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Vida y escritos del Dr. José Rizal/Primera época, II

De Wikisource, la biblioteca libre.
Vida y escritos del Dr. José Rizal: Edición Ilustrada con Fotograbados (1907)
de Wenceslao Retana
Primera época, II
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
II


Todas las vidas están más ó menos llenas de casualidades; pero acontece que las del vulgo no son objeto de examen, y lo son, por el contrario, las de aquellos individuos que por cualquier circunstancia adquieren notoriedad. Si Rizal no hubiera nacido en Calamba precisamente, no es aventurado afirmar que no habría padecido lo que padeció al ver la ruina de su familia y las tribulaciones por que pasaron casi todos los miembros de la misma; si no se trasconeja la imagen del Corazón de Jesús por él tallada, acaso —sin ese recurso que le conmovió hondamente— no habría abjurado del Librepensamiento… Á estas casualidades, por llamarlas de algún modo, hay que añadir otras que influyen decisivamente en la vida de Rizal. Éste, como estudiante de segunda enseñanza, había descollado con singularidad en las disciplinas que tocan á la facultad de Letras; era, aunque reposado y sesudo, esencialmente idealista, y así resulta un tanto extraño que optase por la carrera de médico, prosaica sin duda.

Parece ser, según refieren los padres jesuitas[1], que á poco de haber salido Rizal del Ateneo consultó por escrito al director del mismo acerca de la carrera que debía seguir; «pero la tardanza con que llegó á Rizal su consejo, por la enorme distancia de Manila á que el buen religioso se hallaba, en lo más remoto de la lejana isla de Mindanao, cuyo viaje redondo no bajaba entonces de seis meses, fué una de las causas por las cuales comenzó el jovencito á estudiar Medicina. Y este hecho, tan trivial en apariencia; este hecho, que entonces pasó poco menos que desapercibido, fué el que determinó todo el porvenir de aquel niño… porque si Rizal entonces hubiera hecho lo que ciertamente le convenía mejor, y tal vez no faltó quien le aconsejara,… se hubiera dedicado á estudios agrícolas, á los que siempre[2] mostró gran inclinación, aplicándolos luego á la tierra feracísima en que nació,… tal vez no hubiera salido de su país, ni se hubiera acabado de pervertir en los ajenos»[3].

Esto último es sencillamente cándido. En Rizal se agitaba un hombre, desde pequeño, y sin salir de su país habría sido el mismo que fué, sin más diferencia que la extensión de su cultura, que no habría sido tanta. Casi niño, y sin salir de Manila, se determinan sus inclinaciones y se afirma su carácter; se ve una voluntad llena de resolución. Diez y ocho años tenía cuando el Liceo Artístico-Literario de aquella capital promovió un certamen de trabajos en prosa y verso, destinando un premio especial para los que fueran presentados por «naturales y mestizos»; pues entonces, teniendo en cuenta el criterio colonial español, considerábase impolítico que acudiesen á un mismo torneo morenos y blancos, ante la eventualidad de que alguno de aquéllos derrotase á éstos. Rizal concurrió con una oda, y se llevó el primer premio. Bueno será advertir que el Jurado lo componían españoles de pura raza, que, por lo visto, atendieron más á la forma poética que al fondo del asunto. No se necesita ser un lince para no descubrir algo de lo que palpita en esa oda, escrita en 1879, y en la que, por lo visto, el Jurado no tuvo por conveniente meterse á averiguar si encerraba ó no intención. Aquel no debió de ser año de suspicacias. Pero, á la verdad, un indígena para quien la Patria no era España (según lo convenido en política colonial corriente á la sazón), sino Filipinas, y que así lo proclamaba, y no sólo esto, sino que estimulaba á la juventud á que se dignificase, tenía algo de insólito; no era usual, sino por el contrario excepcional, que un indio alardease de gallardía patriótica (nacionalista en la esencia): de aquí que esa oda deba considerarse como un rasgo revelador de un carácter, revelador de ¡un hombre! que merecía atención. Nadie, sin embargo, se la concedió. La composición, que fué galardonada con una pluma de plata, dice así[4]:


Á LA JUVENTUD FILIPINA

Lema. — Crece, oh tímida flor!
(De un natural.)

¡Alza tu tersa frente,
Juventud filipina, en este día!
¡Luce resplandeciente
Tu rica gallardía,
Bella esperanza de la Patria mía!
Vuela, genio grandioso,
Y les infunde noble pensamiento,
Que lance vigoroso,
Más rápido que el viento,
Su mente virgen al glorioso asiento.
Baja con la luz grata
De las artes y ciencias á la arena,
Juventud, y desata
La pesada cadena
Que tu genio poético encadena.

Ve que en la ardiente zona
Do moraron las sombras, el hispano
Esplendente corona,
Con pía y sabia mano,
Ofrece al hijo de este suelo indiano.
Tú, que buscando subes,
En alas de tu rica fantasía,
Del Olimpo en las nubes
Tiernísima poesía,
Más sabrosa que néctar y ambrosía;
Tú, de celeste acento,
Melodioso rival de Filomena,
Que en variado concento
En la noche serena
Disipas del mortal la amarga pena;
Tú, que la pena dura
Animas al impulso de tu mente,
Y la memoria pura
Del genio refulgente
Eternizas con genio prepotente;
Y tú, que el vario encanto
De Febo, amado del divino Apeles,
Y de natura el manto,
Con mágicos pinceles
Trasladar al sencillo lienzo sueles;
¡Corred!, que sacra llama
Del genio el lauro coronar espera,
Esparciendo la Fama
Con trompa pregonera
El nombre del mortal por la ancha esfera.
¡Día, día felice,
Filipinas gentil, para tu suelo!
Al Potente bendice,
Que con amante anhelo
La ventura te envía y el consuelo.

[Manila, 1879.]


No hay duda que de esta poesía irradia algo, amén de la pujanza y la pasión de la frase. Los versos contienen incorrecciones, pero dicen; á diferencia de los que escriben los poetas al uso, de los cuales versos sólo se pega al oído el sonsonete, sin que á la mente hieran los conceptos. Rizal, en todo cuanto ha escrito, ha sido conceptuoso.

Al siguiente año (1880), el mismo Liceo de Manila abrió otro certamen para conmemorar el aniversario de la muerte de Cervantes. Pero esta vez, dice La Solidaridad[5], «se unificaron los premios, concediendo uno solo para peninsulares é indígenas. Y el primero se le concedió al Sr. Rizal, indio de raza, por su composición literaria [en prosa] El Consejo de los Dioses. Y el Jurado lo componían peninsulares. Y dieron el segundo premio á un peninsular, al señor D. N. del Puzo, colaborador notable del Diario de Manila. Y tomaron parte en el certamen no pocos periodistas peninsulares, y señores frailes caracterizados, peninsulares también». El trabajo se publicó, sin firma, en la Revista del Liceo, y al reproducirlo La Solidaridad en 1893, dijo[6]: «Al calificar de hermoso este trabajo de nuestro amigo querido, no nos inspira tan sólo nuestros propios juicios é impresiones; el Jurado de aquel certamen ha declarado que «la idea y el argumento de la obrita son de gran originalidad, á lo que debe añadirse la circunstancia de brillar en toda ella un estilo correcto hasta lo sumo, una admirable riqueza de detalles, delicadeza de pensamiento y figuras, y, por fin, un sabor tan helénico que se figura el lector encontrarse saboreando algún delicioso pasaje de Homero, que con tanta frecuencia nos describe en sus obras las olímpicas sesiones.» — El premio consistió «en un anillo de oro con el busto del Príncipe de los Ingenios españoles»[7]. El Consejo de los Dioses es, en efecto, una delicada «alegoría», en la cual se establece un paralelo entre Homero, Virgilio y Cervantes: los dioses discuten con viveza acerca de los méritos de cada uno de los tres mencionados escritores, y la «alegoría» termina con estos elocuentes párrafos:

(Después de haber pesado en la balanza de la Justicia el Quijote , la Eneida y la Iliada:) … «Júpiter, con voz solemne, pronunció las siguientes palabras:

—Dioses y diosas: la Justicia Ios cree iguales [á los Antores]; doblad, pues, la frente, y demos á Homero la trompa, á Virgilio la lira y á Cervantes el lauro; mientras que la Fama publicará por el mundo la sentencia del Destino, y el cantor Apolo entonará un himno al nuevo astro, que desde hoy brillará en el cielo de la gloria y ocupará un asiento en el templo de la Inmortalidad.

Apolo, pues, pulsando la lira, á cuyo sonido se iluminó el Olimpo, entonó el himno de gloria que resonó en aquellas alturas: —«¡Salve, oh, tú, el más grande de los hombres, hijo predilecto de las Musas, foco de intensa luz que alumbrara á los mundos; salve! ¡Loor á tu nombre, hermosa lumbrera en cuyo derredor girarán en lo futuro mil inteligencias, admiradoras de ta gloria! ¡Salve, grandiosa obra de la mano del Potente, orgullo de las Españas; flor la más hermosa que ciñe mis sienes, yo te saludo! Tú eclipsarás las glorias de la antigüedad; tu nombre, escrito en letras de oro en el templo de la Inmortalidad, será la desesperación de los demás ingenios! ¡Gigante poderoso, serás invencible! Colocado como soberbio monumento en medio de tu siglo, todas las miradas se encontrarán en ti. Tu brazo poderoso vencerá á tus enemigos, cual voraz incendio consume la seca pajilla. ¡Id, inspiradas Musas, y cogiendo del oloroso mirto, laurel bello y rosas purpurinas, tejed en honor de Cervantes inmortales coronas! Pan y vosotros, Silenos, Faunos y alegres Sátiros, danzad en la alfombra de los umbrosos bosques, en tanto que las Nereidas, las Náyades, las bulliciosas Ondinas y juguetonas Ninfas, esparciendo mil olorosas flores, embellecerán con sus cantos la soledad de los mares, las lagunas, las cascadas y los ríos, y agitarán la clara superficie de las fuentes en sus variados juegos!»

Manila, 13 de Abril de 1880.»


De suponer es que esta inspirada apología de Cervantes se haya escapado á la diligencia de muchos bibliógrafos cervantistas.

Aquel año de 1880, y á poco de haber ganado tan honroso premio, Rizal estuvo por primera vez en el palacio de Malacañang, residencia oficial del Jefe superior de la colonia; y estuvo, dice[8], «porque fuí atropellado y herido en una noche obscura por la Guardia civil, porque pasé delante de un bulto y no saludé, y el bulto resultó ser el teniente que mandaba el destacamento; fui herido traidoramente sin que antes mediasen palabras: me presenté al Sr. Primo de Rivera; no le vi á S. E.… ¡ni obtuve justicia tampoco!» — La verdad es que el contraste se presta á algunas filosofías: de un lado, un Tribunal literario otorgando á Rizal un primer premio; de otro… la herida por la espalda, porque él, ¡el indio!, ¡cometió el desacato, en noche obscura, de no distinguir al teniente de la Guardia civil y pasar sin saludarle reverentemente!…

Aunque Rizal, desde Abril de 1877, no concurría á las aulas de los jesuítas, puesto que se hallaba estudiando facultad, que sólo se cursaba en la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás, regida por frailes dominicos, no olvidaba á sus antiguos profesores y continuó relacionado con éstos, y aun tomando sus lecciones. Habían los jesuítas creado, dentro de su Ateneo, dos Academias, intitulada una de ellas «de Literatura Castellana», y nombraron á Rizal su presidente. Tal cargo ejercía cuando le requirieron para que concurriese con un trabajo á las fiestas que anualmente, el 8 de Diciembre, se celebraban en el dicho centro de enseñanza. En el año de 1880 hubo una novedad: la representación de una zarzuelita escrita expresamente para aquella fiesta por Rizal. Léese en el programa[9], en primera plana: «Función lírico-dramática que los alumnos de la Academia de Literatura Castellana del Ateneo Municipal de Manila darán el día 8 de Diciembre de 1880 á las seis de la tarde.» Y en la última: Conclusión. | El Triunfo de María | Melodrama en un acto y en verso, titulado: Junto al Pásig | Música de D. Blas Echegoyen. | Letra del Presidente de la Academia de Litera- | tura Castellana, D. José Rizal.» La obra, en su estructura, denota cierto infantilismo; pero es digno de notarse en ella, á trechos, robustez de estilo, energía en la frase, giros no exentos de verdadera poesía; así como merece atención el uso frecuente de ciertos arcaísmos, y del hipérbaton, que revelan que el Autor gustaba de la lectura de los clásicos. Por tratarse de la única obra teatral escrita por Rizal, no parece justo mutilarla. Va integra á continuación[10]:



JUNTO AL PÁSIG
 
ZARZUELA EN UN ACTO Y EN VERSO[11]
 


PERSONAS:
 
Leónido, Cándido, Pascual (todos niños); coro de Niños, de Diablos, etc.
 


(La acción se lleva á cabo á orillas del río Pásig, en el pueblo de este nombre; la decoración representa el río, y la orilla opuesta á la en que están los personajes. Verán la iglesia, casas, cañaverales y multitud de banderas y adornos propios de los pueblos del Archipiélago. Es la hora del alba y, de consiguiente, el tono del conjunto ha de ser suavemente reproducido.)


ESCENA PRIMERA
 
Cándido, Pascual y otros Niñós. (Uno de los cuales lleva flores, otros con banderas y juguetes propios de la niñez.)
 
coro

Rosas, claveles,
Pásig ameno,
Luce con gaias mil;
Divina aurora,
Su hermoso cielo
Viste de luz gentil;
Sus ojos son divinos,
Su frente el rosicler,
Sus labios purpurinos
El pecho hacen arder;
En ti, dulce hermosura,
La mente segura va;
En ti, rica ventura
El alma feliz tendrá.

(RECITADO)
 
Cándido. ¡Cuán hermosa es la mañana!
La aurora con sus albores
Va acariciando á las flores
Con que el prado se engalana.
¡El Pásig! ¿Oís el murmullo
De las cañas en su orilla?
¿Escucháis de la avecilla
El suave y variado arrullo?
Decidme: tanta belleza,
Tanto adorno y galanura,
Que con mágica hermosura
Ostenta Naturaleza;
Y esa tranquila corriente
Do las bancas se deslizan,
¿No os encantan?, ¿no os hechizan
Con su lenguaje elocuente?
¿No os dicen que su contento
Lo causa la Virgen pía,
Viviendo en aqueste día
Con pomposo lucimiento?
Todos. ¡Sin duda!
Pascual. Tal alborozo
En el pueblo se respira;
Tal es el placer que inspira,
Que todos bailan de gozo.
Llenas encuentro doquier
De vistosos aparejos
Las calles; niños y viejos,
Todos salen para ver.
Niño 1.º Hablas, Pascual, muy de veras;
¡Y lo creo! Pues la gente
Anda colgando impaciente
Gallardetes y banderas.
Niño 2.º Aquí traigo un canastillo
De flores para ofrecer
Á la Virgen...
Niño 1.º ¡Ole! ¡Á ver!…
Es un regaló sencillo… (Lo mira con desprecio.)
Yo tengo una jaula en casa
Do moran pintadas aves,
Cuyos trinos son tan suaves
Que se la daré, si pasa.
Niño 3.º ¡Pajaritos! ¡Qué locura!
Yo tengo bombas, cohetes… (Con jactancia.)
Niño 1.º ¡Quita allá! ¡Esos son juguetes
Que sólo infunden pavura!…
Niño 3.º ¡Tú tienes miedo!
Niño 1.º ¿Yo? ¡No!
Pascual. Tengo una flauta de caña… (Todos se ríen.)
Todos. ¡Ja! Ja!
Pascual. ¿La cosa os extraña?
¡Pues sí! ¡La tocaré yo!
Mi padre, como sabéis,
Me enseñó varias sonatas,
Lindas, muy lindas, muy gratas:
Las tocaré; ¡ya veréis!
Niño 2.º ¡Mejores serán mis flores!
Pascual. ¡Mi flauta!
Niño 1.º ¡Qué tontería!
Es mejor la jaula mía…
Niño 3.º ¡Ca! Las bombas son mejores.
Niño 1.º ¡No, señor!
Niño 3.º ¡Que si, señor!
Niño 1.º ¡Vaya un tonto!
Niño 3.º ¡Vaya un loco!
Tu pobre jaula es bien poco.
Niño 1.º Tus bombas son lo peor.
Cándido. ¡Ea, amigos! No riñáis:
Es cada ofrenda preciosa;
Pero os suplico una cosa,
Y es… que obedientes me oigáis:
Una banca adornaremos
Con el más bello atavío;
Dentro de ella, aqueste río
Mansamente surcaremos;
Banderas y gallardetes
Pondremos de mil colores;
Llevarás todas tus flores;
Tú, la jaula; tú, cohetes;
Éste, con flauta sonora
Irá entre tanto tocando:
Así vamos navegando…
Hasta hallar á la Señora.
¿Qué os parece?
Todos. ¡Bien, muy bien!
Niño 3.º Es idea singular!
Niño 1.º Vamos la banca á buscar!
Cándido. ¡Eso lo digo también! (Se dispone á salir.)
¡Calla! ¿Y Leónido? ¿Dó está?
Pascual. ¡Ah! ¡Verdad! ¿Adónde fué?
Niño 2.º ¿Dónde ha ido?
Niño 3.º No lo sé.
Cándido. Pues bien, se le buscaré:
Nuestra banca dejaremos
Para después: es igual;
Nos falta lo principal,
Pues al jefe no tenemos,
Niño 1.º Busquémosle.
Cándido. ¡Ahora mismo!
¡Sin él nada se podrá
hacer!…
Niño 3.º ¡Se registrará
Hasta el fondo del abismo!
coro

Marchemos, marchemos,
Marchemos sin tardanza:
¡Felice nuestra holganza!
¡María colmará!


ESCENA SEGUNDA
 
Sale Satán vestido de negro y rojo; su color es pálido.
 
Satán. ¿Será verdad? ¿Será cierto
Que el pueblo que me adoraba,
Ahora de arribar acaba
De la salvación al puerto?
Si navegante inexperto
En el borrascoso mar
Del vivir, ¿qué singular
Fuerza le ampara y escuda
Que consigue con su ayuda
Mis escollos evitar?
¿Quién de la mansión sombría
Do se hallaba sepultado,
Poderoso le ha sacado
Á la clara luz del día?
¡Ay! Para desgracia mía
Fuiste sin duda, ¡oh Mujer!,
Quien tuvo tanto poder
¡De quitarme mi morada!
¡Criatura privilegiada!,
¿Cuándo te podré vencer?
¡Maldición!… El mismo Averno
Do se engendran los dolores,
Las crueles penas y horrores,
No iguala á ni tedio eterno.
¡Ay! ¿Por qué del goce tierno
Me privó la triste suerte?
¿Por qué me negó el más fuerte
Que en mi terrible amargura
Encontrase mi ventura
En los brazos de la muerte?
¡Espíritu! ¡Sér sublime!
¡Sér misero y desgraciado,
A padecer condenado
Por la mano que le oprime!
Si el hombre en la tierra gime
Y le molesta el vivir,
Se consuela en el sufrir
Viendo la vida tan breve,
¡Mientras el Ángel no se atreve
Á esperar que ha de morir!
Mas ¡ay! fuerza es que, sufrido,
Mi triste destino acate,
Ya que en mi sin par combate
Adversa suerte he tenido:
Empero, aunque fuí vencido,
Sigo en mi senda fatal:
Él ama el bien; yo amo el mal…
¡Soberbio!… Que haga su gusto;
Yo, yo le estorbaré; es justo;
Que es mi enemigo mortal.
¡Comience, pues, nuestra lidia!…
Pensemos recuperar
Antes mi imperio sin par
Con la astucia ó la perfidia.
¡Suelo que me das envidia!
¡Ay!… ¡Yo te recobraré!
Oculto aquí esperaré
(Se oculta detrís de un árbol.)
Á algún incauto cristiano:
¡Quiero que caiga en mi mano
La raza que tanto odié!


ESCENA TERCERA
 
Sale Leónido.
 
Leónido. La orilla está solitaria;
No se oye la griteria;
Lo extraño: ya es claro el día
Y no veo á nadie aqui.
Debieron haber ilegado,
Pues asi me prometieron...
Presumo que ya salieron...
¿Quién sabe si me perdi?
Mas no: éste es el sendero
Que á la población conduce;
Éste es el rio que luce
Su corriente sin igual...
Allá la iglesia... Mi casa...
Las banderas... ¡Ya lo creo!
¡Es el lugar del recreo
Que á mf me dijo Pascual!
Desde aqui esperariamos
Que pase la Virgen pura...
Mas... ¿quién á mi me asegura
Que no acaban de salir?
Lo mejor será buscarlos:
Iré hacia abajo; no... arriba...
Creo que la comitiva
Ya no tardará en venir.
(Se dispone á salir, y viene Satán vestido de Diwata)[12].


ESCENA CUARTA
 
Leónido y Satán.
 
SATÁN. ¡Detente! Adónde vas?
LEÓNIDO. ¿Quién sois?
SATÁN. ¿Acaso
No me conoces ya?

Leónido. No recuerdo vuestra faz,
Ni me acuerdo haberos visto
Alguna vez. ¡Dadme paso!
Satán. ¡Nunca! Mírame bien…
Leónido. Decid, os ruego, quién seáis…
Satán. Yo soy aquel que, prepotente,
Leyes da al huracán, al mar, al fuego;
Brilla en el rayo y muge en el torrente;
Yo soy aquel que con poder grandioso
Reino en un tiempo hermoso,
Venerado y temido;
Dios absoluto de la indiana gente.
Leónido. ¡Mentís! De mis mayores
El dios ya duerme en vergonzoso olvido,
Y sus torpes altares,
Do al eco de fatídicos loores
Victimas ofrecían á millares,
Hoy yacen derribados:
De su poder en mengua,
Les lanza nuestra lengua
Desprecios á sus ritos olvidados:
Vos no sois ningún dios; mentís sin duda,
Pues sólo un Dios existe verdadero:
El Dios que al hombre creó y al mundo entero,
Y á quien adora nuestra mente ruda.
Satán. ¡Insensato! ¿No temes de mis iras
El poder? Niño impío,
¿No ves que es mío el aire que respiras,
El Sol, las flores y el undoso rio?…
Á mi voz prepotente, creadora,
De las aguas surgieron
Aquestas islas, que alumbró la aurora;
Islas que bellas en un tiempo fueron;
Y mientras, fieles á mi culto santo,
Elevaron sus preces
En mis altares, les libré mil veces
De la muerte, del hambre y del espanto.
Los campos rebosaban
De fragante verdura;
Sin trabajo brotaban
De la piadosa tierra, entonces pura,
Las amarillas mieses;
Vagaban por el prado
El cabrito pintado,
El ciervo aligero y las gordas reses;
La diligente abeja
Su panal fabricaba mansamente,
Y al hombre regalaba miel sabrosa;
Retirada en su nido la corneja,
No auguraba doliente
Calamidad odiosa;
Gozaba entonces este rico suelo
De una edad tan dichosa,
Que en sus delicias se igualaba al Cielo;
Y, ahora, sin consuelo,
Triste gime en poder de gente extraña'
Y lentamente muere
En las impías manos de la España!
Empero, yo le libraré, si quiere
Doblegar su rodilla
Ante mi culto, que esplendente brilla[13].
Tan poderoso soy, que ahora mismo
Te daré, si me adoras, cuanto ansias;
Mas, ay de ti, si ciego desconfías!,
Pues ¡abriré á tus pies el hondo abismo!
Leónido. Si tan potente sois, si en vuestras manos
Las venturas están de los mortales,
¿Por qué han sido fatales
Para vos los cristianos?
Y si, como decís, el mar bravío
Y el aquilón sumisos obedecen
Á vuestra voz y á vuestro poderio,
¿Por qué sus carabelas delicadas,
Que ahora os escarnecen,
No fueron anegadas
Y bajo de las olas sepultadas?
¿Por qué vuestras estrellas
En noche tenebrosa les guiaron,
Y los vientos sus velas empujaron
Y no les lanzasteis vuestras centellas?
¿Sois por eso tal vez omnipotente?
Y por mayor desdicha, todavía
El nombre de Maria,
Nombre que encanta á la infelice mente,
Cual arrogante insulto,
¡Vino á destruir las huellas de tu culto!
Satán. ¡Las huellas de mi culto! ¡Desdichado!
¿No sabes que conservo
Un pueblo que me adora prosternado?
¡Ay!… Vendrán en lo futuro
Los males que reservo
Á tu raza, que aclama un culto impuro:
¡Tristes calamidades,
Pestes, guerras y crueles invasiones
De diversas naciones
En venideras próximas edades!
Tu pueblo regará con sangre y llanto
Del patrio campo la sedienta arena;
Ya en la pradera amena
No entonará su canto
El ave á quien hirió metal ardiente,
Ni tus bosques añosos,
Ni los ríos, ni el valle, ni la fuente
Serán ya respetados
De los hombres odiosos
Que turbaron tu paz y tu bonanza[14];
Mientras yo, por venganza,
Desataré los indomables vientos
Para que en su carrera,
Con ira y rabia fiera,
Alboroten los varios elementos,
Y la débil piragua,
Hundiéndose en el agua,
Aumente sus horribles sufrimientos.
Devastaré en mi saña
Los verdes campos de la mies opima,
Y desde la alta cima
De la erguida montaña
Arrojaré de lavas rio ardiente,
Que envuelto en humo y devorante llama
Asole poblaciones
Cual furioso torrente
Que, cuando se desparrama,
Arranca los arbustos á montones;
Y la tierra aterida,
Á mi voz conmovida,
Temblará con atroz sacudimiento,
Y á cada movimiento
El rico suelo amargará, y la vida.
¡Ay!, ¡ay! ¡Cuánto quebranto!
¡Cuánto gemir inútil!, ¡cuánto llanto
Oiré yo entonces sin que sienta el pecho
El duelo de la gente,
Que con gozo insolente
Reir los miro con mortal despecho!
Leónido. ¡Mentira! ¡Nada puedes! ¡Te conjuro,
En nombre del Señor que el alma adora,
Á decirme quién eres!
Ángel, ó genio impuro,
Que seducirme quieres,
¡Aparta el antifaz que desfigura
Tu primitiva é infernal figura!
Satán. ¡Pues bien! ¡Heme ya aquí!
Y advierte y nota
Que soy Satán, el ángel que esplendente
(En traje de diablo)
Se sentaba en un trono
En época remota,
Rayos de luz lanzando de su frente.
Yo soy aquel que con feroz encono
Luché contra el tirano;
Después, vencido en mi fatal derrota,
Arrastré á vuestros padres á la muerte;
Mas hoy, si del cristiano
La fe divina me venció en mi furia,
De tan mortal injuria
Me vengaré, y de ti; yo soy el fuerte;
Y si no quieres que mueras,
¡Ríndete á mis pies!
Leónido. ¡Oh! ¡Nunca!
Satán. ¿Ves mi poder y mi fuerza?
Los espíritus potentes
Que en el Universo reinan,
Obedecen á mi voz:
Sigue mi ínclita bandera;
Óyeme, pues: si humildoso
Abjuras tu nueva secta,
Y arrepentido á mis aras
Con grato fervor te llegas,
Yo te haré feliz, dichoso,
Y tendrás cuanto apetezcas:
El río que á tus pies corre,
Que arrastra diamantes, perlas;
El ambiente que respiras,
Do mil pajaritos vuelan;
Esas plantas, esas flores,
Esas casas y esas huertas,
Tuyas serán, si al instante
De tu nueva fe reniegas;
Si el nombre ingrato aborreces
De Aquella cúya es la fiesta.
Mas ;ay de tí! si obstinado
Desobedecerme anhelas,
Pues á tus pies ahora mismo
Se abrirá la inmunda tierra,
Sepultándote en su seno,
Cual se sepulta en la arena
La pequeña gota de agua
Cuando el sol las plantas seca.
Leónido. En vano infundirme quieres
Torpe miedo con tu lengua;
En vano, en vano pretendes
Que yo á tu fe me someta;
Jamás al niño cristiano
El demonio le amedrenta,
Y ante el Hijo de María
El Averno eterno tiembla.
¡Espíritu mentiroso!,
Ve, huye, ve á las tinieblas,
A la mansión del gemido
¡Y de la eterna vergüenza!…
Satán. ¡Pues bien! Ya que lo has querido,
Es necesario que mueras:
Tú serás la postrer víctima
Que ante mis aras se quema;
Tú pagarás por los tuyos,
En ti vengaré mi afrenta.
¡Espíritus!, mis fieles compañeros,
Que encontráis en el mal grata dulzura,
Que con cruel amargura
Os nutre el odio que vuestra alma encierra,
¡Venid alegres á empezar la guerra!
 
ESCENA QUINTA
 
Salen Diablos en tropel.
 
coro de diablos
¿Quién nos llama
Con furor?
¿Quién reclama
Nuestro ardor?
¡Viva el mundo
Infernal,
Cuya dicha
Es el mal!
¡Muera, muera
El traidor,
Del Averno
Ofensor!
Satán. Venid contentos,
Oid atentos;
La voce mía
Os llama ya;
Que en este día
Nuestra esperanza
Dulce venganza
Hoy colmará.
 
coro de diablos
 
Ama el Diablo
Á su Rey;
Sus mandato
Son su ley;
Obedientes
Seguirán;
Por ti, todos
Lucharán.
Satán. Cese el insulto:
Vuelve á mi culto,
Niño infelice,
Lleno de afán:
Ven y bendice
Mi imagen pura
Pues la ventura
Te reirá.
Leónido. Te detesto,
Vil traidor;
Á Dios sólo
Rindo amor:
Mientras viva,
Seré fiel;
Morir quiero
Yo por Él.
 
coro de diablos
 
¡Viva, viva
Nuestro Rey!
¡Muera, muera
Quien su ley
No venera
Con ardor,
De la vida
Con horror!
ESCENA SEXTA
 
Dichos y un Ángel.
 
Ángel. ¡Atrás, ángeles malditos
De la cólera del Cielo!
¡Volved el rápido vuelo
Á la mansión del dolor!
Huid, si del vivo rayo
Teméis el fúnebre brillo!
¡Huye, perverso caudillo!
¡Huye, oh Arcángel traidor! (Huyen los diablos.)
Y tú, niño fiel, despierta. (Se despierta.)
Ven aquí; soy el enviado
Del Cielo, que te ha librado
Del pérfido Satanás:
Ya la Virgen de Antipolo
Las aguas surca del río;
Salúdala en canto pío,
Pues siempre su hijo serás.
Ella te libró, piadosa,
De las garras del Averno;
Sé de ella el hijo más tierno,
Pues trae la dicha en pos…
Ya tus compañeros llegan,
Que te buscan con anhelo:
Adiós, pues; volveré al Cielo.
¡ Adiós, Leónido, adiós! (Desaparece.)
Leónido. Adiós, hermosa criatura,
Que viniste å socorrerme;
Guarde que vela, si duerme,
El niño el sueño infantil.


ESCENA ÚLTIMA
 
Leónido y los Niños. La Virgen pasa el río momentos antes de concluir el recitado.
 
Cándido. ¡Ah, Leónido!, te buscamos;
He aquí la Virgen María:
¿Sientes la dulce armonía
Que se oye entre cantos mil?
Leónido. ¡Oh, sí, amigo!; la percibo;
La miro también venir…
¡Oh!, ¡qué secreta alegría
Yo siento dentro de mí!
Unamos nuestros acentos
En este día feliz;
Saludemos á la Virgen…
¿Qué decís, amigos?…
Todos. ¡Sí!


(Aparece la Virgen iluminada con luz de magnesio ó eléctrica.)


coro final

¡Salve!, Rosa pura,
Reina de la mar;
¡Salve!, Blanca estrella,
Fiel Iris de Paz…
Antipolo,
Por Ti sólo
Fama y renombre tendrá;
De los males,
Los mortales
Tu Imagen nos librará;
Tu cariño,
Al fiel niño
La guarda siempre del mal;
Noche y día,
Tú le guias
En la sonda terrenal.

Á la representación de la obrita de Rizal asistió numerosa y escogida concurrencia, «que aplaudió calurosamente aquella producción del joven calambeño»[15].

La otra Academia, de las dos á que hemos aludido, titulábase de Ciencias Filosófico-Naturales, y también en ella tuvo Rizal un puesto preferente. Fué fundada en Manila por el jesuita P. Pablo Ramón, en 1881. De la vida de aquella Academia no hemos logrado saber más que lo que dicen las actas, que se contienen en un manuscrito rizalino[16] examinado cuidadosamente por el que esto escribe. Basta leer las actas para comprender que la nombrada Academia era cosa de chicos; pero merece notarse: primero, el ansia de algunos de ellos por tener esta extensión universitaria; y segundo, que todos (?) los académicos eran filipinos. Veamos las actas, escritas de puño y letra de Rizal; la copia es fiel, aun en los pormenores ortográficos:

[Manila,] « 10 Febrero de 1881 (jueves).

»En esta fecha se reunieron por primera vez los alumnos de la Academia de Ciencias filosófico-naturales bajo la direccion del R. P. Pablo Ramon, Rector del Ateneo Municipal, para proceder á las elecciones de los individuos que debían formar la Junta. Despues que el referido P. Director hubo dado una clara y breve explicacion acerca de las obligaciones de cada miembro, se dieron comienzo á las votaciones resultando de ellas elegidos los señores siguientes:

  Presidente ........................................................................................................................................................................................................
Sr. D. Juan Bautista de Elisegui.
  Vice-presidente ........................................................................................................................................................................................................
 »» Manuel Locsin.
  Secretario ........................................................................................................................................................................................................
 »» José Rizal.
  Tesorero ........................................................................................................................................................................................................
 »» Mariano de Ocampo.
  Bibliotecario ........................................................................................................................................................................................................
 »» Glicerio Auzon.
  Vocal 1.º ........................................................................................................................................................................................................
 »» Aguedo Velarde.
  Vocal 2.º ........................................................................................................................................................................................................
 »» Enrique Mendiola.


Acto continuo el R. P. Pablo Ramon habló sobre la necesidad de esquemas sobre las ciencias metafísicas y naturales que á modo de programa debian servir para los trabajos de los alumnos en el primer año de la fundacion de la Academia. — El Secretario (Firmado:) José Rizal. — Manila 12 de Febrero de 1881.»
[Acta 2.ª]

«A fines del curso del 80 á 81 se reunieron por segunda vez los alumnos de la Academia para la repartición de los esquemas, algunos de los cuales (como son los de las ciencias naturales) estaban hechos por el alumno D. Anacleto del Rosario[17].

»A causa de los exámenes próximos se convino entre los miembros de la Academia el cerrarla por entonces para no abrir y comenzar los trabajos sino en el curso siguiente esto es en el de 1881 á 82.» (Sin fecha ni firma.)

[Acta 3.ª]

«Curso de 1881 á 1882. — 1.ª Sesion. — En la primera sesion correspondiente al curso del 81 al 82 el Rdo. P. Director habló de la utilidad é importancia de las ciencias filosóficas leyendose el Breve de S. S. Leon XIII que trata de ellas. — En esta sesion se advirtió que el Sr. Vice-presidente, D. Manuel Locsin, el Tesorero D.ⁿ Mariano Ocampo, el Vocal D. Aguedo Velarde y D. Pablo Ocampo por sus muchas ocupaciones no asistirian á las reuniones del presente curso.» (Sin fecha ni firma.)

[Acta 4.ª]

«Segunda sesion. — Como por via de principio y apertura el P. Pablo Ramon tomó la palabra hablando del origen de la Filosofía. Explicó el profundísimo misterio de la Sma. Trinidad empezando por las cualidades del Padre, como del conocimiento que este tiene de Si nace el Hijo, y el Espíritu Santo del amor que el Padre y el Hijo se profesan. — Habiendo dado la hora sin haber terminado cuanto queria explicar levantóse la sesion dejando para la siguiente la conclusion de tan importante materia.» (Sin fecha ni firma.)

[Acta 5.ª]

«Tercera sesion. — Como se dispuso en la anterior explicaronse en esta importantes materias. Despues de haber explicado las propriedades de todas las criaturas en ser las unas conoscedoras y otras cognoscibles, habló de la Filosofía desde su origen hasta nuestros dias. Como era de esperar el misterio de la revelacion no se pasó por alto. Demostróse el empeño de Dios en enseñar é ilustrar al hombre como el medio de hacerle más perfecto. — Al terminar se encargó al señor D. Anacleto del Rosario la mision de hablar en la siguiente sesion.» (Sin fecha ni firma.)

[Acta 6.ª]

«Cuarta sesion. — Reunidos en esta cuarta sesion los académicos tuvieron por primera vez el placer de oir á uno de sus compañeros el Sr. del Rosario, como exponía y dilucidaba los varios sistemas que sobre la composicion de los cuerpos se han expuesto por los sabios. El Rdo. P. Pablo Ramon le felicitó en nombre suyo y en el de los demás por el buen desempeño de su cometido. Tomó la palabra para ilustrar mas aun á sus atentos y ansiosos oyentes. — Encargóse al señor D. Glicerio Auzon de hacer un resumen de cuanto importante en su precioso trabajo ha dicho el Sr. del Rosario. Se convino en conservar en el archivo la primera produccion de la Academia.» (Sin fecha ni firma.)


En el cuaderno no se hallan más actas, las cuales, sin duda, eran extraoficiales: lo demuestra así el que careciesen de fecha y otros detalles. Rizal tomaba nota por gusto, rindiendo tributo á su afición de apuntarlo todo, de conservar recuerdo de los hechos de su vida. Ya se verá más adelante lo meticuloso que era en este particular.

Decídele á venir á España otra casualidad. Óigase á uno de sus panegiristas: «Brilló en la facultad de Manila, de la que salió para la Universidad Central, quizás contra su deseo, porque un catedrático de la Real y Pontificia insultaba á diario á los alumnos menos aprovechados, y Rizal, que no fué jamás de los reprendidos, se revolvió contra aquel abuso, y el catedrático juró no aprobarle nunca»[18].

Esta vita trae á la memoria los capítulos xii y xiii de su novela El Filibusterismo, donde describe una cátedra de la Universidad manilana y las tribulaciones de un pobre estudiante, tímido y de escasas luces, llamado Plácido Penitente. Dichos capítulos tienen una intensidad extraordinaria. El pobre Plácido es objeto de la befa y el escarnio por parte de sus profesores frailes. En el capítulo xiii, Rizal se despacha á su gusto contra los dominicanos catedráticos: si el estudiante es listo, el profesor procura azorarle y acaba por hacerle un lío, como se suele decir, y burlarse del muchacho; y si es corto, se complace en ponerle en evidencia. Además, el catedrático comete la iniquidad de plantar falta de asistencia al que entra en clase después de haber sido nombrado al pasar lista, aunque la lectura de la lista no estuviera concluida; y porque sólo la pasaba de tiempo en cuando, al que faltaba un día le plantaba cinco faltas de asistencia.… En fin, un catedrático arbitrario, soez, malentrañado, y por contera que no sabía enseñar, pues la Física la explicaba sin instrumentos. Estos sólo servían para embaucar á los visitantes más ó menos profanos, españoles y extranjeros, á quien se hacía creer que, por lo mismo que los gabinetes de la Universidad estaban abarrotados, resultaban de gran provecho á los alumnos. Aun descartando la nota de la pasión, el cuadro trazado por Rizal es ciertamente notable.

Sobre otros pormenores de aquel centro de enseñanza, es también muy expresivo el trabajo (que no llegó á concluir) de José María Pang̃aniban (Jomapa), publicado en La Solidaridad. Á los discípulos predilectos, que solían ser los españoles, los aprobaban aunque no supiesen el a b c de la asignatura; en cambio eran crueles con muchos filipinos, mayormente aquellos que por su carácter no daban señales de someterse servilmente á las genialidades frailescas. Jamás los dominicos quisieron convencerse de una gran verdad: que no podían tener el afecto de los filipinos mientras éstos fueran (y lo fueron siempre) tratados sin ningún género de consideraciones, tuteados como «batas» ó lacayos. Religiosos son también los jesuitas, y los filipinos les tienen aprecio, sencillamente porque los jesuítas siguieron siempre la norma de tratar á sus discípulos con la consideración debida, y desde luego sin enterarse de cuál era el color de la piel de cada uno.

Pero como mejor puede juzgarse de lo que era aquella Universidad eminentemente Pontificia, es presentando una simple enumeración de los temas de los discursos de apertura de curso. Cierto que en las Facultades de Derecho, de Medicina y de Farmacia había profesores seglares, algunos de mérito indiscutible; sin embargo, el discurso oficial habíanlo monopolizado para si los dominicos; y basta esa simple enumeración de temas, para juzgar de la extensión de las ideas que aquellos buenos frailes propagaban[19]; hela aquí:


Fonesca (Fr. Joaquín). Discurso… Manila, 1868. Tema: «La idea del Yo; la idea de Dios; la idea del Mundo». (Criterio, tomista.)

Martínez Vigil (Fr. Ramón). Discurso… Manila, 1870. Tema: «Los progresos de la Enseñanza en Filipinas». (Hijos legítimos de los frailes: ¡calcúlese qué progresos!)

Narro (Fr. Miguel). Discurso… Manila, 1871, Tema: «Importancia que tiene el estudio de las Ciencias para mejorar la sociedad». (Criterio, tomista hermético.)

García (Fr. José). Discurso… Manila, 1873. Disertó el Autor acerca del «trabajo que exige la adquisición de las ciencias». Á guisa de preámbulo hizo algunas consideraciones «sobre el estado y adelantos de la Segunda Enseñanza en Filipinas», cuyos progresos atribuye, naturalmente, á los frailes.

Nozaleda (Fr. Bernardino). Discurso… Manila, 1874. Tema: «Conveniencia de variar la clasificación zoológica en la parte que al hombre se refiere». (El gran Cajal se reiría mucho leyendo las razones, tomistas de tomo y lomo, que aduce Fr. Nozaleda.)

Vilá (Fr. Juan). Discurso… Manila, 1877. Tema: «El Espiritismo». (El trabajo no es fruto de gestaciones científico-esperimentales; todo él se halla basado en las doctrinas de Santo Tomás, ó sean las filosóficas del siglo XIII. — ¡Y estos son los profesores que hablan de los progresos de las ciencias… sin acabar de salir del siglo XIII!)

Rivilla (Fr. Julián). Discurso… Manila, 1878. Tema: «Necesidad lógica y social, que la enseñanza sea católica> (y tomista).

García (Fr. José M.ª). Discurso… Manila, 1879. Tema: «Inmensa ventaja de las afirmaciones cristianas sobre las afirmaciones racionalistas». — Todo ello, huelga decirlo, apoyado en la insustituíble filosofía de Santo Tomás (siglo XIII).

Gómez Zamora (Fr. Matías). Discurso… Manila, 1880. Tema: «La Verdad en el hombre» (según la filosofía tomista).

Buitrago (Fr. Jenaro). Discurso… Manila, 1881. Dedicado exclusivamente á combatir el racionalismo. (Argumentos, los consabidos de Santo Tomás, del siglo XIII.)

Prado (Fr. Norberto). Discurso… Manila, 1882. Tema: «La Filosofía es como la raíz, la base y la razón de ser de las demás ciencias, pero que necesita á su vez de las enseñanzas divinas». (Criterio, tomista cerrado con siete llaves y tres cerrojos.)

Álvarez Cienfuegos (Fr. José). Discurso… Manila, 1883. Tema: «La verdadera noción del progreso social contra las teorías positivistas y socialistas». — Argumentos, los de Santo Tomás. (Continúa, sin interrupción, el siglo XIII.)

Elera (Fr. Casto de). Discurso… Manila, 1884. Tema: «Es erróneo y absurdo el concepto que de la vida nos ofrece el moderno materialismo». (Criterio, tomista alambicadísimo.)

Fernández Arias (Fr. Evaristo). Discurso… Manila, 1885. Contra el positivismo. — ¡No lo aceptaba (siglo XIII) Santo Tomás!

Velázquez (Fr. Raimundo). Discurso… Manila, 1887. Tema: «El cerebro no piensa ni puede ser órgano propio del pensamiento». (Ahí está, si no, lo que dijo Santo Tomás en el siglo XIII.)

Vidal (Fr. Prudencio). Discurso… Manila, 1888. Tema: «El hombre que nos presenta la prehistoria es completamente inadmisible». (El único admisible es el que nos presenta Santo Tomás.)

Andreu (Fr. Jaime). Discurso… Manila, 1889. Tema: «Concepto de la Libertad». — Leído en la Rusia clásica, habría parecido todavía reaccionario. El Autor se apoya principalmente en el irreemplazable Santo Tomás, del siglo XIII.)

Ruiz (Fr. José M.ª). Discurso… Manila, 1890. Tema: «La influencia del utilitarismo en la Economía política». — Economía política… tomista.

Noval (Fr. José). Discurso… Manila, 1891. Tema: «Concepto del Derecho» (según Santo Tomás).

Alonso (Fr. Manuel). Discurso… Manila, 1892. Tema: «Defensa de la Filosofía cristiana» (del siglo XIII).

Martín Tembleque (Fr. Gabriel). Discurso… Manila, 1893. Tema: «La Teología es la única ciencia que da solución firme y segura á los grandes problemas filosóficos y sociales». (Y si alguien lo duda, que lea á Santo Tomás, del siglo XIII.)

Pérez y López (Fr. Vicente). Discurso… Manila, 1894. Tema: «Idea de la moral, según la Filosofía cristiana» (puramente tomista).

García Sempere (Fr. Lorenzo). Discurso… Manila, 1895. «Principios de la distribución de la riqueza, según la Economía de la escuela clásico-liberal». — No sólo reaccionario, sino atiborrado de pedantería. El inevitable Santo Tomás sale ¡naturalmente! á relucir.

Medio (Fr. Pedro N. de). Discurso… Manila, 1896 (el año de la Revolución). Tema: «El naturalismo racionalista, como sistema opuesto á la revelación, es esencialmente irracional y anticientífico». (¡Léase á Santo Tomás, la antorcha del siglo XIII!)


¡Queda juzgada la Universidad de Manila, único centro de enseñanza superior existente en Filipinas! — Mas por si estos Discursos «de apertura» no eran suficientes, todavía los había de plus, con cualquier motivo, escritos y leídos siempre por frailes dominicanos. El prototipo de tales pluses lleva la siguiente anteportada: Santo Tomás, el Gran Maestro del Saber Humano: Manila, 1894; autor, fray Evaristo Fernández Arias. ¡Y con este pasto se nutría á los alumnos y tratábase de nutrir á los catedráticos seglares!… Rizal, por consiguiente, se ahogaba en aquella Pontificia Universidad. No era lo peor que casi todos los profesores enseñasen poco y mal, sino las humillaciones á que aquellos desconsiderados frailes sometían á la mayor parte de los discípulos indígenas. Lleno de asco, es de suponer, decidió embarcarse para España, á continuar en la Universidad de Madrid los estudios que en la Pontificia de Manila había comenzado; y partióse para Barcelona el día 3 de Mayo de 1882; es decir, cuando no había cumplido todavía los veintiún años[20].

Antes de verle en España, convendrá que se consigne un suceso harto curioso, cuya fecha no podemos precisar. Hé aquí los términos en que fué referido por Rizal[21]:

«Mi padre era amigo de la corporación de dominicos y tenía mucha confianza con el hermano lego procurador de la hacienda de Calamba, hasta el extremo de que cuando éste tenía visitas de cumplido, que eran en la casa-hacienda muy frecuentes, el hermano lego pedía á mi padre cuanto necesitaba, y rara era la vez que, entre otras cosas, no le pedía algún pavo, que mi padre con gusto le regalaba; pues aficionado á la cría de estas aves, tenía constantemente el corral de casa lleno. Pero á consecuencia de cierta enfermedad epidémica, se murieron casi todos, salvándose tan sólo unas parejas que mi padre dedicó exclusivamente á la cría.

»En esta situación, un día mandó el lego por el consabido pavo, y claro está que hubo de decirle mi padre al mandadero que no tenía pavos que poder regalar al Administrador, porque la mayor parte se habían muerto. Con esta contestación, el hermano lego se puso furioso; y concluyó diciendo: «¡Ya me las pagarás!» Y, en efecto, á los pocos días recibió mi padre una papeleta suscrita por el Administrador, el hermano aludido, en la que le decía que había tenido por conveniente aumentar el canon de las fincas, que mi padre tenía en arriendo, en una tercera parte más de lo que había venido pagando. Mi padre comprendió en seguida el motivo de tal determinación, que no era otro que la negativa del último pavo pedido, confirmándolo el hecho de que á ningún otro colono de la hacienda se le había pasado otra papeleta igual. Haciendo caso omiso del referido aumento, el día que correspondía el pago verificólo mi padre de los primeros, sin formular una sola palabra de protesta; pero á los pocos meses, recibió una nueva papeleta en la que el lego Administrador le decía que, en vista de los grandes rendimientos que le proporcionaban las tierras que tenia á canon, donde había puesto máquinas de hierro para fabricar azúcar, le subía el canon al doble de lo que anteriormente había venido pagando. Con esta resolución no se conformó mi padre, y de aquí vinieron los escritos, presentación á las autoridades y últimamente el desahucio de los terrenos, que se ordenó á raja tabla, perdiéndose casas, haciendas y maquinaria; ¡todo ello por un pavo!»

Rizal dejaba novia en Manila, una hermosa joven llamada Leonor Rivera, de Camíling (Pangasinán), á quien amaba entrañablemente; su retrato, dicen, coincide con el de la dulce María Clara, del Noli me tángere. Y dejaba también padres y hermanos, á los que amó tanto casi como á la Patria, que puso siempre sobre todas las cosas.

Lleno de tristeza, atenuada á veces por la esperanza, navega con rumbo á Barcelona…

  1. Rizal y su obra, ya citada; articulo III
  2. Este siempre no deja de ser una exageración. Realmente, Rizal no se sintió del todo aficionado á la agricultura hasta que estuvo deportado en Dapitan (1892-1896).
  3. Trasládase este fragmento á titulo de información. Del examen del expediente escolar de Rizal que existe en el Archivo de la Universidad Central, resulta que no comenzó la carrera de Medicina hasta el año de 1878: en efecto, durante el curso de 1878-1879 estudió las asignaturas de Física (aprobado), Química (sobresaliente), Historia Natural (aprobado), 1.º de Anatomía (bueno) y 1.º de Disección (bueno). En cambio, durante el curso anterior, ó sea el de 1877-1878, estudió las asignaturas de Cosmología metafísica, Teodicea é Historia de la Filosofía, todas las cuales ganó con la nota de sobresaliente. — Vean los padres jesuitas cómo armonizan sus recuerdos con los datos oficiales aquí consignados, que ha examinado cuidadosamente el que esto escribe.
  4. Creo ser el primero que descubrió estos versos, del todo ignorados para los españoles, no obstante que vieron la luz en una publicación hecha por españoles, intitulada Revista del Liceo Artístico Literario de Manila (V. el suplemento al núm. IV, de 1879). En el Heraldo de Madrid, por Septiembre de 1896, y en mi quincenario La Política de España en Filipinas (número del 30 de dicho mes), glosé un fragmento de la famosa oda, é hice ver la tendencia nacionalista que de ella transcendía.
  5. Número 59: Madrid, 15 de Julio de 1891.
  6. Número 102: Madrid, 30 de Abril de 1893.
  7. Rizal, semanario citado: número del 16 de Octubre de 1899.
  8. Al Excmo. Sr. D. Vicente Barrantes; articulo publicado en La Solidaridad, núm. 25: Madrid, 15 de Febrero de 1890.
  9. Consta de 4 págs. en 4.º, impreso en Manila, en casa de M. Pérez, á cargo de C. Miralles. He visto un ejemplar, muy raro, que me fué remitido en calidad de préstamo por el señor Ramón R. Guerrero.
  10. Merced á la bondad del Sr. Vicente Elío, que en 1880 estudiaba en el Ateneo la segunda enseñanza, podemos dar la noticia del reparto; helo aquí: Leónido, Isidro Pérez; Cándido, Antonio Fuentes; Pascual, Aquiles R. de Luzuriaga; Satán, Julio Llorente; Un Angel, Pedro Carranceja. En el coro de Diablos figuraba el Sr. Elío. — Carta de D. Vicente Elío, á mi dirigida, fechada en Mambajao (Misamis), 30 de Agosto de 1906. — La zarzuela Junto al Pásig ha permanecido inédita hasta fines de 1902, en que la publicó el periódico La Patria, de Manila, en su número extraordinario de 29-30 de Diciembre de dicho año. En cuanto á la música, del profesor español Sr. Echegoyen, ha tardado aún más en salir á la luz de la publicidad; no ha sido publicada hasta 1904. Tenemos un ejemplar á la vista que constituye una verdadera curiosidad bibliográfica; fórmalo un pliego en folio, de 4 págs., impreso á tres tintas, con esta cabeza: «La Imprenta de Quiapo | á la | Rosa de Jericó, | en el 50 aniversario de la definición del dogma de su | Concepción sin mancha.» — Y debajo: «Fragmento de la última escena del melodrama Junto al Pásig, letra del Dr. José Rizal, escrita á la edad de 13 años (sic), y música del Profesor D. Blas Echegoyen, cantado hoy [más abajo: 27 de Noviembre de 1904], al paso de la Virgen de Antipolo por el río Pásig, en las riberas del pueblo de San Pedro Macatí, por alumnos externos del Ateneo de Manila y de la Escuela Normal de San Francisco Javier, que pertenecen á las congregaciones marianas, con acompañamiento de la orquesta de San Juan del Monte.» — La letra del coro va á tres columnas y otros tantos idiomas: castellano, tagalo é inglés; pero la ingerida en la música, sólo va en castellano; como asimismo la salutación (¡Salve, Rosa pura! | Reina de la mar…), que ocupa la cuarta y última pág. de esta curiosa pieza. — Debo un ejemplar á la delicadeza del Sr. Felipe G. Calderón. Lo de que Rizal tenia trece años cuando escribió esta pieza, es un error de La Patria, que después han mantenido algunos biógrafos.
  11. La transcripción va con absoluta fidelidad, aunque con variantes ortográficas que facilitan la lectura. Para que se juzgue de lo deplorablemente que está impresa en La Patria, baste decir que la fundición que empleaba dicho periódico ¡carecía de letras acentuadas! Añádanse otras faltas garrafales, como hacer dos versos de uno solo, ó uno de dos; el mal empleo casi siempre de los signos de admiración y de interrogación, etc. Fuera de estas correcciones, nada se ha modificado: el texto, por consiguiente, es el mismo que salió de la pluma de Rizal.
  12. «Diwatta. Escrito á veces: devata, dewata, divata ó diuata, es el nombre (de origen sánscrito) que dan varias razas del Sur del Archipiélago á deidades suyas». Blumentritt, Diccionario Mitológico de Filipinas, publicado en el vol. ii del Archivo del Bibliófilo, de W. E. Retana; Madrid, 1896. — Como la región tagala es toda cristiana desde hace muchos años, la palabra Diuata es de escasísimo uso; al evocarla Rizal, presupone en él cierto conocimiento de lo antiguo de su país, que extraña, porque eso no pudo estudiarlo en el Ateneo, donde la Historia de Filipinas, como texto, es una croniquilla de los hechos de los capitanes generales, y nada más. — En el Compendio de la Historia de Filipinas por el P. Martín Luengo, S. J., de texto en el Ateneo, impreso en Manila el año de 1877, léese (pág. 2) acerca de la palabra Diuata: «P. ¿Cual era la religión de los filipinos? — R. La idolatría, por la que prestaban culto á un Dios-casero llamado Anito por los Tagalos y Diúata por los Visayas». — Y esto es todo. — Aparte lo dicho, nótese que el Mefistófeles internacional se transforma en el Diablo nacional (Diwata); y léase con detenimiento todo lo que dice, porque se presta á pensar si sería escrito con doble intención.
  13. Todo lo subrayado ¿fué escrito con intención? Merece la pena de que lo discutan los rizalistas. Burla, burlando, esos versos son la síntesis del criterio mantenido por Rizal en sus anotaciones á los Sucesos de Morga, obra que publicó en París en 1890. España ahogó en flor una civilización potente, la antigua tagala (!). Filipinas era feliz; España causó su infelicidad. — Este laborantismo científico, que no es original, puesto que antes lo cultivaron los americanos, tuvo su primer mantenedor, por lo que toca al Archipiélago de Legazpi, en D. Pedro Alejandro Paterno, el cual llevó sus extravagancias hasta el punto de dar por asentado que, en 1521, las razas autóctonas de Filipinas poseían un grado de cultura social y religiosa verdaderamente admirable.
  14. Una predicción cumplida, y un antedesahogo contra los españoles, de los cuales dijo muchas veces lo mismo, no Satán vestido de Diuata, sino Rizal vestido á la europea.
  15. Homenaje á Rizal. Biografia. Manila, 1899.
  16. En 4.º, encuadernado en tela, con las puntas reforzadas con cantoneras metálicas, de unas 250 páginas, enteramente lleno. Hoy pertenece al norteamericano Mr. E. E. Ayer. Esta pieza habrá de ser citada muchas veces, pues comprende trabajos íntimos de Rizal, desde 1881 (Manila), hasta 1887 (Berlín). Lleva por supertítulo Clínica médica, por el cual lo citaremos siempre. Tome de ello nota el lector.
  17. Tagalo. Hizo la carrera de Farmacia con brillantez, y fué luego un quimico eminente. Como bacteriólogo mereció la más profunda consideración de los peninsulares doctos en la materia. Publicó algunos trabajos notables. Murió en Manila en Mayo de 1895; había nacido en Santa Cruz (arrabal de Manila), en el mismo año que Rizal: 1861.
  18. La Independencia: número del 25 de Septiembre de 1898. — Los jesuítas confirman la noticia en su opúsculo Rizal y su obra, cap. V.
  19. La lista no es completa, porque no hemos tenido la suerte de hallar todos los Discursos; pero observe el lector que faltan muy pocos para que la sea. La serie dió comienzo en 1866.
  20. Dato que debo á la bondad de D. Paciano Rizal. — Por cierto que, según dicho señor, el pasaporte de Rizal, que conserva la familia, extendióse á nombre de José Mercado.
  21. Á D. Ricardo Carnicero, comandante político-militar de Dapitan. Rizal vivió casi un año en la misma casa que el Sr. Carnicero; juntos comían y pasaban casi todas las horas del día. Llegaron á intimar. Entonces Rizal fuéle refiriendo algunas cosas de su vida. — El Sr. Carnicero, atento á mis deseos, me ha favorecido con unas cuantas cuartillas en las que me pinta el {{may|Rizal} íntimo que conoció en Mindanao. El relato arriba transcrito tómase de esas cuartillas.