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El Robinson suizo/Capítulo XXVII

De Wikisource, la biblioteca libre.
El Robinson suizo (1864)
de Johann David Wyss
traducción de M. Leal y Madrigal
Capítulo XXVII


CAPÍTULO XXVII.


La granja.—Fresas.—Ornitorinco.


Los árboles elegidos para la construccion de la casa rústica formaban un paralelógramo casi rectangular de hasta veinte y cuatro piés de longitud por diez y seis de anchura. Como me proponia que el edificio tuviese dos pisos, á diez piés de elevacion, en los troncos de los árboles labré grandes muescas, en las que transversalmente encajé fuertes maderos, sosten de anchos tablones que me proporcionaron un piso sólido, repitiendo igual operacion á menor altura que la primera para formar el techo del segundo cuerpo, el que cubrí con ramas y pedazos de corteza en forma de tejas, sujetos con espinas de acacias, ahorrando así la clavazon artículo demasiado precioso para emplearlo en esto; y á fuerza de trabajo y dándole el declive necesario para las aguas, resultó un tejado semejante á la coraza de los antiguos romanos, que llenaba el objeto. Los niños estaban encargados de arrancar las cortezas, desprendiéndolas de cualquier árbol: las secaban al sol, con peso encima para que no se abarquillasen, y Franz, único que quedaba al lado de su madre para ayudarla en la cocina, recogia de paso las virutas, astillas y fragmentos que resultaban del labrado de las maderas y cortezas para alimentar el fuego del hogar. Esto, que al parecer sólo era un entretenimiento para el niño, proporcionóme dos nuevos descubrimientos. Un olor acre de resina que percibí me hizo abandonar el trabajo para reconocer la corteza que lo producia, y examinada resultó ser el terebinto, hallazgo que celebré, constándome que la trementina que produce, mezclada con aceite, proporciona una excelente brea aplicable á varios usos. De la misma manera tropecé con otro árbol, cuya goma, vulgarmente llamada almáciga, es de mucha utilidad [1].

Estaba de Dios que todo habian de ser hallazgos. El instinto de las cabras nos hizo encontrar entre las cortezas que se arrancaban, la del árbol de la canela, cuyo sabor y fragancia no dejó la menor duda acerca de su identidad. Sin embargo, aunque de tanta estima este producto, al que tanto valor se le da en Europa, no me satisfizo en igual grado que los de la trementina y la almáciga, cuya aplicacion nos era más importante y positiva por el gran partido que esperaba sacar de estas materias resinosas en lugar de la brea, de la cual carecíamos por haberse consumido cuanta se encontraba en el buque.

Llegó en tanto la hora de comer, y la conversacion rodó naturalmente sobre cosas de actualidad. Deseoso siempre de aprender, Ernesto me preguntó la causa de mi alegria al encontrar el terebinto, y cuál era su aplicacion.

—De este árbol, hijo mio, respondí, se extrae un aceite, vulgarmente llamado trementina, de grande aplicacion en la industria. Sirve, liquidado, para hacer un excelente barniz; reducido á masa sólida, constituye lo que se llama pez griega, y mezclado con la almáciga resulta una especie de betun muy fuerte; así conocerás si aplicaciones tan útiles no son motivo suficiente para alegrarme de ese nuevo don de la Providencia.

Aficionado á golosinas Santiago, me hizo igual reflexion respecto á la canela, sintiendo que no la hubiese honrado con igual preferencia.

—La canela, dije, sólo sirve de recreo al paladar de los glotones como tú. Si la casualidad nos proporcionara que alguna vez tuviésemos tráfico con Europa, sacaríamos de tan precioso árbol buen partido. ¿Y no sabes, añadí, cómo se coge y trasporta para que conserve su aroma durante una larga travesía? Pues bien, te lo diré. Se juntan los trozos de corteza en haces bien apretados dentro de saquillos de tela de algodon, se les envuelve con juncos, y despues se cubren con piel de búfalo. Así enfardada la canela, llega á Europa sin la menor avería y con todo su aroma y sabor.

La comida y sobremesa pasaron en estos diálogos, y cuando estuvímos bastante descansados para volver á la faena, cada uno se puso á la suya. La conclusion de la casa todavía nos hizo invertir algunos dias. Listos los tejados, se levantaron las paredes con cañas y bejucos entrelazados y sujetos con ramas flexibles, cuya altura excedió cinco piés sobre el suelo. El resto hasta el alero se cubrió con un enrejado claro para que el aire y la luz penetrasen fácilmente. La puerta se situó en la fachada frontera al mar, y la division se hizo con arreglo á los huéspedes que debian alojarse. La entrada se destinó para los animales, reservando para corral un techo cerrado con palizada, para que únicamente pudiesen penetrar las aves. El aposento interior se enmaderó todo para habitarlo cuando fuéramos á visitar á los colonos, y la puerta quedaria cerrada durante nuestra ausencia como resguardo del ajuar, el cual se compondria de lo más preciso por si ocurriera pasar allí algunos dias. Al piso superior, al que se subia por una escala de mano, se destinó para mirador.

Dejóse para más adelante el encalamiento exterior con yeso, bastando por el momento dejar dispuesto para los animales un provisional abrigo. Para habituarlos á que volviesen por la noche á su nuevo domicilio, bastó prepararles buena cama con yerba y paja, y mezclar un poco de sal con el pienso.

Híceme la ilusion que bastarian pocos dias para llevar á cabo estos trabajos; pero más de ocho se invirtieron, de manera que tocaban á su fin las provisiones. Sin embargo, se me resistia volver á Falkenhorst sin dar la última mano al nuevo establecimiento, y así mandé á aquel punto á Federico y Santiago para que trajesen mantenimientos para dilatar nuestra permanencia y renovar el alimento de las bestias que allí se habian quedado. Los dos correos partieron á escape, cada cual en su montura favorita para cumplimentar mis órdenes. El asno arrendado para cargarle de provisiones á la vuelta, tuvo que seguirles más que de paso, y de seguro debió pasar mal rato atendida la velocidad con que caminaban los jinetes.

Durante su ausencia, Ernesto y yo dímos un paseo por las cercanias para recoger de paso algunas patatas y cocos. Seguímos la direccion del arroyo, el cual nos condujo á un anchuroso pantano que terminaba un lago de ameno aspecto, y en cuyas orillas revoloteaban aves de todos tamaños y géneros, creciendo en torno alta y espesa yerba de cuyos tallos salian aristas, y al examinarla quedé agradablemente sorprendido al reconocer el arroz silvestre, que si bien de menuda especie, parecia de buena calidad. En cuanto al lago, el que ha nacido en Suiza y ha visto desde su infancia el de Ginebra y la tersa superficie de sus tranquilas aguas, podrá comprender el inexplicable gozo que experimentámos al contemplarlo. ¡Aquí estaba la Suiza, al ménos una muestra de aquella tierra querida! La ilusion duró muy poco. ¡Aquella orilla con su vegetacion potente y sus gigantescos árboles nos evidenció que no estábamos en Europa, y que nos separaba de la patria una inmensidad desconocida!

Ernesto disparó á los pájaros que allí se encontraban, y con sorpresa mia desplegó en la caza, en la que por primera vez se ejercitaba, una destreza y serenidad sorprendentes. Mató algunos; pero no los hubiéramos encontrado á no ser por el chacal de Federico que vino con nosotros y se metió en el fango para traérnoslos.

El mono Knips, que era tambien de la partida, nos proporcionó otro descubrimiento interesante. De pronto le vímos hurgar en unas yerbas y separar las hojas con sus manos, comiendo al mismo tiempo algo que le gustaba mucho. Nos acercámos, y resultó una sorpresa agradable: eran fresas de las más ricas y aromáticas. En esta ocasion no desdeñámos imitar al mono; recogímos cuantas se pudo, cuyo delicioso perfume se parecia al de la piña americana. A más de la que podíamos llevar, el canasto de Knips se llenó tambien de fresa colocada con esmero y bien cubierta de hojas, sujetándoselo bien para que por el camino no le diese tentacion de apropiarse lo que destinábamos como regalo á la familia. Tampoco me olvidé de traerme una muestra del arroz, creyendo, y fundadamente, que mi esposa recibiria un buen alegron al verlo. Costeámos despacio el lago, cuyas fértiles orillas cubiertas de espesas y floridas junqueras cambiaban de aspecto á cada paso. Allí abundaban aves de todas especies y de los más variados y brillantes colores, maravillándonos dos hermosísimos cisnes negros que se miraban en las azuladas y cristalinas ondas. Su pluma lustrosa y negra como el azabache contrastaba con la de la extremidad de las alas que era blanca, y en su tamaño y apostura se asemejaban á los de Europa [2]. Ernesto deseaba probar en uno su destreza, lo cual impedí; ¡me hubiera creido culpable permitiendo se turbase á esos inofensivos seres la dulce y tranquila paz que disfrutaban!

Pero Bill, que no sentia por las escenas sublimes de la naturaleza la admiracion de que yo estaba poseido, partió como un rayo, y arrojándose al lago nos trajo un animal que estaba nadando. Era una bestia de lo más extraño que puede figurarse. Tenia membranas en las patas, como en general las aves acuátiles, una cola peluda y enroscada como la ardilla, y una cabeza á proporcion pequeña, con imperceptibles ojos y orejas, y un pico larguísimo como el del ganso, lo que le daba un aspecto tan ridículo que nos causó risa su aspecto. Toda nuestra ciencia de naturalistas no bastó para clasificar lo que al parecer era inclasificable, y persuadidos de que aquel animal era desconocido, nos creímos autorizados para ponerle un nombre de capricho, el de bestia picuda.

Cargado con él, que como cosa rara pensaba conservar embalsamado, subimos á un altillo para orientarnos y dirigirnos por el camino más recto á la granja. Hubiera podido elegir el que ya conocíamos; mas como la ausencia se habia dilatado más de lo que pensaba, lo cual impacientaria á mi esposa, cortámos por el atajo, y á poco nos reunímos con los nuestros.

Encontrámos á la buena madre, que por todo se alarmaba, algo inquieta por nuestra tardanza y por la de mis dos mensajeros, que afortunadamente llegaron de Falkenhorst casi al mismo tiempo que nosotros. Cada uno refirió sus proezas; Ernesto disertó sobre nuestros descubrimientos, realzando tanto las descripciones que me ví obligado á ofrecer á Federico que vendria otra vez. Supe con satisfaccion que todo estaba en buen estado en Falkenhorst, y que mis encargados habian tenido la buena idea de dejar á los animales comida para diez dias por si tardábamos en volver.

Por nuestra parte pusímos de manifiesto las fresas, el arroz, los pájaros y la bestia rara que dejó pasmados á los niños. Más tarde supe que el tal animal que yo creía desconocido á la historia natural era el ornitorinco [3], descubierto por primera vez en un lago de Nueva Holanda.



Bill se arroja al agua y saca un animal muy extraño.


Despues que cenámos lo que los niños habian traido, nos fuímos á acostar. Cuatro dias permanecímos todavia en la nueva granja, á la que titulámos Waldeck (casa del bosque). En ese tiempo acabé de arreglar las puertas y ventanas que faltaban, miéntras mi esposa y los chicos amueblaban nuestro aposento para cuando se nos antojase pasar allí algun tiempo. Por último, despues de dejar á los colonos lo necesario para su subsistencia, llegó el momento de partir; se cargó la carreta con lo que debíamos llevarnos, y la caravana se puso en marcha. Mucha pena nos causó separarnos de los animales, hasta entónce inseparables compañeros nuestros, los cuales querian seguirnos á todo trance. Para contenerlos fue preciso que se quedase Federico con el onagro hasta que nos perdieron de vista; empero partiendo en seguida al galope tardó poco en alcanzarnos.






  1. La almáciga es una materia resinosa de la que en el comercio se conocen dos variedades, una llamada en lágrimas, la más pura y estimada que se obtiene por medio de incisiones practicadas en el alfónsigo, y la otra, que es la comun, cae espontánemente y se recoge del suelo. (Nota del Trad.)
  2. El cisne negro, por una de las contraposiciones que sólo se ven en la tierra de fenómenos zoológicos á cual más imprevistos, no se encuentra sino en la Australia. Fuera del color en nada se diferencia de los blancos.
  3. Este ornitorinco es del género de mamíferos comprendido en el grupo de los monotremos. No existe más que una especie, y esta rara. Se encuentran siempre á la orilla de los rios ó lagos. Viven comunmente en el agua, y exhalan un olor parecido al de los peces. Su alimento son gusanos que pescan como los ánades. (Notas del Trad.)