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La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán)/El infierno/Canto V

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época


CANTO V.


Hállase el Poeta cuando vuelve en sí en el tercer círculo, donde se castiga á los glotones, cuya pena consiste en estar metidos en el fango, atormentados al mismo tiempo por una fuertísima lluvia mezclada de granizo, y guardados por el Cancerbero, que ladrando con sus tres fauces, los molesta y aflige contínuamente. Entre dichos glotones, encuentra á Ciacco, con el que habla de las discordias de Florencia. Finalmente, baja al cuarto círculo.

Al recobrar los sentidos, que perdí por la tristeza y la compasion que me causó la suerte de los dos cuñados, ví en derredor mio nuevos tormentos y nuevas almas atormentadas do quier iba, y do quier me volvia ó miraba. Me encuentro en el tercer círculo; en el de la lluvia eterna, maldita, fria y densa, que cae siempre igualmente copiosa y con la misma fuerza. Espesos granizos, agua negruzca y nieve descienden en turbion á través de las tinieblas; la tierra, al recibirlos, exhala un olor pestífero. Cerbero, fiera cruel y monstruosa, ladra con sus tres fauces de perro contra los condenados que están allí sumergidos (1). Tiene los ojos rojos, los pelos negros y cerdosos, el vientre ancho y las patas guarnecidas de uñas que clava en los espíritus, les desgarra la piel y les descuartiza. La lluvia les hace ahullar como perros; los miserables condenados forman entre sí una muralla con sus costados y se revuelven sin cesar.

Cuando nos descubrió Cerbero, el gran gusano (2) abrió

(1) Hic ferus umbras territat stygius canis, etc. (Séneca.)

(2) «Cerbero il gran vermo.» Llama gusano al Cerbero quizá por la semejanza que existe entre un gusano y una serpiente. Sabido es que los poetas representaban á aquel monstruo con sus tres cabezas erizadas de serpientes. las bocas enseñándonos sus colmillos; todos sus miembros estaban agitados. Entonces mi guia extendió las manos, cogió tierra, y la arrojó á puñados en las fauces åvidas de la fiera. Y del mismo modo que un perro se deshace ladrando, y se apacigua cuando muerde su presa, ocupado tan solo en devorarla, así tambien el demonio Cerbero cerró sus impuras bocas, cuyos ladridos causaban tal aturdimiento á las almas que quisieran quedarse sordas.

Pasamos por encima de las sombras derribadas por la incesante lluvia, poniendo nuestras piés sobre sus fantasmas, que parecian cuerpos humanos. Todas yacian por el suelo, excepto una que se levantó con presteza para sentarse, cuando nos vió pasar ante ella.

—¡Oh, tú, que has venido à este infierno! me dijo, reconóceme si puedes. Tú fuiste hecho, antes que yo deshecho (1).—Yo le contesté:—La angustia que te atormenta es quizá causa de que no me acuerde de tí; me parece que no te he visto nunca. Pero dime, ¿quién eres tú, que á tan triste lugar has sido conducido, y condenado á un suplicio, que si hay otro mayor, no será por cierto tan desagradable?—Contestóme:—Tu ciudad, tan llena hoy de envidia (2), que ya colma la medida, me vió en su seno en vida más serena. Vosotros, los habitantes de esa ciudad, me llamásteis Ciacco (3). Por el reprensible pecado de la gula, me veo como ves sufriendo esta lluvia. Yo no soy aquí la única alma triste; todas las demás están condenadas á igual pena por la misma causa.—Y no pronunció una palabra más.

Yo le respondí :—Ciacco, tu martirio me conmueve

( 1) «Tu fosti, prima ch' io disfatto, fatto.» Que traducido libremente significa: tu naciste antes que yo muriese.

(2) Florencia.

(3 ) Ciacco, puerco.—Fué un bufon que se esforzaba siempre en hacer reir con su agradable conversacion, pero sumamente dado á la gula. tanto, que me hace verter lágrimas; pero dime, si es que lo sabes: ¿en qué pararán los habitantes de esa ciudad tan dividida en fracciones? ¿ Hay algun justo entre ellos? Dime por qué razon se ha introducido en ella la discordia .—Me contestó:—Despues de grandes debates, llegarán á verter su sangre, y el partido salvage (1) arrojará al otro partido (2) causándole grandes pérdidas . Luego, será preciso que el partido vencedor sucumba al cabo de tres años, y que el vencido se eleve, merced à la ayuda de aquel (3) que ahora ensalza . Esta faccion llevará la frente erguida por mucho tiempo, teniendo bajo su férreo yugo á la otra, por más que esta se lamente y avergüence. Aun hay dos justos (4), pero nadie les escucha: la soberbia, la envidia y la avaricia, son las tres antorchas que han inflamado los corazones.

Aquí dió Ciacco fin á su lamentable discurso, y yo le dije:— Todavía quiero que me informes, y me concedas algunas palabras. Dime donde están, y dame à conocer á Farinata (5) y al Tegghiaio, que fueron tan dignos, á Jacobo Rusticucci, Arigo y Mosca, y á otros que se dedicaron á hacer bien, pues siento un gran deseo de saber si están entre las dulzuras del Cielo ó entre las amarguras del infierno.—A lo que me contestó:—Están entre almas más perversas, porque á consecuencia de otros pecados los han arrojado á un circulo más profundo: si bajas hasta allí podrás verlos. Pero cuando vuelvas al dulce mundo, te ruego que hagas por

(1) Esto es, el partido cuyos jefes eran los Cerchi, familia de reciente nobleza y oriunda de los bosques de Val di Sieve. A este partido pertenecia Dante, y se llamaba el de los Blancos.

(2) Es decir, el partido de los negros, que tenia por jefe á Corso Donati.

(3) Cárlos de Valois, hermano de Felipe el Hermoso, el cual acudió en socorro de los Negros, y los restableció en Florencia en 1301.

(4) Estos dos justos son Dante y Guido Cavalcanti, su amigo.

(5) Farinata degli Uberti, ilustre Jefe de los Guibelinos. que en él se renueve mi recuerdo: y no te digo ni te respondo más.

Entonces revolvió los ojos que habia tenido fijos; miróme un momento, y luego inclinó la cabeza, y volvió á caer entre los demás ciegos.

Mi guia me dijo:—Ya no volverá á levantarse hasta que se oiga el sonido de la angélica trompeta (1); cuando venga la potestad enemiga del pecado. Cada cual encontrará entonces su triste tumba; recobrará sus carnes y su figura; y oirá el juicio que debe resonar por toda una eternidad.

Así fuimos atravesando aquella impura mezcla de sombras y de lluvia, con paso lento, razonando un poco sobre la vida futura. Por lo cual dije:—Maestro, ¿estos tormentos serán mayores despues de la gran sentencia, ó bien menores, ó seguirán siendo tan dolorosos?—Y él á mí:—Acuérdate de tu ciencia (2) que pretende, que cuanto más perfecta es una cosa, tanto mayor bien ó dolor esperimenta. Aunque esta raza maldita no debe jamás llegar á la verdadera perfeccion, espera ser despues del juicio más perfecta que ahora (3).

Continuamos hablando de otras cosas que no refiero, y llegamos al sitio donde se desciende: allí encontramos á Pluton (4), el gran enemigo.

(1) La del juicio final.

(2) De la filosofía Aristotélica.

(3) Por cuya razon sentirán más el dolor de los tormentos.

(4) Pluton, dios de las riquezas, y como tal preside el círculo siguiente.