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Una mirada (Ignacio María de Acosta)

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UNA MIRADA.

Niña del rostro amoroso,
De los labios de corales,
De los ojos celestiales,
Del seno túrjido, hermoso:
¿Ese conjunto armonioso
Que puso el amor en tí,
Fué sin duda, niña, di,
Porque lo adorase yo....?
Pues, niña, el amor venció,
Te adoro con frenesí.



Te adoro como la estrella
Que me anuncia la bonanza—
Como bienaventuranza
Que Dios en tu amor destella:
Te adoro, como una bella,
Un ánjel, un serafin;
Que baña el rostro en carmin
Y el alma en pasión secreta:
Te adoro, como un poeta,
Niña, con amor sin fin.



Tu en mi sueño de ventura

Me encantas con mil amores;
Tú mi ecsistencia de flores
Sembrastes y de dulzura,
Tu alejastes la amargura
Que el alma me hirió inclemente;
Me miraste blandamente
Y el alma volvió á lamida,
Que vi mi ilusión perdida
Posarse sobre tu frente.



Ven á mi choza, y de allí
Iremos en mi barquilla
Á la hermosísima orilla
Del tranquilo Yumurí.
Allí guardo para tí
Un jazmín fragante, bello,
Tan blanco como tu cuello,
Tan puro como tu frente:
Ven, hermosa, y dulcemente
Colócale en tu cabello.



Ven y percibe su olor,
Nuncio de castos amores,
Que el perfume de las flores
Es aliento del amor.
Ven, que el solibio cantor
Nos brinda amor en su nido.
La selva con su jemido.
La tarde con su frescura:

Amor dice la espesura,
Amor el valle dormido.



Ven, que mis redes tendidas
Te ofrecen pesca abundante—
El corazon de un amante
Le ofrece al amor mil vidas.
Deja las pompas mentidas
Y oropel de la ciudad;
Y ven á la soledad
Dó reinan placeres puros,
Y huyen los aires impuros
Que marchitan la beldad.



Aquí la naturaleza
Se ostenta hermosa, sencilla,
Aquí es donde el cielo brilla
Con mas pompa, mas belleza:
Aquí una montaña besa
Un rio que corre lento:
Aquí nace un pensamiento
Que alboroza el alma entera.
Ven, hermosa, á esta pradera
A calmar mi sufrimiento.



Iremos á la colina
En la tarde silenciosa,
A cojer la blanca rosa
Y silvestre coralina:

Nos dará la grama fina
Blanda alfombra en que sentados
Verémonos estasiados
De objetos tan peregrinos—
Yo de tus ojos divinos
Y tus labios perfumados.
 



Y si la sed nos fatiga
En sitio tan delicioso,
Un arroyo bullicioso
Darános su linfa amiga.
Y prenderemos con liga
Al lijero tomeguin:
Solo, hermosa, con el fin
De calmar su desconsuelo,
Dejándole en libre vuelo
Marchar al otro confin.



Sí, querida, si dichosa
Ha de ser nuestra ternura,
No turbemos la ventura
De un esposo y una esposa.
El alma pura no goza
Sino es del placer sencillo,
Como oir un pajarillo,
Contemplar las mariposas
Ó llevar lleno de rosas
Con su amante un canastillo.




Navegar un claro rio,
Ver una nube distante,
Apreciar como un diamante
Una gota de rocío.
Buscar un sitio sombrío
De alguna selva frondosa;
Y cantar con voz melosa
Al compás de blanda lira,
Esa emoción que se inspira
En la frente de una hermosa.
 



De una hermosa, prenda mia,
Como tú, que blandamente
Derramastes en mi frente
Un raudal de poesía.
Un bálsamo, una ambrosía
Que mi crudo padecer
Despertándole al placer
Como de sueño de muerte,
Me hiciera feliz en verte
Y en adorarte, mujer.



Mas, qué digo?.... en mi contento
Se estravía la razon—
Es mi dicha una ilusion
Que redobla mi tormento—
Es la ilusion de un momento
Que apenas gozarse alcanza....

¡Nada mi bien afianza,
Cuando mi gloria soñada
La fomenta una mirada
Que quizá no fué esperanza....!