El arsenal de Springfield
¡Rico arsenal! Del suelo al techo suben,
Organo enorme, las bruñidas armas,
Pero sus mudos tubos hoy no brotan
La música fatal, terror de pueblos.
¡Qué estruendo harán cuando esas blandas teclas
El experto ángel de la muerte toque!
¡Qué alta lamentación, qué miserere
Completará su horrenda sinfonía!
Aún escucho el feroz coro infinito,
Los hondos ayes y estertor de muerte
Que, siglos de distancia atravesando,
En prolongado retiñir nos llegan.
Oigo el martillo del sajón rompiendo
Yelmos y arneses; bate el cimbrio bosque
La normanda canción; y un mundo clama
Del gongo de los tártaros al eco.
Su campana de guerra al florentino
Desde el palacio revolviendo escucho;
Y oigo el tambor de cuero de serpiente
Del sacerdote azteca en su teocali;
Y el caos de terror de tanto pueblo
Entrado a saco y a tizón; los hurras
Que a cada tierna súplica responden;
La orgía de soldadesca entre el pillaje,
Los ayes de hambre y sed de gente en sitio,
La preñada explosión, la rota puerta,
El plomo que granea, hojas que chocan,
Broncos cañones que a intervalos truenan....
¿Y así, con tales discordantes ruidos
E instrumentos malditos, osa el hombre
Ahogar las dulces voces de Natura
E interrumpir celestes armonías?
Si del poder que al orbe de horror llena,
Si del oro vertido en cortes y armas ...
La mitad sólo, a redimir se diese
De error la humanidad, ni un fuerte habría
Ni un arsenal; odiárase hasta el nombre
De guerreador; y al levantarse un brazo
Contra un hermano, universal y eterno,
El rayo de Caín lo fulminara.
Del porvenir abajo, y de una en otra
Generación, los resonantes ecos
Oigo....van apagándose.... al fin mueren;
Y como una campana, con solemne
Y dulce vibración, a escuchar torno
La voz de «Paz!» que Jesucristo intima:
¡Paz! y ya nunca con sus negras bocas
El órgano de guerra insulta al Cielo;
Y bellas, como cantos de inmortales,
Suben de amor benditas melodías.
Bogotá, mayo 27: 1880.