Ir al contenido

Justo José de Urquiza (VAI)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
JUSTO JOSÉ DE URQUIZA.


JUSTO JOSÉ DE URQUIZA
(1801 - 1870)




E

L general Urquiza es una de las primeras personalidades históricas de la República; y no obstante su activa participación en la sangrienta guerra civil que devoró tantas vidas y cansó tantas pérdidas morales y materiales, su nombre figura no sólo como el del libertador que

suprimió valerosamente en Caseros la tiranía de Rosas, sino como el del más eficaz agente de la organización constitucional de su país.


I.

El general don Justo José de Urquiza nació en el departamento del Uruguay, provincia de Entre Ríos, el 18 de octubre de 1801, y recibió su primera educación en el colegio de la Unión del Sud, en la ciudad de Buenos Aires.

Empleado en la administración de su provincia bajo el gobierno del general Mansilla, siendo muy joven todavía empezó á figurar en política en el lugar de su residencia, que era la Concepción del Uruguay. Hacia 1825, era diputado en la legislatura de Entre Ríos y sargento mayor de milicias.

Habiendo emigrado de Entre Ríos se estableció en la vecina provincia do Corrientes y después de la revolución de 1° de diciembre de 1828, ocurrida en Buenos Aires, se trasladó de nuevo á Entre Ríos. Más tarde los amigos de Rosas le censuraron el haber mantenido, por entonces, relaciones políticas con los emigrados argentinos en la Banda Oriental, es decir con Lavalle y sus partidarios.

En 1830 ya figuraba en primera línea entre los políticos de su provincia, como secretario del gobernador don Ricardo López Jordán, antiguo caudillo de la provincia y hermano de Ramírez. Vencido aquel y sus tropas en dos combates (1830-31), Urquiza emigró de nuevo buscando un asilo en la Banda Oriental, pero muy en breve volvió á su provincia. En 1832 era jefe del departamento del Uruguay, el más importante de Entre Ríos, por nombramiento que recibió del general Echagüe.

Desde esa época empezó á ser mirado por Rosas como poco afecto á su persona y á su sistema: más tarde, cuando Urquiza se pronuncio en contra del tirano, éste tuvo cuidado de hacer establecer en su prensa este antecedente de Urquiza.

Bajo la administración del gobernador Echagüe, Urquiza desempeñó un papel principal, concurriendo á acciones sangrientas de la guerra civil, como Pago-Largo en Corrientes, y Cagancha en la Banda Oriental.

La intervención de la Francia y de la Inglaterra en la guerra civil argentina y la adhesión que siempre manifestó Urquiza al tratado de 4 de enero de 1831, determinaron siempre la línea de conducta que siguió en aquella época tormentosa.

Refiriendose á ese tratado y á los anexos en que le tocó intervenir como sustentador de él, dijo lo siguiente: « Yo he sido uno de los más formidables sostenedores de ese pacto, y para afianzar sus bases, he consumido la riqueza de mis compatriotas: les he arrebatado su tranquilidad, he derramado su sangre y sacrificado sus vidas, como me he sacrificado yo mismo y agotado mi fortuna hasta no dejar enemigo que se opusiera á nuestros arreglos nacionales bajo la forma de gobierno republicano representativo federal. »


II.

Electo gobernador de Entre Ríos, Urquiza fué aumentando su prestigio día á día, llegando á ser, entre los políticos militantes uno de los primeros de su país y el más solicitado por los emigrados argentinos, que conocían sus antecedentes é ideas, para encabezar el pronunciamiento final contra Rosas.

Por tres veces Urquiza había intentado pronunciarse contra el tirano y derrocarlo; pero tres veces había tenido que retroceder de su propósito, no sin verse forzado á dolorosos sacrificios.

El 1º de mayo de 1851 pudo, por fin, realizar su plan. Para el mejor éxito de él contaba con el apoyo de una gran parte del ejército sitiador en Montevideo, con el gobierno de la defensa y la alianza del Brasil negociada en Río Janeiro por el ministro oriental don Andrés Lamas.

La alianza del Brasil puede decirse que fué obra del mismo Rosas, que envalentonado con sus triunfos militares y diplomáticos creyó conveniente romper sus relaciones con el gobierno imperial, obligando así á éste á tomar participación en una lucha que siempre había rehuído, y en la cual la peor parte iba á corresponder esta vez al tirano.

Urquiza atraviesa el río Uruguay y cae como un rayo sobre la retaguardia del ejército sitiador.

Reforzado con la mayor parte de los soldados y todo el material de éste, á fines del mismo mes se ponía nuevamente en marcha sobre el Uruguay, y el 11 de diciembre el ejército grande aliado de la América del Sud estaba acampado sobre el Paraná, en las alturas del Diamante. Constaba de 24,000 hombres de los cuales 18,000 eran argentinos, y el resto orientales y brasileros.

La escuadra brasilera, que operaba á las órdenes del almirante Grenfell, había penetrado en el río Paraná con el objeto de facilitar el pasaje del ejército.

En el paso del Tonelero (17 de diciembre de 1851) la escuadra tuvo que sostener un fuerte cañoneo con una batería que Rosas hizo colocar en dicho punto para impedirle el paso, que se efectuó á pesar de eso con todo éxito.

El 24 todo el ejército efectuó el pasage del caudaloso río, y en el boletín del ejército pudo decirse con verdad al día siguiente:

« El sol de ayer ha iluminado uno de los espectáculos más grandiosos que la naturaleza y los hombres pueden ofrecer: el pasaje de un gran río por un gran ejército. »

El 30 el general Urquiza anunciaba esta grande operación á los habitantes de todas las provincias y el 3 de febrero de 1852 obtenía la victoria de Caseros. El tirano estaba derrocado.

Fugitivo del campo de batalla, Rosas buscó un asilo en un buque de guerra británico que lo condujo á Inglaterra, donde falleció hace pocos años.
IV.

Al caer Rosas en 1852, las provincias quedaban separadas las unas de las otras, como si fuesen naciones soberanas; pero como todas deseaban formar una sola nación, lo que más anhelaban era constituir ésta definitivamente.

Y como este fué el principal propósito que Urquiza y los hombres que lo rodeaban tuvieron al derrocar la tiranía, convocó á todos los gobernadores á un acuerdo en la villa de San Nicolás, en la provincia de Buenos Aires. Lo que se buscaba era unificar las voluntades y las opiniones á fin de que la grande obra, tantos años retardada, quedase consumada en breve tiempo.

El acuerdo fué celebrado el 31 de mayo de 1852, estando representadas doce de las catorce provincias argentinas, es decir todas menos las de Salta y Jujuy, que más tarde se adhirieron á lo pactado. Por él se estableció, que en el mes de agosto se reuniría en Santa Fe un Congreso general constituyente compuesto de dos diputados por cada una de las provincias, el cual formaría la constitución bajo él sistema representativo republicano federal, según lo estatuía tratado de 4 de enero de 1831.

Además era conferido á Urquiza, en lugar del título y autoridad de Encargado de las Relaciones Exteriores que tenía, el de Director Provisorio de la Confederación Argentina.

El gobernador de Buenos Aires, don Vicente López, el autor de la canción nacional, suscribió el referido acuerdo; pero la legislatura de Buenos Aires, después de agitadísimas sesiones celebradas en el mes de junio, se pronunció en contra de lo pactado por aquél. Con este motivo, el gobernador y sus ministros renunciaron sus puestos, fundándose estos en haber sido amenazados en el recinto de la legislatura.

El general Urquiza dió entonces un golpe de estado, animado del deseo de que la grande obra de la organización nacional no fuese retardada entrando el país nuevamente en lucha civil; y como garantía de sus buenas intenciones, colocó al frente de la provincia á don Vicente López, anciano virtuoso, y patriota de intachable pureza. Luego creyó conveniente asumir el mando de la provincia, y ausentándose en seguida para Entre Rios dejó como sustituto al general don José Miguel Galán.

El 11 de setiembre tuvo lugar en Buenos Aires una revolución contra Urquiza, realizada por los que en la Legislatura combatieron el pacto de San Nicolás.

Reinstalada aquella, publicó un manifiesto justificativo de la conducta de los revolucionarios, justo en cuanto defendía la autonomía de la provincia de Buenos Aires, pero no así cuando atribuía al vencedor de Caseros, el libertador de la misma provincia de Buenos Aires, propósitos egoístas.

« Todo era mentido, decían los representantes en su manifiesto.

« Mentida libertad, y mentido libertador.

« Mentida fusión, y mentida federación.

« Mentida organización nacional, mentidas elecciones, mentido Congreso nacional, mentida regeneración. »

Cuando esto declaraba la legislatura de Buenos Aires, el general Urquiza, dando una prueba de la sinceridad de sus intenciones, y hasta de grandeza moral, declaraba que un pueblo á quien se había dado una vez la libertad y que se juzgaba capaz de apreciarla debidamente, debía tener la energía de conservarla por sí mismo; que en tal situación no había querido volver sobre Buenos Aires.

Mientras esto hacía el general Urquiza, la Legislatura de Buenos Aires declaraba, el 21 de setiembre, que no reconocería acto alguno de los diputados reunidos en Santa Fe.


V.

Después de realizados estos actos y cuando el general Urquiza había ya licenciado el ejército de la provincia de Entre Ríos, el gobierno de la de Buenos Aires envió sobre aquella una expedición armada a las órdenes de los generales Hornos y Madariaga, con el objeto de destruir el influjo y el poder de Urquiza. Esta expedición, que respondía á un plan de guerra que debía llevarse á las provincias del interior, fué derrotada.

Consumada la revolución de setiembre, algunos de los jefes que á ella cooperaron, especialmente en la campaña, promovieron en esta un nuevo movimiento revolucionario que fué encabezado por el coronel Lagos, el cual se proponía asegurar la paz interna de la provincia, y la unión con las demás provincias, derrocando al efecto al gobernador de Buenos Aires don Valentín Alsina, bajo cuya administración se inició la guerra civil que dió por resultado el desastre del ejército expedicionario.

Habiendo aceptado los nuevos revolucionarios el concurso del director provisorio, las fuerzas de mar y tierra de la Confederación, unidas á las de la campaña de Buenos Aires, pusieron sitio á esta ciudad. Pero habiendo sido sobornado el jefe de la escuadra y algunos jefes del ejército sitiador, el general Urquiza se vió forzado á levantar el asedio (julio de 1853).

Antes de abandonar el sitio, el general Urquiza celebró un tratado con los ministros de Francia é Inglaterra por el cual quedaron abiertos los rios Uruguay y Paraná á la navegación de ambos países. Este tratado quitaba á Buenos Aires la situación privilegiada que conservaba desde los últimos tiempos del coloniaje, de ser el único puerto habilitado para el comercio exterior.

Entretanto, reunidos en Santa Fe los diputados de las trece provincias qué aceptaron el pacto de San Nicolás, sancionaban el 1º de mayo de 1853 la Constitución que, con leves alteraciones, rige actualmente. Así quedaba resuelto, en gran parte, el segundo fin de la Revolución de mayo, fallando sólo que la provincia de Buenos Aires, que en 21 de setiembre del año anterior había declarado que no reconocería acto alguno de los diputados reunidos en Santa Fe, la aceptase libremente.

Por esta Constitución se creaba un gobierno nacional compuesto de tres ramas: el Poder legislativo formado por dos Cámaras, una de representantes del Pueblo argentino, y otra de senadores representantes de las Provincias: de un Poder ejecutivo desempeñado por un Presidente electo cada seis años; y de un Poder judicial. Cada provincia, en uso de la parte de soberanía no delegada en el Gobierno nacional, se reservaba el derecho de constituir su propio gobierno local en armonía con las instituciones nacionales. La ciudad de Buenos Aires fué declarada capital de la Nación.

Promulgada la Constitución, fué electo Presidente, con arreglo á lo que ella disponía, el general don Justo José de Urquiza.

Las trece provincias formaron, en consecuencia, sus respectivas constituciones. El Estado de Buenos Aires, como se titulaba, se dió su primera Constitución en 1854.

El puerto del Rosario fué habilitado para efectuar por él la carga y descarga de los buques que penetrasen en el Paraná; y como medida de hostilidad á la provincia de Buenos Aires, que había rechazado de antemano lo que pudiera hacer el Congreso de Santa Fe, se establecieron los derechos diferenciales. Con esta medida se procuró fomentar la unión de las provincias que formaban la Confederación, y compeler, de una manera indirecta, á la de Buenos Aires, á aceptar la Constitución nacional, so pena de perder la importancia comercial que le daba la situación geográfica de su puerto.


VI.

En Buenos Aires la opinión no era unánime. Unos querían la independencia nacional de la provincia; otros la destrucción del régimen constitucional de la Confederación por medio de la guerra civil, y la reorganización de la República sobre la base de un gobierno unitario. No faltaba tampoco guien abogase por la aceptación lisa y llana de la Constitución, mientras que otros la aceptaban con modificaciones que sin alterar su parte fundamental, cedían sólo á lo que consideraban el derecho de la provincia de Buenos Aires y á ciertas conveniencias de mera oportunidad.

En esta situación permanecieron Buenos Aires y la Confederación desde 1853 hasta 1859, en que sobrevino la guerra. La batalla de Cepeda dió la victoria á las tropas de la Confederación mandadas por el Presidente en persona, quien avanzó sobre Buenos Aires.

El 11 de noviembre de 1859 se celebraba en San José de Flores un tratado entre la Confederación y Buenos Aires, por el cual ésta se declaraba parte integrante de la nación Argentina, aceptando y jurando la Constitución, que antes debía ser revisada en una Convención provincial, luego que una Convención nacional sancionase las reformas propuestas.

Entonces se reunió en Buenos Aires la Convención de la provincia, formada por los hombres más distinguidos que ésta tenía. Aun cuando se introdujeron algunas reformas, fueron fruto de la experiencia de seis años y no alteraron las bases fundamentales de la Constitución sancionada en Santa Fe. Sólo en un punto tuvo ésta lugar, — en lo respectivo á la capital de la Nación. Según las reformas, la Nación quedaba sin capital hasta tanto que ésta fuera fijada por ley del Congreso.

Aceptadas las modificaciones en una Convención nacional, Buenos Aires juró la Constitución el 21 de octubre de 1860.

Era á la sazón gobernador de la Provincia el general Don Bartolomé Mitre, quien inspirado en sentimientos de unión y de justicia, dijo al jurarla: « Esta es la Constitución definitiva, verdadero símbolo de la unión perpetua de los hijos de la gran familia argentina, y que al fin vuelven á encontrarse en este lugar en días más serenos para abrazarse como hermanos bajo el amparo de una ley común... Esta Constitución satisface vuestras legítimas esperanzas hacia la libertad y hacia el bien; ella es la expresión de vuestra soberana voluntad, porque es la obra de vuestros representantes libremente elegidos; es el resultado de las fatigas de vuestros guerreros y de las meditaciones de vuestros altos pensadores, verbo encarnado en nosotros; es la palabra viva de vuestros profetas y de vuestros mártires políticos. »

El 5 de marzo de este mismo año había tenido lugar en la ciudad del Paraná, residencia de los Poderes públicos de la Confederación, la trasmisión constitucional del mando, que por primera vez se practicaba en el país. El general Urquiza tuvo por sucesor en la Presidencia al doctor don Santiago Derqui.

VII.

En medio de tan grandes acontecimientos, un suceso lamentable, origen de una nueva lucha civil, vino á perturbar la consolidación de la unión nacional. El gobernador de San Juan, coronel José Virasoro fué asesinado, y electo, para sucederle el doctor Antonino Aberastain. Habiendo intervenido el Ejecutivo nacional, se apeló á las armas, resultando muerto á su vez Aberastain.

Este suceso dió lugar á reclamaciones del Gobierno de Buenos Aires al de la Confederación, y por último produjo el rompimiento definitivo habiéndose dado lugar á él por el envío de los diputados de Buenos Aires al Congreso de la Nación, con arreglo á la ley provincial. Este pretexto dió él resultado que tenía forzosamente que dar: los diputados fueron rechazados.

El 17 de setiembre de 1861 se encontraron nuevamente los ejércitos de Buenos Aires y la Confederación en Pavón, mandado éste por el general Urquiza, y la victoria favoreció las armas de aquella bajo el inmediato mando de su gobernador el general Bartolomé Mitre.

Á consecuencia de esta batalla, el Gobierno de Buenos Aires envió un cuerpo de ejército al interior, bajo cuya protección las provincias, reasumieron su soberanía, quedando así derrocado el gobierno que presidía el doctor Derqui.

El general Mitre fué entonces encargado del Poder ejecutivo nacional, con la precisa condición de convocar el soberano Congreso como lo dispone la Constitución, á fin de restablecer cuanto antes, el régimen legal: lo que se verificó en breve.


VIII.

Después de la batalla de Cepeda la vida pública del general Urquiza no traspasó los lindes de su provincia nativa, de la cual fué nuevamente gobernador.

Proclamada su candidatura á la Presidencia para suceder al general Mitre (1868), el partido que había sostenido la administración de éste levantó la de Sarmiento, juzgándola que sería mejor recibida en todas, las provincias.

Dos años más tarde, el 11 de abril de 1870, era asesinado en su fastuosa y frecuentada residencia de San José, en las inmediaciones de la Concepción del Uruguay, asumiendo políticamente la responsabilidad de ese crimen el general Ricardo López Jordán.