Voces chilenas de los reinos animal y vegetal/H
Hierbaloca. f. (Astragalus elatus).
Pertenece a la familia de las Papilionáceas y se baila en las cordilleras de Santiago. «Arroja unos vástagos de figura angular, que tendrán pie y medio de alto, y cuyas hojas contrapuestas, de hechura de lanzas, enteras, carnosas y de color ceniciento, tienen una pulgada de largo y están pegadas a las ramas sin ningún género de pezón.» Reiche.
«Entre unos pastos tan excelentes, se crían dos o tres plantas harto dañosas a los ganados, siendo la más perjudicial y nociva la que metonimícamente llaman allí yerba-loca, porque cuantos animales la comen, y con particularidad los caballos, se enfurecen sobremanera.» Molina.
«Es también conocida en Chile por nociva y muy perniciosa, la que allí llaman metonimícamente yerbaloca, porque cuando los animales, y particularmente los caballos, comen de ella, vienen furiosos como los locos.» Gómez de Vidaurre.
Hierba del sapo. f. (Myriophylum verticillatum).
Acuática, de la familia de las Halorragidáceas, con todas las hojas de igual forma, verticiladas, sésiles, pectinadas con las lacinias delgadísimas; monoica; a veces algunas flores hermafroditas.
Higuerilla, f. (Xanthium italicum).
Planta anual, de la familia de las Compuestas, áspera, robusta ramosa, hojas pecioladas, aovado-triangulares, algo lobuladas; diclina monoica; de treinta centímetros a un metro cincuenta de altura; los frutos rodeados por un invólucro cubierto de pelos rígidos y de púas terminadas en gancho. Es originaria del Sur de Europa y abunda bastante en la región de la costa vecina a Valparaíso.
En araucano se la llama trun.
Huala. f. (Podiceps).
«Los grebos tienen el pico recto, puntiagudo, alas cortas, pero aptas para el vuelo; a la vista no tienen cola, y las patas echadas tan atrás, que al andar han de tenerse en situación vertical. La membrana natatoria es profundamente escotada entre los dedos. Viven en las aguas dulces, y hay varias especies en Chile, que llaman hualas, hualitas, pimpollos, blanquillos.» Philippi.
Celebrada por Sanfuentes en sus Leyendas Nacionales:
su lúgubre gemido alguna huala.
Su etimología es araucana; huala, «unos patitos,» traduce Febrés. Lenz, n. 559. Román da como hipotética cierta etimología castellana, que tenemos por improbable, y escribe guala.
Hualputa. f. (Medicago).
«Otras especies [de alfalfa] originarias de la Europa Meridional, son ahora una maleza de nuestros campos, y se conocen por el nombre de hualputa.» Philippi. «Las plantas más abundantes en aquellos prados son: el trébol vulgar, que los indios llaman gualputhe, y de que hay once o doce especies.» Molina. «Esta abunda mucho en los prados, valles y dehesas, y mucho más el trifolio o trébol, llamado por los indios gualputa. Gómez de Vidaurre. «Trébol rastrero», lo definió Marty Caballero, aunque cometiendo el error de hacerlo m. y de escribirlo en la forma gualputra, que es la menos usada en Chile,» observa Román. «Lo mismo repitió el Dicc. de Zerolo.» Id.
Lenz, n. 565, que escribe el vocablo con h, que parece lo correcto en vista de su probable etimología araucana, cuyos componentes serían huall y putha.
Hualtata. f. (Senecio hualtata).
Hierba de los pantanos, de la familia de las Compuestas, perenne, robusta, peluda, cuando nueva, en la punta; tallo cilíndrico, hueco; hojas muy grandes, glabras, las inferiores pecioladas, las tallinas, abrazadoras, y las superiores sésiles; cabezuelas numerosas, con flores amarillas.
Hualle. m. (Fagus obliqua).
«Árbol que puede alcanzar a 50 metros de altura, de hojas caedizas, aovadas oblongas, oblicuas, doblemente aserradas, de dos y medio a cuatro centímetros de largo; invólucro poco erizado. Su madera es muy pesada, dura, preciosa para construcciones.» Philippi.
Viene del nombre araucano hualle: «roblecito pequeño,» según traduce Febrés. Lenz y Román. El P. Augusta duda que sea término araucano, y dice que en Panguipulli lo llaman allfis-kachu.
Huañil. m. (Proustia pungens).
«El huañil, arbusto común en las provincias centrales, singular porque las ramitas de la inflorescencia se vuelven espinas.» Philippi.
Su etimología debe ser araucana, aunque no esta tal voz en los diccionarios.
Lenz, n. 582, que cita en comprobante los testimonios de Murillo y de Saavedra.
Suele escribirse guañil. Así Román, que aboga porque esta voz sea admitida en el léxico. Véase Wanilkelen en el Diccionario del P. Augusta.
Huemul, m. (Cervus antisiensis o chilensis).
«En Chile hay sólo dos especies de ciervos: el huemul, con cuernos ahorquillados, que se halla desde el Perú hasta Magallanes en los lugares abiertos de la alta cordillera.» Philippi. «Hay también corsos pequeños o venados, que los chilenos llaman pudú, y otros animales semejantes a los ciervos que en la lengua de los indios se llama guamul.» Rosales. La descripción que de este ciervo da Molina es del todo imaginaria y conforme a ella se dibujó en el escudo nacional de Chile. También es errada la que trae Zerolo bajo la voz guemul.
Viene del araucano, huamul, según el P. Valdivia, si bien Lenz (n. 621) cree que también huemul «es forma primitiva india.» «Actualmente, dice, a este respecto, Román, todos escribimos huemul y el Dicc. no podrá menos de aceptarlo.»
Véase el curioso e interesante artículo sobre la Sinonimia del huemul, publicado por el doctor Philippi en las pp. 377-388, de la revista Sud-América, Santiago, 1873.
Hállasele en poesía. Vial Solar, ob. cit., p. 68:
de caprichosas crines adornada...
Huevetero. m. (Circus macropterus).
Ave de rapiña que habita gran parte de la América del Sur y se la encuentra también en la región central de Chile, aunque en todas partes escasea. Philippi.
Su plumaje, bastante vistoso, está sujeto a muchas variaciones, pero lo que siempre lo distingue es tener una mancha blanca en forma de collar debajo de los ojos. Prefiere para vivir los lugares pantanosos. Es de doble tamaño que el vari. Véase esta voz.
Huévil, m. (Vestia lycioides).
«Debe también tener aquí algún lugar el matorral que llaman huévil, que usan por medio de lavativas en las calenturas ardientes.» Gómez de Yidaurre. Es una planta solanácea, de gusto por extremo amargo; alcanza unos noventa centímetros de altura, es lampiño «con hojas apretadas, casi sésiles; oblongas enteras, pedúnculos biacuadri-floros, corola embudada, tubulosa, amarilla, capsula oblonga.»
Proviene sin duda del araucano, aunque no figura en los diccionarios de esa lengua. Los araucanos lo llaman yefùlko, yefùlkon ifelkoñ. «Sea lo que fuere de su etimología, merece estar en el Diccionario.» Derivado: huevilina, nota Román.
Lenz, n. 629.
Huilte. m.
El tallo del cochayuyo cuando está en vía de crecimiento y antes de ramificarse, que es comestible, en la forma que recordaba el P. O valle: «Al pie dellas [peñas] se crían unas raíces, de donde nace un tronco como la muñeca, que llaman ulten [que en algunas provincias de Chile suelen llamar hoy ulte], éste se corta, y estando un poco al fuego, se monda como un tronco de lechuga, o como el de alcachofa, aunque tiene muy diferente sabor.» El uso más constante exige hoy huilte, voz evidentemente, araucana, aunque no consignada en los léxicos de esa lengua.
Lenz, n. 640, y Román, III, p. 156: «La voz debe admitirse en el Diccionario, porque representa algo que no puede tener otro nombre en castellano, por no ser conocido de los españoles.»
Huille. m. (Leucoryne).
Género del cual existen en Chile varias especies de la familia de las Liliáceas, que se distingue por su «perigonio hipocraterimorfo; tres estambres fértiles alternan con tres estériles, que se parecen a una glándula claviforme.:» «Es muy común, añade Philippi, en la primavera, en las provincias centrales, la leucoryne ixioides.» Vicuña Mackenna ha empleado el plural huillis, de la forma huilli, con que también se conocen estas plantas: «Los huillis vienen después, sobre sus tallos de medio metro, balanceándose en el aire, que llenan de perfume.»
La etimología de esta voz es seguramente araucana.
Lenz, n. 641, y Román, III, p. 156.
Huillín, m. (Lutra Huidobria).
"El huillín, que el abate Molina tomó equivocadamente por un castor...» Philippi. «Entre los animales anfibios que aquí conocemos, uno es el que los indios llaman huillín..., que los españoles llaman nutria.» Rosales.
Su etimología araucana se comprueba por el aserto del P. Havestadt.
Lenz, n. 643, que enumera los autores que traen la voz en sus diferentes variantes ortográficas. «... Como la especie chilena no es en todo igual a la nutria, conviene incluir el vocablo en el castellano.» Román.
Huillipatagua. f. (Villarezia mucronata).
Árbol de la familia de las Icacináceas, con ramas amarillo vellosas cuando nuevas; hojas ovalado-oblongas, muy tiesas, mucronadas, con el borde espinoso dentado en las que salen de los brotes de los troncos viejos; pecíolos cortos y gruesos; inflorescencias terminales; pétalos amarillos; fruto, drupa ovoide.
«La guillipatagua tiene la hoja que se equivoca con la yerba del Paraguay.» Córdoba y Figueroa. «La guillipatagua dicen muchos ser la misma yerba del Paraguay, que se da aquí mas elevada y frondosa y de efectos más eficaces...» Olivares. «Durante una carestía de la yerbamate se había recomendado el uso de las hojas de la huillipatagua...» Reiche.
Su etimología araucana la da Febrés: huyli, la uña, patagua. «la patagua de uñas», «porque sus hojas, advierte Lenz, n. 644, tienen el borde espinoso, que tiene cierta semejanza con uñas o garras.»
Huingán. m. (Duvana dependens).
«Arbusto siempre verde, inerme o poco espinudo, con flores muy pequeñas, blancas, dispuestas en racimos axilares, y frutos negruzcos, de una y media o dos líneas de diámetro, con color de enebro. Se cría en los lugares secos desde Coquimbo hasta Osorno, y su resina tiene mucha fama contra las fracturas, hernias, etc.» Philippi. Pertenece a la familia de las Anacardiáceas, y de ella, a las Zumaquíueas.
«Los campesinos hacen una especie de chicha de los frutos del huingán y del molle.» Philippi. «Otras frutas de arboles ordenan los indios al mismo fin, como huingán (escrito güingan), molle, maqui...» Olivares. La ortografía de esta voz en Rosales es varia; así, por ejemplo, dice: «El quigán es árbol alto y copado, que da por frutos unos granos menudos, muy sabrosos, dulces y olorosos, de que hacen una chicha muy suave, que parece aloja.» Ovalle: «otra [bebida] hacen del que llaman huigán, y los españoles molle, que es del color y figura de pimienta, y el árbol que la lleva no es muy crecido, pero carga más que hojas.»
Lenz, n. 649. Román: «Bien puede admitirse en el Diccionario de la Academia.»
Huiña. f. (Felis tigrina).
«La guiña, un poco más grande que el gato doméstico, llamada también guiña o gato montes...» Philippi. «La guiña es de un color atabacado, graciosamente variado de manchas negras redondas, las cuales se extienden hasta la cola.» Gómez de Vidaurre. Y en la misma forma guiña, Molina (que también escribe güiña), Carvallo, Gay y Philippi, como se ha visto. Huina, dice Román, que opina porque tal voz es corrupción del castellano fuina; Lenz, a la inversa, la supone procedente del araucano, relacionándola con huyñán, que significa tenderse de largo a largo; etimología que no acepta el P. Augusta.
Huira, f.
Es la tira de la corteza de ciertos arboles, especialmente del maqui y del espino, que se emplea para atar a modo de cuerda o que trenzada sirve para formar cordeles.
Observa Román que esta voz nada tiene que ver con el árbol güira, que trae el léxico, y en cuanto a su etimología, que bien pudiera tener su origen en vira, «tira de tela, badana o vaqueta.» Rodríguez y Lenz piensan que viene del verbo araucano huyrun, desollar, mondar; y esto es lo que tengo por más probable.
Vial Solar ha llevado a la poesía este vocablo (ob. cit., p. 57):
La víctima inocente maniatada
por los flexibles y apretados lazos
de verdes huiras en los tiernos brazos
espera sin saberlo.
Huiro. m.
Las ramas largas del cochayuyo, a modo de lazos o cordeles, algunas hasta de varios metros de largo, y menos generalmente las de otras algas marinas de las fucáceas.
Es, a nuestro juicio, de procedencia indígena, probablemente quichua, uiru o viru, aplicado en su origen a la caña del maíz, y por extensión, por la forma que afectan, a estas ramas de algas. Véanse en Lenz y Román las acepciones que en otras naciones americanas se da al güiro y güira. «Pedimos, dice ese último autor, la admisión de esta voz.»