Una traducción del Quijote: 24
La carta de Miguel, aquella carta que revelaba no sólo á un amante, sino á un poeta, acabó de vencer el corazón de la Príncesa María, tan predispuesta en favor de aquél, desde la primera mañana que le vio en el Retiro. Tenia que ser asi. Prescindiendo de la misteriosa atracción, que acerca el uno al otro, á los amántes predestinados, hay pocos corazones femeninos noblemente organizados que resistan á la influencia de la pasión que inspiran, cuando está aquilatada ésta por el sacrificio y la abnegación.
En este punto, preciso es confesarlo, la mujer es superior al hombre; pues siente mejor la gratitud y la compasión. Acaso en este sentimiento interviene el amor propio; tal vez al corresponder al amor del hombre que la adora, recompensa la mujer lo acertado de la elección; pero lo cierto es que la perfidia y la volubilidad son defectos casi exclusivos del hombre.
María quiso luchar contra su amor, pues harto comprendía los obstáculos que á él se oponían; pero mujer y casi niña, y niña mimada, no acostumbrada á la contrariedad ni al sufrimiento, se dejó vencer al cabo, como hemos dicho, por el atractivo de la pasión que inspiraba y que sentía, y no sólo no pensó en desecharla, sino que la acarició en su corazon y en su pensamiento con ávida solicitud.
Cuando una jóven de alma generosa como la Princesa, fija su elección en un amante sin fortuna, le ama doblemente y su pasión tiene algo de maternal. Asi es que María, en sus largas cavilaciones, pensaba en la triste suerte de Miguel, precisado á trabajar de un modo tan ageno á su noble y altivo carácter, y se decia que ella podía darle no sólo su amor tan anhelado por él, sino que también los goces de la vida, necesarios á su delicada organización.
Una vez decidida, ó mejor dicho, no pudiendo resistir al encanto de su amor, María se decidió á superar todos los obstáculos, alentada por la esperanza de la juventud y por su poder de niña mimada; pero ántes de llegar á este punto extremo, sufrió combates dolorosos en lo íntimo de su corazon; pues conociendo el carácter de su padre, previo el disgusto de éste, al tener que renunciar al brillante porvenir que anhelaba para ella.
Otra cosa la inquietaba además: las últimas palabras de la carta de Miguel. Sí, decia éste, yo creo que María no podria resistir á la trasmisión de mi amor, y sin embargo, no puede, no debe ser mia: media entre ambos un obstáculo superior á su mismo desden.
¿A qué obstáculo se refería? Segun Madlle. Guené, Miguel era soltero y dueño de sus acciones; amaba con delirio, y lo había probado abandonando su patria y sacrificando objetos gratos á su corazoón, y no obstante, aquel obstáculo superaba en la apreciación del enamorado jóven, aun al desden de su amada!... Esto era incomprensible; y por eso la Princesa se pasaba largos ratos absorta en hondas meditaciones, solitaria y retraída, dando pié á los comentarios y suposiciones de la alta sociedad de San Petersburgo, hasta que se decidió á salir de tanta incertidumbre, poniendo á su vez en práctica el mismo medio de que ántes se había valido Madlle. Guené.
Mandó, pues, á casa de Miguel al Mayordomo de su padre, y enterada por él del resultado de su misiva, esperó al dia siguiente con esa profunda inquietud que sólo pueden comprender las almas enamoradas.