Vida y escritos del Dr. José Rizal/Quinta época, I
El 15 de Julio zarpó de la bahía de Manila el transporte de guerra Álava, que conducía á Rizal, con rumbo al Sur. El buque rindió su viaje en Dapitan, población situada en la costa NO. de la gran isla de Mindanao, cabecera de uno de los distritos en que la isla se hallaba dividida. Allí fué entregado Rizal á D. Ricardo Carnicero y Sánchez, capitán de infantería y Jefe del distrito. La entrega efectuóse por un oficial, quien era además portador de un pliego reservado.
Despujol había dispuesto que el deportado fuese á vivir en la misma casa que ocupaba la Misión de jesuítas; pero previno á la vez que si éstos no querían aceptarle, que viviera en la Casa-comandancia, ó sea en compañía del antecitado D. Ricardo Carnicero.
«Sabedor de esta disposición del General, dicen los jesuítas[1], el Superior de la Misión de Filipinas [P. Pablo Pastells] escribió una carta al misionero de aquel punto [P. Antonio Obach], comunicándole instrucciones acerca del modo cómo se debía haber respecto al infeliz deportado. Decían ellas, en resumen, que si éste quería vivir en casa del misionero, había de ser con las condiciones siguientes: 1.ª Que debía retractar públicamente sus errores en orden á la religión, y hacer manifestaciones netamente españolas, contrarias al filibusterismo[2]. 2.ª Que debía antes hacer los santos ejercicios y confesión general de su vida pasada. Y 3.ª Que en adelante debía portarse ejemplarmente en su conducta religiosa y española, dando ejemplo de todo ello á los demás.» — Y añaden los mismos jesuítas: «Como estas condiciones no habían de ser aceptadas por Rizal, dado el estado habitual de su espíritu, dicho está que tuvo que ir á vivir á casa del Gobernador, Sr. Carnicero.»
Para Rizal, la deportación debió de ser un golpe terrible. Si hubiera sido hipócrita, menos romántico y más cultivador de lo que suele llamarse vida práctica, se habría sometido. Pero no; mantúvose en sus trece: veía su conciencia limpia de las acusaciones que se le imputaban, y, aunque agradecidísimo á los buenos oficios de los misioneros, optó por no abdicar de uno tan sólo de los rasgos de su carácter viril. ¡Y cuidado que los jesuítas, movidos por el más laudable celo, tanto en lo religioso como en lo político, le trabajaron! Apenas Rizal había hollado la tierra de proscripción, cuando ya vemos al párroco R. P. Obach leyéndole «el párrafo de una carta en que se hacía alusión á los tiempos, tan diversos, de su niñez, cuando era Secretario de la Congregación Mariana del Ateneo Municipal de Manila; y quiso escribir una larga carta, sincerando su conducta, al Superior de la Misión, lo cual dió margen á una empeñada discusión por correspondencia…»[3] entre Rizal, desde Dapitan, y el P. Pastells, desde Manila.
Y aquí viene como de molde una breve observación acerca de los procedimientos de frailes y jesuítas. Los frailes despreciaban á Rizal, y nunca, jamás, hicieron la menor cosa por atraérselo: no ocultaban el odio que le tenían ni la satisfacción con que veían todo aquello que le perjudicase á él y á sus parientes; los jesuítas, por el contrario, á pesar de la excesiva severidad con que le juzgaban, y de sus exigencias (de las que buena prueba hallamos en las condiciones que pretendieron imponerle), se desvivieron por traerle al «buen camino», dando con ello, no sólo ejemplo de piedad cristiana, sino de españolismo, por cuanto lo que anhelaban no era sino la transformación mental del hombre que, sin duda, ejercía mayor influjo en la mentalidad de sus compatriotas. La polémica epistolar entre Rizal y el P. Pastells duró desde Agosto de 1892 hasta Mayo de 1893. ¡Cualquier día un fraile se hubiera rebajado dirigiéndose á Rizal!… El P. Pastells, excelente sacerdote y sabio además[4], con muy buen acuerdo (y por ello merecerá la gratitud de los filipinos), sobre no rebajarse discutiendo por escrito con Rizal, esforzóse cuanto le fué posible por conseguir atraérselo. ¿Qué otra cosa debía hacer un discípulo de aquel que fué la Suma Piedad, el Gran Maestro Jesús?
Dió ocasión á la polémica la carta que con fecha 1.º de Septiembre de 1892 dirigió Rizal al P. Pastells; carta que comienza así[5]:
«Mi muy estimado Padre Pastells: Aunque no he tenido el honor de merecer una carta de V. R., el precioso regalo que, por conducto de mi amado profesor el P. Sánchez[6], se ha dignado enviarme, y las cuantas líneas que me dedica en su carta al P. Obach[7], me ponen en el deber de escribirle, pues no tengo nadie allí[8] que pueda darle cumplidamente las gracias de mi parte.
(El regalo del P. Pastells consistía en un ejemplar de las obras del famoso polemista católico D. Félix Sardá y Salvany.)
»Conozco de muy antiguo los escritos del Sr. Sardá por haberlos leído en el Colegio: y en mi pobre concepto le tengo por el polemista más diestro para difundir en cierta clase de la sociedad las ideas que sustenta. Juzgue, pues, si sus obras serán para mí de gran valor. Esto, por lo que respecta á la obra en sí; que en cuanto á su procedencia, así vinieran los tomos en blanco, bastaban ser de V. R. para que les profesase consideración y afecto[9]. Siento sólo, como deportado en un pueblo como Dapitan, no tener nada para corresponderle; pero espero que la ocasión se me presente algún día, si es que vivimos, y si no, diré lo que los Bisayas: Dios ang magbayad!»
(La ocasión se le presentó para el 15 de Enero siguiente, que eran los días del P. Pastells. El 9 del mismo mes escribíale Rizal:)
«Suplícole acepte un regalito que le remito por conducto de los Padres. Aquí no tengo nada, ni hay almacenes de objetos artísticos; sin embargo, tanto, tanto le debo, que, aunque mal, he decidido darle una pequeña muestra de mi gratitud. Es un San Pablo en oración[10]. Si á V. R. le agrada, puede mandarlo cocer por uno que entienda de cerámica, y yo se lo agradecería; pues así podría acordarse de mí en sus oraciones.»
Pero antes de continuar extractando las cartas de Rizal al Padre Pastells, conviene dar á conocer la primera que, con el carácter confidencial que es de suponer, dirigió de su puño y letra al general Despujol D. Ricardo Carnicero; dice así[11]:
«Excmo. Sr. D. Eulogio Despujol y Dusay.
»Dapitan 30 de Agosto de 1892.
»Mi más respetable General: Como el Sr. Rizal llegó á alcanzar cierta popularidad en Filipinas, que á mí no me es desconocida, procuré desde el momento de su llegada á Dapitan ganar sus simpatías, cosa que no podía menos de suceder en atención al buen trato en todas ocasiones dispensado: ya con bastante confianza, y muchas veces haciéndome partidario de sus deseadas reformas, me dijo:
« —Tengo le completa seguridad que los papelitos que dicen haberse encontrado entre las almohadas de mi hermana, han sido puestos en Manila, y pertenecían á los muchos ejemplares que hacía unos días se habían remitido á la Capital, para su distribución entre los amigos. De haberlos traído mi hermana, yo lo sabría; y de tener interés en su introducción, nada más fácil [que] colocarlos en el pecho, ó entre las medias. Si hubiese hablado con mi hermana, descubriría la verdad del hecho, por más que creo firmemente que ella no trajo tales hojas, y si así hubiese sucedido había que darle el título de tonta, y mi hermana no tiene nada de esto. Por este incidente es indudable que he perdido mucho á los ojos de mis paisanos, los cuales me llamarán memo, si es que no les consta ó cuando menos sospechan que los papelitos pudieron haber sido puestos intencionalmente en el equipaje de mi hermana. — Cuando el General me dió conocimiento del parte que había recibido del Jefe de la Aduana, créame Vd. que no me daba cuenta de lo que por mí pasaba, y grande fué mi sorpresa cuando ordenó se me condujese á la Fuerza de Santiago. En ella estuve 8 días sin que se hubiese formado expediente, ó al menos yo no presté declaración, cosa que esperaba sucediese para poder defenderme de lo que parece disgustó más á S. E., que fué de cuanto se hacía referencia en dichas hojas al dinero del Papa, que después de todo la noticia la había insertado toda la prensa europea, de donde se tomó y extractó en la hoja. — Á decirle á Vd. verdad, yo no me lamento del rigor que conmigo ha empleado el Gobernador general, porque de él espera mi país grandes reformas, y esto me satisface sobremanera. Podía escribir, entre otros, á Pi Margall, Linares Rivas y Govantes; pero la gran consideración que me merece el General, los favores dispensados á mi familia y sobre todo el no crearle obstáculos para que plantee sus reformas en Filipinas, hacen que me abstenga y no quiera darle publicidad á lo sucedido, por más que á mis amigos de Madrid, les ha de extrañar no conteste á sus cartas con la frecuencia que acostumbro, y que es indudable tendré detenidas en Hong-Kong, á la vez que sospecharán, en vista de mi silencio, que algo nuevo me pasa. — Por lo demás, aquí me hallo perfectamente y tan sólo echo de menos á mi familia.»
»—Dígame Vd., Rizal, ¿qué reformas le parecen á Vd. más convenientes, se llevasen á efecto en este país?
»Rizal.—Pues yo le diré á Vd.: en primer término, darle representación en las Cortes al país, con lo cual cesarían los abusos que por algunos se cometen.
»Secularizar á los frailes, haciendo cesar la tutela que con el Gobierno y el país ejercen estos señores, distribuyendo los curatos, á medida que fuesen vacando, entre los clérigos, que bien pudieran ser insulares ó peninsulares.
»Reformar la Administración en todos sus ramos.
»Fomentar la instrucción primaria, quitando toda intervención á los frailes, dotando á los maestros y maestras de mayor sueldo.
»Dar por mitad los destinos del país á peninsulares é insulares.
»Moralizar la Administración y
»Crear en las capitales de provincia de más de 16.000 almas Escuelas de Artes y Oficios.
»Estas son mis reformas. Una vez planteadas en el sentido expuesto, Filipinas sería el país más dichoso del mundo.»
»—Pero, amigo Rizal, sus reformas de Vd. no me parecen del todo malas; pero indudablemente Vd. se olvida de la muchísima influencia que tanto en Manila como en Madrid tienen los frailes, por cuya razón se hace casi imposible por ahora, que todas sus reformas pudieran ser un hecho.
»Rizal.—No crea Vd.; la influencia del fraile va perdiendo mucho terreno en todas las esferas, atreviéndome á asegurar á Vd. que cualquier Gobierno un poco avanzado donde se diese cabida á cinco ó seis hombres como Becerra, los frailes desaparecerían. En Madrid conocen perfectamente cuanto por aquí hacen los frailes, y tanto es así, que en las primeras conferencias que tuve con Pi y Linares Rivas, cuando éste pertenecía al partido liberal, me hicieron saber cosas que yo, nacido en este país, ignoraba. Como estos señores, podía citarle á Vd. muchos que igualmente tienen noticia exacta de la vida y milagros de los frailes en Filipinas; pero, como ellos me dijeron: «Los malos Gobiernos que en España se vienen sucediendo, son los culpables de tanto abuso por parte de las Corporaciones religiosas; el día que las cosas cambien, no nos olvidaremos de esos caballeros.» — En Filipinas, excuso decirle á Vd. que á los frailes no los quieren, y cada vez se hacen más antipáticos y odiosos por la intervención que tienen en todo. La deportación de mi familia, es debida al informe de un fraile.
»—¿Y de la expulsión de los frailes, es Vd. partidario?
»Rizal.—No señor; porque en mi país tiene cabida todo el mundo. Á los pocos días de la Manifestación de los gobernadorcillos de la provincia de Manila [en 1.º Marzo 1888], pidiendo la expulsión de los frailes, y en ocasión de hallarme yo en el Japón, me fué noticiado por Pérez Caballero el suceso, consultándome después los amigos de Manila qué conducta habían de seguir; y yo les contesté: «La Manifestación, ya que la hicieron sin mi consentimiento, sufran Vds. las consecuencias; yo no puedo aconsejar nada en el asunto.»
»—Una buena parte de sus reformas, ya sabe Vd. que se llevarán á efecto á principio del año próximo. Mejoras de sueldo á maestros y maestras, aumento de material para las escuelas y todos los demás decretos que ayer ha leído Vd., creo le habrán gustado.
»Rizal.—Efectivamente; todas ellas me satisfacen; pero temo no se lleven á cabo, porque estoy conforme con lo que me dijo el Cónsul á mi salida de Hong-Kong: «El General Despujol, que se halla animado de los mejores deseos para plantear muchas y buenas reformas, es muy posible no permanezca en el país el tiempo reglamentario. Si el Gobierno de España le niega el planteamiento de alguna, tenga Vd. la seguridad que presenta la dimisión. El General Despujol es un verdadero caballero, y como tal, antes de ceder dejará el Gobierno general de las Islas.» — Además de que ha de tropezar con dificultades que le crearán las órdenes religiosas; á mis amigos ya les he encargado que secunden todas sus reformas.
»—Amigo Rizal; ya que, como me dice Vd., le gusta tanto este distrito y tiene tan buenos terrenos para el cultivo, abandonados hoy por falta de brazos, ¿por qué no hace Vd. vengan á establecerse á él su familia y amigos, en vez de ir, como Vd. desea, á Borneo?
»Rizal.—Pues muy sencillo: porque el Gobierno Inglés nos da garantías que no nos proporciona el Español. ¿Quiere Vd. que después de estar años y años cultivando terrenos, vengan los frailes y nos los quiten?
»—Aquí está Vd. fuera del alcance de esos señores, y por lo tanto debe Vd. variar de manera de pensar respecto á este asunto; y sobre todo, fíjese en que este es su país de usted.
»Rizal.—Verdaderamente, tiene Vd. razón; y yo por mi parte ya le he dicho á Vd. diferentes veces, que en Dapitan mi familia y amigos podíamos estar bien. [Pero] ¿y si no les gusta esto y aquí fuesen más desgraciados de lo que son?
»—Nada, amigo Rizal: déjese Vd. de preocupaciones, y si es verdad que le gusta á Vd. este distrito, mande venir á su familia y amigos, que yo me atrevo á garantizar á Vd., en nombre del Gobernador general, que no les había de pesar el cambio de residencia.
»Rizal.—Pues bien; empiece Vd. por interesar la venida á esta de las nueve personas que entre parientes y paisanos de Calamba, se hallan deportados en Joló; que después de ellos, prometo á Vd. vendrán sus familias y amigos.
»—A propósito del aumento de 20 plazas de médicos provinciales, Vd. podía obtener la que es probable se creará en este distrito. ¿Quiere Vd. que se hable en su obsequio?
»Rizal.—Si aquí viniese mi familia, tal vez me conviniese dicha plaza; sin ella, dicha plaza no la aceptaría. Además, mis amigos dirían si estaba loco ó poco menos. Sin embargo, 1.000 pesos como médico provincial, más una iguala con suministro de medicinas, de medio peso anual por indivíduo, suponían unos 3.000 pesos; un sueldo no despreciable; y por lo tanto, casi casi aceptable; en fin, haga Vd, lo que guste.»
»Rizal, mi General, está propenso á que se le gane; pero lo que más le mortifica es dejar á sus amigos, con los cuales tiene contraídos grandes compromisos, y éstos á la vez no ven por otros ojos que los de Rizal, en quien confían para el éxito de sus ideales. Una de las esperanzas de Rizal es llegar á ser Diputado por Filipinas, con cuya ocasión, según él dice, expondrá en las Cortes cuanto sucede en las Islas. Como efectivamente parece que no le disgusta este distrito, me manifestó deseos de hacer casa y cultivar los terrenos próximos á la plaza, y que V. E. ha visto se extienden hasta la playa; le dije que no tenía inconveniente en cedérselos, y hoy día tiene hecho en ellos un buen plantal, habiendo plantado además infinidad de árboles frutales. Ha encargado maderas para la casa, y tan pronto tenga personal de carpinteros, que en la actualidad ocupo yo en el arreglo de esta Casa-Comandancia, dará comienzo su obra. Para ella cuenta con 1.000 pesos que pedirá á su familia.
»Me pidió también una buena extensión de terreno que existe sin cultivar al Sur de este pueblo, y próximo á la playa, en donde hara una plantación de unos 800 á 1.000 cocos, petición á la que accedí inmediatamente.
»Además de atender á las plantaciones en una de sus nuevas fincas, se halla dedicado con el P. Sánchez al arreglo de la plaza de este pueblo, que según Rizal dice, ha de competir con las mejores de Europa. Le adjunto el plano de la misma, hecho por Rizal. Yo por mi parte le animo en todos estos trabajos, facilitándole cuanto me pide, con el sano fin de que, mientras á ellos esté dedicado, no se acuerda de nada perjudicial. Para dicha plaza le dije pediría á Manila 24 bancos de hierro, ó sea su armazón, 2.600 metros de alambre y 2 juegos de tijeras. V. E. dispondrá.
»Ha visto todas las obras hechas en este pueblo, las cuales le parecieron muy buenas, sobre todo el puente y el nuevo camino á Misamis, sin concluir por falta de polistas. La traída de aguas es una de las mejoras que verá con gusto, echando tan sólo de menos en el distrito una lancha de vapor en la que pudieran recorrerse todos los pueblos del litoral hasta Sindang̃an.
»Como Rizal desea que vengan aquí sus parientes y paisanos de Joló, á quienes me refiero arriba, y enterado como estoy de todas sus miserias, en mi concepto por ahora no es conveniente, siéndolo mucho ganar en esa á su hermana viuda[12], á quien V. E. hizo el favor de ordenar el ingreso de uno de sus hijos en el Colegio de PP. Jesuítas (por cuyo acto está muy agradecido Rizal) y á la cual quiere con preferencia á las demás hermanas, para que viniendo aquí, una vez ganada en esa, le hiciese ver la situación en que se encuentra toda la familia por sostener sus ideas. A esta hermana debiera acompañarla para hacer igual petición, su prima, viuda de un español, que vive en la calle de San José núm. 11 (Trozo), á quien por lo que llevo observado quiere también mucho Rizal. Si para atraer á Rizal se emplean hombres, todo trabajo es perdido; con ellos no quiere más que discutir. Hay que tocarle el corazón con lástimas y miserias de su familia, y para esto nadie más á propósito que sus parientes mencionados.
»Por este medio, mi General, y halagándole con la plaza de médico provincial de este distrito, de donde no se le permitiría salir, y concediéndole la venida de su familia, tengo la seguridad de que Rizal desde Dapitan se retractaría de todo, dejando por mucho tiempo y tal vez para siempre, á sus amigos y su política, á la vez también que podría descubrirse el personal filibustero verdad de las Islas. [¡¡…!!] Los PP. Jesuítas, y en particular el P. Sánchez, íntimo amigo de Rizal, enterado por mí de lo que éste piensa, y en vista de la contestación que dirige por este correo al P. Pastells, no se atreve á abordarlo por ahora.
»Todos los vapores que llegan á esa procedentes de Hong-Kong, en particular el «Zafiro», conducen libros y hojas de Rizal y demás amigos. Cuando un capitán ó piloto es escrupuloso, como sucedió con un tal Inchusagarri, que rechazó la proposición que se le hizo de llevar libros y cartas á la mano á Manila, y urge la remisión de las mismas, se valen de los chinos emigrantes, los cuales las traen, y les costean por este servicio el pasaje.
»Hong-Kong es uno de los centros de filibusterismo, residiendo en dicho punto próximamente 200 filipinos, muchos de ellos empleados por el Gobierno Inglés, y una buena parte sostenidos con los socorros que mensualmente reciben de Manila; entre estos existe un medio escritor compañero de Rizal, autor de la hoja [contra los frailes] que motivó la deportación; no teniendo Rizal, según dice, otra participación en ella, que al llevársela en borrador, la corrigió, aumentando algunas palabras. No sé, por ahora, el nombre de este sujeto. Por el correo de hoy escribe á D. Anacleto del Rosario, por conducto del P. Pastells, interesándole obras alemanas, que creo no es conveniente reciba[13].
»En Manila, el tiempo que estuvo en libertad, recibía á cada momento de sus amigos los avisos siguientes:
»—Rizal; márchate inmediatamente en cualquier vapor. El cura de Tondo tiene pagada gente para que te asesinen en donde te encuentren.» — «No comas en el Hotel, que han comprado á los dueños para envenenarte.» — «Se acaban reunir todos los frailes, y echaron suertes para matarte.» Etc., etc.
»Así es que, según me dijo, tomó muchas precauciones, no comiendo en el Hotel los últimos días; haciéndolo en la primer casa de un amigo que encontraba.
»Con el título de Dr. en Medicina[14] ha traído en la maleta otros documentos, de los que á V. E, en esa le habrán dado conocimiento.
»Para tenerlo mucho mejor vigilado, necesito en esta un español, que bien pudiera ser el Auxiliar de Fomento, y que V. E. me ofreció mandar cuando estuvo en esta. Con su llegada, Rizal nada sospecharía, puesto que para las obras siempre cuento con dicho funcionario, del que digo, espero de un correo á otro.
»Queda de V. E., con la mayor consideración y respeto, atento s. s. y subordinado —q. b. s. m. —Ricardo Carnicero.»
¿Qué comentario cabe poner á esta carta? Uno solo y muy breve. Lo mismo el capitán Carnicero que los jesuítas ven en Rizal un hombre de gran cuidado (!), que era preciso atraerlo, pero con habilidad, porque era terco, contumaz, etc. Pero, en resumidas cuentas, ¿qué era Rizal? Un librepensador, ansioso de la dignificación de los hombres de su raza, amante del progreso de su país y adversario de los frailes, en quienes veía los mayores enemigos del bienestar de las Islas. ¿Qué otra cosa era Rizal?…
Y vamos a la segunda carta, también autógrafa, del mismo señor Carnicero al mismo señor Despujol:
«Excmo. Sr. D. Eulogio Despujol y Dusay.
»Dapitan 21 Septiembre 1892.
»Mi más respetable General: ha sido en mi poder la favorecida de V. E. de 1.º del actual, con la que me devuelve la de las hermanas de Rizal, que inmediatamente le fué entregada.
»Al enterarse de las requisas[15] de que le daban conocimiento, me manifestó que no sabía por qué se molestaban en hacerlas, puesto que sus amigos no guardaban en sus casas nada que pudiera comprometerles.
»Con la precipitación que he escrito mi anterior, me olvidé de dos reformas principales para Rizal, que son libertad religiosa y libertad de imprenta.
»El 18 fué llamado Rizal al convento por el Padre [Obach], párroco de este pueblo, á quien á mi presencia le dió la noticia de que habían sido indultados los de Calamba, incluso su hermano que está en Joló, añadiendo que según le decían de este último punto, su hermano vendría á visitarlo. Con tal motivo, fué al parecer grande su alegría y reconocimiento.
»Rizal sigue bien y decidido á levantar casa y adquirir terrenos en esta, y ahora mucho más puesto que este correo nos trajo la noticia de habernos correspondido el 2.º premio de la Lotería.
»El billete lo llevamos por partes iguales entre tres: Rizal, un español radicado en Dipólog, llamado Francisco Eguilior, y un servidor de V. E.: la alegría que esto ha producido en el pueblo ha sido grande. Ignorando el motivo, el vapor-correo «Butuan» llegó á este puerto hoy á las 8 de la mañana completamente empavesado; fuí á la playa con música creyendo recibir a alguna Autoridad superior, y la primer noticia que al preguntar el motivo me comunicaron, fué que al billete n.º 9.736, que obra en mi poder y que el correo anterior me había traído de esa capital, le había correspondido el premio citado.
»Mi General; la carta que V. E. dice tiene la casi seguridad, ha escrito [Rizal] en alemán y dirigió á uno de dicha nación que reside en Visayas, es cierto la ha escrito, siéndolo también el que se la remití á V. E. con otra en inglés para Sandakan. A excepción de estas, puedo asegurar á V. E. que no ha escrito otras, y en ello tengo especial cuidado. Llevó relación de todas las cartas que ha escrito desde que se halla en Dapitan, con expresión del objeto que las motiva, y remito á V. E. las que creo no deben entregársele.
»Las dos adjuntas son contestación á las que desde aquí dirigió á las personas que las suscriben.
»En este vapor ha llegado aquí un joven francés llamado Juan Lambert, con objeto de radicarse en este pueblo para emprender varios negocios, entre ellos el de instalar sierras de maderas á vapor. Como en ello no encuentro inconveniente alguno, le he permitido quedarse, ínterin V. E. no dispone lo contrario.
»Queda de V. E. con la mayor subordinación y respeto, atento s. s. —q. b. s. m. —Ricardo Carnicero.
»A última hora Rizal escribió las adjuntas bajo un sobre, incluyendo tres vigésimos del número premiado con los 20.000 pesos. El resto piensa invertirlo en la casa y cocales que tiene proyectado hacer en ésta.»
Véase ahora la tercera carta:
«Excmo. Sr. D. Eulogio Despujol y Dusay.
»Dapitan, 19 de Octubre de 1892.
»Mi más respetable General: desde mi anterior, nada de particular ocurre por aquí que merezca su superior atención.
»Rizal compró ya un terreno en ésta, que aunque de poco valor, es hermoso; está á la orilla de la playa, y tiene un buen número de árboles frutales. Escribe por este correo á varios parientes y á su padre, y á éste le dice que si se decide á venir con la familia aquí, que levantará casa, puesto que él se halla decidido á hacerse labrador, y dejar suslibros y su medicina[16].
»Hoy se ha recibido la orden de la traída de aguas, y mañana se dará á conocer en la localidad, donde con tal motivo hace días que los naturales se vienen preparando para celebrar la concesión, con una modesta fiesta.
»Mi General; dispénseme V. E. le moleste nuevamente con la petición del Auxiliar de Fomento, por hacerse sumamente necesario en este distrito. La Casa-comandancia resultó toda inútil, y no es posible el aprovechamiento de nada, por cuya razón me propongo hacerla de nueva planta, y creo conseguir tan sólo con los 500 pesos presupuestados. Por el correo próximo y después de examinar á Rizal, contestaré á V. E. respecto á cuanto me interesa en sus favorecidas, que acabo de recibir.
»Queda de V. E. con la mayor consideración y respeto atento s. s. y subordinado —q. b. s. m., —Ricardo Carnicero.»
Hé aquí ahora la cuarta:
«Excmo. Sr. D. Eulogio Despujol y Dusay.
»Dapitan 25 de Octubre de 1892.
»Mi más respetable General: cumpliendo el encargo de V. E., y con objeto que conste por escrito lo decidido que está Rizal á quedarse en el distrito, después de hacerle las preguntas que me recomienda, le hice también saber lo conveniente que sería que á todas ellas contestase en carta confidencial; y efectivamente, á los pocos días de nuestra conversación sobre el asunto, me entregó la adjunta, por la que verá V. E. más detalladamente cuanto desea.
»El terreno que ha comprado en ésta y en el cual le están haciendo una pequeña casa, representa para él, según dice, una 2.ª Lotería, y efectivamente pude cerciorarme de la verdad de su dicho. Es de mucha extensión, y en la parte que hace años habían cultivado sus dueños, y que poco después abandonaron pretextando que los cerdos de monte y monos se comían cuanto sembraban, se encontró con más de 60 pies de cacao, algunos cafetos y muchos árboles frutales de bastante estimación; así es que, con este motivo, se halla bastante contento, y dice que no quiere dedicarse á otra cosa que á la agricultura, único medio en que confía su porvenir. Según él cree, su terreno le proporcionará líquidos 2.000 pesos anuales. Le ha costado 18 pesos, y sus antiguos poseedores están haciendo la información posesoria para remitirla al Registro de la Propiedad, é inscribir dicho terreno á nombre de Rizal. Como en esto no hallo inconveniente alguno, yo le inicié los trámites para asegurar la compra, sin embargo de que haré retener la información en mi poder, ínterin V. E. me diga si puedo darle curso, atendida la situación en que por hoy se encuentra Rizal.
»Le enteré de cuanto la prensa de Hong-Kong ha dicho con motivo de su deportación, extrañándole se hubiese ocupado de él en ese sentido, cuando que su madre y hermanas allí residentes tenían noticias de todo lo contrario; esto es, que se hallaba bien en Dapitan, y sin otro sentimiento que el de hallarse separado de ellas.
»Respecto á la plaza de médico provincial, insiste en que la aceptaría gustoso, habiendo observado que él directamente á V. E. no se atreve á pedírsela por más que casi le he asegurado que si así lo hiciese, la obtendría de V. E. y con preferencia á cualquier otro médico. Por este correo, escribe á los deportados de Joló, preguntándoles si desean venir á ésta.
»Si V. E. accediese á que viniese aquí toda la familia de Rizal y amigos [deportados] de Joló, creo sería conveniente concediesen á esta Comandancia atribuciones judiciales y asesoramiento en Iloilo, por donde pasa el vapor correo para ésta y regresa por el mismo punto, con cuya frecuente comunicación podían sin retraso despacharse los asuntos. En la actualidad depende este distrito en la parte judicial de Cagayán de Misamis, con cuya población se hace desde aquí difícil la comunicación, sufriendo por lo tanto un considerable retraso los asuntos, además de las incomodidades y gastos que proporciona á estos naturales cuando son llamados á aquel Juzgado. Esta separación se ha ordenado en 17 de Diciembre de 1890, según aparece en la adjunta copia de decreto.
»Queda de V. E. con la mayor consideración y respeto, atento S. S. y subordinado —q. b. s. m., —Ricardo Carnicero.»
La carta confidencial á que alude Carnicero en el contexto de la suya, es la que sigue, autógrafa de Rizal:
»Amigo Sr. Carnicero: He pensado bien en los puntos de varias conversaciones que tuvimos estos días, y escribo aquí lo que se me ocurre para que conste y V. no lo olvide.
»No sólo tendría mucho gusto en ver aquí á mis parientes y compoblanos que están en Joló, como ya se lo he manifestado en diferentes ocasiones, sino que hasta creo conveniente su venida, para ellos y acaso para la vida de este distrito. Esto les ha de gustar desde el punto de vista de la agricultura, y seguro estoy de que si se establecen, vendrán muchos de mi pueblo, y quién sabe si de otras partes de Luzón á cultivar los inmensos terrenos de Mindanao. Yo mismo, que aunque desciendo de agricultores no lo soy de oficio, me quedaría aquí para siempre y me dedicaría con gusto al campo, si cambiase mi situación y pudiese disponer de toda mi libertad, para cultivar el pequeño terreno cuya propiedad, como V. sabe bien, deseo hacer registrar y asegurar. Haria venir á mis padres y con ellos todo lo mío, mis muebles, mis colecciones de cuadros, armas, esculturillas y mis libros sobre todo, siempre que se me asegurase su libre entrada y el libre uso de ellos; de lo contrario preferiría legarlos á cualquiera biblioteca pública para que se utilicen y no se pierdan.
»Excuso añadir que el Gobierno puede tener mi palabra de no abusar de la libertad que se me conceda.
»Suyo afmo. —Rizal.»
Continúa la crónica epistolar del Sr. Carnicero:
«Excmo. Sr. D. Eulogio Despujol y Dusay.
»Dapitan 21 de Diciembre, 1892.
»Mi más respetable General: tan pronto como recibí la favorecida de V. E. del 10, enteré á Rizal de la resolución recaída en su petición. El hombre, que abrigaba esperanzas de verse hecho un Rey por las alturas inmediatas de este pueblo, vió por el suelo sus ilusiones, dejándose decir con tal motivo frases de disgusto, por alguna de las cuales tuve que llamarle fuertemente al orden, y confesando después su culpa con protestas de arrepentimiento, quedó la cosa como si entre ambos nada hubiese sucedido, y por lo tanto tan amigos como siempre. Estos días tiene la pretensión de que si por V. E. no se le levanta la deportación al cumplir los 6 meses, escribirá entonces á sus amigos de Madrid, á lo que aparentemente no me opongo, por tener la seguridad de que todo lo que escriba será en mi poder, y por lo tanto quedará sin circulación.
»Como la Casa-Comandancia se halla en construcción, me trasladé á una casa próxima, con dos habitaciones, en una de las cuales he instalado á Rizal. Éste sigue ocupado en sus terrenos, haciendo siembras de café y cacao de bastante importancia.
»En el último vapor correo llegó á esta un cabeza de barangay pasado del pueblo de Calamba, llamado Aquilino Guedea, con objeto de ver terrenos y llamar, en caso que le convenga, á su familia y 50 ó 60 más, que de dicho pueblo están dispuestos á venir aquí á radicarse. Por el próximo correo, según me dijo, escribirá para que vengan, si, como cree, encuentra buenos terrenos. Le he señalado varios y hoy se halla recorriéndolos en unión del Capitán de cuadrilleros de este pueblo, que le facilité como guía.
»Este sujeto estuvo deportado en Joló, por los sucesos de Calamba. Reservadamente le dió á Rizal la noticia de que sus amigos en Manila se hallaban sumamente disgustados con él, porque creen que en las entrevistas que á su llegada á esa capital tuvo Rizal. con V. E., los descubrió, á consecuencia de lo cual se hicieron las requisas.
»Respecto á la plaza de médico titular, le propuse que la solicitase cuando se anunciasen, y en ello está conforme.
»Queda de V. E., como siempre, atento s. s. y subordinado —q. b. s. m. —Ricardo Carnicero.»
Penúltima carta de las escritas por el capitán Carnicero al general Despujol:
»Excmo. Sr. D. Eulogio Despujol y Dusay.
»Mi más respetable General: acabo de recibir la favorecida de V. E. última, y teniendo presente cuanto en ella me dice, suspendí el envío de una carta á la Casa de Aldecoa regándole facilitase vapor á las 50 ó 60 familias que de Calamba desean venir á esta, haciéndose por lo tanto en la forma por V. E. dispuesta; esto es, de 4 en 4 y con objeto de no llamar la atención.
»Rizal, á quien hice saber esta disposición, le pareció muy bien, escribiendo nuevamente en el sentido mencionado.
»El cabeza que vino á ver terrenos, los halló muy buenos, y de mucha más extensión que los que tienen en el pueblo de Calamba. Está con este motivo tan entusiasmado, que ya había escrito cartas invitando á una porción de familias. El sitio elegido por éste, se halla próximo á Punta-blanca, entre los barrios de Dujinoh del pueblo de Lubungan y la ranchería de subanos llamada Manucan.
»Es un punto donde estarían completamente aislados, y de muy buenas condiciones para hacerlos entrar en razón, en el caso de que intentaran lo más mínimo contra España.
»Al cabeza mencionado le ofrecí en nombre de V. E. que estarían exentos de prestación personal cuantas familias viniesen de Calamba á establecerse al distrito, mientras durase la construcción de sus viviendas, y hasta que recogiesen los primeros productos de sus terrenos.
»Rizal sigue ocupado en su terreno, haciendo cada vez más plantaciones. El día 5 del presente mes recibí las adjuntas del Sr. Blumentritt y que no entregué á Rizal por creerla inconveniente. La dirigida á mí, si V. E. me autoriza la contestaré.
»No molestando más su atencióa, se repite de V. E. atento s. s. y subordinado —q. s. m. b. —Ricardo Carcinero.»
Y véase la última carta de esta curiosa crónica:
«Excmo. Sr. D. Eulogio Despujol.
»Dapitan 8 de Febrero de 1893.
»Mi más respetable General: acabo de recibir la favorecida de V. E. del 4 con las cartas de Blumentritt, habiendo entregado á Rizal la suya. La contestación á la mía, sale hoy en la forma que V. E. me indica.
»Por este correo recibió Rizal carta de su familia noticiándole haber sido levantada la deportación á sus parientes y amigos de Joló, y por ello me ha rogado manifieste á V. E. en su nombre la expresión de su más sincero reconocimiento.
»Queda de V. E. con la mayor subordinación y respeto atento s. s. —q. b. s. m. —Ricardo Carcinero.»
Hasta aquí lo que pudiéramos llamar informes oficiales, de los que no se desprende absolutamente nada contra la conducta pública y privada de Rizal. Extractemos ahora lo que privadamente se ha servido comunicarnos el mismo señor Carnicero.
La misma noche de la llegada á Dapitan, Rizal fué llamado por Carnicero á su despacho, previniéndole que si llegaba á su noticia algo que pudiera infundir la menor sospecha, tomaría con él una medida severa. Rizal respondió haciendo todo género de protestas de que su conducta no daría lugar á la menor corrección. Y ventilado este asunto, juntos fuéronse á la mesa y cenaron. Y á partir de entonces, juntos comieron y cenaron, sin interrupción, hasta el día 4 de Mayo de 1893, en que Carnicero, relevado del cargo de Comandante político-militar del distrito de Dapitan, salió para Manila. (Y el 13 de Julio siguiente, para España.)[17].
Rizal no tardó en captarse las simpatías de su cancerbero, y entre ambos establecióse una franca y cordialísima amistad; como la había tenido con el teniente de la guardia civil D. José Taviel de Andrade; como la tuvo con el que reemplazó á Carnicero, D. Juan Sitges y Pichardo. Era Rizal un hombre que atraía y hasta subyugaba por la dulzura de su carácter, por su ilustración y, sobre todo, por su esquísita urbanidad, propia al fin de quien, como él, conocía profundamente el mundo. Así que las relaciones se fueron estrechando, Rizal fué exponiendo á Carnicero cuanto sentía y pensaba. Por fortuna para el exponente, Carnicero pensaba á la moderna, y en lo tocante á materias religiosas hallábase más cerca de Rizal que de los padres jesuítas; esto contribuyó no poco á que Rizal se espontanease durante las veladas, que juntos pasaban departiendo como dos buenos amigos. En lo político, Rizal se apresuró á declarar que no era ni había sido jamás antiespañol; precisamente entre las personas á quien más consideraba y quería hallábanse no pocos personajes españoles. Hablando con uno de ellos cierto día, insinuóle que era urgente perdir en regla al Gobierno metropolitano la reforma municipal de Filipinas, y al efecto mostró una instancia firmada por numerosos filipinos, y el personaje le contestó con la mayor llaneza:
«—Las reformas no se piden con escritos, sino con balas.»
Comentario de Rizal:— «Si los filipinos siguiéramos el consejo del personaje español, ¡tiempo há que andaríamos á tiros!»
Explicó cumplidamente cómo no era verdad que hubiese llevado él, ni su hermana, en el equipaje, ningún papel comprometedor; y luego, en otra ocasión, refirió cómo, ¡por un pavo!, se habían roto las cordiales relaciones que entre su padre y los dominicos de Calamba habíon existido. (Véase la página 57.) — Hablando otra noche de su Noli me tángere, afirmó que este libro le había proporcionado mil disgustos, no obstante que en su obra no generalizaba —¡no, cómo podía ser esto!— su juicio acerca de los españoles y de los frailes. Reconocía que había algunos buenos, merecedores de todo elogio; pero si en la novela salían mal librados, se lo merecían ciertamente… «¡Ah!, exclamó. ¡Si yo dijese de los frailes todo lo que sé y todo lo que pienso, razón tendrían ellos para desearme hasta la muerte!»…
Rizal, muy atildado en su persona, dijérase que se perecía por infiltrar sus sentimientos de corrección en todo en sus compatriotas, aun los más sencillos y humildes. Hablando con las mujeres, no la había de alguna edad á quien no llamase señora, ni joven á quien no llamase señorita. Esto constituía en Mindanao una estupenda novedad; pero él no cejaba, y, quieras que no, señora para arriba y señorita para abajo; y así siempre en su trato con las naturales del país. Contrarióle mucho, de recién llegado á Dapitan, ver que ni una sola mujer usaba medias; y de tal suerte influyó en el ánimo de las más calificadas, que, valiéndose de un chino comerciante, las encargaron á Manila por docenas. — «El primer domingo (escribe Carnicero) después de la llegada de la mercancía, aparecieron en misa las señoritas dapitanas con medias y chinelas, llamando la atención el espectáculo, por lo nuevo en la localidad; pero no sé quién dijo á las jóvenes que aquella prenda la usaban tan sólo las mujeres malas, y así que volvieron á sus casas se las quitaron para no volver á ponérselas en los días de la vida. Este cambio repentino de las señoritas dapitanas disgustó sobremanera á Rizal.» — Él, sin embargo, no cejaba en su empeño de inculcar educación y costumbres sociales que elevasen el nivel moral de sus compatriotas, y daba constantemente el ejemplo: en un acto oficial (á ninguno de los cuales dejó una sola vez de concurrir) saludaba á las personas por el orden de categoría de cada una; pero en una reunión particular, antes saludaba á las señoras, aunque todas fueran malayas, que á ningún caballero, sin descartar al Comandante-gobernador, á quien no daba la mano sino después de habérsela dado al dueño de la casa, que solía ser un indígena sencillo; todo ello á diferencia de lo que era usual entre españoles, que si se dignaban cumplimentar á algún indígena, era á lo último, dejando á no pocos de los contertulios sin saludo.
Propietario Rizal en Dapitan, dedicóse afanoso á hacer plantaciones de cacao, coco, árboles frutales, etc. Iba á sus terrenos todos los días, y ni uno solo dejó de pedir permiso para ello. Es decir, no obstante su gran amistad con el Jefe del distrito, á cuya mesa comía y cenaba diariamente, Rizal} no se olvidó ni un momento de que era «el deportado». Volvía con gran puntualidad á la hora de comer. Y sí, hallándose en su finca, desde la cual se dominaba la bahía de Dapitan, divisaba algún buque, Rizal se trasladaba en el acto á la Casa-Comandancia, á fin de que no se pudiera sospechar que intentaba fugarse. En este respecto, que obedecía á que se había dicho que los admiradores de Rizal trataban de fletar un barco para libertarle, el deportado procedió siempre con una corrección irreprochable.
Carnicero hizo algunas expediciones por el distrito, y en todas ellas llevó de acompañante á Rizal, que no parecía sino que era un complemento de su Jefe. Por las tardes solían pasear por la población y sus alrededores. Muchas veces, en estos paseos, topábanse con el P. Sánchez, y, ya se sabía, el buen jesuíta, antiguo maestro de Rizal, ponía el paño al púlpito. Cada encuentro provocaba una controversia, siempre sobre lo mismo, la religión, y por más que el P. Sánchez se esforzaba en reintegrar al Catolicismo á su contrincante, éste le devolvía la pelota sin ceder en lo más mínimo. Las discusiones solían terminar con estas palabras de Rizal:
«—Nada, Padre; no me convence usted; no creo en la Eucaristía ni en las ceremonias que constituyen el culto católico.»
El jesuíta le reprochaba cariñosamente; y Rizal, con gran cortesía, perseveraba en sus puntos de vista. Y separábanse tan amigos; el P. Sánchez, un tanto contrariado; Rizal, risueño, con su gesto de bondad infinita, recordando lo que había aprendido de los sabios en las grandes capitales del mundo civilizado…
- ↑ Rizal y su obra, ya citado; cap. xvi.
- ↑ Cabe preguntar: Pero ¿es que Rizal había predicado contra la soberanía de España? En qué obra suya se ataca dicha soberanía? ¿En qué obra suya se preconiza el filibusterismo? Sin duda, los jesuítas habrían visto con verdadero placer que Rizal hubiera declarado: «El régimen de España en Filipinas es el más perfecto que existe sobre la tierra, y confieso que son filibusteros redomados los que no lo bendigan: contra éstos, aquí estoy yo, aunque perseguido, para hacerles saber que los filipinos somos los seres más felices de la creación; reniego de todo cuanto llevo publicado, y, desde hoy, seré un panegirista de los frailes, singularmente los que en Calamba arrasaron las viviendas de mis deudos y de mis amigos.» — Rizal no podía decir semejantes cosas, del propio modo que no debía retractarse de lo que no había sustentado.
- ↑ Rizal y su obra, ya citado; cap. xvi.
- ↑ El P. Pablo Pastells, Superior a la sazón de los jesuitas de Filipinas, había misionado mucho tiempo en Mindanao. Sus trabajos etnográficos, de los que hay copia en los tomos de Cartas publicados por aquella Misión, han sido acogidos con la mayor alabanza por el mundo sabio. Pero sin duda lo que hará del nombre Pastells un nombre perdurable, es ese monumento, sin par en la Bibliografía filipina, que ha erigido á la Historia al reimprimir (Barcelona, 1900-1903), con miles de ilustraciones, la célebre crónica del P. Colin, intitulada Lavor evangélica, etc. (Madrid, 1663); la tarea realizada por Pastells, obra de muchos años de penosas investigaciones, es de las que consagran para siempre, en el más subido grado, una reputación científica.
- ↑ Cuantas diligencias hemos hecho por lograr una copia de la correspondencia cambiada entre Rizal y el P. Pastells, han sido estériles; pero no tanto que no lográsemos un extracto de algunas de las cartas y la copia íntegra de la escrita por Rizal á 11 de Noviembre de 1892. Parece ser que el Sr. Mariano Ponce, íntimo amigo que fué del Autor, posee los borradores de todas estas cartas.
- ↑ Francisco de P. Sánchez, eminente naturalista jesuita, profesor que había sido de Rizal en el Ateneo de Manila, llegó á Dapitan inmediatamente después que Rizal con el pretexto de estudiar la lengua bisaya; pero la verdad es que fué á ver si lograba ganar la conciencia del relapso deportado. La permanencia del P. Sánchez en Mindanao sirvióle para verificar estudios inductivos admirables, que pueden verse en los tomos de Cartas que desde 1877 vienen publicando en Manila los jesuitas de la Misión de Filipinas. Conozco hasta diez volúmenes, en todos los cuales hay estudios científicos sobresalientes, en particular los que tocan á la geografía, la etnografía y la lingüística de Mindanao y Joló.
- ↑ Antonio Obach, escritor de mérito, colaborador de las Cartas mencionadas; ha estado muchos años en Dapitan. Por cuestiones domésticas, como ya veremos en el lugar oportuno, Rizal tuvo algunos rozamientos con este religioso.
- ↑ Ahí (en Manila). Los filipinos, aun los más ilustrados, incurren frecuentemente en el error de hacer sinónimos allí y ahí.
- ↑ Nótese con qué delicada urbanidad habla Rizal, no obstante que públicamente se había declarado librepensador y que no ocultaba su simpatía por el protestantismo. Pero es que Rizal no echaba en saco roto, primero, que se dirigía á un hombre culto, razonable y cortés, y segundo, que este hombre sabía guardarle cierto orden de consideraciones, las mismas que no halló nunca en los frailes.
- ↑ La primera de las varias esculturas que ejecutó en Dapitan. De ella se ha publicado una reproducción fotograbada en el diario Mulig̃ Pagsilag̃, de Manila, número del 29 Diciembre 1903, del que poseo ejemplar. San Pablo está casi desnudo, tendido, el tronco apoyado sobre dos grandes pedruscos, de uno de los cuales, el superior, arranca una cruz, que el Santo tiene estrechamente cogida con ambas manos. El gesto es ascético y la figura tiene en conjunto un cierto aire riberesco.
- ↑
A la bondad del no há mucho fallecido general Blanco débese la publicación de este y otros documentos del mayor interés histórico. Con su carta de 28 Noviembre 1905, el General me mandó un precioso legajo; apresuréme á tomar apuntes, y habiéndole yo insinuado que tales papeles debieran ir á parar al Archivo Nacional, respondióme el ilustre caudillo en carta autógrafa, que conservo, fechada en Madrid, 14 Enero 1906:
…«yo quisiera conservar mientras viva los [papeles] que poseo y pueda poseer, pero V. podrá sacar copia de todos los que quiera, devolviéndome los originales, tomándose para este trabajo de copia el tiempo que necesite, y autorizándole también para citarlos públicamente como míos, si le conviene. — Y termino esta ya larga misiva felicitando á V. por su propósito de imprimir un libro, que aunque ya á destiempo, puede servir de enseñanza y escarmiento á los que no saben ó no quieren convencerse de que no es por el castigo y por la violencia como se gobiernan los pueblos en el siglo XX: con el Canal de Suez llegaron á Filipinas auras de libertad y de progreso que en vano quisimos contener, en lugar de encauzarlas y dirigirlas; y la marmita reventó, naturalmente, por una ley física imposible de contrarrestar. — Perdóneme estas filosofías y sabe puede mandar á su atento amigo, afmo. s. s. q. b. s. m., —Ramón Blanco.» - ↑ Doña Lucia, viuda de D. Mariano Herbosa, muerto del cólera en 1889. — Véase la página 168.
- ↑ Eran obras cientificas; de Historia Natural principalmente. ¡Juzgue el lector del colmo de celo del Comandante P.-M. de Dapitan!
- ↑ Sería el de Licenciado; pues como queda dicho (pág. 69), Rizal no llegó á sacar el título de Doctor.
- ↑ Registros domiciliarios. Venían practicándose, con cierta frecuencia, desde hacia algún tiempo, principalmente á partir de Marzo de 1888. — Una de las más famosas requisas fué la verificada en Manila el 29 de Marzo de 1889, entre tres y cuatro de la madrugada. Fueron registrados los domicilios de casi todos los filipinos que pasaban por sospechosos (léase progresistas). Y el resultado fué coger algunos ejemplares de un papel volante (proclama) contra los frailes. Entre los detenidos, pues se efectuaron algunas detenciones, figuraban los Sres. Abello y Basa, que estuvieron presos algunos meses. Actuó de Juez D. Elias Martinez Nubla, el cual instruyó proceso por tentativa de rebelión (!). Es decir, al que en Filipinas se le encontraba un papel cuyo texto dijese unas cuantas verdades, pero en crudo, de los frailes, se le consideraba, ipso facto, separatista de acción (!). Puede pedirse una iniquidad más monstruosa? ¡Confundir la intangibilidad del vientre de los frailes con la intangibilidad de la integridad nacional!…
- ↑ Promesas que no cumplió; pues siguió cultivando la Medicina y enfrascóse en toda suerte de estudios científicos, como ya veremos.
- ↑ Como queda dicho (véase la nota 50), el hoy comandante D. Ricardo Carnicero se dignó favorecernos con unas cuartillas, escritas en Lérida, que nos fueron remitidas en Enero de 1906.