Voces chilenas de los reinos animal y vegetal/Ch

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Voces chilenas de los reinos animal y vegetal
que pudieran incluirse en el Diccionario de la lengua castellana y propone para su examen a la Academia chilena (1917) de José Toribio Medina
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Ch

Chacay, m. (Discaria trinervis).

Arbusto pelado, de la familia de las Ramnáceas, con las ramas algo colgantes, desprovistas de espinas o a veces terminadas en espinas; hojas elípiticas o lanceolado-oblongas, obtusas, cortamente mucronuladas, de uno a dos centímetros de largo; flores solitarias o ternadas; por fruto, tres coquillos.

Voz de origen araucano, que Febrés traduce: «un árbol conocido». Con el plural chacayes se conocen en Chile una hacienda de campo y un riachuelo, denominados, sin duda, así por abundar en sus vecindades esta planta.

Román cree que el chacay parece ser la aladierna castellana; pero no es posible olvidar que se trata en este caso de una planta chilena, conocida y designada por los indígenas con un nombre característico.

Lenz, n. 306.

Chagual. m. (Puya coarctata).

«Bromeliácea grande con troncos escamosos y flores verdosas, muy frecuente en los cerros del centro». Lenz, n. 316. El tronco se llama especialmente cardón y por sus fibras se parece al corcho, al que suple en ocasiones. En el Perú y la Argentina se conoce con la ligera variante de chaguar, que es la forma que le corresponde en la lengua quichua, de que procede. Y así también trae esta voz Zerolo.


Chamico, m (Datura stramonium).

«El chamico, planta narcótica usada en la medicina, cuyo origen es problemático.» Philippi. Conocida con tal nombre en México, Cuba, Perú y Argentina, y en Chile por lo menos desde mediados del siglo XVII, pues la menciona Rosales. «El chamico, puesta la semilla en las muelas dañadas y cuando se enchamican, que es una enfermedad que azonza a uno dándole el chamico, se quita con moler porotos crudos...» Es de procedencia quichua, en cuya lengua se llama chamimcu o chamicu.

Lenz, n. 336.


Champa. f.

Román dio ya a conocer los equivalentes castellanos de esta voz, que son, raigambre, barbas, césped, cepellón, tepe, que aquí son del todo desusadas y se reemplazan por champa, que viene del quichua ch'ampa: el césped con tierra. Se usa tal vocablo en el Perú, en el Ecuador y Argentina.


Chanchito. m. (Oniscus).

Dópodo, de color plomizo, que vive en la tierra y que al ser tocado se envuelve, formando una bola. Tendrá un centímetro de largo. Es difícil atinar con la etimología que le corresponda; tal vez, diminutivo de chancho, como se llama en Chile al puerco. Lenz cita los testimonios de los Padres Febrés y Havestadt, que escriben respectivamente, chanchu y chancu como términos castellanos usados en Chile a mediados del siglo XVIII.

También se da este nombre en Chile a cierta avecilla parecida a la rara (véase esta voz), descrita por los naturalistas con la designación de Chlorospiza fruticeti.


Chañar, m. (Gourlica decorticans).

«En la misma provincia se dan los árboles que llaman chañar; dan una fruta como ciruelas zaragocíes con un hueso dentro como hueso de aceituna; la carne es algo dulce, al modo de azufaifa; el árbol se da en los montes secos y es del tamaño y hechura del olivo y se le parece en las hojas; es espinoso como el cidro y su cascara es amarilla.» Rosales.

«Los habitantes del país conocen las lúcumas silvestres bajo los nombres de bellota, queule y chañar...».

El chañar arroja un tronco de treinta pies de alto, poblado de ramas espinosas y de hojas casi ovales y sin pezoncillo, sus frutas son redondas como las del queule, mantecosas y de muy buen sabor...» Molina.

El nombre Chañar aparece ya en los documentos de la época de la conquista, pues en una información de testigos levantada en 1557 se menciona varias veces el lugar de ese nombre, situado no lejos de Copiapó. Medina, Documentos inéditos. t. XXVIII, p. 121 y 124. Aun permanece su nombre, y cambiado también en Chañaral y en su diminutivo Chañarcillo.

Lenz, n. 348.


Chaura. f. (Gauttheria crespitosa).

Arbusto de las ericáceas, con frutos comestibles, parecidos a la murta. «La provincia se llamó Chauracaguín, por nacer allí muchas matas llamadas chaura.» Rosales. Hay otra especie que no se come, y es la que Febrés y Hernández definen respectivamente: «Chaura, una murta que no se come.» «Chaura, mata rosada que da murtilla, pero no comestible.»

Lenz, n. 370.


Chépica. f. (Paspalus vaginatus).

«La chépica es una yerba pequeña, sus hojas al modo de las de la zanahoria.» Rosales, «...grama, aquí chépica.» Olivares. En araucauo, de cuyo idioma procede, se llama chedpica.

Lenz, n. 376, y Sup. II, donde observa con razón que «el sustantivo chépica se usa generalmente como colectivo, y raía vez en plural.»

Derivado: chepical; y compuesto deschepicar. Véase este ejemplo de aquel derivado: «Encontrarás una aguada que tiene un chepical muy grande.» Jotabeche.

Cualquiera que sea el nombre castellano de esta maleza, el de chépica es tan generalizado en Chile, que no es posible omitirlo.


Chequén. m. (Eugenia chequen).

Arbusto de las mirtáceas, cuyas hojas son eliticas, atenuadas en los extremos, de un mismo color por ambos lados y puntadas en el inferior. Se extrae de ellas una droga que se halla en el comercio y es conocida científicamente con el nombre de chequentina.

Febrés define: «chequeñ, un arrayán blanco»; ya había dicho antes el P. Valdivia, que tal voz araucana era cierta especie de arrayán.

Lenz, n. 378.


Chercán, na. f. (Troglodytes platensis).

Esta diminuta avecilla, de movimientos sumamente graciosos y de canto por extremo alegre, que frecuenta especialmente las enredaderas de las casas de nuestros campos, deriva su nombre del araucano chedcañ. Aproximándose a esta forma, el P. Rosales dice: «...los ruiseñores, que aquí llaman chedcan...» La generalmente usada hoy es chercán.

Este pajarillo, incluído en la familia de los troglodítidos, es uno de los más pequeños de Chile, pues su longitud no pasa de 9 centímetros; tiene el plumaje muy tupido y blando, de un color rojo castaño en el dorso y claro debajo, con rayas trasversales negruzcas. Su vuelo es corto y está en continuo movimiento; saltando de acá para allá, lleva casi siempre la cola levantada; prefiere a los bosques, los parajes cubiertos de matorrales, y casi no hay ninguno como él que viva tan cerca del hombre, hasta penetrar confiadamente en las casas. Es insectívoro y uno de los principales bienhechores de la agricultura, porque destruye prodigiosas cantidades de insectos, arañas y otros animalillos nocivos.

Lenz, n. 380. «La hembra se llama chercana.» advierte Román. «Ambos nombres deben entrar en el Diccionario».


Chilca, f. (Baccharis).

«Tenemos en Chile muchas especies del género, notable por ser dioico, todas arbustos y subarbustos, conocidas con los nombres de... chilca, chilquilla, etc» Philippi. «La chilca es una yerba muy conocida, de una vara de alto y muy melosa.» Rosales. «La hierba o mata que llaman chillca, calentada en una cazuela de barro, hace maravillosos efectos en las coyunturas donde ha entrado frío...» Inca Garcilaso. Tráela también el P. Velasco, en su Historia del Reino de Quito, como lo advierte Román, quien añade que «debe entrar en el Diccionario Académico en forma de chilca, que es la única castellana.»

«...jamás habría nadie dudado de que la gran cantidad de pez que se saca en Coquimbo de la célebre chilca, que es una especie de conicia u orégano, no fuese una resina destilada de algún arbolillo.» Molina.

Su etimología, tanto puede ser araucana, como quichua o aimará, pues en las tres lenguas se registra esta voz. Probablemente, fué introducido su nombre en Chile en tiempo de la conquista incásica.

Lenz, n. 390.

Derivado: chilcal, paraje abundante de chilcas.


Chilco, m. (Fuchsia magellanica).

Arbusto lampiño, de la familia de las Anagráceas, de renuevos rojos; corteza amarillento-cenicienta, que se desprende fácilmente en placas; hojas pecioladas, ovaladas u oval-lanceoladas, acuminadas, denticuladas; flores colgantes con el cáliz rojo y la corola violácea; fruto, una baya roja, comestible.

«Semejante al granado es el chilco en las hojas y en la estatura, y para el mal de orina es la mexor mediciua que se halla...» Rosales.

Lenz (n. 391) cree que ha debido existir una voz semejante en araucano, y en efecto, en el Diccionario de Hernández está en la forma chillco, tomada de Febrés, quien la anota como «hierba fresca medicinal y sirve [a los indios] para teñir sus mantas.» «Es muy común en la mayor parte de Chile el thilco o chilco de los campesinos.» Philippi. Y aquella primera forma sería la netamente indígena.

Después de esto, observa Román, no queda sino pedir a la Academia que incluya en su Diccionario la voz chilco (fucsia silvestre), con que se conoce en todo Chile una de las plantas y flores más hermosas de nuestra flora de costa, lo cual hizo que algunos la llamaran jazmín del Papa, como puede verse en Gay.»


Chilla, f. (Canis Azarae).

«En Chile hay dos especies de zorras, la zorra pequeña o chilla, y la grande o culpeo.» Philippi. Hay muchas y diferentes raposas, con diversos nombres; a las muy grandes llaman culpeu...; a las pequeñas, chilla.» Rosales. «La chilla o zorra montaraz.» Molina. Es voz araucana.

Lenz, n. 398. «El nombre chilla es general en Chile y debe entrar en el Diccionario,» dice Román.


Chincol. a. (Fringilla matutina).

Pajarillo que frecuenta los poblados, de cantar agradable, parecido al gorrión europeo, muy común y conocido en Chile.

Lenz (n. 406) cree que debe de ser voz araucana, aunque no se halle en los diccionarios, por cuanto existe entre nosotros el lugar llamado Chincolco: agua del chincol. «La hembra se llama chincola.» Román.

Advertiré, con todo, que los araucanos llaman a esta avecilla pueldiuka.


Chinchimén. m. (Lutra felina).

«... el chinchimén o chungungo, gato de mar...» Philippi. «El chinchimén es un animalejo que tendrá 20 pulgadas de largo, midiéndolo desde la punta del hocico hasta el origen de la cola. Diéronle los españoles el nombre de gato marino.» Molina.

Es voz araucana, que se halla en Febrés.

Lenz, n. 410, y Román, II, 38.


Chingue, m. (Mephitis chilensis).

«El chingue... todas las especies son negras, rayadas de blanco, y tienen en las manos uñas fuertes y cavadoras.» Philippi. «Además de estas diferencias de vulpejas, se halla aquí otra muy notable; llámase chinigue... Es pequeña, de negro y blanco, con velloso cuerpo y dilatada de cola; hace su albergue en las cavernas de los riscos; si alguna vez la encuentran los perros en la campaña y no puede escaparse por sus pies, viéndose ya en el último riesgo de la vida, los rocia con orines y otra evacuación de humor, tan pestilencial y hediondo, que los desalienta e inficiona el aire por muy grande trecho al rededor...» Rosales. «El chingue... tiene en Chile la misma estatura que un gato común, y su color es un color azulado, menos sobre la espalda, en la cual tiene una lista de manchas redondas y blancas, que se extienden desde la frente hasta la cola...» Molina. «El chingue es una zorra pequeña taraceada de blanco y negro con hermosa proporción; se defiende de los que intentan cogerlo con la inmundicia de su orín, que es en extremo fétido.» Olivares.

Es voz araucana, que castellanizada parece de una sola terminación, por más que alguien haya escrito chinga, por la hembra del chingue.

Lenz, n. 410 Román cree que el nombre castellano de nuestro chingue, moefta, viene del italiano; la última edición del Diccionario la deriva del neerlandés muf, pero, puesto que se trata de una voz de procedencia de la América del Sur, única región del globo en que habita este mamífero, opino por que no se debe prescindir del nombre que aquí se le da, derivado del araucano chinghe, que registra Febrés. Los cronistas españoles que primeramente describieron este animalejo no le señalaron ninguno.

Chinita. f. (Coccinella).

Pequeño coleóptero del género indicado, «que en Chile se llaman chinitas.» Philippi.

Lenz, n. 405, sexta acepción, en la cual la traen también Zerolo y Román.

«La chinita (Coccinela connexa), con toda su pequeñez causa grandes destrozos entre los pulgones, y no hay nadie quien no aprecie sus asiduos cuidados en la policía de los vegetales, impidiendo que esos huéspedes nocivos tomen un incremento poco conveniente.» Medina, Los insectos enemigos en Chile, en la revista Sud-América, Santiago. 1873, p 707.


Chirguatera. f.

Sinónimo de molinera. Véase esta voz.


Chirihue. m. (Grithagra brevirostris).

Avecilla que se encuentra en grandes bandadas en ciertas épocas del año en los terrenos cultivados, común en todo el país, cuyo nombre, sin duda de origen araucano proviene del grito peculiar que tiene. «Por encima es de color aceituna obscuro y las plumas marcadas de una raya morena en medio; los escapularios, las alas y remigias de un negro obscuro, bordeados ampliamente de ceniciento oliváceo: el ovispillo es verdoso; la garganta, el pecho, el abdomen y las cubiertas inferiores de la cola son amarillos; pico y patas brunos.» Gay.

Lenz, n. 431. Román quiere que se escriba chirigüe, para uniformarlo con la terminación femenina.»


Choclo, m.

«... cada caña de maíz ordinariamente tres o cuatro mazorcas, o como en dicho reino dicen, choclos, bien grandes y perfectamente granados.» «¿Qué harían ellos, cuandos los veían... sin tener un trapo con que cubrir sus carnes, ni un pedazo de pan, ni aun tal vez un choclo de maíz para matar su hambre?» Ovalle.

Lenz, n. 436. Román, después de advertir que el Diccionario ha admitido el equivalente mexicano elote, con más razón debió hacerlo respecto de choclo, dice, «que se usa en más naciones y tiene en su favor más respetables autoridades.»

Voz corriente en Colombia, Ecuador, Perú y Argentina, de que ya han hablado los lexicógrafos de esos países. Tráenla también Salva y Zerolo. Viene del quichua y aimará.


Choco. ca.

«Especie de perros, chicos de cuerpo, de lana crespa y abundante, muy nadadores y aficionados al agua, de la cual afición les viene, sin duda, el nombre de perros de agua, con que en España se conocen.» Z. Rodríguez. Con el mismo nombre de chocos se designan también estos perros en la Argentina y en el Perú (Lafone y Arona). Respecto a la etimología de esta voz, al paso que Lenz opina que se «trata de varias palabras que se han confundido y contaminando» y que el elemento fundamental es el castellano zoco, nota que en quichua existe la voz ch'acu, que Middendorf define «perro crespo de aguas», que seguramente es la misma palabra que el peruano y chileno perro choco. Román deriva la etimología de tal voz del verbo araucano chocón, «entumirse de frío y agua.»

Sea como quiera, no podrá negarse que la voz choco, que en Chile ha pasado a significar también a la persona de cabello corto y ensortijado, sobre todo si por ser roma y arremangada de narices y de facciones recogidas, se asemeja a los perros de que se trata (Rodríguez), es de uso corriente entre nosotros y puede, por tal causa, figurar, al menos, como chilenismo.


Cholgua. f. (Mytilus chilensis).

«En las cholguas se crían perlas y algunas de buen criente.» Córdoba y Figueroa. «También son comunes en aquel mar las llamadas cholgua...» Molina. Error manifiesto en el nombre, pues, sin el uso general, en araucano, de donde procede, es chollhua.

Molusco muy parecido al choro, del cual se distingue por su menor tamaño y el color más pálido de su carne.

Lenz, n. 442, que cita también bajo el número 195 la voz colhue, asimismo de un molusco de concha blanquecina, en araucano collhue, que Febrés traduce «unos choros de cáscara blanca.» Y bajo la voz chollhua «cáscara de choros blancos.» Román acepta también a colhue; pero, en verdad, basta comparar las dos definiciones de Febrés para caer en cuenta, al menos tal me parece, que ambas voces significan una misma cosa, y en el hecho eso es lo que ocurre. Aplicando lo dicho a cholgua, concluiremos con Román: «Como el molusco existe y sólo se conoce con este nombre en todo Chile, es tiempo ya de admitirlo en el Diccionario.»


Chonta, f. (Juania australis.)

«Las islas de Juan Fernández producen una especie de palma llamada chonta, cuyo tronco es interiormente cóncavo como el de todas las demás palmas, negro y más duro que el ébano.» Molina.

Lenz, n. 447 y Román, quienes notan que la etimología de esta voz proviene del quichua chunta. Regístranla también Tobar, en el Ecuador y Arona, en el Perú. Alcedo la describió, advirtiendo que esta palma abunda en todos los bosques de América, y los botánicos españoles Ruiz y Pavón la incorporaron, asimismo, en su Flora. Hay, pues, sobradas razones, apunta Román, para que esta voz figure en el Diccionario, por lo menos como americanismo.


Choro, m. (Mytilus chorus).

Hay mariscos de los que en nuestras costas se hallan, como son erizos, mosellones o almejas, que cada uno es mayor que diez de los de España, de excelente comida, especial mente los mosellones, a que allá llaman choros...» González de Nájera. «Es también muy regalado marisco el que llaman choros.» Ovalle. «Muy abundante es en toda esta costa un marisco que se llama choro, encerrado entre dos conchas cubiertas de una costra negra; por una parte son largas y anchas, y por otra rematan en una punta redonda; sírvenles a los indios de cucharas y de cuchillos para cortar, donde no alcanzan hierro.» Rosales. «... los muchachos y chinas andaban de ordinario, por vía de entretenimiento, mariscando y pescando con redes y trasmallos, que con gran facilidad sacaban choros...» Núñez de Pineda, p 329. «El choro tiene cerca de siete pulgadas de largo y tres y media de ancho...» Molina.

Lenz, (n. 452), citando a Middendorf, le atribuye una etimología quichua, chhuru. «Usada esta voz: por todos los chilenos, por los historiadores antiguos y por los naturalistas, tiene ya pleno derecho a figurar en el Diccionario.» Román.

Choro maico: llámase así a los muy pequeños que se hallan fuera del agua asentados en las peñas, y que, por tal causa, no llegan a desarrollarse. De ahí su significado araucano de «imperfecto».


Choroy. m. (Psittacus rectirostris).

«En América hay muchas especies de loros, de la cuales tres en Chile: el choroy y la catita...» Philippi. «Los papagayos de paso son el choroy...; tiene la parte arriba del cuerpo verde, el vientre ceniciento...» Molina.

Su etimología es araucana: choroy.

Lenz, (n. 453) que al afirmar que hoy en la región central de Chile «se dice más bien catita» por el choroy, creemos se equivoca, pues ambas voces corresponden a diferentes especies. Román, II, 51.


Chucao. m. (Pteroptochus rubecula).

Pajarillo de 16 a 17 centímetros, de plumaje bruno rojizo, que pasa a ferruginoso en la garganta y en el pecho (de donde su designación científica). Prefiere los sitios más obscuros y retirados de los bosques.

En araucano se llama chucau. Es tenido por los indios y hasta por los campesinos en Llanquihue como pájaro de bue« o mal agüero. Es ave peculiar a Chile.

Lenz, n. 456. Román, II, 52.


Chucho, m. (Noctua pumila).

Voz que la gente culta pronuncia de ordinario chuncho, pero que en araucano es chuchu, cambiado hoy por los indios en chucho, según afirma Gay, y con tal forma es conocida en los campos. Es la más pequeña de las lechuzas y tiénesela por de mal agüero. De chuncho proviene el verbo achunchar, que se dice de lo que trae mala sombra, o por avergonzarse, correrse.

Lenz, n. 462.

El Diccionario de Autoridades definió esta voz «Ave nocturna semejante al mochuelo,» refiriéndose a Covarrubias, que «le da la etimología por la figura onomatopeya de la voz chuchú.» Fundado en tales antecedentes, Román niega al vocablo una derivación araucana, suponiendo que los indios lo tomaron del castellano; si bien, a nuestro entender, tratándose de una voz onomatopéyica, nada se opone a que también la tuvieran los araucanos en su lengua.


Chuchoca, f.

«Luego que el maíz adquiere su madurez, le guardan los indios, para sustentarse en el invierno, de dos modos distintos, porque, o le dan una ligera cochura, y entonces le llaman chuchoca...» Molina.

«Cuando el maíz se ha puesto duro, lo dejan madurar para cosecharlo y susténtase de él en el invierno, en una de dos maneras; porque, o le dan un ligero cocimiento al horno, le rompen gruesamente, en cuyo estado lo llaman chuchoca, o lo dejan entero y crudo.» Gómez de Vidaurre. p. 110.

Es voz que tanto puede proceder del quichua, como del aimará, y aun del araucano, pues Febrés dice: chuchoca o cunarquén. Regístrala Zerolo y se halla empleada en muchos autores y lexicógrafos americanos, que cita Lenz bajo su número 463. Y. pues, como advierte Román, «aunque el pueblo pronuncia aquí, a veces, chichoca y en el Ecuador chuchuca, en el Perú y la Argentina, chuchoca, «en esta forma debe entrar en el Diccionario.»


Chupón, m. (Bromelia sphacelata).

«El chupón, en nuestras provincias del sur, con frutos comestibles.» Philippi.

«...y otras especies muy afines de las bromeliáceas, dan los chupones... Los frutos chupones se hallan amontonados en cabezuelas del porte de un puño de hombre y están ocultos entre bracteas anchas y puntiagudas...» Reiche.

Su etimología, según Lenz (n. 481), no sería otra que la de un derivado castellano de chupar, porque los frutos dulces de esa planta se chupan.

«También se llama chupón (y esto sí que debe admitirse), una planta chilena... «yerba grande, cespitosa, con hojas lineales, muy espinosas en su borde; espigas de flores sésiles muy cortas, escondidas entre las hojas, multifloras, con las brácteas color castaño, corolas rosadas; bayas muy sabrosas. Común en las provincias del Sur.» Philippi. Baya o fruto de esta planta, que se come chupándolo; de donde le ha venido el nombre.» Román.


Churrín. m. (Scytalopus obscurus).

Churín, escribe Philippi, pero debe ser churrín. Avecilla que habita desde Magallanes hasta las provincias centrales, y que se eleva a bastante altura en la cordillera. Es una especie de chercán. Véase esta voz. Su nombre es también onomatopéyico.

Es el pajarillo teroptóquido más pequeño que hay en Chile, pues no pasa su longitud de 10 centímetros. Como lo indica su nombre específico obscurus, su plumaje es negro lustroso, con reflejos metálicos azulados. Habita los parajes húmedos, en las vecindades de los bosques, y se mantiene de insectos que busca en las plantas.

Lenz, n. 484.