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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXXV

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CAPÍTULO XXXV
terrores fundados
Por un esfuerzo de voluntad, me he alejado del recinto de Psique, y ahora me encuentro en un gran salon, donde algunas personas de ambos partidos, discuten acaloradamente un punto interesante.

La noche se acerca.

—"Es ó no es la luz un fenómeno material?" pregunta una de ellas.

—"Nó de ningun modo!" contesta una.

—"Sí!"agrega otra.

No es dificil comprender quién dice que sí y quién dice que nó.

La opinion se sistematiza, y consecuentes lo unos con sus ideas sobre la naturaleza del fenómeno, levantan el tono en razon inversa del conocimiento que tienen de la materia, en tanto que los otros lo elevan en razon directa de su terquedad.

—"Poco importa, señores, que sea una cosa ú otra" dice una voz que parte no se sabe de dónde. Es la mia; pero como soy invisible... "Lo que realmente debe interesaros es averiguar si las dos luces se fundieron en una ó nó."

Un espectro levantándose de la tumba en el silencio de una noche profunda, no esparce mas terror en torno de su blanco sudario.

¿De dónde parte aquella voz que habla de fusion de las luces?

Pero el hecho es que la cuestion presenta interés, y bien pronto desaparecen los temores ante la trascendencia del asunto.

La mas perfecta discordia es el alma de aquella insigne corporacion, si es que puede darse este nombre á un conjunto heterogéneo de elementos.

—"Sí, se han fundido!" exclama uno con voz estentórea.

—"Es falso!" repite otro.

—"Yo no comprendo por qué vuestra petulancia os lleva á aseverar precisamente lo que no es cierto."

—"Es una indignidad lo que aquí pasa."

—"Vosotros sois los promotores."

—"Si no viera asomar la premeditacion en vuestras palabras, creería que sois un imbécil."

Ppás! ppás!

—"Eh! señores! no lleveis la discusion al terreno de los hechos!"

—"Y qué! ¿quereis que nos mantengamos en el vasto campo de la teoría?"

—"Sí! porque sólo la teoría puede resolver la cuestion que nos agita."

Observo con disgusto, en este mismo instante, que mi poder está subordinado al dia:—la, noche comienza á despertar mi aureola.

Alguien ha notado en el salon un destello casi imperceptible, y lo manifiesta á otro.

—"Preocupaciones! preocupaciones!" exclama este.—"No ha mucho oimos una voz misteriosa, y ahora veis una luz."

—"Algo extraño sucede aoquí, señores," dice alguno.

—"Porqué?"

—"Acabo de ver pasar por mi mano un reflejo inexplicable."

—"Estamos alhacinados."

—"Nó, porque yo he visto lo mismo."

Al decir estas palabras, huyen despavoridos los unos, y permanecen inmóviles, atónitos, los otros.

Y en tanto que aquellos desparraman la alarma en la poblacion, y el silencio hunde á los segundos, me elevo lentamente con mi aureola deslumbrante, y voy á cernirme, cual águila Marcial, sobre el centro mismo de la ciudad sorprendida.

Al principio el terror cunde con velocidad proporcionalmente aumentada. Psique vacila sobre su pedestal de arena, y Seele que anima á la muchedumbre curiosa y despreocupada, me envía un rayo que aumenta mi fuerza de suspension, de descenso y de ascenso.

Un momento despues, las calles y los balcones se llenan de gente y todos contemplan la nube luminosa que traza en el aire caprichosas curvas.

Por no sé que rasgo de buen humor aéreo, comienzo á descender, y viendo á Psique en un balcon aislado, como no he perdido mis fuerzas materiales le tomo de las manos y lo elevo en los aires, con gran satisfaccion de sus próselitos, que ven corroborada la alta opinion que sobre él se han formado, y comienzo á trazar con él vertiginosas órbitas.

Psique, inundado con destellos prestados, experimenta el vértigo de la gloria infinita, y yo, que he recobrado todo el buen humor que me caracteriza, experimento las tentaciones mas extraordinarias de lanzar á Psique sobre el abdomen de un señor obeso que, con la boca abierta, como todos los de su partido, le observan, cometa inesperado, circunscribir anillos luminosos en las últimas rejiones á donde llega la fuerza de la vista humana.

Desde tan grande altura oigo las carcajadas animadoras de Seéle.