Ir al contenido

Elementos de economía política: 15

De Wikisource, la biblioteca libre.


Capítulo III : Análisis de la producción.

[editar]
    • I. De lo que debemos entender por la producción de las riquezas.
    • II. De qué se componen los trabajos de la industria.
    • III. De los instrumentos generales de la industria: la tierra, el trabajo, el capital.
    • IV. Oficios respectivos de los tres instrumentos para producir.
    • V. Cómo se aprecian los gastos de producción y los progresos en industria.
    • VI. Si hay un trabajo improductivo. -Analogía de los productos inmateriales con todos los demás.
    • VII. Clasificación de las industrias.


§. VI. Si hay un trabajo improductivo. -Analogía de los productos inmateriales con los demás.

[editar]
101. Hemos reconocido la analogía del capital material y del capital inmaterial, es decir, la analogía de las fuerzas desarrolladas por el trabajo en las cosas y en los hombres; réstanos establecer que todo trabajo, en la verdadera acepción de esta palabra, es productivo de riqueza y de productos análogos.
102. Puede crearse una utilidad capaz de satisfacer una necesidad, y aun de llegar a ser el objeto de un cambio, y por consiguiente, un origen de riqueza, sin estar incorporada a ningún objeto material. Un médico, un abogado, producen una utilidad que satisface necesidades y que pueden vender; éste es un producto inmaterial perfectamente análogo económicamente a un producto material, porque en él se hallan reunidas las operaciones del sabio, del obrero y del empresario. Un hombre estudia el derecho y se hace sabio; es empresario recibiéndose de abogado, y obrero haciendo pedimentos o defendiendo causas.
Hállanse con efecto en esta producción una fuerza, la del trabajo, la aplicación de esa fuerza, el trabajo; y un resultado económico, es decir, la satisfacción de una necesidad.
Pero esa producción es indirecta, por cuanto los médicos, por ejemplo, cuidando de la salud de los productores, contribuyen favorablemente a los trabajos de éstos, y en el mismo concepto que el trabajo gubernativo, de que acabamos de hablar al definir la producción.
103. No hay, pues, ningún trabajo improductivo fuera del que nada absolutamente produce, es decir, del trabajo absurdo de un loco, que no es verdadero trabajo. En cuanto al ocioso, no hace ningún trabajo: es esclavo de la pereza.
104. De una inadvertencia de Smith, exagerada por otros economistas, ha provenido un error, causa de que Malthus, Sismondi y otros desconozcan los productos inmateriales, y que ha hecho considerar como ociosos o como trabajadores improductivos, y por consiguiente perjudiciales, a una clase interesante de productores. En efecto, el insigne escritor entendía por trabajo productivo y trabajo improductivo el trabajo que da productos materiales y el trabajo que da productos inmateriales perfectamente análogos; solo que dejó el honor de este análisis a J. B. Say. Además, su observación sobre este punto no fue completa; y cuando sentó por principio que «nada queda de trabajo del criado, por ejemplo, sentó un error, digámoslo sin rebozo, que no debía esperarse de Adan Smith». (Rossi.) En efecto, el criado, sirviendo a su amo, deja a éste ocuparse en otros trabajos.
105. Si a esto se responde que un exceso de criados arruina, vale tanto como decir que arruina el emplear diez caballos en una máquina para la que bastaría uno, lo mismo que el edificar una casa de veinte mil pesos cuando bastaría una de diez mil, o tirar el dinero por la ventana o cometer errores de cálculo. El productor necesita tener criterio y calcular bien, el momento en que debe cesar de hacer o de emplear productos inmateriales.
106. Los productos inmateriales son, pues, análogos a todos los demás, y esta analogía es fácil de seguir. Los productos materiales varían por gradaciones insensibles en cuanto a su forma, su extensión y su duración. Si nos fijamos en esta última propiedad, vemos que una vajilla, por ejemplo, dura más que una tela, y ésta más que una fruta. Ahora, de un producto como las cerezas, que se consume poco después de su creación, podemos descender a los que se consumen necesariamente en el momento mismo de su creación, tales como una representación teatral, una lección de un profesor, una visita de un médico. Todos estos productos satisfacen nuestras necesidades o nuestros gustos, y constituyen riquezas (2 y 25).
107. Así, pues, el trabajo a que se deben los productos inmateriales es productivo. El militar que defiende a su patria a costa de su sangre, el administrador que vela sobre la riqueza pública, el juez protector del buen derecho, el profesor que difunde el saber, etc., etc., suministran una utilidad indirecta, es cierto, pero verdadera, en cambio de los estipendios que reciben.
108. ¿A qué conduce el negar que los productos inmateriales son riquezas? A prescindir en los cálculos de una multitud de producciones interesantes, indispensables, y a desconocer los servicios positivos que hacen a la sociedad profesiones honrosas.
109. Este principio está demostrado; pero puesto que economistas de primer orden, como Malthus, Sismondi, etc., se parapetan en la vaguedad de las palabras de Smith, llevaremos con M. Rossi la refutación hasta sus últimas consecuencias. Se ha dicho que nada queda después del consumo de un producto inmaterial. ¿Qué deja el cantor? El recuerdo; y cuando hemos bebido vino de Jerez y comido pan, ¿qué queda de estos productos materiales?
110. Se ha dicho también que los productos inmateriales no pueden acumularse, y que esta circunstancia les quita su calidad de productos. En primer lugar, los hay que pueden acumularse, y ya lo hemos probado; las fuerzas intelectuales son análogas a las fuerzas físicas: el padre que pone a su hijo en aprendizaje, capitaliza para su hijo, para sí mismo, para la sociedad; y además, puesto que se invoca la facultad de acumular, ¿se acumulan por ventura los frutos y los productos materiales análogos?
111. Resumiendo: si se emplean las fórmulas de productos materiales y de productos inmateriales, no debe ser para distinguir los resultados de un trabajo productivo de los de un trabajo improductivo, sino sólo para distinguir variedades, o más bien, matices de un trabajo productivo. De aquí en adelante, dice M. Rossi, la reunión de las palabras trabajo e improductivo es un contrasentido.
112. Las precedentes consideraciones hacen en parte entrar en la jurisdicción de la economía política todas las industrias inmateriales, cuyo estudio enlaza a esta ciencia con la ciencia social. Una observación atenta demuestra que las artes físicas, intelectuales y morales, que todas las funciones que obran sobre los hombres y perfeccionan sus facultades, están regidas por las mismas leyes económicas que las que obran sobre las cosas(123).