Excelsior (Longfellow, Pombo tr.)
Cuando ya el nocturno manto
Desplegábase veloz,
Entre hielo y nieve un joven
Un pueblo alpino cruzó
Empuñando una bandera
Con esta extraña inscripción:
¡Excelsior!
Su ceño triste; sus ojos
Despedían un fulgor
De alfanje al desenvainarlo;
Y en tanto en vibrante son,
Iba cual clarín de plata
Dando esa incógnita voz:
¡Excelsior!
Luces de hogares dichosos,
Fuego de blando calor.
Vio abajo, mientras que arriba
El ventisquero feroz
Espectral lo amenazaba;
Pero él tenaz murmuró:
¡Excelsior!
«¡Detente!» gritóle un viejo,
«¡Detente! que un nubarrón
Armó tormenta en la cumbre,
Y el torrente bramador
Niega el paso,» — pero firme
La voz del clarín volvió:
¡Excelsior!
«¡Quédate aquí!» la doncella
Le dijo: «en mi corazón
Posarás la sien rendida,»
Y una lágrima brilló
En su ojo azul. La respuesta
Fue un suspiro y una voz:
¡Excelsior!
«¡Cuidado que hay ramas secas
En verde pino traidor,
Y cuidado con el lurte!»
Así, diciéndole adiós,
Le gritaba el campesino,
Mas, ya en alto, a oír tornó:
¡Excelsior!
A el alba, cuando subían
La cuesta, y el alma a Dios,
Los buenos monjes Bernardos
En su temprana oración.
Por los atónitos aires
Oyeron la extraña voz:
¡Excelsior!
Medio sepulto en la nieve
Su perro fiel descubrió
A un viajero cuya mano
Yerta del hielo al rigor
Aún asía una bandera
Con esta rara inscripción:
¡Excelsior!
Allí, al crepúsculo vago,
Inerte ya y sin calor
Pero hermoso todavía.
Yacía el héroe; y una voz
Del sereno firmamento
Como una estrella cayó:
¡Excelsior!