Tragedia de Numancia/Jornada II/I

De Wikisource, la biblioteca libre.
Tragedia de Numancia
de Miguel de Cervantes
Jornada II, Escena I

Jornada II, Escena I

Interlocutores:
TEÓGENES y CORABINO,
con otros cuatro numantinos,
gobernadores de Numancia, y MARQUINO, hechicero,
y un cuerpo muerto, que saldrá a su tiempo.
Siéntanse a consejo,
y los cuatro numantinos que no tienen nombres se señalan así:
PRIMERO, SEGUNDO, TERCERO, CUARTO.


TEÓGENES:

   Paréceme, varones esforzados,
que en nuestros daños con rigor influyen
los tristes signos y contrarios hados,
pues nuestra fuerza y maña desminuyen.
Tiénennos los romanos encerrados,
y con cobardes mañas nos destruyen;
ni con matar muriendo no hay vengarnos,
ni podemos sin alas escaparnos.
    Y no sólo a vencernos se despiertan
los que habemos vencido veces tantas,
que también españoles se conciertan
con ellos a segar nuestras gargantas;
tan gran maldad los cielos no consientan:
con rayos hieran las ligeras plantas
que se mueven en daño del amigo,
favoreciendo al pérfido enemigo.


TEÓGENES:

    Mirad si imagináis algún remedio
para salir de tanta desventura,
porque este largo y trabajoso asedio
sólo promete presta sepultura;
el ancho foso nos estorba el medio
de probar con las armas la ventura,
aunque a veces valientes, fuertes brazos,
rompen mil contrapuestos embarazos.

CORABINO:

   ¡A Júpiter pluguiera soberano
que nuestra juventud sola se viera
con todo el bravo ejército romano,
adonde el brazo rodear pudiera!
Que allí al valor de la española mano
la mesma muerte poco estorbo fuera,
para dejar de abrir ancho camino
a la salud del pueblo numantino.

CORABINO:

    Mas, pues en tales términos nos vemos,
que estamos como damas encerrados,
hagamos todo cuanto hacer podremos
para mostrar los ánimos osados:
a nuestros enemigos convidemos
a singular batalla; que, cansados
de este cerco tan largo, ser podría
quisiesen acabarle por tal vía.
    Y, cuando este remedio no suceda
a la justa medida del deseo,
otro camino de intentar nos queda,
aunque más trabajoso, a lo que creo:
este foso y muralla que nos veda
el paso al enemigo que allí veo,
en un tropel de noche le rompamos,
y por ayuda a los amigos vamos.


NUMANTINO PRIMERO:

   O sea por el foso o por la muerte,
de abrir tenemos paso a nuestra vida;
que es dolor insufrible el de la muerte,
si llega cuando más vive la vida;
remedio a las miserias es la muerte,
si se acrecientan ellas con la vida,
y suele tanto más ser excelente,
cuanto se muere más honradamente.

SEGUNDO:

   ¿Con qué más honra pueden apartarse
de nuestros cuerpos estas almas nuestras,
que en las romanas armas arrojarse
y en su daño mover las fuertes diestras?
En la ciudad podrá muy bien quedarse
quien gusta de cobarde dar las muestras;
que yo mi gusto pongo en quedar muerto
en el cerrado foso o campo abierto.

TERCERO:

   Esta insufrible hambre macilenta,
que tanto nos persigue y nos rodea,
hace que en vuestro parecer consienta,
puesto que temerario y duro sea.
Muriendo escusaremos tanta afrenta;
mas quien morir de hambre no desea,
arrójese conmigo al foso, y haga
camino a su remedio con la daga.

CUARTO:

   Primero que vengáis al trance duro
desta resolución que habéis tomado,
paréceme ser bien que desde el muro
nuestro fiero enemigo sea avisado,
diciéndole que dé campo seguro
a un numantino y otro su soldado,
y que la muerte de uno sea sentencia
que acabe nuestra antigua diferencia.

CUARTO:

    Son los romanos tan soberbia gente,
que luego aceptarán este partido;
y si lo aceptan, creo firmemente
que nuestro amargo daño ha fenecido,
pues está Corabino aquí presente,
cuyo valor me tiene persuadido
que él solo contra tres bravos romanos
quitará la victoria de las manos.
    También será acertado que Marquino,
pues es un agorero tan famoso,
mire qué estrella, qué planeta o signo
nos amenaza muerte o fin honroso,
y si puede hallar algún camino
que nos pueda mostrar si del dudoso
cerco cruel do estamos oprimidos
saldremos vencedores o vencidos.


CUARTO:

    También primero encargo que se haga
a Júpiter solene sacrificio,
de quien podremos esperar la paga
harto mayor que nuestro beneficio;
cúrese luego la profunda llaga
del arraigado acostumbrado vicio:
quizá con esto mudará de intento
el hado esquivo y nos dará contento.
    Para morir, jamás le falta tiempo
al que quiere morir desesperado:
siempre seremos a sazón y a tiempo
para mostrar, muriendo, el pecho osado;
mas, porque no se pase en balde el tiempo,
mirad si os cuadra lo que aquí he ordenado;
y si no os pareciere, dad un modo
que mejor venga y que convenga a todo.


MARQUINO:

   Esa razón que muestran tus razones
es aprobada del intento mío.
Háganse sacrificios y oblaciones
y póngase en efeto el desafío;
que yo no perderé las ocasiones
de mostrar de mi ciencia el poderío:
yo sacaré del hondo centro escuro
quien nos declare el bien o el mal futuro.

TEÓGENES:

   Yo desde aquí me ofrezco, si os parece
que puede de mi esfuerzo algo fiarse,
de salir a este duelo que se ofrece,
si por ventura viene a efectuarse.

CORABINO:

Más honra tu valor raro merece:
bien pueden de tu esfuerzo confiarse
más difíciles cosas y mayores,
por ser el que es mejor de los mejores.
   Y, pues tú ocupas el lugar primero
de la honra y valor con causa justa,
yo, que en todo me cuento por postrero,
quiero ser el haraldo desta justa.

PRIMERO:

Pues yo, con todo el pueblo, me prefiero
hacer de lo que Júpiter más gusta,
que son los sacrificios y oraciones,
si van con enmendados corazones.

SEGUNDO:

   Vámonos, y con presta diligencia
hagamos cuanto aquí propuesto habemos,
antes que la pestífera dolencia
de la hambre nos ponga en los extremos.

TERCERO:

Si tiene el Cielo dada la sentencia
de que en este rigor fiero acabemos,
revóquela, si acaso lo merece
la justa enmienda que Numancia ofrece.
[Vanse.]