Ensayo de una historia de Orizaba: Tercera parte: Capítulo IV

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Ensayo de una historia de Orizaba (1867) de Joaquín Arróniz
Cap. IV
Cap. V
Nota: Se respeta la ortografía original de la época



IV.


Llega Sandoval.— Sigue á los fugitivos á Chocaman.— Dales alcance, y es arenga, ordenándoles vuelvan á sus hogares.




Gonzalo de Sandoval, entretanto que los consternados hijos de Ahauializapan huian despavoridos, se acercaba á sus abandonados hogares.

Es incuestionable que trajo el mismo camino que Cortés siguió, cuando salió de México al encuentro de Narvaez.

Grande seria el asombro del gefe español al llegar á estos lugares, y no encontrar, ni enemigos á quienes combatir ni vasallos á quienes amonestar y reprender, por su malquerencia.

No le fué, sin duda, muy dificultoso averiguar el paradero de los fugitivos; pues á poco de haber bajado á este valle se dirijió á Chocaman, lugar que en lo antiguo figuraba entre los principales de estos rumbos.

Por la conducta que observó Sandoval en esta expedicion, se comprende que sus instrucciones para tratar á los rebeldes eran muy benignas. El bravo capitan no echó de luego á luego manos a las armas, ni hubo para qué en lo de adelante, y antes bien apeló á los pacíficos arbitrios de la persuasion.

Los caciques de las poblaciones que, aun en la fuga de aquellas familias, conservaban algun prestigio de su autoridad, comenzaron á entablar pláticas con el gefe español. Éste, por su parte, no desperdiciaba recurso ninguno para traerlos á la obediencia pacíficamente.

Los fugitivos entonces, que se habian guarecido en las montañas vecinas, donde habian estado á la capa sufriendo las zozobras del temor, recelosamente, comenzaron á salir de sus escondrijos.

Sandoval marchaba con cierta reserva, y no sin desconfiar y tener por grave indicio aquella emigracion súbita de poblaciones enteras; pero á vista de la sumision de los primeros caciques que con él se entendieron, fué ya menos suspicaz y se mostró con la noble franqueza de su carácter.

Gonzalo les habló con la rudeza de un soldado. Reprocholes su conducta; y les amenazó con un terriblé castigo en caso de reincidencia; mas no pasó de ahí. Ordenó en seguida á los gefes de las poblaciones, que volvieran á sus hogares, y que no temieran por sus vidas. Sus órdenes fueron cumplidas sin dilacion[1].

Todos los habitantes prófugos regresaron á sus hogares, confiados en las promesas del conquistador.

Admirados quedaron de su benignidad: los detalles sangrientos de la toma de México les habian preocupado á tal punto que no aceptaban á explicarse la blandura con que eran tratados, y más, cuando ellos nunca habian sido bastante generosos para perdonar á un enemigo vencido. Gonzalo prosiguió su pacífica espedicion, dejando restablecida en Ahuializapan el imperio de la autoridad española[2].

En pocos dias Huatusco y Cotaxtla, á ejemplo de estos lugares, quedaron por segunda vez sometidas, para no volver á sublevarse en mucho tiempo. Entonces fundó Sandoval, en honor de Hernan Cortés, el pueblo de Medellin, que antes llevaba el nombre de Tochtepec.

Como hemos visto, no fué indispensable el rigor para sujetar estas provincias, acostumbradas ya á la obediencia de los extraños, pues nunca gozaron de la libertad política de que disfrutan los pueblos realmente independientes.

Veian destruida para siempre, la autoridad que hasta entonces habian respetado ciegamente; y solo sentían que el nuevo señor les impusiera, con su dominio, otra religion y otras costumbres.

Los hijos de Ahauializapan volvieron á sus hogares, agradecidos del buen acojimiento que alcanzaron del conquistador; pero tristes, al mirarse siervos de un señor, aunque poderoso, extrangero.

Si bien admiraban su poder, haciáseles cosa dura tener que acatarle: no acertaban ni á imaginar cuál seria su suerte; pero le temian, con esos vagos presentimientos que predicen á la conciencia de los pueblos lo poco bueno que deben esperar en sus cambios y transformaciones, y lo mucho que tienen que temer de ellos.

No se necesita, gran esfuerzo para explicarse los contrarios sentimientos que agitaban á los indígenas de aquí, como de todo México, cuando hoy dia, nosotros mismos, por desgracia, vivimos en la incertidumbre dolorosa con que de años atrás luchamos, amenazados de una completa disolucion social.

Los habitantes de Ahauializapan, mas rudos que las generaciones que los sustituyeron; pero menos presuntuosos y acaso mas patriotas, se doblegaban, no á las tristes consecuencias que las pasiones políticas puestas en juego, mezquinas y miserables siempre, nunca ventajosas al bienestar de los publos, arrojan de sí, sino al peso invencible de un poder que por el valor real con que se les mostraba, y por el fatalismo con que ellos miraban aun los asuntos mas triviales de su vida particular, juzgaban irresistible para combatirle é inevitable para abrigar ni una sola esperanza de poder librarse de él.

Los ahauializapantecatl[3] volvieron á las tierras de sus padres, no como señores y dueños de ellas, y sino como siervos de mi monarca desconocido. Sus destinos estaban cumplidos, y para siempre jamás quedaron bajo el dominio de los conquistadores para continuar después en el de los descendientes de éstos.






  1. En el documento á que ya me he referido en otra parte de esta obra, pag. 105, Ico.... “Dixo que quando Sandoval fué por este camino á conquistar esta tierra todos los yndios desta comarca se recogieron á Chocaman y allí les fablo Sandoval y les dixo que no tuvieran myedo á los españoles y que se vinieran á sus casas y que entonces se tornaron aqui los indios de Abriçaba.” Documento paleografiado por mí, su fecha, 13 de enero de 1542.— No sé con qué fundamento, vistas las palabras citadas, escritas veinte años despues de la conquista, pudo decir el Sr. Segura, en su Estadística de Orizaba: “La pacificacion se hizo como la de toda la América, á costa de incendios, robos y crueldades”. Pág. 19. La única razon que me doy á mí mismo para explicarme estas exageraciones es la de que el Sr. Segura escribió en 1826 , época en que era muy de moda ensañarse contra los conquistadores, sin mucho tino á veces. Acaso el padre ó gefe de esa escuela perniciosa, fué, en en otros conceptos, muy apreciable D. Carlos M. de Bustamante. Felizmente los hechos de la antigua Historia de México son juzgados hoy con ménos pasión y mas imparcialidad.
  2. “Pebló en Tochteper, que está de México ciento y cuatro leguas, llmole Medellin por mandado de Cortés y en gracia que así se llama el pueblo donde nació.” Gomara.
  3. Naturales de Ahauializapan.