Sucesos de las islas Filipinas (edición de José Rizal)/Capítulo tercero

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época



CAPÍTULO TERCERO


Del Gobierno de Don Gonzalo Ronquillo de Peñalosa, y de Diego Ronquillo, que por su muerte sirvió el cargo.


Con la mucha noticia que en Corte de su Magestad se tenía de las cosas de las Filipinas, y de la necesidad que tenían de ser proveidas de pobladores, y gente que las fuese pacificando, para que esto se hiciese mejor, y á menos costa de la real hacienda, se hizo asiento con don Gonzalo Ronquillo de Peñalosa, natural de Arévalo, Alguacil mayor de la Audiencia de Méjico, que andaba en Corte, para que con el gobierno de las Filipinas por su vida llevase seiscientos hombres de los reynos de Castilla, solteros y casados á las Filipinas, haciéndole para ello su Magestad algunos socorros, y comodidades, y otras mercedes, en premio deste servicio.

Aprestóse don Gonzalo para el viaje, y habiendo levantado la gente, y teniéndola levantada en el puerto de san Lucar de Barrameda, al salir con la flota por la barra, uno de los navíos que traía, se perdió. Volvió á rehacerse, aunque no de tanto, como primero llevaba, y hizo su viaje á tierra firme, y por Panamá embarcó su gente por la mar del Sur, y hizo vela para las Filipinas, donde llegó, y entró en el gobierno por el año de mil y quinientos y ochenta.

Don Gonzalo Ronquillo fundó una poblazon de Españoles en la isla de Panay en Oton[1], que le puso por nombre la villa de Arévalo; y en su tiempo, se engrosó el trato de los Chinos, y les hizo alcaycería, y parían dentro de la ciudad, en que sacasen sus mercaderías, y las vendiesen. Procuró descubrir la navegación desde las islas de vuelta para la Nueva España, por la parte del Sur, á que envió al capitán don Juan Ronquillo del Castillo su primo, lo cual no pudo tener efecto, porque habiendo navegado algún tiempo, hasta hallarse en parage de la Nueva Guinea, con muchos temporales contrarios, no pudo pasar adelante, y arribó á las Filipinas. Asimismo despachó otro navío á cargo de don Gonzalo Ronquillo de Vallesteros al Perú, con algunas mercaderías, en demanda de algunas cosas que decía había menester para las Filipinas de aquellas provincias; el cual volvió del Perú, hallando ya muerto al Gobernador. Impuso el dos por ciento de derechos de la salida, de las mercaderías que vienen embarcadas para la Nueva España; y el tres por ciento de las que los Chinos traen á las Filipinas, que aunque por haberse hecho sin orden de su Magestad, fué reprendido, quedaron estos derechos puestos y asentados para adelante.

En el mismo gobierno (por haber sucedido su Magestad en los reinos de Portugal, y mandando al gobernador de Manila tuviese buena correspondencia con el capitán mayor de la fortaleza de la isla de Tidore, en el Maluco, y la socorriese de lo que hubiese menester) envió una armada y gente de guerra á ella, desde Manila, á cargo del capitán don Iuan Ronquillo del Castillo, á pedimento de Diego de Azambuja, capitán mayor de Tidore, para la jornada y conquista de la isla de Terrenate, que habiendo llegado á el Maluco no tuvo el efecto que se pretendió[2]. Y de aquí adelante se fueron continuando los socorros de gente y bastimentos, que de las Filipinas se llevan á la fortaleza de Tidore.

En este mismo gobierno se pacificó la primera vez la provincia de Cagayan[3], en la isla de Luzón, frontera de la China, por mano del capitán Ioan Pablos de Carrión, y fundó en ella una poblazon de Españoles, que le puso por nombre la ciudad de la Nueva Segovia, y echó de ella un corsario Iapon[4], que con algunos navíos se había apoderado y fortificado en su puerto.

Pocos días después, que don Gonzalo Ronquillo entró en el Gobierno, envió con una armada pequeña de una galera y algunas fragatas, al capitan Gabriel de Ribera á descubrir la costa y poblazones de la isla de Borneo, y que desde allí pasase al reino de Patan[5], en la tierra firme, de donde se trae pimienta; y habiendo corrido la costa de Borneo, y reconocídola por estar el tiempo adelante y faltarle los bastimentos, volvió con la armada á Manila, de donde le envió el gobernador á España con poderes suyos y de las islas, para que tratase con su Magestad algunas cosas que deseaba y otras que convenían á las islas[6]. Halló á su Magestad en Portugal, y le dió algunas piezas de oro y otras curiosidades que llevaba para este efecto, y trató de los negocios á que iba, de que resultó: que habiendo su Magestad (con título de mariscal de Bonbon) héchole otras mercedes por su trabajo en este viaje, en los negocios que había tratado, se tomó la resolución que convino.

Gobernando don Gonzalo Ronquillo, fué electo el primer obispo de las Filipinas, llamado don Fr. Domingo de Salazar, de la orden de Santo Domingo, persona de muchas letras y santidad, que llegado á las islas tomó en sí el gobierno y jurisdiccion eclesiástica, que al principio estuvo en los frailes de San Agustín que pasaron á la conquista, y después en los religiosos descalzos de San Francisco que fueron á la conversión. Erigió el Obispo su iglesia catedral, por Bulas Apostólicas, en la ciudad de Manila, con prebendas á estipendio de la hacienda real, entre tanto que hubiese diezmos y frutos eclesiásticos de que sustentarse, y lo demas necesario para el servicio y ornato de la iglesia y culto Divino que en ella se celebra con mucha solemnidad y aparato. Llevó en su compañía don Fr. Domingo de Salazar á Antonio Sedeño y á Alonso Sanchez, sacerdotes y personas graves de la Compañía de JESVS, que fueron los primeros que asentaron esta religión en las Filipinas, y se ha ido extendiendo desde entonces con mucho aprovechamiento y fruto de la doctrina y conversión de los Naturales, y consuelo de los Españoles, educación y enseñanza de sus hijos en los estudios que tienen.

Don Gonzalo Ronquillo tuvo tan poca salud desde que entró en el gobierno, que murió el año de mil y quinientos ochenta y tres, y su cuerpo fué enterrado en el monasterio de San Agustín de Manila.

Sucedióle en el gobierno Diego Ronquillo, su deudo, por nombramiento que don Gonzalo en él había hecho, en virtud de una cédula de su Magestad que tenía, el cual prosiguió con lo que don Gonzalo dejó comenzado, especialmente en el socorro del Maluco y otras pacificaciones de las islas.

En el mismo tiempo de Diego Ronquillo hubo en la ciudad de Manila un incendio que tuvo principio en la iglesia del monasterio de San Agustín, á medio día, estando las puertas de la iglesia cerradas[7], y creció el fuego tanto, que en pocas horas se abrasó toda la ciudad por ser edificada de madera, con pérdida de mucha ropa y hacienda, y algunas personas que peligraron, y se volvió á edificar con mucha necesidad y trabajo, de que quedaron los Españoles muy pobres y necesitados.

De lo tratado por el mariscal Gabriel de Ribera en la Corte, lo que principalmente se siguió fué (aunque entonces en ella no se sabía la muerte del gobernador don Gonzalo Ronquillo) mandar fundar audiencia Real en la ciudad de Manila; cuyo presidente fuese gobernador y capitán general en todas las Filipinas. Y para ello, se hicieron los despachos necesarios, dando la presidencia al doctor Santiago de Vera, alcalde de la Audiencia de Méjico, natural de la villa de Alcalá de Henares, que pasó á las islas con el socorro ordinario de la Nueva España, llevando juntamente el sello real de la Audiencia y los oidores que su Magestad enviaba, y fiscal y demás oficiales y ministros para la dicha Audiencia. Los oidores y fiscal fueron los licenciados Melchor de Avalos, y Pedro de Rojas, y Gaspar de Ayala por fiscal, y á cabo de dos años después vino por tercer oidor don Antonio de Ribera.

Notas de José Rizal
  1. Ogton.
  2. Esta expedición no tuvo éxito por haberse desarrollado la enfermedad beriberi en el campo español, enfermándose más de las cuatro quintas partes. «Iban más de mil y quinientos Indios de las provincias más belicosas, y los más de Cagayan y Pampanga.»
  3. Se valió de las enemistades de los Naturales entre sí, y sobre todo de las rivalidades de dos hermanos principales, sin lo cual le hubiera sido imposible sujetarlos, como lo da á entender Gaspar de San Agustín.
  4. Se llamaba Zaizufu.
  5. No se confunda esto con el Patán de la India que es una ciudad; aquí se entendería Patani, á la Costa N. E. de la Península de Malaca.
  6. Este fué el primer enviado de Filipinas para tratar con el Rey sobre las necesidades del país.
  7. Tuvo por causa las luces del túmulo que habían levantado para las honras de don Gonzalo Ronquillo. Éstas se hicieron nueve días después, el 19, ó mejor, el 20 de marzo de 1583.