Enrique IV (fragmento)

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Pensamientos, máximas, aforismos y definiciones
entresacados de todos los poemas, sonetos, comedias, historias y tragedias de William Shakspeare con adición de los trozos más selectos contenidos en sus diversas obras (1879)
traducción de Matías de Velasco y Rojas
Trozos selectos: Enrique IV
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
EL REY ENRIQUE IV
LUCHANDO CON EL INSOMNIO Y DEVORADO POR LOS
REMORDIMIENTOS DE SU CONCIENCIA.


¡Cuántos y cu.ántos de mis más pobres súbditos duermen á esta hora! Oh, sueño! apacible sueño! Dulce reparador de la naturaleza, á qué punto no te habré ahuyentado para que rehuses constantemente cerrar mis párpados y hundir mi pensamiento en el olvido! ¡Por qué te fijas gustoso en el ahumado chirivitil y extendido en molestos jergones te amodorras al zumbidú de los insectos nocturnos, y no te place tanto albergarte en las perfumadas cámaras de los potentados, bajo doseles de magnífica púrpura, acariciado por los sones de la más suave melodía? Dios estúpido! ¡por qué reposas en infecta cama, junto al pordiosero, y huyes del lecho real cual si fuese la garita del vigilante nocturno ó la torre cuya campana toca á rebato? Sí, tú vas á cerrar los ojos del grumete en lo alto de los vertiginosos mástiles y á mecer su cabeza en la imponente cua del altivo Océano, en medio del huracan que bate las crestas de lás gigantes olas, las eriza en monstruosos penachos y las lanza hasta las nubes fugitivas con tan atronador ruido, que á su estrépito, hasta la propia muerte se dispierta! Oh! sueño injusto! ¿por qué brindas reposo en esas horas terribles al mojado grumete y en la noche más serena y tranquila, sin atender á las súplicas ni á las ventajas del fausto, lo rehusas á un rey? Ah! dormid tranquilamente, venturosos miserables! El que ciñe una corona no reposa jamás!


Gran Dios! Que no se pueda leer en el libro del destino, y á efecto de las revoluciones seoulares, ver aplanarse los montes, fundirse el sólido continente en los océanos! Que al través de tiempos más remotos, no veamos las cinturas de playas tomar descomunales proporciones para las caderas de Neptuno! Que no sea dable adivinar los misterios del porvenir ni los diversos licores que llenan la copa de las vicisitudes! Oh! si todo esto pudiera conocerse, el joven más dichoso, en presencia de su trazada ruta, de los peligros por vencer, tolas travesías futuras, tan solo querria cerrar el libro, sentarse y morir. — Rey Enrique IV: 1.° parte, acto 3.°, esc. 1.ª