El engaño (D'Annunzio)

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

El engaño

No, ya no sufro. Si vago taciturno,— por la tarde, cuando te sigo en tu camino,— ¡Oh, el terror del próximo nocturno — suplicio, en aquel gran lecho blanco!) créeme,— es porque es dulce al alma fatigada — esta tranquilidad deliciosa — (día y noche, un pensamiento me devora — el alma, sin reposo, sin reposo),— esta tranquilidad que me circunda — de un placer vago, casi inconsciente,— (Haced, Señora, haced que oculto quede — por siempre mi terrible secreto!) — Oh este grande abandono y este olvido — de todo, á tus plantas! Sé bendita.— (El alma blanca gozará el olvido,— jamás el olvido, jamás!) Sé bendita.