Compendio de Literatura Argentina: 12
CAPÍTULO VIII
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Nació este ilustre argentino el 6 de Mayo de 1809, en la ciudad de Buenos Aires.
En sus primeros estudios se dedicó á las matemáticas, porque su padre deseaba que fuese ingeniero: pero su inclinación por las letras era decidida y cediendo á sus aficiones, compuso, siendo aun muy joven, varios ensayos en prosa, con los títulos de El amor á la patria, La utilidad de la Geometría, etc., etc.
Sólo después de haber leído muchos poetas españoles y extranjeros, se atrevió á hacer versos. Fué su primera inspiración El arroyo del Tigre.
Más tarde, cuando su imaginación empezó á tomar vuelo, emprendió rumbos nuevos en esa rama de la literatura. Sus valientes esfuerzos están señalados en La bandera argentina en Mayo y La endecha del gaucho, que publicó en «El Iniciador».
En la primera de estas composiciones ha mostrado Gutiérrez lo enérgico de su fantasía y lo vigoroso de su entonación: sólo de un alma donde hierve el entusiasmo han podido brotar estas patrióticas estrofas:
- Al cielo arrebataron nuestros gigantes padres
- El blanco y el celeste de nuestro pabellón;
- Por eso en las regiones de la victoria ondea,
- Ese hijo de los cielos que nos regeneró.
- Cual águila en acecho se alzaba sobre el mundo
- Para saber que pueblos necesitaban de él;
- Y llanos y montañas atravesando y ríos,
- La libertad clavaba donde clavaba el pié.
Poco tiempo después, publicó en «El Comercio del Plata», la leyenda histórica Irupeya y la tradición nacional Caycobé.
Muchas otras composiciones, que tienen relación con los sucesos patrios, figuran en las columnas de «El Tirteo» periódico político y literario, que redactó en colaboración con Rivera Indarte.
En Mayo de 1837, fundó en compañía de Echeverría y Alberdi la «Asociación de Mayo», reunión de jóvenes, resueltos á trabajar por el bien de la patria.
Pero en 1840 todos sus planes fueron desbaratados y su vida sufrió una fuerte conmoción. Fué indicado á Rosas como elemento perturbador y después de varios meses de cárcel fué desterrado. Gutiérrez se refugió en Montevideo.
Poco después de su llegada, el 25 de Mayo de 1841, tuvo lugar en aquella ciudad un certamen poético, el primero realizado en Sud-América, como homenaje rendido a la idea de la revolución y al talento que la simbolizaba. Gutiérrez, Domínguez, Mármol, Rivera Indarte y otros argentinos, unieron su inspirado acento al coro general, en esa espléndida página de la libertad.
Pero fué el primero el vencedor y héroe de aquella solemnidad, verdaderamente americana. Su Canto á Mayo, fué aclamado por unanimidad.
Uno de sus mismos rivales en la noble lid (Mármol), escribe entusiasmado: «La poesía lírica, esta flor activa de la vida humana, ya salvaje, ora cultivada, la poesía lírica, corona de la victoria y del féretro, ha hallado en Gutiérrez digno sacerdote; y para convencerse de ello, basta leer esa valiente, dulce, elegante y entusiasmadora poesía Canto á Mayo».
- Triunfos y glorias en la lira mía
- Deben hoy resonar. Cese el gemido
- Que en torno al polvo del campeón caído
- Lanzara el alma en pavoroso día.
- .......................................
- .......................................
- Jamás alzara el pensamiento al cielo
- A contemplar las luces de tu gloria,
- Sin tenerte, Señor, en la memoria
- Y sin mirar compadecido el suelo.
- Y cuando pude comprender un día
- Lo que hicieron los hombres del gran Mayo
- Ya comprendí también que ardiente rayo
- De tu luz divinal les dirigía.
Dos años después pasó á Genova en compañía de Alberdi; durante la travesía, escribieron los dos un poema en prosa y verso cuyo título fué tomado de bergantín en que navegaban «Edén». Poco tiempo permaneció en Europa; á su regreso á América fijó su residencia en Chile.
Gutiérrez, como casi todos los hombres de su generación, se vió obligado a emplear los mejores años de su vida en trabajar para vivir, invirtiendo gran parte de su tiempo en ocupaciones que, aunque intelectuales, no dejan el ánimo libre para ningún trabajo extenso de literatura: así es como recién durante su estadía en Chile, se le presentó oportunidad de sacar provecho de sus estudios soore las letras y la sociabilidad americana; de tal índole son sus Comentarios de las obras completas de J. J. Olmedo y del Arauco domado de Pedro de Oña, con un examen del libro y un estudio sobre la época del último autor, y sobre todo la colección de poesías que reunió con el título de América poética.
En 1851 pasó al Perú, donde publicó un notable juicio sobre Juan de Caviedes, poeta satírico del siglo XVII. También es de esta misma fecha su himno mundano titulado A una mujer.
De vuelta a Chile, tuvo conocimiento de la caida de Rosas, poniéndose enseguida en camino para Buenos Aires. Apenas llegado tuvo lugar la elección de diputados; y Gutiérrez fué nombrado entre estos, como representante de la ciudad, cargo que no llegó á desempeñar por haber aceptado, esos mismos días, el ministerio del interior que le ofreció el gobernador López.
A fines de 1852 la provincia de Entre Ríos lo eligió para representarla en el Congreso Constituyente. Durante algún tiempo residió en ella, siguiendo siempre el bien de su patria desde las columnas de «El Nacional Argentino», fundado por él, y al que sucedió «El Boletín Oficial».
En 1856 publicó, en el Paraná, dos folletos titulados La Constitución de Mayo, en que explica con sencillez el alcance de sus miras y una Biografía de don Bernardino Rivadavia.
Son dignos de señalarse los trabajos que publicó en la «Biblioteca Americana» con el título de Pensamientos, máximas y sentencias de escritores, oradores y estadistas argentinos, escribiendo también la biografía de muchos de ellos. Estos trabajos tuvieron gran éxito, no sólo por la reputación de su autor, sino también por la importancia de la obra.
En Abril de 1861 fué nombrado rector de la universidad, cargo que conservó muchos años, con dignidad y lucimiento.
El capitán de Patricios, publicado en 1864, es un idilio con lágrimas, sus personajes tienen por teatro las inmediaciones de Buenos Aires. Al año siguiente, dió á luz un libro con el título de Estudios biográficos y críticos sobre algunos poetas sud americanos anteriores al siglo XIX, en que incluyó algunos artículos sueltos, que sobre el particular había publicado antes.
«El Inválido» y la «Revista de Buenos Aires», publicaciones que dirigió por esta época, registran importantes trabajos suyos sobre ciencia, política, historia y literatura.
El general San Martín, es el título de un libro interesante en que se registra la biografía de este héroe, realzada por la variedad de los detalles y la elegancia del estilo.
La personalidad literaria de Juan Cruz Varela, por cuya obra profesaba sincera admiración, le mereció un estudio crítico biográfico, que es en su género uno de los más completos que registra la literatura argentina. Es lástima que á veces su simpatía intelectual por Varela perjudique el juicio sobre el mérito de algunas composiciones.
Este trabajo no se ha publicado, hasta ahora aisladamente, teniendo que acudir, para conocerlo, á los cuatro primeros tomos de la «Revista del Río de la Plata», donde, aún allí, se encuentra trunca su publicación.
En 1870 dio á luz sus Poesías (un tomo). Hay en este libro muchas composiciones de verdadera inspiración, entre otras, aquella en que celebró la independencia de Chile, llena de versos sentidos y entusiastas, escrita ya en 1845.
También se encuentran en este libro los lúgubres lamentos que inspiraron a Gutiérrez los amargos días del destierro, cuando
- ..................sobre ruinas
- El bárbaro fundó su férreo trono;
- Y en sangre de sus víctimas teñida
- Vistió la roja púrpura; las plantas
- Puso en el escabel donde se alzaba
- El genio santo de la patria antigua,
- Y el celeste pendón acribillado
- Por gloriosa metralla, dio á la burla.
Pasadas las largas luchas que habían ensangrentado á su patria y cuando el pueblo argentino se unía en el abrazo fraternal, Gutiérrez, encanecido ya, escribió los magníficos versos de Las tres sombras, canto hermoso, entonado por las voces inmortales de Luca, Moreno y Belgrano, al pié del monumento que simboliza las glorias argentinas.
El poeta refleja allí, el pasado y el porvenir de su patria, nebuloso y sangriento el primero, brillante y próspero el segundo; el tribuno, el guerrero y el poeta de la revolución, llenan la mente con los recuerdos de los primeros días de la vida republicana, conmemoran las nobles luchas de aquella época inolvidable, lloran las desgracias civiles y predican, henchidos de júbilo, el futuro dichoso de la patria.
El año 1875 fundó en colaboración con Andrés Lamas y Vicente F. López la «Revista del Río de la Plata», que ya hemos citado, publicación que alcanzó gran éxito, por lo selecto de sus materiales y la inteligencia de su dirección.
Muchos fueron los cuerpos científicos y literarios que contaron á Gutiérrez entre sus miembros.
Esta vida tan laboriosa y tan fecunda concluyó el 26 de Febrero de 1878.
Gutiérrez es un maestro en literatura: estudió desde muy jóven los modelos en cuya contemplación aprende el espíritu á familiarizarse con las diversas formas de lo bello; se inició temprano en los misterios del arte, y no en balde es tenido por uno de los argentinos que mejor ha dominado el habla castellana, sabiendo, sin caer en el arcaísmo, conservar inalterable en sus producciones, la índole y el colorido del idioma nacional.
Es Gutiérrez, el primero en las letras argentinas, que ha llevado á la crítica literaria el buen gusto que nace del sentimiento de lo bello y del conocimiento de las buenas doctrinas.
La corrección, la elegancia, la delicadeza, hé aquí lo que llama agradablemente la atención en los escritos de este autor. En su poesía hay música, suave y deliciosa unas veces, solemne y majestuosa otras, pero siempre insinuante y melancólica.
Cuando se inspira en lo sencillo y en lo tierno, sus versos son delicados y aunque no tiene la fogosa y audaz imaginación de Mármol, ni la fácil abundancia y la intuición de Echevarría, ni las sublimes concepciones de Andrade, ni la penetrante mirada con que se interna en el alma Ricardo Gutiérrez, no cede á ninguno de ellos en la gracia y elegancia de la versificación, en la suavidad del colorido y en la delicadeza embelezadora de las formas.
Juan María Gutiérrez es el hombre de letras más completo que ha producido la República Argentina. Poeta, historiador, romancista, su espíritu analítico y vivaz, su inteligencia educada en los eternos modelos de la estética literaria, hicieron de él un príncipe de la crítica.
Dejó sobre la lucha de la vida, sobre los contrastes eternos entre la aspiración secreta del alma y la huella de hierro del destino, una enseñanza suprema para los que, sobre el polvo de la tierra, hacen su peregrinación con el grave peso de una inteligencia creadora.