Una farsa de la administración de Rosas

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UNA FARSA de la Administración de Rosas

Al dia siguiente de la noche en que fueron inmolados los desgraciados Echanagucia y Sañudo, esto es el 27 de Septiembre, amanecieron sus cadáveres en el hueco de los Sauces. Nadie dudaba que Rosas fuera el que dispuso la degollacion.

Para probar la hipocresía de este hombre abominable, transcribimos á continuacion el parte oficial que ese mismo dia se pasó al gefe de Policia por el insigne comisario de la 4º seccion. Hélo aquí.

"¡Viva la federacion! Rosas Independencia ó Muerte! Seccion 4º de Policia Buenos Aires Septiembre 27 de 1840. Al Señor Gefe del Departamento General de Policia. El comisario qne firma ha recibido parte del alcalde del cuartel 24 avisando que en la madrugada en las inmediaciones del Hueco de los Sauces ignorando quienes son por no conocerlos, y han sido trasladados al corralon de carros públicos. Dios Guarde á V. S. muchos años. Lorenzo Laguna."

En seguida el Gefe del departamento, con la misma fecha dá cuenta al Gobernador delegado D. Felipe Arana, adjuntando el parte del referido comisario, y el Gobierno ordena se proceda al esclarecimiento del hecho y fecho se dé cuenta.

El Juez de Paz de la parroquia de San Telmo pone en conocimiento de la autoridad haberse presentado en el juzgado de su cargo una muger llamada Josefa Gonzales diciendo que en la noche anterior unos desconocidos se habian llevado en calidad de presos á sus inquilinos Pedro Echanagusia y Clemente Sañudo, y que las llaves de las habitaciones las habian dejado en su poder para que las entrgase al juzgado; asi es que teniendo que salir ese dia las llevaba al Juez.

El juez de 1ª instancia en lo criminal á quien le estaba cometido el esclarecimiento de ese atentado, se dirige al de policia con fecha 31 de octubre del mismo año, diciendole entre otras cosas que para proceder con mas acierto, necesitaba tener un conocimiento oficial de las clasificaciones de Echanagusia y Sañudo; es decir si eran federales ó Salvajes Unitarios.

Mientras tenia lugar esta farsa ridícula que probaba á las claras qne todo no era mas que un pretesto especioso, para alejar las sospechas que indudablemente tendrían que recaer sobre el tirano, si Da. Josefa Gonzalez denunciaba otros pormenores de los cuales resultarían otros y por fin concluiria si hubieran procedido legalmente, á dar con los asesinos: Rosas ponia en vijencia el barbaro decreto de confiscacion fecha 16 de setiembre del año 40.

Con la publicacion del citado decreto quedó suspendida la informacion sumaria, fijandose en la conciencia de los hombres sensatos la idea de no ser otro el autor principal, que el mismo Rosas.

Pocos dias despues de este suceso, una bandera de remate flameaba á merced del viento puesta en uno de los postes pertenecientes á la casa donde habian vivido los malogrados jóvenes, anunciando la venta de varios objetos. ¡Cosa singular! Entre los varios individuos que asistían al remate, hallabanse entre mesclados dos de los asesinos, y estos por decontado fueron los preferidos. Objetos que representaban el valor de 200 pesos papel fueron vendidos por 15 y 20: el producto liquido se redujo á mil y pico de pesos de la misma moneda, cantidad demasiado exigua.

Segun el cálculo de varios inteligentes, si hubieran vendido las existencias pertenecientes á esos desgraciados, de un modo legal y á la más alta postura, el producto al menos, hubiera escedido en diez tantos mas de lo que se sacó por el decreto sancionado por la sala de Rosas. Ese famoso decreto produjo dos resultados. El primero labró la fortuna de los acérrimos sostenedores de la monstruosa tiranía, y de la miseria en que yacían, pasaron á la opulencia, llegando el escandalo hasta ostentar las mujeres impudicas de esos hombres menguados, las alhajas y otros objetos que eran de las familias á quienes se les aplicó el decreto. El segundo tuvo efectos opuestos; es decir de la opulencia en que vivian mis familias pasaron a la indijencia sin tener mas delito que no profesar las ideas de esa mentida federacion, palabra que servia para esplotar con ella el fanatismo de unos y la conveniencia de otros.

Asi que el general Lavalle evacuó el territorio de la provincia, con el ejército de patriotas que lo acompañaban; Rosas comenzó á obtener el fín que se había propuesto al publicar el decreto, que no era otro, bien lo saben todos, que un pretesto para apoderarse de cuantiosos bienes que cayeron en sus mamos y en las de sus ideas.

En la campaña muy principalmente se hallaba la fuente inagotable que habia de saciar la codicia de sus dignos sostenedores, y allí por consiguiente se esparcieron cual plaga de destructora langosta.

Millares de cabezas de ganado pertenecientes á honrados ciudadanos que no se adherian al sistema de sangre, fueron á acrecentar las estancias del hombre que poseia casi la mitad de la campaña, parte como patrimonio, parte como usurpacion, fuera del ganado que servia para abastecer al ejército estacionado en Santos Lugares; y cuyo cuerambre se convirtió en dinero que por varios canales corria a los bolsillos del celebre autócrata de Santos Lugares.

En la ciudad la mayor parte de los empleados fueron agraciados por el pródigo Juan Manuel, dándoles en propiedad casas con todo el amueblado correspondiente, y hubieron familias á quienes se confiscaron sus bienes, muebles é inmuebles, que el mismo dia en que. se les notificó el embargo fueron arrojadas á la calle ignominiosamente, teniendo que pernoctar fuera de sus casas, sin encontrar hogar ni auxilios; ¿y por qué? porque eran salvages unitarios, y cual parias tenian que andar vagando y errantes hasta que la caridad de algunas almas piadosas les tendiese una mano amiga.

Desde entonces las familias que se hallaban vinculadas á los patriotas de la causa noble y santa de la libertad, solo pensaron en abandonar el suelo patrio en que un dia nacieron, y buscar un asilo y el pan de la amargura en el estrangero.

En esos aciagos dias, el populacho fanático lanzaba en las calles de la patria de Moreno, Beruti, Belgrano, Castelli, el terrible anatema de: ¡Mueran los Salvages Unitarios! á ¡degüello muchachos! paseándose con banderas desplegadas precedidos de algunos personages que les gustaba participar de lo que llamaban "entusiasmo federal ó federal entusiasmo."

¡Contraste raro! Mientras esa horda de facinerosos, verdaderos flajelos de la humanidad se entregaba al beberaje en las plazas y lugares públicos, celebrandolos triunfos que obtenia el ejército de Rosas, en las Provincias del interior, las familias residentes en Buenos Aires, sumidas en la mayor afliccion se encerraban en sus hogares, ó donde la caridad les hubiese prestado asilo, y alli agrupadas con recogimiento ante la imagen del crucificado, imploraban su divina proteccion para que cesasen esas escenas de sangre y degüellos consecutivos.

El tirano había agotado los recursos que su diabólico ingenio le sugeria para vincular en las masas ignorantes del pueblo, el odio á los que no eran sus adeptos. Las delaciones se pusieron á la órden del dia. Los criados delataban á sus amos, diciendo que eran unitarios, que todo el menage interior de sus casas era celeste, que en altas y determinadas horas de la noche se reunian diversas personas con el fin de maquinar contra el gobierno y mil otras sandeces de esa jaez, concluyendo que no querían volver á casa de sus amos.

A todos estos delatores públicos y privados, el Ilustre Restaurador les daba sumas considerables de dinero, para estimularlos á que ejercieran tan detestable oficio: decimos oficio, porque para algunos era una profesion legal, creyéndose favorecidos con decir: soy espía de Rosas. Como consecuencia inmediata de sistema tan maquiavélico, la sociedad quedó dividida, las relaciones de familia, interceptadas entre el puñal del asesino y la delación de sus criados. No satisfecho aun el Ilustre con la sangre que se vertia, le era preciso manifestar complacencia á la vista de una cabeza dividida del cuerpo, como la del malogrado Selarayan, ó de una muger flajelada.

En las plazas de la Victoria, Monserrat y varias otras, dió á la canalla bailes públicos, y al retirarse paseaban su inmundo retrato, ora en la extremidad de una bandera, ó bien en un carro triunfal, tirado á pié por las negras y señoras uncidas cual bestias.

Para establecer lo que él llamaba democrácia federal, hizo que su hija precediese á las lavanderas en sus órgias y saraos que efectuaban en la rivera, y allí se ha visto mas de diez veces altenar en el cielito y pericon á la hija del Gobernador y Capitán General con la negra mas ruin y beoda que pudiera encontrarse.

La autorizó tambien para que hiciera las veces de gobernador y confidencial; como sucedió dando nombramientos militares en el regimiento denominado "Las Lavanderas." Entre éstas habían coronelas, subcoronelas, mayoras, capitanas, ayudantas y abanderadas. El emblema de su estandarte era: ROSAS FEDERACIÓN ó MUERTE. Era tal la familiaridad que habian contraido con la niña, que hasta la besaban y acariciaban cual lo hiciera un chiquillo mimado con su nodriza.