La mujer moderna y su papel en la evolución actual del mundo/Conferencia de Amado Nervo

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La Mujer Moderna y su papel
en la evolucién actual del mundo


CONFERENCIA DE
AMADO NERVO
Decia un admirable orador que hay cuatro clases de discursos o si queréis de conferencias. Primera clase: malas malas; es decir, malas y largas. Segunda clase: malas buenas; es decir, malas pero cortas. Tercera clase: buenas malas; es decir, buenas pero largas y cuarta clase: buenas buenas; es decir, buenas y cortas.

Yo me contento, en mi reconocida modestia, con que esta conferencia, ya que amablemente queréis llamarla asi, pertenezca a la segunda categoria, es decir, que sea mala buena, o lo que es lo mismo, mala pero corta.

Señoras y señores:

Es muy socorrido en casos como el presente, que el conferencista empiece por pedir la indulgencia de quienes le escuchan.

Yo, quiero ser excepción en esta súplica, no porque no haya menester de vuestra indulgencia (Dios me libre de pensarlo), sino porque voy a pediros algo más, mucho más importante: voy a pediros: Parcialidad.

Diréis que la parcialidad se pide a los amigos, en tanto que la indulgencia se pide a los extraños; pero vosotros, y sobre todo vosotras, señoras mias, sabéis muy bien que yo no soy un extraño, sino un amigo, un viejo amigo... Y yo lo soy no sólo por elección vuestra, sino por elección mia; porque fuerza será deciroslo: yo empecé a quereros a vosotras antes de que vosotras me conocierais a mi. Yo enfoqué hacia la República Argentina el haz de mis energias mas luminosas, en el mejor periodo de una madurez que empieza; yo os di con amor el pequeño don que habia recibido de Aquél que los reparte de una tan misteriosa manera. «La Nación» fué para esta obra de amor el mas noble vehiculo, la tribuna mas alta y bella. Mi pensamiento cordial, gracias a «La Nación», y a algunas revistas amigas, pudo traer su mensaje a vuestro espiritu, y en realidad, yo no he llegado a la República Argentina: haoe mas de dos lustros que estaba aqui, que vivia vuestra vida, que auscultaba vuestro corazón. Mi espiritu y el vuestro, vuestro gran espiritu joven, fuerte, evolutivo, eran como esos mares separados por continentes, pero que en su flujo y reflujo laten al impulso de la misma estrella...

Queda explicado, pues, porque no os pido esa indulgencia que demandamos de los indiferentes, sino esa Parcialidad que pedimos a los amigos.

Veo, por otra parte, entre vosotras y vosotros, rostros conocidos. Hay aqui porteños cuyas manos se tendieron ya en varias ocasiones hacia la mia, y es posible que algunas, acaso muchas de las damas y señoritas que me hacen la merced de escucharme, me hayan hecho ya otra merced mayor: la de guardar en una hoja de álbum, en una postal, en la primera página de un libro, mi autógrafo al calce de un verso, de un pensamiento, de una frase de cariño.

Sed, pues, parciales. Que vuestra aprobación y vuestro aplauso tengan la generosidad de la vida, que da ciento por uno, la generosidad del venero, que brinda siempre más agua cristalina de la que le piden, la generosidad de la rosa y la generosidad de la estrella...

Ahora abordemos de lleno esta cuestión. ¿Dónde colocar a la mujer en el mundo moderno?

Os diré que en el mundo moderno y en el mundo antiguo y en todos los mundos posibles, ha habido siempre dos seres muy dificiles de ser colocados en parte alguna: la mujer y el poeta... Del poeta, refiere un poema alemán, que llegó tarde al reparto de todos los bienes:

 «Tomad el mundo», gritó Júpi
ter desde sus alturas a los hombres,
«tomadlo; debe ser vuestro. Os lo
dejo como herencia. y feudo eterno.
Repartíoslo, sin embargo, fraternal-
mente.»

 «Entonces se apresuran todos pa-
ra arreglarse, se atarean todos, vie-
jos y jóvenes. El agricultor agarra
los frutos de la tierra, el hidalgo
caza por el bosque, el comerciante
toma lo que contienren sus almacenes,
el abad elige el noble vino añejo, el
rey cierra los puentes y los caminos
y dice: «Es mio el diezmo.»

« A última hora, después de mucho tiempo de hecho el reparto, se aproxima el poeta, que viene de muy lejos. ¡Ah!, pero entónces, no se vaia ya nada por ninguna parte y todo, todo tenia poseedor.»

« ¡Ay de mi! ¿Me he de quedar sólo, olvidado de todo el mundo, yo, tu hijo más fiel? Asi resuena su grito de queja, y se arroja ante el trono de Iúpiter.

« Si te demoras en el pais de los sueños — repuso el Dios - no me reproches. ¿Dónde estabas cuando se repartia el mundo?»

« Yo estaba — replicó el poeta contigo. Mi vista se hallaba fija en tu rostro, mi oido en la armonia de tu cielo; perdona al espiritu, que embriagado
Autógrafo del Poeta.
briagado por tu resplandor, perdió lo terrenal. »

« ¿Qué hacer? — dice Júpiter. El mundo esta ya dado. Los frutos, la caza, el mercado no son ya mios. Si quieres vivir conmigo en mi cielo, siempre que vengas, estara abierto para ti.»


SCHILLER.




El tremendo problema de la guerra que ha modificado al mundo, que lo modifica sin cesar, con una rapidez estupefaciente, ha sido acaso benéfico para la mujer. Sufrió ella, la europea sobre todo, tanto o mas que el héroe que en el horror de las trincheras vivia una tremenda y compleja vida indescriptible; pasó por las mas hondas y sutiles torturas; dió a luz hijos de los cuales, al nacer, no podia asegurar que tuviesen padre; estuvo en todas partes, en todos los peligros y en todos los sacrificios; hizo cuanto la patria le pidió, en esa gigantesca movilización civil de medio planeta, y ahora, depurada su alma, purificada, ennoblecida por el dolor, mas fuerte y lúcida que nunca; después de haber aprendido todos los secretos que una educación providente y un si es no es medrosa le recataba, llena de comprensión para el dolor y de afinación para la vida, quiere, con todas sus hermanas del mundo, una reconsideración, una revisión de aquellos valores fundamentales de los sexos; pide todos los derechos y esta dispuesta a acatar todos los deberes correlativos.

Empezaré por afirmar que en mi sentir la mujer está en, lo justo, pide lo justo y debe dársele.

Algunos de los paises mas civilizados no le escatiman ya los derechos politicos, civiles, económicos que ella demanda. En Estados Unidos y en Europa, el movimiento feminista es arrollador. En Méjico, mi patria, después de la revolucion que sacudio nuestra vida secular, la mujer, un poco borrosa, aunque siempre noble, dulce y buena, de otros tiempos, tiene ahora plena conciencia de lo que quiere; lucha por equipararse al hombre, y encuentra en las ideas ambientes y en las simpatias del gobierno, estimulo y fuerza para llegar...

Pero, el asunto especial de esta conversación, a la cual, como indiqué arriba, no tengo quizás el derecho de llamar conferencia; de esta conversación que yo quisiera familiar, como si la tuviésemos bajo la luz tamizada de las pantallas, en los rinconcitos discretos de vuestros salones, señoras mias, no se reduce a preguntar si la mujer debe tener los mismos derechos que el hombre, a lo cual un espiritu de equidad responderé sin duda afirmativamente, sino més bien a saber si el ejercicio de estos derechos, sobre todo de los politicos, no le resta, més que le añade fuerza, no la priva acaso de un poder mayor, mucho más seguro y formidable que el de legislar... De aquél poder que Salomon sintetizó en uno solo de sus proverbios:

« La mujer te llevará a donde quiera
con sólo un cabello de su cabeza».

¡Ah! — dirá por ahi una escéptica— eso de llevar a un hombre a donde se quiere con un solo cabello, lo harán las bonitas... no las feas!

Salomon, a quien me parece que no se debe negar competencia en asuntos femeninos, no dijo: la mujer hermosa te llevará, etc.... sino la mujer en general, y asi a secas.

Por otra parte: ¿dónde están las mujeres feas? ¿Dónde existen las mujeres feas?

Yo puedo decir dentro de mi visión subjetiva, que una mujer me gusta o no me gusta; pero en realidad no puedo decir que es bella o que no lo es. Bien sé que lo digo con ese antropocentrismo que hace que cada uno de nosotros nos creamos el eje del universo, pero no debo decirlo. ¿Para qué recordar los admirables versos del gran poeta espafiol:

la belleza sólo está,
en los ojos de quien mira?

En cierta ocasión, a una sutil y elegantisima amiga mia sudamericana, conocida en Paris —y que tenia un alter ego por la amistad y la predilección de mucho tiempo, en otra, sudamericana, muy fea, — le dijo con lástima un joven piadoso:

Esa pobre amiga suya, tan horrible, debe sufrir mucho, quien va a quererla...

Mi amiga rió de buena gana y respondió: ¡qué poco sabe usted de la vida: esa mujer tiene una suerte loca (la suerte de la fea), gusta mucho más que yo!

Y asi era en efecto.

No hay mujer que no guste a alguien alguna, vez en la vida, y del alma de ciertas feas o llamadas feas por nosotros, irradia una luz que suele en el trato conquistarnos a pesar de todo.

Por otra parte, y suponiendo que las feas desdeñadas se dediquen a la politica, que ya de suyo suele ser fea, ¿creéis que el factor de un despecho escondido pueda pesar annoniosamente en la balanza del mundo?


El reinado de la mujer es el sólo reinado absoluto que existe.

Al hombre más sabio, más inteligiente, más bueno, puede ocurrirle que no impere jamás.

La mujer impera siempre. El plazo de su reinado es muy variable, pero el reinado existe sin discusión. Ahora bien, ¿creen ustedes, sincerammente, que una, diputada nacional, una economista, una socióloga, una intendenta, una abogada pueden seguir siendo estas cosas sin mengua de las otras?

¿Creen ustedes que labios hechos para pronunciar la formula divina del amor, para llevar la esperanza y la paz a las almas, para decir ese si que la vida espera ansiosa, a fin de realizar el portento del ser, no se manchen con falsas promesas de discursos electorales, con verbologia de tribuna o de mitin, con presuntuosos apotegmas sociales? ¿No desciende por ventura la mujer de un plano superior, al obrar en el plano politico?

Me basta cerrar los ojos para contemplar tantos labios admirables que he visto sonreir como auroras, pronunciando frases como ésta: «Conciudadanas: Acudid a votar por la señora X, no nos arrepentiremos de otorgarle nuestra confianza. Será la senadora por excelencia. No faltéis a los comicios, ciudadanas».

Me basta, digo, imaginar que labios que me han sonreido y que acaso he amado, pronuncien esto, para trasponer los umbrales de la pesadilla...


Pero si en el momento actuai de la evolución del mundo, la mujer, aún suponiendo que corno es de desear se le concedan, no ejercita los derechos politicos, sociales, economicos: ¿qué va a hacer?

Va a hacer —diria yo -lo que ha hecho siempre, pero va a haoerlo mejor. Va a influir en el hombre; va a procurar que el hombre, el legislador sobre todo, sea más humano, mas previsor, mas lúcido; va a ejercitar su innegable, su todo poderoso ascendiente para civilizar a1 hombre, para volverlo mas culto. Porque aun cuando los hombres, tan pagados de nosotros mismos, creamos que hemos hecho solos la civilizacion, es la mujer en realidad la que nos ha vuelto menos fieras, a través de los siglos; la que ha limado nuestras uñas y nuestros dientes, como la pastora de la fabula limó los del leon enamorado.

Si el gorila, que, según Taine, aparece rascando un poco la epidermis de cada hombre, se esconde mas y mas en ciertos pueblos llamados cultos, esto se debe a la mujer.

No hay época gloriosa en el mundo que no haya estado presidida por una o varias mujeres. Grecia, que fué honra de la humanidad, dió a los divinos filósofos interlocutoras también divinas. Roma tuvo tantas mujeres admirables como hombres. La edad media esté llena de Eloisas y Clemencias Isauras, de Marias de Molina e Isabeles; y en el mundo actual, casi en todos los países de Europa, la mujer es superior al hombre.

La civilización y la cultura están, pues, constituidas en gran parte por las manos de seda de la mujer, y si dudáis de ello, señores, y si queréis saber lo que intrinsecamente es la mujer en toda vuestra obra, ensayad apartarla de vuestras ciudades y de vuestros campos; veréis en seguida como nuestra ferocidad nativa, sin ellas que la atemperen y sofrenen, muerde, mata, destruye y hace saltar el planeta... lo que la guerra hubiese logrado, sin duda alguna, sin la mujer europea y norteamericana, que en realidad salvaron la civilización.



El cristianismo, la más alta expresión de la excelencia humana, existe por la mujer.

Dios mismo necesitó que una virgen dijese: «hagase en mi, según tu palabra», para realizar el prodigio sublime, y sin Magdalena que madrugó, —porque el amor siempre vela — para ir a ungir el cuerpo del maestro muerto y que proclamó loca de júbilo la resurrección, el cristianismo no existiria...



El mejor signo de la cultura de un pueblo es su actitud para con la mujer. El mas alto exponente de superioridad masculina, es la fidelidad a una mujer.

Cuanto mas cerca se halle de la bestia primordial, el hombre, es mas poligamo; cuanto mas lejos, mas concentra su amor en un solo ser, porqué la unidad suprema no se puede obtener sin dos...

Los propios ángeles, según los videntes, buscan compafiero... o compañera.

En el reinado de las almas, dos almas son necesarias para formar un espiritu completo.

Vi, — dice Swedenborg el iluminado sueco en sus visiones, — vi venir, por el espacio un angel radiante, mas cuando se acercé a mi pude advertir que no era un angel: eran dos! ¿Qué más puede pretender, por tanto, la mujer, que seguir siendo lo que ha sido: la verdadera fuerza centripeta espiritual del planeta y seguirlo siendo cada vez más y cada vez mejor?

No se entienda por esto que yo rechazo concesión ninguna de derechos politicos a la que creo y he creido siempre, no análoga en valor al hombre, sino superior a él.

Vayan en buena hora alas ingratas luchas de ese oficio que Emerson llamo deletéreo, las que entiendan que sólo asi puede renovarse el mundo.

Pero, acercándome al oido de la mitad de nuestra alma, al oido del ser que tiene la verdadera prelacion espiritual, le diré: amiga mia, ten cuidado y no cambies tu primogenitura por un plato de lentejas... Para concluir estas palabras en que no os he dicho por cierto nada nuevo, permitid que os lea una brevisima pagina de mi libro «Plenitud», intitulada «La mujer», y que será el punto final de mis conceptos afectuosos:

El proverbio persa dijo: «no hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa». Yo te digo: « no la hieras ni con el pensamiento».

Joven o vieja, fea o bella, frivola o austera, mala o buena, la mujer sabe siempre el secreto de Dios.

Si el universo tiene un fin claro, evidente, innegable, que esté al margen de las filosofias, ese fin es la vida, la vida: única doctora que explicará el Misterio; y la perpetuación de la vida, fué confiada por el ser de los seres, a la mujer.

La mujer es la sola colaboradora efectiva de Dios.

Su carne no es cómo nuestra carne.

En la más vil de las mujeres hay algo divino.

Dios mismo ha encendido las estrellas de sus ojos irresistibles.

El Destino encarna en su voluntad, y si el Amor de Dios se parece a algo en este mundo, es; sin duda semejante al amor de las madres... »