Un perro y un lobo
Diré brevemente, cuan dulce sea la libertad.
Un lobo transido de hambre se encontró casualmente con un perro bien cebado. Saludándose mútuamente, luego que se pararon, comenzó el lobo: dime por tu vida ¿cómo estás tan lucido, ó con qué alimento has echado tanto cuerpo, cuando yo, que soy mas valiente perezco de hambre? El perro respondió llanamente: tú puedes lograr la misma fortuna, si te atreves á servir á mi amo como yo. ¿En qué? replica el lobo;en ser guarda de la puerta, y defender la casa por la noche de los ladrones, Pues estoy pronto: ahora ando expuesto á las nieves y lluvias, pasando una vida trabajosa en las selvas: ¿cuanta mas cuenta me tiene vivir á sombra de tejado y hartarme de comida, sin tener que hacer? Pues vente conmigo, dijo el perro. Yendo los dos juntos, reparó el lobo, que el cuello del perro estaba pelado del peso de la cadena, y díjole: ¿De qué es esto, amigo? No es nada. No importa: dímelo por tu vida. Como me tienen por inquieto, me atan entre dia para que descanse y vele cuando llegáre la noche: suelto al anochecer; ando por donde se me antoja. Traenme pan sin pedirlo: el amo desde su mesa me alarga los huesos, la familia me arroja sus mendrugos, y cada cual el guisado de que no gusta. Y así sin fatiga se llena la panza. Bien: ¿pero si quieres salir de casa, te dan licencia? Eso no, respondió el perro. Pues sino, concluyó el lobo, disfruta tú esos bienes que tanto alabas, que yo ni reinar quiero, si me ha de faltar la libertad.
Quòd tu nec tenebras, nec posses dicere lucem, Sed cum luce tamen dubiæ confinia noctis.