Las vidas paralelas de Plutarco/Comparación de Arístides y Catón

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COMPARACION DE ARÍSTIDES Y CATON.


Hemos escrito de ambos lo que nos ha parecido digno de memoria; y la vida de éste, puesta al frente de la de aquél, no ofrece una diferencia tan marcada que no quede oscurecida con muchas y muy grandes semejanzas. Mas si por fin hemos de examinar por partes, como un poema ó una pintura, á uno y á otro, el haber llegado al gobierno y á la gloria sin anterior apoyo, por sola la virtud y las propias fuerzas, esto es comun á entrambos. Parece con todo que Arístides se hizo ilustre cuando todavía Atenas no era muy poderosa, y compitiendo con generales y hombres públicos que en bienes de fortuna gozaban sólo de cierta medianía y eran entre sí iguales; porque el mayor catastro era entonces de quinientas fanegas; el segundo, que era el de los que mantenian caballo, de trescientas; y el tercero y último, de los que tenian yunta, de doscientas. Mas Caton, saliendo de una pequeña aldea, y de una vida que parecia de labrador, como á un piélago inmenso, se lanzó al gobierno de Roma, cuando ya ésta no era regida por unos magistrados como los Curios, los Fabricios y los Hostilios, ni admitía á los cónsules y oradores desde el arado y la azada, sino cuando acostumbrada á poner los ojos en linajes esclarecidos, en la riqueza, los repartimientos y los obsequios, por el engreimiento y el poder, se mostraba TOMO 11.

22 insolente con los que aspiraban á mandar. Así que no era lo mismo tener por rival á Temistocles, no ilustre en linaje, y medianamente acomodado, pues se dice que su hacienda sería de cinco ó tres talentos cuando se le dió el primer mando, que contender por los primeros puestos con los Escipiones Africanos, los Sergios Galbas y los Quintos Flaminios, sin tener otro arrimo que una voz franca y libre para sostener lo justo.

Además, Aristides en Maraton y en Platea no era sino el décime general, y Caton fué elegido segundo cónsul, siendo muchos los competidores, y segundo censor logrando ser preferido á siete rivales los más poderosos é ilustres. Arístides no fué nunca el primero en aquellas victorias, sino que en Maraton llevó la primacía Milciades; y en Platea dice Herodoto que fué Pausanias quien más se distinguió y sobresalió. Aun el segundo lugar se le disputaron á Arístides los Sofanes, los Aminias, los Calimacos y los Cinegiros, que se hicieron señalados por su valor en aquellos combates. Mas Caton, no sólo siendo cónsul tuvo la primacía por la mano y por el consejo en la guerra de España, sino que no siendo más que tribuno en Termópilas, bajo el mando de otro cónsul, tuvo el prez de la victoria, abriendo á los Romanos ancha entrada contra Antioco, y poniéndole á éste la guerra á la espalda, cuando no miraba sino adelante: porque aquella victoria, que fué la más brillante bazaña de Calon, lanzó al Asia de la Grecia, y se la dió allanada despues á Escipion. En la guerra, pues, ambos fueron invictos; pero en el gobierno Arístides fué suplantado, siendo enviado á destierro y vencido por el partido de Temistocles; cuando Caton, teniendo por rivales puede decirse que á todos cuantos gozaban en Roma del mayor poder y autoridad, luchando como atleta hasta la vejez, se sostuvo siempre firme é inmoble; y habiéndosele puesto é intentado él mismo diferentes causas públicas, en muchas de estas venció, y de todas aquellas Y GATON.

339 salió libre, siendo su escudo su tenor de vida, y su arma para obrar, la elocuencia, a la que debe atribuirse, más que á la fortuna ó al buen genio de este esclarecido varon, el no haber tenido que sufrir con injusticia; pues tambien dijo Antripatro, escribiendo de Aristóteles despues de su muerte, haberle sido aquella de gran auxilio, porque entre otras brillantes dotes tuvo la de la persuasion.

Es cosa en que todos convienen que no hay para el hombre virtud más perfecta que la social ó política, puos de esta es entre muchos reconocida como parte muy principal la económica; porque la ciudad que no es más que la reunion y la cabeza de muchas casas, se fortalece para las cosas públicas con que prosperen los ciudadanos. Por tanlo, Licurgo, echando fuera de casa en Esparta la plata y el oro, y dándoles una moneda de hierro echado á perder al fuego, no quiso apartar á sus conciudadanos de la economía, sino que con quitarles los regalos, lo superfluo, y lo abotagado y enfermizo, pensó con más prudencia que otro legislador alguno en que todos abundasen en las cosas necesarias y útiles: temiendo más para la comunion de gobierno al miserable, al vagabundo y al pobre, que al rico y opulento. Parece, pues, que Caton no fué peor gobernador de su casa que de la ciudad, porque aumentó sus bienes, y se constituyó para los demas maestro de economía y de agricultura, habiendo recogido muchas y muy importantes cosas sobre estos objetos. Mas Aristides con su pobreza desacreditó en cierta manera á la justicia, poniéndole la tacha de perdedora de las casas y productora de mendigos; provechosa á todos, ménos al que la posee, siendo así que Hesiodo usó de muchas razones para exhortarnos á la justicia y á la economía juntamente; y Homero cantó con acierto:

No encontraba placer en el trabajo, Ni de casa y hacienda en el cuidado, Que á los amados hijos tanto importa; Sino que mi deleite eran las naves De remos guarnecidas. los combates, Y los lucientes arcos y sactas:

como para dar á entender que de unos mismos era el descuidar la hacienda. y el vivir anchatnente de la injusticia.

Pues no así como dicen los médicos, que el aceile es muy saludable á los cuerpos por fuera, y muy dañoso por dentro, de la misma manera el justo es útil á los otros, é inátil á sí y á lus suyos. Paréceme, por tanto, que la virtod politica de Arístides fué defectuosa y manea en esta parte, pues que en la opinion más comuo, descuids de dejar con que dotar las hijas, y con que hacer los gastos de su entierro. De aquí es que la familia de Caton dió á Roma hasta la generacion cuarta pretores y cónsules, babiendo servido las primeras magistraturas sus nietos y los hijos de éstos; cuando la gran pobreza y miseria de la descendencía de Arístides, que tuvo tan preferente lugar entre los Griegos, á unos los obligs á escribirse entre los embelecadores, y á otros á alargar la mano para recibir del público una limosua; sin que á ninguno le fuese dado pensar en alguo hecho ilustre, ó en cosa que fuese digna de aquel varon esclarecido.

Mas esto todavia pide ilustracion, porque la pobreza no es afrentusa por si, sino cuando proviene de flojedad, de disipacion, de vanidad y de abandono; pero en el varon prudente, laborioso, justo, esforzado y entregado á los negocios de la república, unida a todas las virtudes, es señal de magnaninidad y de una elevada prudencia; porque no puede ejecutar cosas grandes el que tiene su atencion en las pequeñas, ní auxiliar á muchos que piden el que mucho desea. Así, para haberse bien en el gobierno es ya un admirable principio, no la riqueza, sino el desprendimiento; el cual, no apeteciendo para si nada superfluo, ningun Y CATON.

341 tiempo roba á los negocios públicos; porque el que absolutamente de nada necesita es solo Dios; y en la virtud humana el que más estrecha sus necesidades, aquel es el más perfecto y el que más se acerca á la divinidad. Pues así como el cuerpo que está bien complexionado no necesita ni de excesiva ropa ni de excesivo alimento, de la misma manera una vida y una casa bien arregladas, con las cosas comunes se dan por contentas; y en estas lo regular es que el gasto y la hacienda guarden proporcion.

Porque el que allega mucho y gasta poco, ya no es desprendido; pues ó se afana por recoger lo que no apetece, y en este caso es necio; ó por recoger lo que apetece, y de lo que no se atreve á hacer uso por avaricia, y en este caso es infeliz. Por tanto, yo preguntaria al mismo Caton:

si la riqueza es para gozarse, ¿por qué se jacta de que poseyendo mucho se daba por contento con una mediania? y si es laudable y glorioso, como lo es ciertamente, comer el pan que comunmente se vende, beber el mismo vino que los trabajadores y los esclavos, y no necesitar ni de púrpura ni de casas blanqueadas, nada dejaron por hacer de lo que debian, ni Aristides, ni Epaminondas, ni Manio Curio, ni Cayo Fabricio, con no afanarse por la posesion de unas cosas cuyo uso reprobaban. Porque á quien tenía por sabroso alimento los rábanus, y los cocia por sí mismo, mientras la mujer amasaba la harina, no le era nejesario mover disputas sobre un cuarto, ni escribir con qué granjería podria uno hacerse más presto rico: así que es muy laudable el contentarse con lo que se tiene á la mano, y ser desprendido, porque aparta el áninun á un mismo tiempo del deseo y del cuidado de las cosas superfluas; y por esta razon respondió muy bien Arístides en la causa de Calias, que de la pobreza debian avergonzarse los que se veian en ella contra su voluntad; y al reves gloriarse, como él, los que voluntariamente la llevaban; y ciertamente seria cosa ridícula atribuir á desidia la pobreza de Aristides, cuando le hubiera sido fácil, sin hacer nada que pudiera notarse, y con sólo despojar á un bárbaro ú ocupar un pabellon, pasar al estado de rico. Mas baste lo dicho en esta materia.

Por lo que hace á mandos militares, los de Caton, aunque en cosas grandes, no decidieron de grandes intereses; pero con respecto á los de Arístides las más brillantes y gloriosas hazañas de los Griegos son Maraton, Salamina y Platea; ni es razon se pongan en paralelo Antioco con Jerges, ó los derribados muros de algunas ciudades de España, con tantos millares de hombres deshechos por tierra y por mar; en los cuales sucesos, por lo que hace á trabajo y diligencia, nada le faltó á Arístides, si le faltaron la fama y las coronas; en fas que, como en los bienes y en la riqueza, cedió fácilmente á los que las solicitaban con más ánsia, por ser superior á todas estas cosas. No reprendo en Caton sus continuas jactancias, y el que se diese por el primero de todos, sin embargo de que él mismo dice en uno de sus libros ser muy impropio que el hombre se alabe ó se culpe á sí mismo: con todo, para la virtud me parece más perfecto que el que frecuentemente se alaba á sí mismo el que sabe pasarse sin la alabanza propia y sin la ajena. Porque el no ser ambicioso es un excelente preparativo para la afabilidad social; así como por el contrario la ambicion es áspera y muy propia para engendrar envidia, de la que el uno estuvo absolutamente exento, y el otro participó demasiado de ella. Así Aristides, cooperando con Temistocles en las cosas más importantes, y haciéndose en cierta manera su ayudante de campo, puso en pié á Atenas; y Caton, por sus rencillas con Escipion, estuvo en muy poco el que no desgraciase la expedicion de éste contra los Cartagineses que destruyó á Aníbal, hasta entonces invicto; y por fin, exciLando siempre sospechas y calumnias á éste, le apartó de los negocios de la república, y al hermano le atrajo Y CATON.

343 una condenacion infamante por el delito de peculado.

Caton hizo, es verdad, continuos elogios de la templanza; pero Arístides la conservó pura y sin mancilla; y aquel matrimonio de Caton, tan desigual en la calidad y en los años, no pudo ménos de ceder en su descrédito: porque siendo ya tan anciano, y teniendo un hijo en la flor de la edad recien casado, pasar á segundas nupcias con una mocita, hija de un ministro y asalariado público, no fué cosa que pudiese parecer bien; pues que ora lo hiciese por deleite, ora por enojo para mortificar al hijo, á causa de lo sucedido con la amiga, siempre hay fealdad en el hecho yen el motivo. Y la respuesta que con ironfa dió al hijo no era sencilla y verdadera: porque si queria tener hijos virtuosos que se le pareciesen, debia contraer un matrimonio decente, concertándolo con tiempo; y no que mientras estuvo oculto su trato con una mozuela soltera y pública, se dió por contento; y cuando ya se echó de ver, hizo su suegro á un hombre á quien podia mandar; no con quien pudiera tener deudo honradamente.