Una traducción del Quijote: 03
Desde aquel dia, esta no faltó ni una sola mañana al Retiro, que agradóla sobremanera.
Ciertamente el Retiro es un sitio encantador, quizá por causa de su desaliño y de sus contrastes. En su recinto hay de todo: conatos de parque Real y de bosque, un parterre atildado como la prosa de un académico, trozos de huerto, terrenos plantados de olivos como en los alrededores de Jerusalen y sitios en donde la brisa es fresca y perfumada, mientras que en otros sopla el viento harmatan de la Cafreria.
La Princesa era extremadamente aficionada al campo. Aun quedaban en ella resabios de niña, y gustábala aspirar el aire puro, y dar expansión á su necesidad de movimiento.
El Retiro tenia además otro atractivo para ella: el de la soledad. Exceptuando muy pocos sitios, frecuentados por contadas personas, por la mañana, la vasta posesión está casi desierta, y la linda juguetona podia juguetear con su perrita sin exponerse á las miradas indiscretas. Por lo regular, primeramente daba grandes paseos por la parte alta, hacia el sitio llamado vulgarmente baño de la elefanta hasta que el calor y el cansancio la obligaban á buscar un lugar más sombrío.
Descubrió uno muy á propósito. Es una larga calle de árboles paralela al parterre, hacia el lado de Atocha, y casi siempre solitaria. Hay allí algunos asientos de piedra, situados en hilera y bastante distántes entre si. La Princesa se sentaba en uno de ellos y leia á Alfonso Kar, su autor predilecto, interrumpiendo á veces su lectura para dar alguna carrera á lo largo de la calle en compañía de Coraly.
Entre tanto la anciana aya, calados los anteojos, se ocupaba tranquilamente en alguna labor de mano.