Flores de sangre

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XVII
FLORES DE SANGRE

Durante el furor de la guerra
Risueña estación asomaba;
Do fué la contienda más brava
De flores se cubre la tierra.

Sus cálices muestran abiertos,
Como antes, lozanas y bellas,
Y esmaltan á modo de estrellas
El campo do yacen los muertos.

¡Oh! ¿cómo levantan sus frentes
La maya, la limpia azucena,
Tan blancas, después que la arena
La sangre ha bebido á torrentes?

La sangre vertida á raudales
Su savia les presta y colores;
¿Pues cómo en su tinte las flores
No llevan rojizas señales?

¿Alguna á sentir no comienza
Que sube de la íntima entraña
Del suelo que holló planta extraña,
Su faz á teñir la vergüenza?

Y mano extranjera, á mi vista,
Las siega; ¿y ninguna se enoja?
¿Ninguna de horror se deshoja
Sintiendo pasar la conquista?

A insecto ó abeja que el ala
Fugaz en sus pétalos posa,
¿Ninguna dirá pudorosa:
"Aromas mi seno no exhala"?

Osario tan fúnebre y triste
Lo tornan sus galas riente;
No hay una que el caso lamente;
Ninguna de luto se viste.

Ninguna, en sus sueños de gloria,
Nuestro hondo dolor atestigua:
Son nuevas; la patria es antigua;
¡De nada conservan memoria!

¡Guardad los vistosos girones,
Oh flores! ¡sentid, aunque mudas.
Que sois las agrestes viudas
De heroicos segados garzones!

No visteis la luz en desiertos;
¡Oh ñores! sois hijas de Francia:
Vosotras, su esmalte y fragancia;
¡Debierais llorar á sus muertos!