Una traducción del Quijote: 09

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


VIII.

¿Quién era el jóven del Retiro?

En 1823 un Capitán del ejército español emigró á Francia, á consecuencia de los sucesos acaecidos en España, y se estableció en la ciudad de Orleans, en donde desde hacía años residía un primo suyo. Pertenecía el Capitán expatriado á la nobilísima familia madrileña de los Lasos de Castilla, famosa en el siglo XVI por su opulencia, y emparentada posteriormente con los Duques del Infantado. De modo que en cuanto á nacimiento nada habia que pedirle, mas no así respecto á bienes de fortuna; pues por una serie de vicisitudes, á que más que ningunas otras están expuestas las familias nobles, en sus ramas colaterales, el Capitán D. Fernando Laso de Castilla, perdido el sueldo inherente á su grado en el ejército, á consecuencia de la emigración, no poseía más bienes que su espada, condenada á inaccion forzosa.

No obstante esta pobreza notoria, su nobleza, agradable figura, distinguidos modales y su cualidad de expatriado, le proporcionaron buena acogida en la alta sociedad de Orleans. Enamoróse de buena fe de la hija única de un anciano y rico banquero de esta ciudad; y decimos de buena fe, porque seguramente el jóven Capitan no se prendó del dote, sino de las prendas de su amada. La hija del banquero era lo que se llama una niña mimada; de suerte que fácilmente obtuvo el consentimiento de su padre para efectuar su enlace con el noble emigrado español.

El banquero estaba muy achacoso y los jóvenes esposos se establecieron en su compañía, cuidándole en los últimos años de su vida, que duró hasta cinco después de verificado este matrimonio, y heredando á su muerte un considerable caudal. Las cosas, pues, habían seguido su órden natural, y en el trascurso de tiempo que medió desde la boda hasta el fallecimiento del rico banquero, nada acaeció digno de mención, y ninguna nube eclipsó la prolongada luna de miel de los jóvenes casados.

Desde el momento en que éstos se vieron dueños de una respetable fortuna, su historia íntima nos es desconocida, y únicamente atendiendo á los hechos podremos deducir congeturas, que tal vez más adelante se aclaren, hasta el punto de hacernos conocer la verdadera, causa de los sucesos que vamos á referir. Un año después de la muerte del banquero de Orleans, D. Fernando Laso de Castilla y su linda y todavía jóven esposa, hallábanse establecidos en Paris en un petit palais de la calle de Viviene, y veíaseles en todos los sitios frecuentados por el gran mundo, alternando dignamente con la sociedad más escogida y aristocrática de Paris. Tenian lujosos trenes, notables caballos, y frecuentemente su hôtel, resplandeciente de luz, se animaba con el ruido de las fiestas.