á fuerte (que de razon habia de estar segun la oracion vió que tenia) para que en ninguna manera ofendiese á Dios. Yo como ví su determinacion tan de presto en cosillas, que como digo, yo no tenia fortaleza para salir luego con tanta perfecion, afligime, y como ví que tomaba las cosas de mi alma, como cosa que en una vez habia de acabar con ella, yo via que habia menester mucho mas cuidado. En fin entendí no eran por los medios que él me daba por donde yo me habia de remediar: porque eran para alma mas perfeta: y yo, aunque en las mercedes de Dios estaba adelante, estaba muy en los principios en las virtudes y mortificacion. Y cierto, si no hubiera de tratar mas de con él, yo creo nunca medrára mi alma, porque de la aflicion que me daba, de ver como yo no hacia, ni me parece podia, lo que él me decia, bastaba para perder la esperanza, y dejarlo todo. Algunas veces me maravillo, que siendo persona que tiene gracia particular en comenzar á llevar almas á Dios, cómo no fué servido entendiese la mia, ni se quisiese encargar de ella, y veo fué todo para mayor bien mio, porque yo conociese y tratase gente tan santa, como la de la Compañía de Jesus.

á De esta vez quedé concertada con este caballero santo, para que alguna vez me viniese á ver. Aquí se vió su grande humildad, querer tratar persona tan ruin como yo. Comenzóme á visitar y á animarme, y á decirme, que no pensase que en un dia me habia de apartar de todo, que poco a poco lo haria Dios, que en cosas bien livianas habia él estado algunos años, que no las habia podido acabar consigo. ¡Oh humildad, qué grandes bienes haces adonde estás, y á los que se llegan á quien la tiene! Decíame este santo (que á mi parecer con razon le puedo poner este nombre) flaquezas, que á él le parecia que lo eran, con su humildad para mi remedio; y mirado conforme á su estado, no era falta ni imperfecion, y conforme al mio era grandísima tenerlas. Yo no digo esto sin propósito, porque parece me alargo en menudencias, y importan tanto para comenzar á aprovechar un alma, y sacarla á volar, que aun no tiene plumas, como dicen, que no lo creerá nadie, sino quien ha pasado por ello. Y porque espero yo en Dios, vuesa merced ha de aprovechar mucho, lo digo aquí, que fué toda mi salud saberme curar, y tener humildad y caridad para estar conmigo, y sufrimiento de ver que no en todo me enmendaba. Iba con discrecion poco á poco, dando maneras para vencer el demonio. Yo le comencé á tener tan grande amor, que no había para mí mayor descanso, que el dia que le via, aunque eran pocos. Cuando tardaba, luego me fatigaba mucho, pareciéndome, que por ser tan ruin no me via.

Como él fué entendiendo mis imperfeciones tan grandes (y aun serian pecados, aunque despues que le traté mas enmendada estaba) y como le dije las mercedes que Dios me hacia, para que me diese luz, díjome, que no venia lo uno con lo otro, que aquellos regalos eran de personas que estaban ya muy aprovechadas y mortificadas: que no podia dejar de temer mucho; porque le parecia mal espíritu en algunas cosas, aunque no se determinaba; mas que pensase bien todo lo que entendia de mi oracion, y se lo dijese. Y era el trabajo, que yo no sabia poco ni mucho decir lo que era mi oracion; porque esta merced de saber entender que es, y saberlo decir, ha poco que me lo dió Dios. Como me dijo esto, con el miedo que yo traia, fué grande mi aflicion y lágrimas: porque cierto yo deseaba contentar á Dios, y no me podia persuadir á que fuese demonio, mas temia por mis grandes pecados me cegase Dios para no le entender. Mirando libros, para ver si sabria deeir la oracion que tenia, hallé en uno que se llama Subida del monte (1), en 10 que toca á union del alma con Dios, todas las señales que yo tenia en aquel no pensar nada; que esto era lo que yo mas decia, que no podia pensar nada cuando tenia aquella oracion. Señalé con unas rayas la parte que eran, y díle el libro, para que él y el otro elérigo que he dicho, santo y siervo de Dios, lo mirasen, y me dijesen lo que habia de hacer; y que si les pareciese dejaria la oracion del todo, que para qué me habia yo de meter en esos peligros, pues á cabo de veinte años casi que habia que la tenia, no habia salido con ganancia, sino con engaños del demonio, que mijor era no la tener: aunque tambien esto se me hacia recio, porque ya yo habia probado cuál estaba mi alma sin oracion. Ansi que todo lo via trabajoso, como el que está metido en un rio, que á cualquiera parte que vaya de él, teme mas peligro, y él se está casi ahogando.

Es un trabajo muy grande este, y de estos ho pasado muchos, como diré adelante; que aunque parece no importa, por ventura hará provecho entender, cómo se ha de probar el espíritu.

Y es grande, cierto, el trabajo que se pasa, y es menester tiento, en especial con mujeres, porque es mucha nuestra flaqueza, y podría venir á mucho mal, diciéndoles muy claro es demonio; sino mirarlo muy bien, y apartarlas de los peligros que puede haber, y avisarlas en secreto pongan mucho, y le tengan ellos, que conviene. Y en esto (1) Se conjetura que fué escrito por fray Bernardino de Laredo, fraile menor, citado por Wadingo el año 1433 de sus anales.

hablo como quien le cuesta harto trabajo, no lo tener algunas personas con quien he tratado mi oracion, sino preguntando unos y otros por bien, me han hecho harto daño; que se han divulgado cosas, que estuvieran bien secretas, pues no son para todos, y parecia las publicaba yo. Creo sin culpa suya lo ha primitido el Señor, para que yo padeciese. No digo que decian lo que trataba con ellos en confesion, mas, como eran personas á quien yo daba cuanta por mis temores, para que me diesen luz, parecíame á mí habian de callar. Con todo nunca osaba callar cosa á personas semejantes.

Pues digo, que se avise con mucha discrecion, animándolas y aguardando tiempo, que el Señor las ayudará como ha hecho á mí; que sino grandísimo daño me hiciera, segun era temerosa y medrosa.

Con el gran mal de corazon que tenia espántome cómo no me hizo mucho mal.

Pues como dí el libro, y hecha relacion de mi vida y pecados, lo mijor que pude (por junto, que no confesion por ser seglar, mas bien dí á entender cuán ruin era) los dos siervos de Dios miraron con gran caridad y amor lo que me convenia. Venida la respuesta, que yo con harto temor esperaba, y habiendo encomendado á muchas personas que me encomendasen á Dios, y yo con harta oracion aquellos dias, con harta fatiga vino á mí, y díjome, que á todo su parecer de entramos era demonio. Que lo que me convenia, era tratar con un padre de la Compañía de Jesus, que como yo le llamase, diciendo que tenia necesidad, vernía; y que le diese cuenta de toda mi vida por una confesion general, y de mi condicion, y todo con mucha claridad, que por la virtud del sacramento de la confesion le daria Dios mas luz, que eran muy experimentados en cosas de espíritu. Que no saliese de lo que me jese en todo, porque estaba en mucho peligro, si no habia quien me goberhase. A mí me dió tanto temor y pena, que no sabia qué me hacer, todo era llorar; y estando en un oratorio muy afligida, no sabiendo qué habia de ser de mí, leí en un libro, que parece el Señor me le puso en las manos, que decia san Pablo (1).

Que era Dios muy fiel, que nunca á los que le amaban consentia ser del demonio engañados.

Esto me consoló muy mucho. Comencé á tratar de mi confesion general, y poner por escrito todos los males y bienes, un discurso de mi vida lo mas claramente que yo entendí y supe, sin dejar nada por decir. Acuérdome, que como ví despues que lo escribí tantos males y casi ningun bien, que me dió una aflicion y fatiga grandísima. Tambien me daba pena, que me viesen en casa tratar con gente tan santa, como los de la Compañía de Jesus, porque temia mi ruindad, y parecíame quedaba obligada mas á no lo ser, y quitarme de mis pasatiempos, y si esto no hacia, que era peor; y ansí procuré con la sacristana y portera no lo dijesen á nadie.

Aprovechóme poco, que acertó á estar á la puerta cuando me llamaron, quien lo dijo por todo el (1) Fidelis autem Deus, qui non patietur ros tentari supra id und potestis. (Ep. I ad Corint., cap, 10, vers. 13.) convento. Mas ¡qué de embarazos pone el demonio y qué de temores, á quien se quiere llegar á Dios!

innife Tratando con aquel siervo de Dios, que lo era harto y bien avisado (1), toda mi alma, como quien bien sabia este lenguaje, me declaró lo que era, y me animó mucho. Dijo ser espíritu de Dios muy conocidamente, sino que era menester tornar de nuevo á la oracion, porque no iba bien fundada, ni habia comenzado á entender mortificacion: y era ansí, que aun el nombre no me parece entendia, que en ninguna manera dejase la oracion, sino que me esforzase mucho, pues Dios me hacia tan particulares mercedes; que qué sabia si por mis medios queria el Señor hacer bien á muchas personas, y otras cosas (que parece profetizó lo que despues el Señor ha hecho conmigo) que ternia mucha culpa, si no respondia á las mercedes, que Dios me hacia. En todo me parecia hablaba en él el Espíritu Santo, para curar mi alma, segun se imprimia en ella. Hízome gran confusion: llevóme por medios, que parecia del todo me tornaba otra.

¡Qué gran cosa es entender un alma! Díjome, que tuviese cada dia oracion en un paso de la Pasion, y que me aprovechase de él, y que no pensase sino en la Humanidad, y que aquellos recogimientos y gustos resistiese cuanto pudiese, de manera que no les diese lugar, hasta que él me dijese otra (1) Era el padre Juan de Padranos, a quien san Francisco de Borja envió a fundar en Avila, año 1555, con el padre Fernando Alvarez del Aguila.

cosa. Dejóme consolada y esforzada, y el Señor que me ayudó, y á él para que entendiese mi condicion, y cómo me habia de gobernar. Quedé determinada de no salir de lo que él me mandase en ninguna cosa, y ansí lo hice hasta hoy. Alabado sea el Señor, que me ha dado gracia para obedecer á mis confesores, aunque imperfetamente, y casi siempre han sido de estos benditos hombres de la Compañía de Jesus; aunque imperfetamente, como digo, los he siguido. Conocida mejoría comenzó á tener mi alma, como ahora diré.


  1. Su venida a Avila fué en 1553, y con estabilidad desde 1555, a ruego de los vecinos mismos de Avila, que les dieron una hospedería y el edificio de San Gil.