Las vidas paralelas de Plutarco/Comparación de Alcibiades y Marcio Cayo Coriolano

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

COMPARACION DE ALCIBIADES Y CORIOLANO.


Referidos de estos dos varones aquellos hechos que nos han parecido dignos de expresarse y recordarse, en los militares nada se descubre que pueda inclinar la balanza ni á uno ni á otro lado, porque ambos en esta parte dieron con mucha igualdad en sus mandos repetidas pruebas de valor y denuedo, de industria é inteligencia en las artes de la guerra; á no que alguno quiera, á causa de que Alcibiades en tierra y en mar salió vencedor y triunfante en muchas batallas, declararle por más consumado capitan. Por to demas, el haber manifiestamente mejorado las cosas domésticas mientras estuvieron presentes y mandaron; y el baber estas decaido, más conocídamente todavía, cuando se pasaron á otra parte, fué cosa que se verificó en entrambos. En euanto á gobierno, en el de Alcibiades los hombres de juicio reprendian la poca formalidad, y no estar exento de adulacion y bejeza en sus obsequios á la muchedumbre; y el de Marcio, enteramente desabrido, orgulloso y exclusivo, incurrió en el odio del pueblo romano. Así, ai uno ni otro manejo es para ser alabado; pero el de quien se abate á adular al pueblo es ménos vituperable que el de aquellos que, por no parecer demagogos, insultan á la muchedumbre: porque el lisonjear á la plebe por mandar es cosa indecente; pero el dominar haciéndose temible, vejando y oprimiendo, sobre indecente es además injusto.

Pues que Marcio era sencillo y franco en su conducta, y Alcibiades solapado y falso en tratar los negocios públicos, nadie hay que lo ignore; pero en éste lo que sobre todo se acusa es la malignidad y dola con que engañando, como Tucídides refiere, á los embajadores de Esparta desvaneció la paz; mas aunque este paso precipitó otra vez en la guerra á la ciudad, hízola más poderosa y más temible con la alianza de los de Mantinea y los de Argos, que el mismo Alcibiades negoció. Y que tambien Marcio suscitó con dolo la guerra entre los Romanos y Volscos, calumniando á los que concurrian á los espectáculos, nos lo dejó escrito Dionisio; y por la causa vino á ser eu accion más reparable, pues no por emulacion y por contienda y disputa de mando como aquél, sino por sólo ceder á la ira, con la que, segun sentencia de Dion, nadie se hizo jamás amable, alborotó mucha parte de la Italia; y por solo el encono contra su patria arruinó muchas ciudades, contra las que no podia baber queja alguna. Tambien Alcibiades fué por puro encono causa de muchos males á sus conciudadanos; pero en el momento que los vió arrepentidos, ya los perdonó: y arrojado segunda vez de la patria, no cedió á los generales que tomaban una errada determinacion, ni se mostró indolente al ver su mal acuerdo y su peligro, sino que, como Arístides es celebrado por lo que hizo con Temistocles, esto mismo fué lo que ejecutó, avistándose con los que entonces tenian el mando, sin embargo de que no eran sus amigos, é informándolos é instruyéndolos de lo que convenia; cuando Marcio hacía daño en primer lugar á la ciudad toda, no habiendo sido agraviado de toda ella, sino antes habiendo sido injuriada y ofendida con él la parte más principal y poderosa; y además de esto con no haberse ablandado y cedido á repetidas embajadas que conjuraban su ira y su enfurecimiento, manifestó bien á las claras que no era su ánimo recobrar la palria y procurar su vuelta, sino que para destruirla y arrasarla le movió una guerra Y CORIOLANO.

95 cruel é irreconciliable. En esto tambien dirá cualquiera haberse diferenciado, que Alcibiades, perseguido y acechado por los Esparcialas, de miedo y odio se pasó á los Atenienses: y en Marcio no estuvo bien el dejar á los Volscos, que en todo le tuvieron consideracion; porque le nombraron su general, y gozó entre ellos de gran confianza y gran poder; no como el primero, que abusando más bien que usando de él los Lacedemonios, entretenido en la ciudad, y maltratado de nuevo en el ejército, por último, tuvo que arrojarse en manos de Tisafernes: á no que se diga que andaba contemplando á Atenas, para que no fuese del todo destruida, por el deseo que siempre le quedada de volver.

En cuanto al dinero, de Alcibiades se cuenta haberle tomado con nota muchas veces de los que querian regaHarle, y haberlo malgastado en lujo y en disoluciones; cuando dár.dosele á Marcio con honor los generales, no pudieron convencerle; y por esto mismo se hizo más odioso á la muchedumbre en los altercados que sobre las usuras ocurrieron con la plebe, como que no por utilidad propia, sino por enemiga y desprecio era contrario á los pobres.

Antipatro en una carta que escribió sobre la muerte del filósofo Aristóteles dice entre otras cosas: «Tavo este gran varon hasta el don de llevarse tras sí las gentes;» y en Warcio el faltarle esta gracia bizo sus acciones y sus virtudes poco aceplas á los mismos que eran de él beneficiados, no pudiendo aguantar su altanería y aquel amor propio que en sentir de Platon va siempre con el poco trato. Mas por el contrario, en Alcibiades, que sabía sacar partido de cuantos se le acercaban, nada extraño era que sus felices hechos alcanzasen una brillante gloria acompañada de benevolencia y honor, cuando no pocas veces algunos de sus yerros encontraron gracia y aplauso. De aquí es que éste, con haber causado no pocos daños ni en ligeras cosas á la ciudad, sin embargo, muchas veces fué nombrado caudillo y general; y aquél con pedir una magistratura muy correspondiente á sus sobresalientes hechos y virtudes, se vió desairado: así al uno ni áun cuando recibian daño podían aborrecerle sux conciudadanos; y al otro áun cuando le admiraban no podían amarle.

Marcio, pues, en nada fué útil á su ciudad revestido de mando, sino más bien á los enemigos contra su propia patria; cuando con Alcibiades, ya yendo al mando de otros, y ya mandando él, tuvieron ventaja los Atenienses; y lo que es mientras se halló presente, dominó como quiso á aus enemigos, no prevaleciendo las calumnias sino en su ausencia, Pero Marcio presente fué condenado por los Romanos, y presente le acabaron los Volscos: verdad es que fué injusta y abominablemente; mas él mismo les dió armas con que defenderse, por cuanto no habiendo admitido la paz propuesta públicamente, cedió á particulares ruegos de unas mujeres, no deponiendo la enemistad, sino malogrando y destruyendo la sazon oportuna de la guerra que quedó pendiente, pues hubiera sido razon que se hubiese puesto de acuerdo con los que de él se fiaron, si de la justicia que les era debida hubiese hecho alguna cuenta.

Mas si en la suya no entraron para nada los Volscos, y solo con el deseo de saciar su cólera acaloró primero la guerra y despues la entibió, no estuvo bien que por la madre perdonase á la patria, sino con ésta tambien á la madre; puesto que ésta y la esposa eran una parte de la eiudad que sitiaba. Pues el haberse habido inhumanamente con los ruegos y súplicas de los embajadores y con las preces de los sacerdotes, y luego conceder á la madre la retirada, esto no fué honor de la madre, sino afrenta de la patria, rescatada por el duelo y el ademan de una sola mujer, como si no fuera por sí misma digna de que se la salvase: gracia que debió ser mal vista, y que fué en verdad cruel y sin agradecimiento, no habiéndose hecho recomendable ni á los unos ni á los otros, pues que se retiró sin tener condescendencia con los combatidos, y sin la Y CORIOLANO.

97 aprobacion de los que con él combatian; de todo lo cual fué causa lo intratable y demasiado arrogante y soberbio de su condicion; pues siendo ya esto por sí mismo muy incómodo á la muchedumbre, si se junta con la ambicion, se hace enteramente desabrido é intolerable: porque los tales no tiran á congraciarse con la muchedumbre, baciendo que no aspiran á los honores; y despues se ponen desesperados cuando no los alcanzan. Tambien tuvieron esta partida de no ser obsequiosos y amigos de adular á la muchedumbre Metelo, Arístides y Epaminondas; pero porque de véras no se les daba nada de aquellas cosas que la plebe es árbitra de darias ó de quitarlas, desterrados muchas veces, desatendidos y condenados, no se enojaron con sus conciudadanos poco reconocidos; y despues, cuando los vieron mudados, se mostraron contentos, y se reconciliaron con los que los fueron á buscar: porque el que ménos tiene de condescendiente con la muchedumbre, ménos debe mostrarse ofendido de ella; pues el incomodarse más de no alcanzar los honores, nace precisamente de haberlos apetecido con más ángia.

Alcibiades, pues, no negaba que le era muy satisfactorio verse honrado, y que sentia ser desatendido; y por tanto procuraba ser afable y halagueño con cuantos se le presentaban; pero á Marcio su orgullo no le permitió hacer obsequios á los que podian honrarte y adelantarle; y al mismo tiempo la ambicion le hizo irritarse y enfadarse cuando le desatendieron. Y esto es lo único que puede mirarse como culpable en tan esclarecido varon, habiendo sido todos los demas hechos suyos sumamente brillantes; y en cuanto a la templanza y desprendimiento del dineroera digno de que se le comparara con los más excelentes y más integros de los Griegos, y no con Alcibiades, sumamente osado en estos puntos, y que hacía muy poca cuenta de la virtud.

TONO II.

7