El rizo robado (1851)/Canto IV

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
CANTO CUARTO.

 Pero ansiosos cuidados oprimian,1
Con secretas pasiones,
El pecho da la ninfa pensativa.
Ni fué jamás la cólera tan viva
De un joven rey vencido y en prisiones;
Ni de burlada virgen, dó lucian
Juveniles encantos; ni mas fuerte
El dolor que sintió robado amante,
Cuando perdió su amor en un instante;
Ni el otro mas cruel, que fuera muerte
A dó brilla de cólera el exceso,
De vieja á quien se niega un tierno beso;
Ni Cyntia la coqueta,
Cuando mal se prendió la manteleta;
Nada ¡ó virgen! se acerca al cruel despecho
Que de tu rizo el robo abrasa el pecho.
 En el momento mismo que Ariel deja
A Belinda la bella, Umbriel se aleja
Del centro de la tierra donde mora;
El Gnomo, á quien la luz jamas colora,
Triste, ceñudo, con la faz nublosa,
Sube á la cueva de la Esplin famosa.
Con sus alas de hollin el Gnomo vuela
En un vapor á aquel lugar sombrio,
Donde la brisa amable no consuela;
Solo el sud ruge con furioso brio:
Aqui del aire libre resguardada
Aborreciendo el sol y el claro dia,
De sombras rodeada,
Pensativa el Esplin está en su lecho;
Y la hacen compañia

Jaqueca á un lado, mas del otro Pena.
 Doncellas dos la sirven junto al trono,
Iguales en destino, mas con plena
Diferencia en figura y en semblante;
Mala indole está muy semejante
A una antigua doncella de gran tono;
Tiene el rostro arrugado, blanco y negro,
Cargan las manos largas, y el celebro
Oraciones de tarde y de mañana,
Mas lengua y corazon satira insana.
 Tambien la Afectacion alli se viera
Con el rostro enfermizo y con perfiles
De rojas flores de diez y ocho abriles;
Y cuando habla cecea, y en su cuello
De un higo muy maduro muestra el sello;
Entre olores fallece, y se desmaya
Con orgullo, y se tiende
En una colcha rica, y cuando haya
Medios de fingir mal, se cubre toda
Con una larga bata, por que es moda,
O parecer enferma, que estos males
Los padecen las bellas que son tales;
Y si el trage de noche fuere nuevo,
Asegurar me atrevo,
Por constante experiencia,
Que al nuevo trage sigue una dolencia
 Vuelan sobre el palacio mil vapores,
Y entre nubes se miran las fantasmas
Exalando miasmas;
Terribles2 como sueños de hermitaño,
Se miran sombras de feroz tamaño;
Brillantes furias, sierpes enroscadas,
Espectros que reflejan mil colores,
Tumbas abiertas con fosfóreos fuegos,

De oro luciente fuentes liquidadas;
Escenas del Eliseo en dulces juegos,
Palacios de cristal, angeles bellos
Que brillan luminosos con destellos.
De formas varias, que el Esplin formara,
Un confuso tropel en torno gira;
Una tetera viva allí se mira,
Un brazo tiende, el otro lo encorvara
Con el mango y la boca regadora;
Un puchero está allí, que se pasea
Cual de Homero la trípode;3 y suspira
Un jarro; y necia y habladora
De ganzo4 una riquisima empanada;
Hombres que estar preñados se figuran;
Tambien piden allí muchas doucellas
El tapon de corchin por ser botellas.
 Pasa el Gnomo la banda mal hadada;
Y en sus manos impuras
Un ramo lleva del Esplin muy dino;
Y asi saluda á aquel Poder divino:
Yo te saludo ¡ó reina caprichosa!
Que del quince al cincuenta el sexo riges;
Madre de negros flatos y vapores:
Tú eres la que discreta los diriges;
Por ti alcanza loores
El genio femenil con sus istéricos
Y sus vuelos poéticos.
Tú su temperamento
Sabes reglar con varios movimientos;
Ya médicos los tornas, ya poetas
Escribiendo comedias ó recetas;
Tú inspiras el orgullo, en que se mide
De la visita el tiempo, ó ya la impide,
Y la excusa un mimado favorito:

Hay una ninfa que tu esfuerzo invito
Y á otras mil ninfas à insultar lo enseña
Con las delicias de la alegre risa:
O si á tu Gnomo, ó reina, concedieras
Un hinchado tumor, barro asqueroso,
O darle del limon la agua amarilla
Que de la dueña inflama la megilla,
O el color dar de aquel que pierde un juego,
O pasando de prisa
Arrugar zagalejos, romper lechos,
O dar sospechas sin celosos hechos,
O atacar con la rabia de un patriota
El antiguo peinado á una devota,
o á un faldero enfermar siempre estriñido
Que el ojo hermoso en lloro ha consumido.
Escúchame; si tocas á Belinda
Y das mortal fastidio á aquesta linda,
Verás medio emisferio
Sujeto del Esplin al sumo imperio.
Mas la diosa, con aire descontento
Parece despreciable, pero el ruego
Agradece con fino cumplimiento.
Hace preparar luego
Un odre, semejante
A aquel dó Ulises guardara el raudo viento;
Y allí encerró con femenil aliento
Sollozos y suspiros y la guerra
De lengua, por quien tiemblan cielo y tierra:
Un pomo con desmayos y vapores,
Con tristeza, pesares y temores,
Y con llanto abundante
Que empieza y finaliza en un instante.
Contento con el don él alza el vuelo
De su ala negra al luminoso cielo.

Él encuentra la ninfa abandonada
En brazos de Thalestris, con los ojos
Hundidos del pesar y los cabellos
De su dorada trenza desatados;
El genio mal hechor rompió los sellos
De aquel infernal odre; y sus despojos
Como furias volaron,
Y de Belinda el pecho aprisionaron;
Y de rabiosa ira arde una hoguera,
Que la fiera Thalestris encendiera.
O sirviente infeliz, ella exclamaba,
Ambas manos al cielo levantando,
Y sus ecos en Hampton resonando:
Miserable doncella, replicaba;
¿Para que tomé yo tanto cuidado
De horquillas, peine y olorosa esencia?
¿Para qué aquel papel tan enrizado
Para dar a tu faz nueva excelencia?
¿Por qué ¡ ay triste ! ligar tu blanca frente
Y cargarla con plomo impertinente ?
¡0 dioses ! el ladron de tu cabello
Hará público alarde; el lechuguino
De envidia morirá; mas las señoras
Altivas mirarán torciendo el cuello:
No lo consiente honor; tú el arca fueras
Que del sexo las glorias contuvieras;
Virtud, placer, y haber fué tu destino:
Ni detendré tu llanto cuando lloras:
Escucha este lenguage horrible y fiero;
El que brinde por ti, cae en desprecio;
Sacrifica tu honor y anda en platillos:
Para te defender no hay caballero;
Confesar ser tu amigo es menosprecio.
¿Y será justo honor inestimable

El ver cerrado en un cristal brillante
Reluciendo tu rizo radiante
En cerco de diamantes, que irá en torno,
En manos del raptor para su adorno ?
¡0 desgraciada suerte miserable!
Antes en Hyde Park el heno crezea,
Y el talento en boardillas defallezca,
o el aire con la tierra al caos vuelvan,
Y hombres, loro y faldero se disuelvan."
Ella dice, y rabiosa se adelanta
De Sir Plume á la casa, y luego ordena
Que le mande á su bello
Que le vuelva al instante su cabello.
El con su caja de ambar que le encanta
Y con su caña, de mil manchas llena,
Justamente orgulloso, milord Plume
Ni mucho tiempo en responder consume;
Y con el ojo tieso y faz redonda,
Que no anunciara un solo pensamiento,
Abre su caja y dice: en el momento
Milord ... vaya. qué diablo ...¿y ese rizo ?
Sois un hombre civil • chanza redonda.
Voto á Dios... qué chuscada; si: es preciso
Quiere decir enfin . . . darle su pelo.
Dice y abre su caja y mira al cielo.
Mucho me pesa, el Par le respondiera,
Ver que tambien hablais y hablais en vano:
Pero yo os juro por el rizo bello,
(Que jamas debe unirse a su cabello,
Ni que tan grande honor alcanzar pueda
Ya separado de su frente leda )
Que mientras mi nariz el aire aspire,
Esta mi mano guardará el trofeo.
Asi hablara: y hablando, el devaneo

De su triunfo se ve que allí respira,
Y el honor y pereza,
Que de un Par se contiene en la cabeza.
Pero Umbriel, genio infame, no descansa,
Y al pomo de pesares se abalanza.
En gracioso desmayo ya aparece
Belinda, y desfallece
En lagrimas sus ojos inundados,
Y en suspiros ahogados;
Sobre el pecho la frente reclinando,
Se levanta y decia sollozando:

  • Para siempre maldito el negro dia,

En que perdí mi rizo y mi alegria:
¡Una y mil veces yo dichosa fuera
Si la corte de Hampton nunca viera!
No soy yo ciertamente la primera
Que de amor cortesano escarnio fuera.
10, si en tierras lejanas olvidada,
Quedara solitaria y desterrada,
Donde el dorado coche no sonara,
Ni el tresillo ó bohea se nombrara:
Y allí con mis encantos escondida,
Como rosa en desierto fuera hundida !
¡Quien con lores vagar me persuadiera!
En mi casa rezando mejor fuera.
Mil presagios mi suerte predecian;
De mi trémula mano se caian
Horquillas y lunares, y la china,
Si viento se agitaba resonando;
Y mi lorito Poll ni hablar atina;
Y Relindo, el faldero,
Adusto me miraba y muy severo.
Un Silpho me advertia
Que algun hado fatal me perseguia

En bien claras visiones;
Mas, tarde conocí sus intenciones.
¡Mira los pobres restos del cabello
Yo con mis manos desharé furiosa
Lo que dejó rapiña codiciosa.
Estos dos negros rizos, que algun dia
Le daban á porfia
Nuevo realce á mi nevado cuello,
Y este rizo, su hermano,
Ahora despreciado y solitario,
Desenrizado y suelto en giro vario,
Ya tentarán ¡o Lord! á esa tigera,
Que sacrilega quiera
Su destino igualar tu infernal mano.
O fueras ¡inhumano! azas contento
De robar mis cabellos con tus ojos,
Y que fueran los únicos despojos
De tu osado y glorioso atrevimiento."


NOTAS.

N. 1. At regina gravi jam dudum saucia cura.

Virg. Eneid, lib. 4 vers. 1.

N. 2. Con el estómago vacio se sueñan terribles sueños y tal debe suceder á los que tienen por voto, devocion ó costumbre el ayunar: tales son los Dervices, los Bonzos, los Ermitaños verdaderos, no como D. Rafael el de Gil Blas, que éstos no lo pasar mal; ni lo pasaban tampoco los Cartujos del Paular, Gerónimos del Escorial y otros, pero si los pobres frailes denominados de sopa, que siempre les cogia la ronda.

N. 3. Véase á Homero, Iliada canto 15. La Trípode de Vulcano.

N. 4. Alude á una señora inglesa maniaca, que se figuraba estar convertida en un pastel de ganzo.

N. 5. Aun nos queda bastante que burlarnos de este prurito de las mugeres de atormentar sus cabezas, y de que hay en el mundo quien tenga oficio de peluquero. Papillotes, tirabuzones, plomo, hierros candentes, pomadas, aguas de olor, aceites perfumados & & todo hace esperar á las cabezas femeninas y aun masculinas que deben sufrir una ingeniosa miseria.

N. 6. Sir George Browns, ya se ha dicho que este solo individuo en las familias fué el único que resistió la reconciliacion; y sentia sobre manera que el poeta le hiciese hablar tan sin tino ni acuerdo.

N. 7. Es sabido en Londres que un grabado, que ejecutó con siete otras figuras Mr. Hogarth sobre la tapa de una caja de tahaco de oro, fué regalada á uno de los interesados en la cuestion del rizo. El original impreso fué vendido en la almoneda de Mr. Gulston en 132 duros ó en 35 libras esterlinas.

N. 8. Alusion del juramento de Aquiles en la Iliada, lib.