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Viajes de Fray Francisco Menéndez a la cordillera/Prefacio

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PREFACIO


Bajo la impresion de la grandiosa conmemoracion del centenario de Colon, señalamos en una publicacion dada a luz en 1893 la oportunidad de celebrar igualmente el de otros descubridores del territorio americano, indicando entre ellos al esclarecido Padre franciscano Frai Francisco Menendez, cuyo primer centenario estaba por cumplirse, como digno de esta distincion. En cuanto a la manera mas aparente de celebrarlo, tuvimos en mira la publicacion de sus Diarios que se hallan en su mayor parte inéditos i carecen de un comentario que los ponga en relacion con el estado actual de la jeografia. En posesion del manuscrito completo de ellos i de otros antecedentes, nos creiamos llamados a desempeñar esta honrosa tarea.

Consecuentes con estas consideraciones tenemos la satisfaccion de ofrecer hoi al público una edicion centenaria de sus dos primeros viajes que habian permanecidos inéditos hasta ahora.

No nos ha sido posible ajustar la salida de nuestra obra con toda exactitud a la fecha de su centenario, que debia haberse computado sea desde el año de 1783, la data de su primer viaje, o sea desde el año 1794, la del último, de modo que el plazo se halla excedido. Con todo, la diferencia no es grande i el año en que escribimos marca un siglo cabal trascurrido desde la última noticia que poseemos de su vida, la que por desgracia ha quedado muda despues de aquella fecha.

Habiamos puesto por nuestra parte toda la contraccion para publicar cuanto ántes los viajes del autor, pero nuestras ocupaciones profesionales por una parte i por otra el largo tiempo que nos demandaba el acopio de los datos i materiales necesarios para una obra acabada, no nos han permitido ser mas puntuales.

Habiendo obtenido de un amigo el precioso manuscrito de Menendez en 1883, habiamos redactado ya en 1885 las notas para los viajes, que ofrecemos hoi, i delineado con la ayuda de Guillermo i Julio Fonck un cróquis de su derrotero. Hemos tenido que rehacer enteramente de nuevo aquellos primeros ensayos, a consecuencia de los descubrimientos jeográficos modernos que se han efectuado en la rejion correspondiente desde aquel tiempo.

Hemos cumplido pues con el requisito de toda obra buena, que segun el dicho de Horacio ("nonum prematur la annum") necesita estar nueve años en prensa. Se disculparán, pues, sus defectos por no prevenir a lo ménos de la falta de aplicacion.

Dedicando la presente edicion a la celebracion del centenario de nuestro autor, la hemos adornado con su firma auténtica, con una portada artística, delineada segun motivos diseñados por su propia mano, i con una linda viñeta copiada de un dibujo que tuvimos la suerte de descubrir, como una especie de palimsesto, escondido en la tapa del manuscrito. Estos dibujos sencillos manifiestan que Menendez, bien que un digno sacerdote i un gran esplorador, no aspiraba por cierto a ser artista, sino que deseaba solo dar todo el mérito posible a los Diarios de sus trabajos i hazañas, que le llenaban de justo orgullo i placer.

No dudamos que estas reliquias evocarán sentimientos de tierno recuerdo tributados a la memoria del ilustre esplorador del istmo de Ofqui, de los lagos de Cholila i del lago de Nahuelhuapi.

No hemos contado con ningun recurso oficial para la publicacion de este libro. El señor Hugo Dempwolff se ha prestado con la mejor voluntad a dibujar el bonito mapa orijinal que acompaña el libro. El Dr. J. Steffen ha tenido la bondad de facilitarnos la consulta de importantes obras que no estaban a nuestro alcance i de comunicarnos datos nuevos sobre su memorable esploracíon del rio Puelo; quedamos mui reconocidos, pues, de los servicios de estos dos amigos.

Hemos conservado casi intacto el testo del autor. Se nos ofrecía en vista de su ortografia ya algo anticuada la duda, si debiamos dejar la orijinal o adoptar la moderna con el fin de facilitar la lectura. Habiamos observado este último procedimiento en la primera redaccion, pero tomando nota recientemente del consejo dado por el sobresaliente filólogo D. Rodolfo Lenz, quien opina que no debe hacerse cambio alguno en los documentos literarios antiguos, hemos restituido la ortografia orijinal del testo. Nos hemos permitido solo agregar algunos acentos i unas pequeñas correcciones indispensables por omisiones involuntarias del autor.

Se leerá con gusto la sencilla i breve narracion de Menendez: su estilo conciso i muchas veces típico, de manera que vuelve a usar las mismas frases en ocasiones idénticas, no deja de impresionarnos con agrado; ademas su relacion no carece de gracia i viveza. Podemos inferir que no era mui erudito, pero que poseia dotes excelentes de observador.

Los rasgos breves con que pinta el paisaje son admirables por su precision i nos dan una idea casi perfecta del territorio recorrido. Su descripcion es mui exacta i las mas veces suficiente para ubicar los objetos jeográficos que observa. Ella podria servir, bajo este aspecto, de modelo a varios viajeros modernos. Hemos podido delinear por sus datos solos la configuracion del grupo de los lagos que descubrió i del trecho situado entre ellos i el último punto alcanzado por D. Francisco Vidal Gormaz.

Esta rejion es aun hoi en parte desconocida. Sucede en ella que la relacion de Menendez salga ahora, despues de mas de un siglo, como publicacion nueva, que nos ofrece descubrimientos jeográficos de alguna importancia. Se esplica este hecho singular por la circunstancia de que su manuscrito habia quedado en el olvido completo talvez desde la misma época en que fué escrito. Del mismo modo que su manuscrito, el camino que recorrió quedó relegado al misterio, porque ningun esplorador ha escalado hasta ahora desde el Oeste esa fortaleza de tan difícil acceso. Sus "diarios" nos abren una rejion tan pintoresca como llena de fenómenos grandiosos. La comunicacion de estos descubrimientos nuevos para la ciencia jeográfica, es otro motivo que recomienda la publicacion de sus viajes i la hace doblemente oportuna en la época de su centenario.

Menendez nos da noticias de varios elementos jeográficos enteramente nuevos, como lagos, rios, cerros i pasos, sin avanzarse a darles nombres. En condiciones análogas observa el ilustre viajero arjentino D. Francisco P. Moreno [1], con motivo de haber dado el nombre de Musters a un lago mencionado por este autor, lo que sigue: "En homenaje a él, espero que los que por primera vez lo vieron, adopten i conserven el nombre que me he prometido aplicarle". Nos hemos creido autorizados para imitar esta práctica recomendada por Moreno, haciendo un uso discreto de ella en honor de Menendez, Miguel Barrientos i D. Francisco Vidal Gormaz. Esperamos, lo mismo que el señor Moreno, que estos nombres sean respetados por los esploradores futuros, como se ha hecho efectivamente en el caso citado.

El principio del trayecto recorrido por el autor ha sido esplorado independientemente por nuestro distinguido amigo, el benemérito fundador de la Oficina Hidrográfica D. Francisco Vidal Gormaz. Habiendo tomado parte en 1857 en la memorable espedicion al archipiélago de los Chonos del ilustre comandante Francisco Hudson, en que nos tocó la suerte de ser su compañero junto con D. Onofre Costa, D. Santiago Hudson i D. Manuel Thompson, emprendió el señor Vidal Gormaz en 1863 su primera esploracion independiente, que dirijió al estero de Comau i rio Vodudahue. Despues de haber reconocido las costas del estero rodeado de altos carros, en parte nevados, se internó por el rio cuyo curso siguió hasta cerca de sus fuentes. Publicó una sucinta relacion de su viaje i un mapa sumamente precioso, con que inició sus trabajos cartográficos, a que dió mas tarde un desarrollo admirable.

Como hemos tratado de ampliar en lo posible nuestra tarea de interpretador de Menendez. para perfeccionar de este modo el conjunto del cuadro que estamos diseñando, nos ha sido forzos hacer nuestros comentarios estensivos a este viaje del señor Vidal Gormaz i hemos desempeñado esta tarea con gran placer. Él es el autor a quien hemos tenido que consultar a cada paso. Nos lisonjea el deseo que nuestras apreciaciones hallen su aprobacion y le recuerden impresiones gratas.

Aprovechando los datos reunidos de Menendez, Moraleda, Vidal Gormaz i de muchos otros autores, hemos procurado trazar un cuadro lo mas completo i animado posible de la naturaleza grandiosa de una seccion de la réjia Cordillera austral. Nos han guiado en su confeccion los mismos propósitos que habiamos tenido presente en la publicacion citada arriba, de ofrecer a las personas cultas i sobre todo a la juventud una obra tendente a fomentar la observacion i el estudio de la imponente naturaleza de nuestro territorio i de la América del Sur. Familiarizarnos con ella en jeneral, entrar a admirar sus bellezas i analizar el carácter i oríjen de sus fenómenos, no solo nos proporcionará impresiones de ánimo sumamente agradables i duraderas, sino contribuirá tambien a elevar nuestros pensamientos a una esfera cada vez mas sublime. Este órden de ideas nos brinda la recreacion mas saludable, que se pueda concebir, para el ánimo preocupado constantemente por las tareas profesionales. Por lo demas no nos hemos ceñido solo a la jeografía, orografía i otros ramos de las ciencias naturales, sino hemos tratado tambien de amenizar nuestras notas con datos históricos, biográficos, etnográficos, etc., de interes jeneral. Mediante este método nuestros comentarios aspiran a trasformar estos "diarios" en una obra científico-popular, de una clase poco cultivada hasta ahora en nuestra literatura. Si el éxito de este ensayo corresponde a nuestras miras, los viajes de Menendez serán leidos con gusto por toda persona amante de una ilustracion sólida i jeneralizada.

Poseemos los materiales para publicar en una edicion análoga a ésta los viajes de Menendez a Nahuelhuapi, cuya interpretacion nos dará ocasion de aplicar los mismos principios a una rejion vecina. La magnificencia de su naturaleza por una parte i por la otra su lejendaria historia llena de episodios sublimes nos surtirán de rasgos copiosos para pintar un cuadro que no sea ménos atractivo que el que ofrecemos hoi.

Podriamos poner en espectativa aun otras publicaciones mas de la misma tendencia i sobre el mismo campo, con las que llegariamos a formar gradualmente una coleccion de viajes a la rejion austral, pero nos abstenemos de entrar en detalles sobre el particular por creerlos prematuros a la hora en que escribimos estas líneas.

Si los viajes de Menendez, tienen alguna importancia bajo el punto de vista jeneral, poseen ademas un gran valor como publicacion local. Sabemos que varias provincias o fragmentos territoriales del antiguo reino de Chile como Copiapó, Serena, Arauco, Valdivia i Juan Fernandez poseen una historia local bastante rica. Pocos de ellos talvez tengan una historia lugareña tan abundante en datos i episodios dignos de memoria como Chiloé. Entre las varias obras que se refieren a ella, descuellan los "diarios" de nuestra autor. No dudamos que nuestros antiguos amigos de Llanquihue i Chiloé los recibirán con benévolo interes i se impondrán con placer del fondo de hechos positivos que dieron oríjen a varias de las hermosas leyendas i tradiciones que corren desde tiempo inmemorial en boca de sus vecinos. Algunos tendrán ademas la satisfaccion de encontrar en la relacion del autor preciosos recuerdos de sus antepasados.

Acabamos de dar una idea jeneral de los motivos que nos han guiado en la publicacion de este libro, i debiamos poner ya punto final a estas consideraciones, si no fuera que un momento de carácter local i temporal, pero de importancia trascendental, nos obligara a detenernos. Esta es la grave cuestion de limites entre Chile i la Arjentina, que en la actualidad absorbe casi por completo la atencion pública de los dos paises i de toda la América del Sur.

Parecerá estraño talvez, a primera vista, que los viajes de Menendez efectuados hace mas de un siglo puedan ponerse en relacion con esta cuestion de oríjen moderno. Sin embargo trataremos de demostrar, que están llamados a ejercer un papel prominente en la solucion de ella, puesto que permiten considerarla bajo puntos de vista enteramente nuevos.

Hace algunos años que ha sentado sus reales sobre las inaccesibles cumbres de la Cordillera austral un espectro o fantasma siniestro, que amenaza derramar desde ese recinto la ruina i la desolacion sobre dos pueblos hermanos.

Con razon debemos preguntar: ¿cuál es la causa de la ajitacion violenta que se ha apoderado de nuestros vecinos de allende los Andes al pretender la dominacion de los dos Océanos, cuando no existe antecedente alguno que la justifique i ningun estado de Sud-América la posee?

Veamos si acertamos a dar una esplicacion satisfactoria de esta actitud considerándola como fenómeno psicolójico.

Debemos ella a una observacion i principio establecidos por el sabio viajero Eduardo Poeppig, el discípulo aventajado del inmortal Alejandro von Humboldt. Poeppig dice: "Con la dificultad creciente de penetrar a alguna rejion de la América ha marchado siempre pareja la creencia de maravillas de que se supone ser teatro".

Esta tendencia de poblar las desconocidas e incomensurables rejiones de la América española de fábulas i misterios ha dado oríjen a varios hechos históricos de índole rara i de alcance mui grande.

En las selvas ilimitadas de los rios Amazonas i Orinoco se ha establecido la leyenda de El Dorado, formándose aun diversos centros de ella i otra independiente en el interior de La Florida. Durante siglos se han verificado numerosas esploraciones para encontrar este fabuloso reino, siendo inmensos los sacrificios, hechos en vano, de valor, sangre i dinero.

Precisamente en la rejion que nos ocupa, en las áridas pampas i los bosques impenetrables de la gran península austral de la América del Sur, se habia asentado otra tradicion fabulosa no ménos romántica i grandiosa, la de los Césares. Veremos que los viajes de Menendez, que siguen, no eran del todo ajenos a esta hermosa ficcion, de modo, que tendremos que tocarla algo mas de cerca. En este lugar ella nos interesa solo bajo el punto de vista psicolójico.

En estas dos leyendas operan por una parte la inclinacion natural del jenio del hombre de ocuparse con placer de lo sublime i mas o ménos sobrenatural, i por otra parte la poesía popular, que hallaba en ellas el único campo en que regocijarse.

Se sabe cuanto como a fines del siglo pasado estirpar de la mente de la jeneralidad de los habitantes en ambos lados de los Andes la efectividad de las fábulas de la ciudad encantada, fundada o por los descendientes de los Incas o por los fujitivos de las ciudades australes destruidas, o en fin, por los náufragos de los buques equipados por el obispo de Plasencia.

Ha corrido el tiempo, la jeografía ha vertido sus luces sobre los territorios que eran ántes el asiento de estas fábulas; la civilizacion ha echado hondas raices en los paises criados hasta principios de este siglo, en la ignorancia propia del coloniaje. Sin embargo, el jenio del hombre no cambia en un espacio relativamente tan corto como el trascurrido donde aquella época. La tendencia de poblar las rejiones mas distantes i ménos conocidas de maravillas queda siempre vijente. Es natural que ella se nos presente en nuestro tiempo bajo una forma diversa, pero en que no sea difícil reconocer su analojía con aquellas fábulas antiguas.

En virtud de esta disposicion mental sucede aun hoi dia, que en la culta i opulenta metrópoli del Plata, para la cual la Cordillera austral se halla en lontananza mui lejana, es creencia popular, que esta carece de estructura fija. De esta creencia dimana como consecuencia lójica el encanto de los puertos arjentinos en el Pacífico i del dominio en los dos Océanos. Solo de este modo se esplica la suma lijereza con que las pretensiones surjidas inmediatamente despues de la firma del tratado de 1881 saltaron por encima de la valla tan alta i tan bien fortificada de la Cordillera al pleno Océano Pacifico. Era un ensueño de oro, lleno de aspiraciones de poder i de grandeza, que halagaba vivamente su fantasía. No arredraba a aquellos vecinos nuestros ni la consideracion que ningun antecedente histórico justificaba esta invasion, que el tratado no podia haber autorizado, ni el hecho que caian sobre los mismos techos de las casas de Chile (Eduardo de la Barra); no reflexionaban en la enormidad de su exijencia de romper la continuidad del territorio de Chile. Es indudable para el espectador imparcial, que hai algo de exajerado i febril en esta pretension, que debe tener su oríjen en la condicion mental a que aludimos.

Felizmente el protocolo de 1893 ha anulado espresamente este fantasma. Sin embargo, aun ahora, se nos sigue disputando palmo a palmo las vertientes occidentales de la Cordillera del Sur, construyendo cordilleras de cimas, cuya sombra se refleja en las aguas del Pacífico. Es evidente que nuestros vecinos no se han desprendido todavia de la ilusion, que aquella tendencia psicolójica, tan profundamente arraigada en el alma del hombre, ha creado en su espíritu. Esta tenacidad de conviccion es la misma que fascinaba en los siglos pasados a los creyentes en los Césares i el Dorado.

Mientras las leyendas fantásticas del tiempo del coloniaje producian el efecto de seducir a muchos aventureros a lanzarse a espediciones llenas de privaciones inauditas i de resultados constantemente falaces, la nueva forma de que se ha revestido el fantasma en nuestro tiempo tiene consecuencias mucho mas perniciosas aun, amenazando envolver en una guerra fratricida a las dos naciones colindantes.

Nos hallamos actualmente en un periodo en que prevalece una saludable corriente de paz, debida a la elevada mision del Ilustrisimo señor Arzobispo don Mariano Casanova i a los esfuerzos de la diplomacia. Con todo la paz no está aun bien afianzada, miéntras los dos gobiernos se crean obligados a aumentar sus armamentos en vista de la mútua desconfianza. Es siempre urjente trabajar para alejar definitivamente la guerra.

Todo el mundo está unánime en condenarla i son demasiado conocidos sus electos desastrosos; no hai necesidad pues de insistir en su apreciacion. Solo observamos, que las condiciones especiales de las repúblicas hispano-americanas harian la guerra doblemente fatal para ellas. Es preciso acordarse que son naciones jóvenes de escasa poblacion diseminada sobre vastos territorios dotados de inmensas riquezas naturales. Una guerra entre Chile i la Arjentina seria especialmente funesta para ambos paises por la igualdad de las fuerzas i del temple de sus habitantes; la lucha seria larga i encarnizada, de modo que los dos pueblos quedarian estenuados i diezmados. La debilidad producida por esta guerra, tanto en los vencidos como en los vencedores, podria ser mas tarde un aliciente para otras naciones mas fuertes de apropiarse de los ricos territorios, que su poblacion exhausta habria quedado inhábil para defender. Son éstos serios peligros que podrán comprometer en la futuro la existencia de la gloriosa i simpática nacionalidad hispano-americana, si ella, no logra alejar las guerras de su suelo.

Si agregamos a esta consideracion de carácter tan grave la del decoro, que las dos repúblicas mas adelantadas de Sudamérica deben guardar ante el mundo civilizado, se nos impone de un modo harto convincente la necesidad vital de suprimir la guerra i establecer una paz duradera, protejida para siempre contra toda amenaza que pueda turbarla.

Para obtener este resultado tan deseado se requiere únicamente dar una solucion definitiva a la cuestion de límites. La interpretacion diversa del Tratado i del Protocolo por las partes contendientes no ha permitido hasta ahora conseguir un acuerdo satisfactorio; el estado provisorio i dudoso persiste siempre a pesar de las sinceras intenciones de los gobiernos de zanjar las dificultades amistosamente. Se nos ha sujerido con este motivo una idea nueva que nos aventuramos a dar a conocer. Se trataria de un método de la demarcacion de la frontera basado sobre principios que no se han tomado en consideracion hasta ahora; la línea, que diese, podria servir de complemento ilustrador a la que establece el Tratado.

Puede parecer estraño, pero no es ménos cierto que hemos hallado este nuevo método en la historia de la mas remota antigüedad, que raya casi en mítica. Se trata de una contienda de limites, que tiene mucha semejanza con la nuestra por el ardor i la duracion de la lucha. El arbitrio sagaz de que se echó mano al fin para establecer la frontera i terminar el conflicto podrá servir aun hoi de ejemplo. Pam refrescar la memoria vamos a referir el caso histórico que sirve de base a nuestra proposicion [2].

En la costa setentrional del África bañada por el Mediterráneo se hallaban establecidas, hace varios siglos ántes de nuestra era, dos repúblicas, a cual mas ricas i florecientes, la de Cirene, de oríjen griego, i la de Cartago, de oríjen fenicio i tan célebre por la heróica resistencia que opuso mas tarde al poder irresistible de los romanos. El territorio divisorio entre Cartago i Cirene era formado por un desierto arenoso. Siendo de diferente nacionalidad i competidores en el comercio, no era raro que entraran en conflicto sobre su frontera, i que pasaran largos años en acaloradas disensiones i guerras sobre el límite que debia corresponder a cada estado. Por fin resolvieron conciliarse i acordaron un procedimiento injenioso para fijar el límite. Convinieron en que simultáneamente debian salir dos embajadores de cada ciudad en demanda de la otra i que el punto en que se encontraran, marcaria la frontera definitiva entre sus dominios. Así se hizo i sucedió que los embajadores cartajinenses, los hermanos Filenios , ganaron un trecho considerable por haber apresurado su marcha. Los de Cirene perjudicados por esta conducta ambiciosa, se lo reprocharon como una injusticia i propusieron a sus contrarios la alternativa que se dejaran enterrar vivos en el mismo sitio, en que quedaria establecida la frontera, o que permitieran a ellos seguir mas adelante. Los Filenios optaron por lo primero i sacrificaron sus vidas para obtener la ventaja de la frontera mas lata a favor de su patria. Cartago agradecida honró el heroísmo de sus hijos erijiendo altares en el mismo lugar de su sacrificio, que marcaba desde entónces el límite entre las dos repúblicas.

Llama la atencion en esta hermosa leyenda que la medida tan injeniosa, de que echaron mano aquellos pueblos para zanjar de una manera equitativa su disputa, sea mas adaptable aun a nuestro caso por tratarse de dos naciones nacidas, por su oríjen e intereses comunes, para vivir en armonía. La circunstancia que para nosotros se trate no de una frontera situada en la misma costa, sino de una por ubicar en un desierto entre dos océanos completamente separados, sujiere tambien la conveniencia de establecer el límite segun el mismo principio: el dominio de una nacion debe alcanzar por regla jeneral hasta donde ejerza o haya ejercido su accion por medio de sus viajeros, sus autoridades, sus misioneros, sus comerciantes. Estos momentos constituyen los derechos históricos, en que cada estado funda su posesion. Habiendo desiertos por el medio, las distancias i las dificultades naturales del terreno limitan la esfera del dominio de cada estado en la misma proporcion. Por esta razon el espediente de enviar dos comisiones para encontrarse en el límite que habia que fijar, correspondia perfectamente a las exijencias del caso.

Este sistema de demarcacion es indudablemente mui racional i seria en principio mui adaptable al caso que nos ocupa. No proponemos sin embargo que se ponga en ejercicio, por la simple razon, que la salida de comisiones enviadas de ambos lados se ha efectuado ya hace mas de un siglo, i que bastará verificar los puntos del alcance mas distante de ellas para establecer el meridiano del límite de un modo mui aproximativo. Nos referimos a los viajes de los exploradores salidos, a fines del siglo pasado i bajo los auspicios del gobierno colonial, de las riberas de los dos océanos en direccion opuesta al interior de la Patagonia. Ellos llevaban, lo mismo que los emisarios de la antigüedad, la mision de alcanzar, si no al otro Océano, lo mas léjos que fuera posible. Es verdad que no encontraron en el camino [3], pero en cambio anduvieron sin preocupacion alguna, de modo que su marcha no estaba espuesta a las vicisitudes de una ambicion exajerada como en el caso de los Filenios, sino correspondia perfectamente a las condiciones del terreno i merece por eso plena confianza.

De las costas del Atlántico, que se hallaban desde pocos años atras bajo el dominio del Vireinato del Plata, salieron dos viajeros, el uno en el Sur i el otro en el Norte. Antonio de Viedma, el benemérito gobernador del Santa Cruz, salió en noviembre de 1782 de la boca de este rio i alcanzó hasta el lago Capar, que lleva ahora su nombre i está situado al pié oriental del cordon central. Casi al mismo tiempo se embarcó en el Cármen de Patagones el célebre piloto español Basilio Villarino en las aguas del rio Negro i navegando rio arriba llegó en 1783 hasta dos leguas mas allá de la confluencia de los rios Limai i Colloncurá, quedando detenido en la rejion sub-andina de la Cordillera.

Por el lado del Pacífico salió nuestro autor, el ilustre Padre Frai Francisco Menendez, de la boca del rio Vodudahue i llegó el 2 de Enero de 1787 hasta la cumbre del cordon central, pasando la division de aguas por un paso interoceánico.

Mencionamos de paso que nuestro autor se internó posteriormente mas adentro todavia en territorio hoi arjentino i mas o ménos hasta el punto alcanzado por Villarino. El alcance e importancia jeneral de estos viajes a Nahuelhuapi favorecen altamente los derechos históricos de Chile, porque ellos renovaron el dominio que este pais ejercia desde tiempo inmemorial sobre esta rejion de ultra-cordillera. Chile, al declarar por su Constitucion la Cordillera como límite i al ratificar esta disposicion por el tratado de 1881, ha hecho cesion a la Arjentina de esa hermosísima i lejendaria rejion. La República vecina no podrá ménos de reconocer que Chile ha hecho sacrificios de suma valia en beneficio de la paz con ella, i deberia inclinarse en recompensa de ellos a una política internacional de deferencia i conciliacion.

Prescindimos en este lugar de insistir en estas consideraciones i nos referirnos solo al primer viaje citado, qui: que es el mismo que ofrecemos hoi al público. Es por esta razon que afirmamos arriba, que los viajes de nuestro autor son de importancia primordial para la justa apreciacion de la cuestion de límites.

Mirando en globo el alcance de los tres viajes descritos, vemos que Villarino i Viedma obtuvieron para el Vireinato la posesion de las pampas ilimitadas que bañan el Atlántico, mientras que Menéndez sostuvo a favor del reino de Chile la posesion de la pintoresca orla de bosques impenetrables que ciñe las riberas del Pacífico.

Proceciendo ahora a sumar el resultado exacto de los esfuerzos de nuestros viajeros puestos en competencia, con relacion a la cuestion que nos ocupa, lo obtendremos tirando una línea que una los puntos terminales de los tres viajes. Marcando esta línea en el mapa, vemos que corre en direccion meridional casi exacta, desde un punto situado un poco al Oeste de la confluencia de los rios citados, por la pendiente oriental del cordon divisorio hasta la ribera del lago Viedma, estableciendo una frontera basada sobre principios históricos i jeográficos de incontestable valor.

Notemos que de los tres viajeros solo Menendez alcanza la línea establecida por uno de los dos paises, mientras los puntos terminales de los viajeros arjentinos quedan a mayor o menor distancia de las líneas que se hallan en litijio segun las diversas interpretaciones del Tratado. Nuestro autor, aunque recorrió, a causa de la suma escabrosidad del terreno un trecho mas corto que ellos, alcanzó sin embargo relativamente mas léjos por encumbrarse sobre la altura dominante de la cordillera de los Andes i de los Océanos, atravesando el cordon central i divisorio de las aguas por un paso interoceánico.

Comparando la línea marcada por los puntos de mayor alcance con las lineas de frontera pretendidas por cada estado en virtud de su interpretacion respectiva del Tratado, resulta que las aspiraciones de Chile no llegan ni siquiera a tocarla, de modo que esta república deja a la Arjentina un territorio algo estenso de algunas leguas de ancho por todo el largo de la Patagonia. En cambio la linea marcada por las pretensiones arjentinas salta por encima de ella, en todo su curso, apropiando a la república vecina no solo aquella faja de terreno que Chile le cede voluntariamente en obediencia al Tratado, sino quitando ademas a este pais otra lonja de territorio de una anchura de muchas leguas, que se halla al Oeste de la division de aguas i a mayor distancia aun de la línea propuesta segun nuestro método.

Creemos que el principio de demarcacion basado sobre el alcance, sea de los emisarios antiguos salidos simultáneamente o sea de los viajeros del siglo pasado, es excelente, porque refleja fielmente la estension de los respectivos dominios i en conformidad con los derechos históricos. Es claro que ningun estado pedirá territorios que no hayan sido pisados por ninguno de sus hijos, i que seria fuera de todo precedente histórico que un estado hubiera obtenido por vias pacíficas un territorio limítrofe en que sus esploradores no hubieran penetrado ántes. Nuestra línea señala de un modo bien determinado el límite a que cada uno de los dos paises puede aspirar en buena lei; limita perfectamente lo que ambos tienen derecho de pedir i negarse recíprocamente. Acatándola ninguno de los dos tendrá motivo para sentirse perjudicado.

Estas consideraciones constituyen una fuerte presuncion, de que los tratados vijentes no pueden haber establecido una línea fronteriza que difiera esencialmente de la línea deducida del alcance de los viajeros.

Es ésta efectivamente la verdad, por mas que se niegue.

Ya hicimos ver, que la línea de la division de las aguas, sostenida por Chile, queda a distancia relativamente corta de la nuestra, de modo que se pueden considerar idénticas, si se quiere prescindir de diferencias pequeñas, como es natural. Falta saber, pues, si el Tratado sanciona o no aquella línea llamada, tambien del "divortia aquarum" o de las vertientes. Contestamos este problema tan largamente debatido en sentido afirmativo i creemos poder probarlo por el texto solo del mismo Tratado, prescindiendo aun de los argumentos concluyentes derivados de los antecedentes históricos aludidos i de las leyes de la orografía.

La base del Tratado es la division de aguas en el sentido llano i liso, como que ya se deja entrever por la disposicion que la línea, segun el art, 1.º "pasará por entre las vertientes que se desprenden a un lado i otro", puesto que el término "vertiente" implica una pendiente por donde bajan las aguas de las sierras. El mismo artículo introduce a renglon seguido "la linea divisoria de las aguas" en la forma mas esplícita.

En cuanto a la otra línea que "correrá por las cumbres mas elevadas" que muchos autores arjentinos consideran como la principal, oponiéndola a la de vertientes, es solo secundaria, es decir un complemento usual en la fijacion de las fronteras para determinar con exactitud matemática la de la division de aguas, segun lo hemos establecido en nuestro testo de "Orograofía" (p. 82).

La interpretacion de esta fórmula, al parecer algo enigmática, consiste, segun nuestro humilde modo de ver, en lo siguiente: Los redactores del Tratado, los beneméritos señores Osborne , ministros de los Estados Unidos en aquella época, a quienes tocó como mediadores la parte principal en su celebracion, deseando dar a su ejecucion sobre el terreno toda la seguridad imajinable, dispusieron que en cada caso de fijacion de la línea de vertientes ella se determine matemáticamente, i por via de un procedimiento ausiliar usado siempre en casos análogos, mediante una línea que una las cumbres que se elevan a cada lado. Obedeciendo a esta disposicion las comisiones demarcadoras fijarán, cada vez que hayan reconocido en un paso interoceánico la division de aguas, su situacion con precision matemática por medio de una línea trazada por las cumbres adyacentes: en el punto en que esta línea cruce el espacio situado entre las dos vertientes visibles se colocará el hito.

Acabamos de dar a la línea por "las cumbres mas elevadas" la verdadera significacion que le corresponde con relacion al factor principal, que es la de las vertientes. Hallamos una confirmacion de esta interpretacion en el articulo 2.º del mismo Tratado de 1881, que dispone que la línea, desde el punto de interseccion del meridiano 70° con el paralelo 52° de latitud, seguirá hácia el Oeste, coincidiendo con este paralelo "hasta el divortiua aquarum de los Andes". El Tratado determina aquí el modo, cómo la línea, trazada independientemente de la Cordillera al Sur del paralelo 52°, debe juntarse con la línea principal que viene a encontrarla desde el Norte siguiendo la Cordillera de los Andes. Aquí en el término austral de esta línea tenemos ocasion de reconocerla de nuevo, i es del mayor interes ver cómo el Tratado la va a ubicar en este punto fijo. En lugar de colocarla sobre "las cumbres mas elevadas", como podria haberse presumido, las omite completamente i pone la línea sobre el divortia aquarum de los Andes: ella es identificada llanamente con la division de las aguas continentales, porque ninguna otra division de aguas cabe dentro de esta definicion. La espresion "el divortia aquarum de los Andes" prueba de un modo irrefutable, que la division de las aguas, llamada a imperar en el Tratado, es la principal i continental. La pretension de establecer una division de aguas de carácter local, aunque se escluya por sí misma, es escluida aquí, para mayor abundancia, en toda forma por el atributo "de los Andes", que la califica espresamente como superior i dominante.

El argumento, con que algunos autores se esfuerzan de sostener la línea de "las cumbres", el de haberse establecido en este caso otro principio de demarcacion, no es conducente, porque es mui poco probable que se hayan puesto en vigor dos principios diferentes. En esta eventualidad el Tratado habria indicado seguramente la manera de unir el punto demarcado segun el uno de los principios con la línea trazada segun el otro. La única version racional es que el punto ubicado sobre las vertientes en el paralelo 52° se une directamente con el término de la línea de vertientes. La coincidencia de estos dos factores fijados ambos por el principio de la division de aguas, prueba de un modo claro i terminante, que el Tratado reconoce ésta como la línea que rije en absoluto.

Estas consideraciones hacen comprender, que la línea de "las cumbres mas elevadas" figure en el Tratado solo a título de elemento secundario i ausiliar en la forma que acabamos de seňalar.

La teoría que establece "las cumbres mas elevadas" como elemento único o primordial es desahuciada por completo por estas razones tan sencilas como concluyentes: el artículo 2.º del Tratado le es definitivamente fatal.

Desechándose ellas como elemento principal de la demarcacion, cae tambien el grave fantasma andino i el dominio arjentino en las faldas tributarias del Pacífico, basados en dicha teoría.

Hasta aquí nuestras conclusiones sobre la interpretacion del Tratado en jeneral, fundadas lójicamente, i con esclusion de otros argumentos, sobre el tenor mismo de este pacto internacional. Hemos dado a este exámen analítico del Tratado algun desarrollo para probar que sus disposiciones concuerdan perfectamente con los derechos históricos que se deducen del alcance de los viajes de Menendez.

Prescindiendo de estas apreciaciones teóricas la cuestion de límites se resuelve practicamente en el mismo sentido por las leyes de la orografía.

La aplicacion de estas leyes al problema de la estructura de la Cordillera ofrece algunas dificultades en la rejion austral, a la que nos trasladaremos siguiendo las huellas de nuestro autor. Hemos aprovechado la ocasion para dedicarle en nuestras notas una estensa Esposicion orográfica, que nos permitimos recomendar al lector que quiera instruirse en los detalles.

Estamos al fin de nuestra introduccion. Vemos por una parte con satisfaccion que nuestras deducciones sobre la cuestion de límites redundan en una defensa decidida de los derechos de Chile por otra con sentimiento que esta actitud desagrade quizá a nuestros vecinos de la Arjentina, por ser notorio que ellos están acostumbrados a apreciar la cuestion en un sentido diverso. Creemos sin embargo de nuestro deber contribuir a ella con nuestro óbolo por llevarnos una conviccion sincera, adquirida en posicion modesta pero independiente, i por disponer de antecedentes útiles como esplorador mui antiguo i conocedor de la rejion austral. En ningun caso la franca manifestacion de la ver dad i una propaganda hecha con armas leales que se proponga instruir i convencer a los que tengan opiniones diferentes, podrán ser perjudiciales. Nuestro continjente personal en este libro pide por esta razon induljencia como publicacion de carácter en cierto modo polémico.

No debe suceder lo mismo con el ilustre Menendez: su autoridad debe respetarse como superior e imponerse imperativamente a las dos partes como árbitro de la cuestion. El alcance de sus viajes es por sí solo un momento decisivo para su solucion.

La sublime palabra "Pax multa" del Ilustrísimo Arzobispo Don Mariano Casanova ha resonado hace poco con ecos multiplicados en las orillas del Rio de la Plata. El sentimiento natural que las dos naciones, que se hallan en conflicto, son pueblos hermanos, ha estallado con fuerza. Deseemos que este poderoso impulso hácia la conciliacion sea seguido ahora por el acatamiento de la venerable sombra de Menendez para sellar la paz definitiva.

Para hacer efectiva ésta se necesita únicamente que los gobiernos respectivos faculteni ordenen a los Peritos a obrar libremente con prescindencia de todas las consideraciones políticas i en obediencia solamente a su ciencia i conciencia. Procediendo ellos, en virtud de esta instruccion, conforme a las leyes de la orografía, colocarán el hito en las rejiones cuestionadas del Lacar i Staleufu sobre el paso interoceánico. Desde la cumbre de este paso brinda Menendez la palma de la paz a las dos naciones.

Este mismo hito será un monumento erijido a nuestro ilustre Menendez como tributo de gratitud i en celebracion de su centenario. A diferencia de los altares levantados a la memoria de los Filenios por los cartajinenses, será erijido por el concurso de los dos pueblos limítrofes igualmente agradecidos e interesados en la conservacion de la paz. Será esta una prueba inequívoca, que el jénero humano, estando en los albores del siglo XX, se halla en un grado de civilizacion mui superior al de la antigua Cirene i Cartago.

Si por el contrario predominara siempre el culto del fantasma andino, habriamos de confesar que el adelanto de nuestra civilizacion actual es mas aparente que verdadero.

Quilpué, Enero 1.º de 1896.

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  1. Viaje a la Patagonia austral, 2.' edicion, Bucuns Aires 1879 p. 39.
  2. A última hora, estando ya impreso todo al texto de este libro, hemos obtenido la monografía El Problema de Los Andes publicada recientemente en Buenos Aires por nuestro antiguo amigo don Eduardo de La Barra. Es una obra altamente recomendable, que trata la cuestion de límites con verdadera maestria en todas sus fases.

    Nos hemos impuesto con placer que el señor de la Barra, aunque su interpretacion de la estructura de la Cordillera austral sea un poco diversa de la nuestra, llegue sin embargo a las mismas conclusiones i que su apreciacion de a supuesta "pre-cordillera" sea la misma que hemos establecido independientemente en las notas que siguen.

    Es una coincidencia, digna de notarse, que el autor traiga a colacion, lo mismo que nosotros, un cuento antiguo mitolójico para poner en relieve la gravedad del conflicto internacional que nos ocupa.

  3. Con todo, la relacion de Menéndez nos revela, que no faltó mucho para que se hubieran juntado; véase pájina 7 en las notas que siguen.