Tragedia de Numancia/Jornada I/II

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Tragedia de Numancia
de Miguel de Cervantes
Jornada I, Escena II

Jornada I, Escena II

Sale una doncella coronada con unas torres y trae un castillo en la mano, la cual significa ESPAÑA, y dice:
ESPAÑA:

   ¡Alto, sereno y espacioso cielo,
que con tus influencias enriqueces
la parte que es mayor deste mi suelo,
y sobre muchos otros le engrandeces,
muévate a compasión mi amargo duelo;
y, pues al afligido favoreces,
favoréceme a mí en ansia tamaña,
que soy la sola desdichada España!
   Bástete ya que un tiempo me tuviste
todos mis flacos miembros abrasados,
y al sol por mis entrañas descubriste
el reino escuro de los condenados.
A mil tiranos, mil riquezas diste;
a fenices y griegos entregados
mis reinos fueron, porque tú has querido,
o porque mi maldad lo ha merecido.


ESPAÑA:

   ¿Será posible que contino sea
esclava de naciones estranjeras,
y que un pequeño tiempo yo no vea
de libertad tendidas mis banderas?
Con justísimo título se emplea
en mí el rigor de tantas penas fieras,
pues mis famosos hijos y valientes
andan entre sí mesmos diferentes.
   Jamás en su provecho concertaron
los divididos ánimos briosos;
antes, entonces más los apartaron
cuando se vieron más menesterosos;
y ansí, con sus discordias convidaron
los bárbaros de pechos codiciosos
a venir y entregarse en mis riquezas,
usando en mí y en ellos mil cruezas.


ESPAÑA:

   Sola Numancia es la que sola ha sido
quien la luciente espada sacó fuera,
y a costa de su sangre ha mantenido
la amada libertad suya primera.
Mas, ¡ay!, que veo el término cumplido,
y llegada la hora postrimera,
do acabará su vida y no su fama,
cual Fénix renovándose en la llama.
   Estos tan muchos temidos romanos
que buscan de vencer cien mil caminos,
rehuyen de venir más a las manos
con los pocos valientes numantinos.
¡Oh, si saliesen sus intentos vanos,
y fuesen sus quimeras desatinos,
y esta pequeña tierra de Numancia
sacase de su pérdida ganancia!


ESPAÑA:

   Mas, ¡ay!, que el enemigo la ha cercado,
no sólo con las armas contrapuestas
al flaco muro suyo, mas ha obrado
con diligencia estraña y manos prestas,
que un foso, por la margen trincheado,
rodea la ciudad por llano y cuestas;
sola la parte por do el río se extiende
de este ardid nunca visto se defiende.
   Ansí, están encogidos y encerrados
los tristes numantinos en sus muros:
ni ellos pueden salir, ni ser entrados,
y están de los asaltos bien seguros;
pero, en sólo mirar que están privados
de ejercitar sus fuertes brazos duros,
con horrendos acentos y feroces
la guerra piden, o la muerte a voces.


ESPAÑA:

   Y, pues sola la parte por do corre
y toca a la ciudad el ancho Duero,
es aquella que ayuda y que socorre
en algo al numantino prisionero,
antes que alguna máquina o gran torre
en sus aguas se funde, rogar quiero
al caudaloso conocido río,
en lo que puede ayude el pueblo mío.
   Duero gentil, que con torcidas vueltas
humedeces gran parte de mi seno,
ansí en tus aguas siempre veas envueltas
arenas de oro, cual el Tajo ameno,
y ansí las ninfas fugitivas sueltas,
de que está el verde prado y bosque lleno,
vengan humildes a tus aguas claras,
y en prestarte favor no sean avaras,
   que prestes a mis ásperos lamentos
atento oído, o que a escucharlos vengas;
y, aunque dejes un rato tus contentos,
suplícote que en nada te detengas.


ESPAÑA:

Si tú con tus continos crecimientos,
destos fieros romanos no me vengas,
cerrado veo ya cualquier camino
a la salud del pueblo numantino.

(Sale el río DUERO, con otros muchachos vestidos de río como él, que son tres riachuelos que entran en DUERO.)
DUERO:

   Madre y querida España, rato había
que hirieron mis oídos tus querellas;
y si en salir acá me detenía,
fue por no poder dar remedio a ellas.
El fatal, miserable y triste día,
según el disponer de las estrellas,
se llega de Numancia, y cierto temo
que no hay dar medio a su dolor extremo.
   Con Orvión, Minuesa y también Tera,
cuyas aguas las mías acrecientan,
he llenado mi seno en tal manera,
que los usados márgenes revientan;
mas, sin temor de mi veloz carrera,
cual si fuera un arroyo, veo que intentan
de hacer lo que tú, España, nunca veas:
sobre mis aguas, torres y trincheas.

DUERO:

   Mas, ya que el revolver del duro hado
tenga el último fin estatuido
deste tu pueblo numantino amado,
pues a términos tales ha venido,
un consuelo le queda en este estado:
que no podrán las sombras del olvido
oscurecer el sol de sus hazañas,
en toda edad tenidas por estrañas.
   Y, puesto que el feroz romano tiende
el paso agora por tu fértil suelo,
y que te oprime aquí, y allí te ofende,
con arrogante y ambicioso celo,
tiempo vendrá, según que ansí lo entiende
el saber que a Proteo ha dado el cielo,
que esos romanos sean oprimidos
por los que agora tienen abatidos.


DUERO:

   De remotas naciones venir veo
gentes que habitarán tu dulce seno,
después que, como quiere tu deseo,
habrán a los romanos puesto freno;
godos serán, que, con vistoso arreo,
dejando de su fama al mundo lleno,
vendrán a recogerse en tus entrañas,
dando de nuevo vida a sus hazañas.
   Estas injurias vengará la mano
del fiero Atila en tiempos venideros,
poniendo al pueblo tan feroz romano
sujeto a obedecer todos sus fueros;
y, portillos abriendo en Vaticano,
tus bravos hijos y otros estranjeros
harán que para huir vuelva la planta
el gran Piloto de la nave santa.
   Y también vendrá tiempo en que se mire
estar blandiendo el español cuchillo
sobre el cuello romano, y que respire
sólo por la bondad de su caudillo.


DUERO:

El grande Albano hará que se retire
el español ejército, sencillo,
no de valor sino de poca gente,
que iguala al mayor número en valiente.
   Y cuando fuere ya más conocido
el propio Hacedor de tierra y cielo,
aquél que ha de quedar estatuido
por visorrey de Dios en todo el suelo,
a tus reyes dará tal apellido,
cual viere que más cuadra con su celo:
católicos serán llamados todos,
sucesión digna de los fuertes godos.
   Pero el que más levantará la mano
en honra tuya y general contento,
haciendo que el valor del nombre hispano
tenga entre todos el mejor asiento,
un rey será, de cuyo intento sano
grandes cosas me muestra el pensamiento:
será llamado, siendo suyo el mundo,
el Segundo Filipo, sin segundo.


DUERO:

   Debajo deste imperio tan dichoso,
serán a una corona reducidos,
por bien universal y tu reposo,
tus reinos hasta entonces divididos;
el jirón lusitano tan famoso,
que un tiempo se cortó de los vestidos
de la ilustre Castilla, ha de zurcirse
de nuevo y a su estado antiguo unirse.
   ¡Qué envidia y qué temor, España amada,
te tendrán las naciones estranjeras,
en quién tu teñirás tu aguda espada
y tenderás, triunfando, tus banderas!
Sírvate esto de alivio en la pesada
ocasión por quien lloras tan de veras,
pues no puede faltar lo que ordenado
ya tiene de Numancia el duro hado.


ESPAÑA:

   Tus razones alivio han dado en parte,
famoso Duero, a las pasiones mías,
sólo porque imagino que no hay parte
de engaño alguno en estas profecías.

DUERO:

Bien puedes de eso, España, asegurarte,
puesto que tarden tan dichosos días.
Y adiós, porque me esperan ya mis ninfas.

ESPAÑA:

¡El cielo aumente tus sabrosas linfas!