Las vidas paralelas de Plutarco/Marco Catón

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MARCO CATON.


Dicese que Marco Caton fué por su linaje oriundo de Túsculo, y que residió y vivió ántes de tener parte en el gobierno en campos propios de su familia en la region Sabina; y no cbstante tenerse la idea de que sus progenitores fueron desconocidos, el mismo Caton alaba á su padre como hombre de valor y ejercitado en la milicia; y refiere de su bisabuelo que muchas veces alcanzó el prez del valor, y que habiendo perdido en diferentes batallas cinco caballos ejercitados en la guerra, fué del pueblo honrado por su valor y fortaleza. Acostumbraban los Romanos á dar la denominacion de hombres nuevos á los que no tenian fama por su linaje, sino que eran ellos mismos los que empezaban á darse á conocer; y como llamaban tambien nuevo á Caton, decía que bien era nuevo para el mando y para la gloria, pero que por las obras y virtudes de sus antepasados era bien antiguo. Al principio no tuvo por tercer nombre el de Caton, sino el de Prisco; pero luego por aquella dote en que sobresalia obtuvo el apellido de Caton: porque llaman Caton los Romanos al hombre precavido. Era en su figura rubio y de ojos azules, como lo dió á entender, no mostrándosele muy aficiopado, el que hizo este epigrama:

A ese rubio, mordaz, de ojos azules; A Porcio, áun muerto, estoy que en el infierno No le ha de recibir la hija de Céres.

La constitucion de su cuerpo con el ejercicio, con la parsimonia y con acostumbrarse en el ejército desde el principio á portarse como soldado, se hizo muy robusta, habiendo adquirido á un tiempo fuerza y buena salud. Cultivó tambien la facultad de decir, como otro segundo cuerpo, y como un instrumento, no solamente útil, sino necesario, para quien no queria vivir oscuro y en inaccion:

ejercitóla, pues, en las alquerías y pueblos inmediatos, prestándose á defender en los juicios á los que se lo rogaban; y al principio se echó de ver que era un defensor fogoso; pero luego se acreditó además de orador vehemente: descubriendo en él los que se valian de sus talentos una gravedad y juicio que eran propios para los grandes negocios y para el mando político. Porque no sólo se conservó puro en cuanto á recibir salario por sus dictámenes y defensas, sino que áun desdeñaba la gloria que de esta clase de contiendas podria resultarle. Deseando, pues, señalarse principalmente en los combates contra los enemigos y en acciones de guerra, siendo todavía jóven tuvo ya su cuerpo cubierto de heridas, recibidas de frente: diciendo él mismo que á los diez y siete años hizo su primera campaña, al tiempo que Aníbal victorioso puso en combustion toda la Italia. En las batallas mostróse de mano pronta para acuchillar, de piés firmes é inmobles y de semblante fiero; y áun acostumbraba á usar de amenazas y de gritos penetrantes contra los enemigos: creyendo él mismo, y enseñando á los demas que estas cosas suelen contribuir más que el mismo acero para atemorizar á los eontrarios. En las marchas caminaba á pié, llevando sus armas, y sólo le seguia un sirviente, que llevaba lo que habian de comer; con el cual no se incomodó nunca, ni le riño por el modo de disponerle la comida ó la cena, sino que á veces echaba tambien mano, y le ayudaba en estos ministerios despues de fenecidos los de la milicia. En el ejército no bebia sino agua, ó á lo más cuando tenía una sed muy ardiente pedia vinagre; y si se sentia desfallecido, tomaba un poco de vino.

Estaba á corta distancia de sus posesiones la casa de campo en que residia Marcio Curio, el que habia triunfado tres veces. Iba frecuentemente á ella, y viendo lo reducido del terreno y la sencillez de toda su casa, no pudo menos de meditar sobre la conducta de un varon tan singular, que con ser el más excelente entre los Romanos, con haber sojuzgado los pueblos más belicosos, y baber arrojado á Pirro de Italia, él mismo labraba aquel campo, y vivia en aquella casita despues de tres triunfos. Allí mismo le hallaron sentado al fuego, cociendo unos rábanos, los embajadores de los Sannites, y le ofrecieron cantidad de oro; mas él los despidió, diciendo que estaba de sobra el oro para quien se contentaba con aquella comida, y que para él era más apreciable que tener oro el vencer á los que lo tenian. Calon al retirarse de allí reflexionaba sobre estas cosas, y volviendo la consideracion á su propia casa, sus campos, sus esclavos y su gasto, se aplicó más al trabajo y cercenó superfluidades. Tomó Fabio Máximo la ciudad de los Tarentinos, y en aquella empresa se halló Caton, militando bajo sus órdenes, cuando todavía era muy jóven. Cúpole por huésped un pitagórico llamado Nearco, y procuró instruirse en sus dogmas; y como escucbase de su boca las mismas máximas de que tambien hacía uso Platon, llamando al deleite el mayor cebo para el mal, al cuerpo el primer tormento del alma, y remedio y purificacion á aquellas reflexiones en virtud de las cuales el alma se separa y aparta cuanto le es posible de los afectos del cuerpo, todavia se apasionó más de la sencillez y de la templanza. Por lo demas, se dice haber aprendido tarde las letras griegas, y que habiendo tomado en las manos los libros griegos cuando ya estaba muy entrado en edad, Tucidides le fué de alguna utilidad para la elocuencia, para la que sobre todo le aprovechó Demóstenes. Sus escritos los exornó oportunamente con máximas é historias griegas; y en sus apotegmas y sus senlencias se encuentran muchas cosas traducidas del griego á la letra.

Vivia á la sazon un hombre muy patriota y muy poderoso entre los Romanos, gran conocedor de la virtud nativa, y muy dispuesto á alimentarla y á inflamarla á la gloria, llamado Valerio Flaco. Tenía campos linderos á los de Caton; y enterado del desprendimiento y economía de este por medio de sus esclavos, los cuales le referian que de madrugada iba á la plaza, se surtia de lo que habia menester, y vuelto al campo, si era invierno, poniéndose una especie de anguarina, y horro de ropa, si era verano, trabajaba con sus esclavos, sentándose á comer con ellos del mismo pan, y bebiendo del mismo vino; admirado en gran manera así de esto, como de oirles hablar de su moderacion, de su modestia, y de algunos dichos sentenciosos suyos, dió órden para que le convidaran á cenar á su casa. Desde entonces le trató familiarmente; y observando que era de carácter suave y urbano, que á manera de planta sólo pedia otro cultivo y otro aire más libre y abierto, lo inclinó y persuadió á que trasladándose á Roma tomara parte en el gobierno. Trasladado á aquella capital, en breve con la defensa de las causas se adquirió admiradores y amigos; y como Valerio le proporcionase además grande opinion y poder, alcanzó que primero le nombrasen tribuno, y despues cuestor. Logró ya entonces ser más señalado y conocido, y aspiró con el mismo Valerio á las primeras magistraturas, habiendo sido con éste cónsul, y despues censor. Procuró tambien arrimarse á Fabio Máximo por şu grande fama y su grande autoridad; pero más principalmente porque se proponia la conducta y método de vida de éste como el mejor modelo y ejemplar; y áun por lo mismo no pudo menos de ponerse en oposicion con Escipion el mayor, que no obstante ser jóven todavía, hacla contraresto á Fabio, y como que se le mostraba envidioso. Hubo tambien otro motivo, y fué que yendo de cuestor con Escipion á la guerra de Africa, como advirtiese que éste usaba de su acostumbrada profusion, y permitia que en el ejército se gastara sin medida, le habló francamente, diciéndole que lo de ménos era el gasto, y el mal principalmente estaba en que estragase la antigua frugalidad del soldado, acostumbrándole para en adelante al regalo y á los deleites; y como Escipion le contestase que no necesitaba un cuestor tan severo, cuando ponia toda la atencion en desempeñar cumplidamente su deber con respecto á la guerra, porque de lo que habia de dar cuenta á la ciudad era de sus acciones y no del dinero, se retiró de Sicilia. Hablaba frecuentemente en el Senado con Fabio de la inmensa cantidad de dinero que gastaba Escipion, y desacreditaba en los circos y en los teatros su porte fastuoso, como si hubiera ido á celebrar flestas y no á mandar un ejército; tanto, que obligó á que se enviaran cerca de éste tribunos de la plebe para que le hicieran venir á Roma, si estas acusaciones eran ciertas. Mas Escipion, habiendo hecho ver que la victoria estaba en los preparativos de la guerra, y convencido á los tribunos de que si usaba de humanidad y condescendencia en los gastos esto en nada perjudicaba á la diligencia y á las demas grandes prendas militares, partió de Sicilia para la guerra.

Aunque era grande el poder que Caton se habia con su elocuencia granjeado, tanto que generalmente se le apeIlidaba Demostenes Romano, era todavía mayor la fama y celebridad que le daba su particular método de vida. Porque su destreza en el decir fué desde luego para los jóvenes un ejemplar comun y de gran solicitud; pero el conservar la frugalidad antigua, contentarse con cenas senci.

TOMO II.

20 ilas, comidas fiambres, vestidos lisos, y una casa como las del comun de ciudadanos, y hacerse admirar más por no necesitar de superfluidades que por poseerlas; esto era ya muy raro en un tiempo en que la autoridad no se conservaba pura por su misma grandeza, sino que, con tener superioridad sobre muchos negocios y muchos hombres, habia dado entrada á diversas costumbres, y se veian ejemplos de portes y medios de vivir muy diferentes. Con razon, pues, miraban todos á Caton como un prodigio, al ver que los demas, debilitados por los placeres, no eran para aguantar ningun trabajo, y que éste en ambas cosas se conservaba invicto, no sólo de jóven y cuando aspiraba á los honores, sino anciano ya y canoso despues del consulado y triunfo, como un alleta constantemente vencedor que se mantiene siempre igual en la lucha hasta la muerte.

Porque se dice que nunca llevó vestido que valiese más de rien dracmas; que de general y de cónsul bebió siempre del mismo vino que sus trabajadores; que las provisiones para la comida las tomo siempre de la plaza sin gastar más de treinta cuartos, y esto por causa de la república, á fin de robustecer el cuerpo para la guerra; que babiéndole tocado de botin un paño babilonio, al punto lo vendió; que jamás tuvo casa ninguna de campo revocada de cal, y que nunca compró esclavo que le costase arriba de mil y quinientas dracmas, como que no los buscaba delicados ó de hermosa presencia, sino trabajadores y robustos, propios para ser gayanes y vaqueros: y áun de estos, cuando ya eran viejos, opinaba que era preciso deshacerse para no mantener gente inútil. En una palabra, era de dictámen que no debia tenerse nada superfluo; y que áun en un cuarto es caro aquello que no se necesita. Y en cuanto á campos, queria poseer los de labor y pasto, no verjeles ó jardines.

Atribuian algunos á mezquindad esta tan rigurosa economía; pero otros veian en ella el esmero y la rígida templanza de un hombre que se estrechaba y reprimia á sí mismo, para corregir y moderar á los demas. Solamente aquello de valerse de los esclavos como de acémilas, y deshacerse luego de ellos y venderlos á la vejez, para mi no puede ser sino de un hombre cruel y que no se cree enlazado á otro hombre sino con el vínculo de la utilidad.

Pues en verdad que la humanidad y la dulzura tienen todavia más latitud que la justicia; pues de la ley y de la justicia sólo podemos usar con los otros hombres, pero la beneficencia y la gratitud se emplean aun con los animales irracionales; dimanando de la bondad como de una fuente copiosa, porque es propio del hombre de probidad no dejar sin alimento al caballo desfallecido ya por los años, y el mantener y cuidar los perros, no sólo de cachorritos, sino áun cuando se han hecho viejos. El pueblo de Atenas, cuando se construyó el Hecatompedo (1), á cuantas acémilas llegó á entender haber concurrido conslantemente á los trabajos de la obra, á todas las echó á pacer libres y sueltas; y áun se refiere de una de ellas que por sí misma se bajaba al lugar de la obra, y agregándose á las yuntas que subian los carros al alcázar, las ayudaba yendo delante, como si las animara y alentara; por lo que se decretó que hasta que muriese se proveyera de los fondos públicos para su manutencion. Los sepuleros de las yeguas con que Cimon venció tres veces en Olimpia están inmediatos á los monumentos que á éste se erigieron. Muchos cuidaron de sepultar á los perros que se les habian hecho como comensales y amigos; y entre ellos Jantipo el mayor, al perro que nadando junto á su galera le siguió á Salamina, cuando el pueblo abandonó la ciudad, le hizo sepultar en un promontorio, que todavía se llama la sebe able to dan kanan dan ket (1) Haspocracion es el autor por quien sabemos que se dió tambien este nombre de Hecatompedo al Partenou á templo de Minerva.

pultura del perro; pues no hemos de usar de cosas que tienen vida y alma como de los zapatos ó de los muebles, echándolos á un rincon cuando ya están rotos y gastados, sino que es razon que en cuanto á aquellas nos mostremos cuidadosos y benignos, aunque no sea más que por excitar á la humanidad. Por tanto, yo ni siquiera á un buey de labor lo venderia por viejo, mucho menos á un hombre anciano, desterrándolo como de su patria de una tierra y de una mansion á que estaba ya habituado, en cambio de una friolera que podrían dar por él; pues que siendo inútil al que lo vendia, lo sería tambien al comprador; cuando de Caton, que parece hacía gala de estas cosas, se cuenta haberse dejado en España el caballo que siendo cónsul le sirvió en la guerra, por no poner en cuenta á la república el gasto de su flete. Cada uno, pues, juzgará dentro de sí, segun su modo de ver, si cosas llevadas tan al extremo se han de atribuir á magnanimidad ó á sórdida codicia.

Por lo demas, su moderacion fué verdaderamente maravillosa, pues siendo general, de trigo no tomó para sí y sus asistentes más que tres fanegas áticas al mes; y de cebada al dia para las bestias todavia ménos de tres medias. Cúpole en suerte la provincia de Cerdeña, y habiendo sido costumbre de los pretores que le precedieron, tomar del público los muebles, las camas y las ropas, gravando á los habitantes con precisarles á mantener numerosa servidumbre y grande acompañamiento de amigos para los banquetes, hizo advertir en esto una increible diferencia, no permitiendo jamás que de los fondos públicos se hiciera gasto alguno. Hizo la visita de las ciudades á pié; y sólo le seguia un ministro público, que llevaba su ropa y el vaso que le servia en las sagradas libaciones. Mas sin embargo, á este desprendimiento y ahorro usado con los que estaban bajo su mando acompañaba una suma circunspeccion y gravedad, siendo inexorable en lo justo, y recto y severo en hacer cumplir las órdenes que daba; de manera que nunca el mando de los Romanos les fué á aquellos naturales ni más temible ni más grato.

Por este mismo término parece que era tambien el lenguaje de este hombre singular; porque era gracioso y vebemente, dulce y penetrante, adornado y grave, sentencioso y polémico: al modo que Platon pinta á Sócrates, al parecer hombre vulgar, satírico y acre para los que por primera vez le trataban; pero por dentro lleno de solicitud y pensamientos útiles, que arrancaban lágrimas á los oyentes y convertian su corazon: de manera que no sé en qué pudieron fundarse los que dijeron que el estilo de Caton era parecido al de Lisias; pero de esto juzgarán los que se hallen más en estado de conocer la lengua romana: por lo que á mí hace, me contentaré con referir algunas de sus máximas; estando como estoy en la opinion de que más se ven en ellas, que no en el rostro, las costumbres de cada uno.

Propúsose en una ocasion retraer al pueblo romano del intento á que le veía decidido de que se hiciera distribucion y repartimiento de trigo; y para ello empezó su discurso de esta manera: «Ardua cosa es, oh ciudadanos, quererse hacer entender del vientre que no tiene oidos.» Censuraba otra vez el lujo; y dijo, que era muy dificil se salvase una ciudad en la que se vendia más caro un pescado que un buey. Comparaba los Romanos á las ovejas, porque decía que á éstas una á una se las lleva muy mal, y juntas siguen fácilmente unas tras otras á los conductores; «y de la misma manera vosotros, añadió, de hombres de quienes cada uno en particular no se valdria para tomar consejo, sois seducidos y atraidos cuando os veis juntos y congregados en uno.» Hablando del poder é influjo que la mujeres tenian, «los demas hombres, dijo, mandan á las mujeres; pero nosotros á todos los hombres, y las mujeros á nosotros:» lo que viene å ser uno de los apotegmas que se cuentan de Temistocles; porque éste como recabase de él muchas cosas su hijo por medio de la madre, «mira, mujer, le dijo, los Atenienses mandan á los Griegos, yo á los Atenienses, tú á mí, y á tí el hijo: por tanto, véte á la mano en tu autoridad, por la que aquel, con no tener el mayor juicio, manda sobre todos los Griegos.» Decia que el pueblo romano no sólo ponia precio á la púrpura, sino tambien á las ocupaciones: porque así como los tintoreros tiñen más ropas de aquel color que ven estar más en moda, del mismo modo los jóvenes á aquello se aplican y dedican más que ven en mayor estimacion y alabanza. Exhortábalos á que si se habian hecho grandes con la virtud y la moderacion, no empezaran á usar de peores medios; y si se habian engrandecido con la destemplanza y la maldad, se convirtieran á lo mejor, pues que ya con aquellas se habian hecho bastante grandes. De los que solicitaban repetidas veces las magistraturas decia, que como si no supieran el camino, buscaban el ir siempre con lictores para no perderse. Reprendia á los ciudadanos de que eligiesen muchas veces los mismos magistrados: «porque dais á entender, decia, que no teneis en mucho la autoridad, ó que creeis ser pocos los que son dignos de ella.» Pareciéndole que une de sus enemigos llevaba una vida torpe é ignominiosa, «la madre de éste, dijo, no hace la debida plegaria á los Dioses, si les pide que le sobreviva.» Mostrando á uno que había vendido ciertos campos hereditarios, situados en la playa, hizo como que le tenía en mucho por juzgarle, decia, «de más poder que el mar, pues lo que el mar no hacía mas que tocar suavemente, él se lo habia sorbido.» Cuando el rey Eumenes estuvo de paso en Roma, el senado le hizo un magnífico recibimiento, y fué grande la concurrencia y obsequio de los principales; pero en Caton se echaba bien de ver que no hacía ningun caso de él, y ántes se apartaba; y como hubiese quien le dijera que era hombre bueno y apasionado de los Romanos: «En buena hora, dijo; pero este animal llamado Rey es carníboro por naturaleza; y ninguno de los reyes más celebrados puede ser comparado con Epaminondas, con Pericles, con Temistocles, con Mannio Curio ó con Amilcar, por sobrenombre Barcas.» Decia ser de sus enemigos tachado porque se levantaba de noche para ocuparse en los negocios públicos, abandonando los suyos propios; pero que más queria que obrando bien le fallase el agradecimiento, que evitar el castigo si en algo faltase; y que fácilmente perdonaba todos los yerros, á excepcion de los suyos.

Eligieron los Romanos para la Bilinia tres embajadores, de los cuales el uno padecia de gota, al otro se le habia hecho en la cabeza la operacion del trépano, y el tercero era tenido por no muy avisado; y sonriéndose Caton, dijo que los Romanos mandaban una embajada que no tenia ni piés, ni cabeza, ni corazon. Hablóle Escipion por medio de Polibio de los desterrados de la Acaya; y como en el Senado se gastase mucho tiempo, concediéndoles unos la vuelta, y resistiéndola otros, se levantó Calon, y «como si no tuviéramos otra cosa que hacer, les dijo, nos estamos aquí sentados todo el día ocupados en examinar si unos cuantos Griegos ya ancianos han de ser llevados á enterrar por nuestros sepultureros, ó por los de Acaya.» Concedióseles la vuelta; y dejando Polibio pasar unos cuantos dias, intento presentarse otra vez en el Senado, con el objeto de que los desterrados recobraran los honores que antes tenian en la Acaya, para lo que procuraba tantear el modo de pensar de Caton; y éste, echándose á reir, dijo que Polibio no era como Ulises, pues queria entrar otra vez en la cueva del Cílope por haberse dejado allí olvidados el gorro y el ceñidor. Decia que los necios eran de más provecho á los prudentes, que éstos á aquéllos: porque los prudentes procuraban evitar las faltas de los necios; cuando con los aciertos de aquellos nunca éstos se corregian.

De los jóvenes decia que le gustaban los que se ponian colorados, no los que se ponian pálidos; y que de los militares no queria á los que en la marcha movian las manos y en la pelea los piés, ni á los que roncaban más alto que gritaban contra los enemigos. Para afrentar á un hombre gordo decia: «¿Cómo puede ser de provecho á la república un cuerpo en el que desde la garganta á la cintura todo es vientre?» Descartándose de un voluptuoso que queria ganar su amistad, «no puede ser, decia, que yo viva con un hombre más delicado de paladar que de corazon.» Decia que el alma del amante vivia en un cuerpo ajeno; y que en toda su vida de tres cosas solamente habia tenido que arrepentirse: primera, de haber confiado un secreto á su mujer; segunda, de haberse embarcado para un viaje que pudiera haber hecho por tierra, y tercera, de haber pasado un dia sin hacer nada. A un viejo maligno, «hombre, le dijo, cuando la vejez trae consigo tantas cosas desagradables, no le añadas la afrenta de la perversidad.» A un tribuno á quien se atribuia un envenenamiento, y que había propuesto una loy perjudicial, empeñado en hacerla pasar: «Jóven, le dijo, no sé cuál sería peor, si beber lo que preparas, ó sancionar lo que escribes.» Denostándole un hombre notado de mala conducta: «No puede sostenerse, le dijo, una contienda como esta entre nosotros dos, porque tú oyes los oprobios con serenidad, y los dices sin reparo; cuando á mi se me resiste el decirlos, y no estoy acostumbrado á aguantarlos.» Por este término venían á ser sus apotegmas.

Designado cónsul con Valerio Flaco, su amigo y deudo, le tocó por suerte la provincia que llaman los Romanos España cilerior. Miéntras allí vencia á unos pueblos con las armas, y atraia á otros con la persuasion, vino contra él un ejército de bárbaros tan numeroso que corrió peligro de ser vergonzosamente atropellado; por lo cual imploró el auxilio de los Celtiberos, que estaban cercanos.

Pidiéronle éstos por precio de su alianza doscientos talentos; y teniendo todos los demas por cosa intolerable que los Romanos se reconocieran obligados á pagar á los bárbaros aquel precio de su auxilio, les replicó Caton que nada habia en ello de malo, pues que si vencian, serian los enemigos quienes lo pagasen, y si eran vencidos, no existirian ni los que lo habian de pagar, ni los que lo habian de pedir. Salió por fio vencedor en batalla campal, y todo le sucedió prósperamente: diciendo Polibio que á st órden todas las ciudades de la parte de acá del rio Bélie en un mismo día demolieron sus murallas, no obstante ser en gran número y estar pobladas de hombres guerreros.

El mismo Caton dice haber sido más las ciudades que tomó que los dias que estuvo en España; y no es una exageracion suya, si es cierto que llegaron á trescientas. Fué mucho lo que los soldados ganaron en aquella expedicion, y, sin embargo, repartió además á cada uno una libra de plata, diciendo que era mejor volviesen muchos con plata que pocos con oro; pero de tanto como se cogió dice no haber tomado para sí más que lo necesario para comer y beber.

«No es esto que yo acuse, decia, á los que procuran aprovecharse de estas cosas, sino que quiero más contender en virtud con los buenos, que en riqueza con los más ricos, ó en codicia con los más acaudalados.» Ni solamente él mismo se conservó puro, sin haber tomado nada, sino que hizo se conservaran tambien puros los que tenia consigo en aquella expedicion, que no eran más que cinco esclavos. Uno de estos llamado Panco compró de entre los cautivos tres mozuelos, y habiéndolo llegado á entender Caton, hizo que lo ahogasen antes que se le pusiese delante, y vendiendo los tres mozuelos, hizo poner el precio en el erario.

Permanecia todavía en España euando Escipion el mayor, que era su rival y queria poner término á sus glorias, se propuso pasar á encargarse de las cosas de España, é hizo que se le nombrara sucesor de Caton. Apresuróse á llegar pronto para que tuviera cuanto antes fin el mando de éste; el cual, tomando para salir á recibirle á cinco cohortes de infanteria y quinientos caballos, derrotó á los Lacetanos, y entregado de seiscientos tránsfugas que había entre ellos, los pasó á cuchillo. Llevólo Escipion á mal, y contestó Caton con ironía, que así era como Roma sería mayor, si los hombres grandes é ilustres no daban ugar á que los oscuros entraran á la parte con ellos en lo sumo de la virtud; y si los plebeyos, como él, se empeñaban en competir en virtud con los que les aventajaban en gloria y en linaje. Con todo, habiendo decretado el Senado que nada se mudara ó alterara de lo dispuesto por Caton, se le pasó en blanco á Escipion su mando en la inaccion y el ocio, más bien con mengua de su gloria que de la de aquél. Despues de haber triunfado, no hizo lo que suelen la mayor parte de los hombres, que no aspirando á la virtud sino á la gloria, luego que han subido á los supremos honores y que han conseguido los consulados y los triunfos, se proponen pasar el resto de su vida en el placer y el descanso, dando de mano á los negocios públicos; ni como estos relajó ó aflojó en nada su virtud, sino que al modo de los que empiezan á tomar parte en el gobierno sedientos de honor y de fama, como si de nuevo comenzara, estuvo pronto á que los amigos y los ciudadanos se valieran de él, sin excusarse de las defensas de las causas ni de la milicia.

Acompañó de legado en la administracion de la provincia á Tiberio Sempronio, procónsul de la Tracia y del Danubio; y fué á la Grecia de tribuno de legion con Manio Acilio contra Antioco el Grande, que inspiró miedo á los Romanos despues de Aníbal más que otro alguno; porque habiendo ocupado desde luego casi toda el Asia en la extension en que la habia dominado Seleuco Nicanor, y sujetado á muchas naciones bárbaras, habia resuelto acometer á los Romanos como los únicos que podian ser sus dignos enemigos. Buscó para la guerra un motivo plausible, que fué el de libertar á los Griegos, sin embargo de que no lo habían menester, porque hacía poco habían sido hechos libres é independientes del poder de Filipo y los Macedonios por beneficio de los Romanos; y con este objeto marchó allá con un ejército, con lo que se conmovió al punto la Grecia, y quedó como en suspension, excitada á grandes esperanzas por los demagogos. Envió, pues, Manio mensajeros á las diferentes ciudades; y á la mayor parte de los perturbadores los aquietó y sosegó Tito Flaminio sin la menor disension, como lo decimos en su Vida; y Caton apaciguó tambien á los de Corinto, de Patras y de Egas; pero donde se detuvo por más tiempo fué en Atenas. Dícese que corre un discurso que en griego hizo á aquel pueblo, manifestándole su veneracion á la virtud de los antiguos Atenienses, y el placer que habia tenido en haber visto aquella ciudad, célebre por su hermosura y su grandeza; mas esto no es cierto, pues habló á los Atenienses por medio de intérprete, no obstante que podia haberlo hecho por si; sino que quiso acomodarse á las costumbres patrias, y zaberir á los necíos admiradores de las cosas griegas. Así es que á Postumio Albino, que escribió en griego una historia y pidió se le disculpase, le satirizó diciendo que se le concederia la disculpa si para emprender aquella obra hubiera sido obligado por un decreto de los Anfictuones. Se conserva en memoria que los Atenienses se maravillaron de su prontitud, y de la concision de su lenguaje; porque lo que él decia brevemente, no lo traducia el intérprete sino con pesadez, y empleando muchas palabras; y que en fin les habia parecido que á los Griegos les salian las voces de los labios, y á los Romanos del corazon.

Cerró Antioco las gargantas de las Termópitas con su ejército, y á las naturales defensas del sitio añadió fosos y trincheras, pensando que así tenía cercada á su arbitrio la guerra; y en verdad que los Romanos desconfiaron de poder romper por el frente; pero revolviendo Caton en su ánimo aquellos atrincheramientos y aquel cerco, marchó por la noche á hacer un reconocimiento, llevando consigo una parte del ejército. Llegado á la cumbre, como el guia, que era un esclavo, desconociese el camino, se vió perdido en aquellas asperezas y derrumbaderos, causando esto en los soldados gran miedo y desaliento. Advirtiendo, pues, el peligro, mandó á todos los demas que no se movieran y aguardaran allí; y tomando consigo á Lucio Malio, hombre hecho á caminar por las montañías, discurrió con gran fatiga y riesgo en una noche oscura y ya adelantada por entre acebuches y peñascos, dando rodeos, y sin saber dónde ponia el pié, hasta que llegando á un camino abierto, que se dirigia hacia abajo, y les pareció iria al campamento de los enemigos, pusieron señales en unas eminencias muy altas, que descollaban sobre el Calidromo (1). Retrocedieron desde aquel punto; reuniéronse con las tropas, y encaminándose á las señales, puestos otra vez en el camino, comenzaron á marchar con seguridad; pero á poco que anduvieron les faltó la senda, encontrándose con un barranco; por lo que les sobrevino otra vez la incertidumbre y el miedo, no sabiendo ni advirtiendo que ya se habian puesto muy cerca de los enemigos. Clareaba el dia cuando les pareció que oian cierto murmullo, y de repente vieron un campamento griego, y la guardia puesta al pié de la roca. Haciendo, pues, alif alto Caton con sus tropas, dió órden de que se le presentasen solos los, Firmianos, que eran los que siempre se le habian mostrado más fieles y dispuestos. Como acudiesen éstos al punto y le cercasen en tropel, «deseo, les dijo, que se coja vivo á uno de los enemigos, y se sepa de él qué guardia es (1) Llamábase Calidromo la cresta más empinada del monte Oeta.

aquella, cuál su número, y cuál el órden, formacion y disposicion en que nos aguardan. Este rebato debe ser obra de prontitud y arrojo, que es en el que confiados los leones se lanzan sin armas sobre los otros tímidos animales.» Dicho esto, partieron de allí con celeridad los Firmianos del modo que se hallaban, y corriendo por aquellos montes se dirigieron contra la guardia: cogiéndola desprevenida, todos se sobresaltaron y dispersaron; pero pudieron coger á uno armado como estaba, y lo pusieron en manos de Caton. Supo por éste que la principal fuerza estaba apostada en la garganta con el Rey; y que los que le guardaban las avenidas eran unos seiscientos Etolios escogidos; y mirando con desprecio así el corto número como la nimia confianza, marchó contra ellos al toque de trompetas y con grande gritería, siendo el primero á desenvainar la espada; pero los enemigos, luego que los vieron descender de las alturas, dando á huir hácia el cuerpo del ejército, le pusieron todo en gran confusion.

Al mismo tiempo trató Manio de forzar las trincheras por el pié de la montaña, acometiendo por las gargantas con todas sus fuerzas; y herido Antioco en la boca de una pedrada, que le quitó los dientes, volvió para atras su caballo movido del dolor, con lo que ninguna parte de su ejército hizo ya frente á los Romanos, sino que sin embargo de tener que hacer la fuga por sitios intransitables y peligrosos, porque las caidas habian de ser á lagos profundos ó piedras peladas, impelidos hácia estos lugares desde los desfiladeros, y atropellándose unos á otros, ellos mismos se destruyeron por el miedo de las heridas y del hierro de los enemigos. Caton parece que nunca habia sido muy contenido y pareo en sus propias alabanzas, y ántes por el contrario, no habia evitado la opinion de jactancioso, teniendo el serlo por consecuencia de los grandes hechos; pero en esta ocasion, todavía ponderó más Sus bazañas; pues dice que los que le vieron entonces perseguir y herir á los enemigos, convinieron con él en que no quedaba Caton en tanta duda respecto del pueblo, como éste respecto de Calon; y que el mismo cónsul Manio en el calor todavía de la victoria, le echó los brazos, y teniéndole largo rato abrazado, prorumpió en fuerza del gozo en la expresion de que ni él mismo ni todo el pueblo pagaria cumplidamente á Caton aquellos beneficios. Despachósele inmediatamente despues de la batalla á ser él mismo el mensajero de aquellos sucesos, é hizo su navegacion con mucha felicidad hasta Bríndis, de donde en un dia pasó á Tarento, y caminando otros cuatro desde el mar, estuvo al quinto dia en Roma, logrando ser el primero que anunció la victoria; con la cual la ciudad se llenó de regocijo y de fiestas, y de orgullo el pueblo, como que ya nada le impediria hacerse dueño de toda la tierra y el mar.

De las acciones de guerra de Caton, estas fueron las más celebradas, y en cuanto a las cosas de gobierno, la parte relativa á la acusacion y correccion de los malos, parece haber sido la que le mereció mayor atencion; porque persiguió por sí á muchos, á otros les ayudó en este público ejercicio, y á algunos les dió el trabajo hecho para él, como á Petilio contra Escipion; y en cuanto á éste, que logró poner bajo sus piés los cargos por ser de una ilustre familia y de un ánimo verdaderamente grande, hubo de retirarse, viendo que no podia conducirle at suplicio; pero á Lucio su hermano, poniéndose al lado de los que le acusaban, lo envolvió en la condenacion de una gran multa para el erario; y como no tuviese con qué pagar, y por ello estuviera para ser puesto en prision, con gran dificultad se desenredó por la intercesion de los tribunos. Dícese tambien que á un joven que habia conseguido se notase de infamia al enemigo de su padre, viéndolo ir por la plaza despues de la sentencia, le salió al encuentro Caton, y alargándole la mano, le dijo que de aquel modo se debia hacer ofrenda á los manes de los padres, no con corderos ó cabritos, sino con las lágrimas y las condenaciones de los enemigos. Mas tampoco él salió siempre de los negocios libre y exento, sino que al menor asidero que daba á sus enemigos, era tambien puesto en juicio, y corria su riesgo; porque se dice que tuvo que defenderse en pocas ménos de cincuenta causas, la última de ellas cuando ya tenía ochenta y seis años; en la cual dijo aquella célebre sentencia: «que es cosa muy dura haber vivido con unos hombres y tener que hacer su apología con otros (1).» Mas sin embargo, no fué aquella con la que puso término á esta especie de contiendas; porque pasados otros cuatro años, acusó á Sergio Galba cuando ya era de noventa, faltando poco para que le sucediese lo que á Nestor, que con su vida y sus hechos alcanzó tres generaciones; pues que habiendo tenido, como hemos dicho, diferentes choques en asuntos de gobierno con Escipion el mayor, llegó hasta los tiempos de Escipion el jóven, que era hijo de aquél por adopcion, y natural de Paulo, el que subyugó á Perseo y los Macedonios.

A los diez años despues del consulado se presentó Caton á pedir la censura. Viene á ser esta dignidad el colmo de todos los honores y como el complemento del gobierno, teniendo además de otras facultades la del exámen de la vida y costumbres: porque no hay acto alguno de importancia, ni el casamiento, ni la procreacion de los hijos, ni el método ordinario de la vida, ni los banquetes, que se crea debe quedar libre de exámen y correccion para que cada uno se haya en ellos segun su deseo ó su capricho.

Así es que teniendo por cierto que en estos hechos más que en los públicos y en los relativos al gobierno se da á (1) Aludió en esto á que habiendo vivido tantos años, tenía que justificarse ante una generacion nueva.

conocer la indole y carácter de los hombres, para que hubiera quien observara, celara é impidiera el que nadie se abandonase á los deleites y alterase el modo de vivir recibido y acostumbrado, elegian uno de los llamados patricios, y otro de los plebeyos. El nombre de éstos era el de Censores, y tenian facultad para privar de la dignidad ecuestre, y para remover del Senado al que vivia relajada y disolutamente. Tocaba tambien á 'óstos tomar conocimiento é inspeccionar el valor de las haciendas, y discernir las familias y ocupaciones por medio de la descripcion ó censo, y áun tenía otras muchas facultades esta magistratura. Por esta causa, luego que Caton se presentó á pedirla le salieron al encuentro, oponiéndose casi todos los más principales y distinguidos de los senadores; porque los nobles se consumian de envidia, creyendo que su clase se vilipendiaba con que hombres oscuros en su origen, se sublimaran por fuerza á la primera dignidad y poder; y por otra parte aquellos á quienes remordia la conciencia por su mala conducta, y por el olvido de las costumbres patrias, temian mucho la austeridad de aquél, por saber que sería inexorable y duro en el ejercicio de la autoridad:

con este objeto, pues, preparados y convenidos entre si, presentaron siete como contrarios y rivales de Caton en la peticion, lisonjeando á la muchedumbre con halagüeñas esperanzas, en el concepto de que esta querria ser mandada blandamente y á su placer. Mas Caton, por el contrario, no dió muestra de ninguna indulgencia, sino que al reves, amenazando á los malos desde la tribuna, y gritando que la ciudad necesitaba una gran limpia, pedía que si querian acertar, de los médicos no escogieran al más blando, sino al más determinado; y que éste era él mismo, y de los patricios solo Valerio Flaco; porque sólo con éste creia poder extirpar el regalo y la molicie, cortando y quemando como la cabeza de la hidra, cuando veia que cada uno de los otros precisamente habia de mandar mal, puesto que temian á los que mandarian bien. Y el pueblo romano era entonces tan grande y lan digno de grandes magistrados, que no temió la severidad y aspereza de Caton; sino que más bien, descartándose de aquellos hombres suaves y dispuestos á complacerle en todo, lo eligió con Valerio Flaco, como si hubiese oido, no á uno que pedia la dignidad, sino á quien ya la tenía, y estaba mandando.

Incorporó, pues, Calon en el Senado á su colega y amigo Lucio Valerio Flaco; y removió de él á muchos, entre ellos á Lucio Quincio, cónsul que habia sido siete años antes; y lo que era de mucha consideracion, despues del honor consular, hermano de Tito Flaminio, el que venció á Filipo.

Y la causa que tuvo para esta remocion fué la siguiente:

habia puesto su amor Lucio en un mocito desde que éste era niño; y teniéndole desde entonces siempre consigo, le dió en sus diferentes mandos tanta privanza y autoridad, cuanta no alcanzó nunca ninguno de sus mayores amigos y deudos. Hallábase en una provincia de procónsul, y estando en un festin sentado á su lado, como era de costumbre, este mocito, entre otros balagos que prodigó á Lucio, fácil de ser seducido con ellos en el exceso del vino, le dijo ser tal el extremo con que le amaba, que habiendo en su casa el espectáculo de un duelo de gladiatores, á que nunca antes asistiera, habia preferido correr á su compañia; sin embargo de que deseaba ver á un hombre caer muerto de heridas: replicóle Lucio, correspondiendo á sus caricias: «Pues por eso no te me angusties, que yo lo remediaré;» y dando orden de que trajesen al mismo banquete á uno de los que estaban condenados á pena capital, y de que entrase uno de los esclavos armado con una bacha, volvió a pregualar al jóven si queria ver cómo le daban el golpe; respondió éste que sí; y entonces mando que le cortasen la cabeza. Son muchos los que refieren este caso, y Ciceron introduce al mismo Caton contándole en su diáTOMO II.

21 logo de la vejez Mas Livio dice que el degollado fué un tránsfuga de los Galos, y que no fué muerto por un esclavo, sino por mano del mismo Lucio; lo que asi se ballaba escrito en el discurso de Caton. Expelido Lucio del Senado, lo llevó muy å mal el hermano; y apelando al pueblo, se mandí que Calon diera la causa en que se babia fundado: dijola, y refiriendo lo ocurrido en el banquets, Lucio intentó negarlo; pero proponiendo Caton que jurase, desistió de aquel propósito; y con esto hubo de declararse que en lo hecho no habia llevado sino to merecido. Mas de allí á poco se celebraron espectáculos en el teatro; y ha biéndose pasado del sitio de los consulares, yéndose á sentar en otro puesto muy lejos de allí, se movió á grande compasion el pueblo, y con sus voces le obligó á que volviese al otro lugar, enmendando y corrigiendo por este medio lo antes sucedido. Removió tambien del Senado á Manlio, varon que todos consideraban acreedor al consu lado, con motivo de que besó de dia á su mujer á vista de una bija; porque decía que á él nunca le abrazaba su mtjer, sino cuando habia gran tormenta de truenos; y por lo mismo solia usar del chiste de que era feliz cuando Júpiter tronaba.

Concilió tambien á Caton alguna envidia el hermano de Recipion, Lucio, varon condecorado con el triunfo, y á quien aquél privó de la dignidad ecuestre; pues pareció baberlo hecho con la mira de incomodar á Escipion africano. Mas lo que le indispuso con los más fué su empeño en cortar el lujo: porque si bien el oponérsele de frente era imposible, estando la mayor parte viciada y corrompida, tomó para ello un rodeo, haciendo dar á los vestidos, á los carruajes, á los objetos de tocador, á las vajillas y aparato de mesa, cada una de las cuales cosas pasaba en si de mil y quinientas dracmas, un valor décuplo; para que siendo mayores las tasaciones y los precios, fuesen mayores las contribuciones. Impuso, pues, un tres al millar, para que gravados los lujosos con el aumento se moderaran, viendo que los frugales y parcos, á iguales bienes, contribuian ménos al erario. Odiabanle, pues, los que por el lujo aguantaban mayores impuestos; y por el contrario, tambien los que renunciaban á él por no pagarlos. Porque para muchos es como quitarles la riqueza el no dejar que lo luzcan con ella; y como se luce es con la superfluo y no necesario. Así dicen que de lo que más se admiraba Ariston el filósofo era de que fuesen tenidos por más felices los que poseian cosas superfluas que los que abunda ban en las necesarias y útiles; y Escopas el Tesaliano, como le pidiese uno de sus amigos una cosa que al mismo que la pedia no era de gran utilidad, é hiciese presente á éste que no le pedia nada que fuese ó de necesidad ó de provecho; «pues con estas cosas, le replicó, soy yo dichoso; y rico con las inútiles y superfluas.» Así el aprecio y admi—racion de la riqueza, sin tener apoyo en ningun afecto ó necesidad de la naturaleza, se introduce por una opinion enteramente externa y vulgar.

Hacia Caton tan poca cuenta de los que por estas cosas le zaherian, que todavia procuraba aprutar más: cortando los acueductos que los particulares habian formado para llevar el agua del público á sus casas y jardines; recogiendo y reduciendo los voladizos de los edificios sobre la calle pública; minorando los precios de los destajos ó asieptos de las obras, y haciendo subir hasta lo sumo en las subastas los rendimientos de los tributos. Con todo, Tito y los de su partido, haciéndole oposicion, lograron que en el Senado se rescindieran, como hechos con desventaja, los asientos y contratas para la construccion de los edificios sagrados y públicos, y acaloraron a los más ardientes de los tribunos de la plebe para que le denunciaran al pueblo, é hicieran se le maltase en dos talentos.

Contrariaron tambien con gran esfuerzo la construccion de la basílica que con los caudales públicos edificó Caton en la plaza debajo del consejo ó curia, y á la que poso el nombre de la basilica Porcia: mas el pueblo parece que se mostró muy contento del modo con que ejerció la censura; pues que habiéndole consagrado una estatua en el templo de la Salud, no anotó en la inscripcion que Caton mandó ejércitos, ni que triunfó, sino, segun la inscripcion debe traducirse, que hecho censor restituyó á su antigua gravedad con útiles reglamentos y sábias máximas é instituciones el gobierno de los Romanos, ya decadente y muy inclinado á la corrupcion. Y él ántes se habia burlado de los que se complacian en semejantes distinciones, diciendo ocultárseles, que mientras ellos estaban engreidos con las obras de los escultores y los pintores, los ciudadanos, lo que era para él de más bonra, llevaban su imágen en los corazones. Maravillándose algunos de que habiéndose puesto estatuas á muchos hombres sin opinion, él no tuviese ninguna, les respondió: «Más quiero que se progunte por qué no se me pone, que por qué se me ba puesto; y en fin, ni siquiera le era gralo que se le alabara de conservarse un virtuoso ciudadano si no habia de redundar en bien de la república. Mas su mayor alabanza resulta de las siguientes observaciones: los que en alguna cosa fallaban, ai por ella eran reprendidos, solian responder que se les culpaba sin razon, porque al cabo no eran catones; á los que querian imitar algunos de sus hechos, y no mostraban urte é inteligencia, se les llamaba Catones á zurdas; el Senado en los tiempos peligrosos y dificiles ponia en él los ojos, como en la tormenta se ponen en el piloto; suspendiéndose muchas veces por no hallarse presente los negocios de importancia; y todos á una voz convienen en que por sus costumbres, por su elocuencia, y por sus años gozó en la república de una grandísima autoridad.

Fué tambien buen padre, buen marido, y en aumento de su hacienda más que medianamente solicito; echándose bien de ver que no atendia á ella de paso como á cosa pequeña y de poca monta: paréceme, pues, oportuno hablar asimismo de su buen porte en el desempeño de estos offcios. Casóse con una mujer más noble que rica, haciéndose cargo de que por lo uno y por lo otro suelen tener vanidad y orgullo; pero que las ilustres por el temor de la vergüenza son para las cosas honestas más obedientes á sus maridos. De los que castigan á las mujeres ó los hijos, decia que ponian manos en las cosas más santas y sagradadas; que para él merecia más alabanza un buen marido que un buen Senador; y que nada admiraba tanto en el antiguo Sócrates como el que habiéndole cabido en suerte una mujer inaguantable y unos hijos necios, vivió, sin embargo, sosegado y tranquilo. Habiéndole nacido un hijo, nada habia para él de mayor importancia, como no fuese algun negocio público, que el hallarse presente cuando la mujer lavaba y fajaba al niño; porque ésta lo criaba con su propia leche, y áun muchas veces, poniéndose al pecho los niños de sus esclavos, preparaba así para su propio h jo la benevolencia y amor que produce el ser hermanos de leche.

Cuando ya empezó á tener alguna comprension, él mismo tomó á su cuidado el enseñarle las primeras letras, sin embargo de que tenía un esclavo bien educado y ejercitado en esta enseñanza, que daba leccion á muchos niños: porque no queria que á su hijo, como escribe él mismo, lo reprendiesc ó le tirase las orejas un esclavo, si era tardo en aprender; ni tampoco tener que agradecer á un esclavo sesemejante enseñanza. Así él mismo le enseñaba las letras, le daba á conocer las leyes y le ejercitaba en la gimnástica:

adiestrándole no sólo á tirar con el arco, á manejar las armas y á gobernar un caballo, sino tambien á herir con el puño, á tolerar el calor y el frío, y á vencer nadando las corrientes y los remolinos de los rios. Dice además que le escribió la historia de su propia mano, y con letras abultadas, á fin de que el hijo tuviera dentro de casa medios de aprovecharse para el uso de la vida, de los Lechos de la antigüedad y de los de su patria; que con no menor cuidado precavió que se dijeran cosas torpes ante aquel niño, que ante las vírgenes sagradas dichias Vestales, y que sunca se bañó con él; bien que, segun parece, esto era costumbre entre los Romanos, porque tampoco los suegros se bañaban con los yernos, evitando el presentarse desnudos los unos entre los otros. Mas despues, aprendiendo de los Griegos el no reparar en ponerse desnudos, comunicaron á estos mismos á su vez el desórden de bañarse áun con las mujeres. Ocupado Caton en la recomendable obra de formar y ensayar á su hijo para la virtud, aunque nada quedaba que desear, ni por la índole de éste, ni por su esmero en corresponder á aquel cuida do, como el cuerpo no fuese bastante fuerte para tolerar el trabajo, tuvo el padre que rebajar la demasiada austeridad y el rigor en el método de vida. Mas no por esta delicadeza dejó de ser hombre esforzado en los hechos de armas; y en la batalla contra Perseo, mandando el ejército Paulo Emilio, peleó denodadamente. Sucedióle en ella que babiendo dado un golpe, se le escapó la espada, ayudando tambien á ello el sudor de la mano; y acongojado con tal acontecimiento, corrió á buscar á algunos de sus amigos, é incorporado con ellos volvió á cargar á los contrarios; y registrando el sitio con gran trabajo y esfuerzo, halló por fin la espada entre un cúmulo de armas, y entre montones de cadaveres de amigos y de enemigos; sobre lo que el general Paulo hizo de él un grande elogio; y todavia corre una carta de Caton á su hijo, en la que alaba extraordinariamente su gran delicadeza y cuidado en recourar la espada. Más adelante casó este jóven con Tercia, hija de Paulo y hermana de Escipion; habiéndose enlazado con tan ilustre gente, no ménos por sí que por su padre, en lo que se ve baberse logrado cumplidamente el esmero de Caton en la educacion de su hijo.

Poseia muchos esclavos de los cautivos, comprándolos por lo regular todavía pequeños, en estado de admitir, como los cachorrillos y demás animales jóvenes, crianza y educacion. De estos ninguno entró jamás en casa ajena, como no fuera por—enviarlos Caton ó su mujer, y si alguno les preguntaba ¿qué hace Caton? no daban otra respuesta sino es que no lo sabian; y su deseo era, ó que hiciesen aigo, ó que durmiesen: gustando más Caton de los que dormian mucho, á causa de que los tenía por de mejor condicion, que los muy despiertos; y porque para todo son más útiles los bien dormidos que los que están faltos de sueño. Conociendo que los esclavos la mayor parte de las maldades las cometen por el incentivo de la lascivia, Leola dispuesto que por cierto dinero se ayuntasen con las esclavas, sin mezclarse nunca ninguno de ellos con otra mujer. Al principio, cuando todavía estaba escaso de bienes y servía en la milicia, no se incomodaba nunca por las cosas de comer, y ántes decia que era una vergüenza altercar por el vientre con los esclavos; pero más adelante, estando ya en otra opulencia, cuando daba de comer á los amigos y colegas, castigaba inmediatamente despues del convite con un cordel á los que se habian descuidado en preparar ó servir la comida. Buscaba medios para que siempre los esclavos tuvieran quimeras y rencillas entre sí, por sospechar y temer mucho de su concordia. Cuando algunos ejecutaban accion que se tuviese por digna de muerte, si por tal la juzgaban todos los demas esclavos, determinaba que muriese. Aplicado luego á más crecida ganancia, miraba la agricultura más bien como entretenimiento que como granjería; y poniendo su solicitud en negocios seguros y ciertos, procuró adquirir estanques, aguas termales, lugares á propósito para lavaderos y terreno de buena labor, que diese de suyo pastos y arbolados, de lo que le resultaba mucha utilidad, sin que ni de Júpiter, como él decia, pudiera venirle daño. Dióse tambien al logro, y justamente al más desacreditado de todos, que es el maritimo, en esta forma. Trató de que muchos logreros fórmasen compañía, y habiéndose reunido cincuenta con otros tantos barcos, él tomó una parte por medio de Quintion su liberto, que cooperaba y navegaba con los demas: asf el peligro no era por el todo, sino por una parte pequeña, y la ganancia era grande. Solia asimismo dar dinero á los esclavos que le pedian; y estos compraban mozuelos, á los que ejercitaban y amaestraban á expensas de Calon, volviéndolos á verder al cabo de un año. Quedábase el mismo Caton con muchos de ellos, haciendo la cuenta por el precio mayor que cualquiera otro había ofrecido en la subasta. Para inclinar al hijo á estas granjerías le decia que no era de hombre, sino de una pobre viuda, el dejar que la hacienda tuviese menoscabo. Otra cosa bay todavía más dura del mismo Caton; y es haber llegado á decir que era hombre admirable y divino en cuanto á la fama aquel que dejaba en sus gavetas más dinero puesto por él que el que recibió.

Estaba ya muy adelantado en la edad Caten cuando de Atenas vinieron á Roma de embajadores Carneades el Académico y Diógenes el Estoico á reclamar cierta condenacion del pueblo de Atenas, impuesta sin su audiencia, siendo demandantes los de Oropo, y jueces que la pronunciaron los de Sicione, y regulada en la suma de quinientos talentos. Al punto, pues, pasaron á visitar á estos personajes los jóvenes más aficionados a la literatura, y dieron en frecuentar sus casas oyéndolos y admirándolos. Principalmente la gracia de Carneades, á la que no le faltaba poder ni la fama que á este poder es consiguiente, logró atraerse los más ilustres y más benignos oyentes, siendo como un viento impetuoso que llenó la ciudad de la gloria de su nombre; pues corrió la voz de que un varon griego, admirable hasta el asombro, agitándolo y conmoviéndolo todo, habia inspirado á los jóvenes, un ardor extraordinario, que apartándolos de todas las demas ocupaciones y placeres, los habia entusiasmado por la filosofía. Estos sucesos fueron agradables á los demas Romanos, que veian con gusto que los jóvenes se aplicasen á la instruccion griega, y comunicasen con tan admirables varones; pero Caton, á quien desde el principio habia sido poco grato el que fuese cundiendo en la ciudad la admiracion de la elocuencia por temor de que los jóvenes, convirtiendo á ella su aficion, prefiriesen la gloria de hablar bien á la de las obras y he chos militares; cuando llegó á tan alto punto en la ciudad la fama de aquellos filósofos, y se enteró de sus primeros discursos, que á solicitud é instancia suya tradujo ante el Senado Cayo Acilio, varon muy respetable, tomó ya la resolucion de hacer que con decoro fueran todos los filósofos despedidos de la ciudad. Presentándose, pues, al Senado, reconvino á los Cónsules sobre que estaba detenida sin hacer nada una embajada compuesta de hombres á quienes era muy fácil persuadir lo que quisiesen: por tantoque sin dilacion se tomara conocimiento, y determinara acerca de la embajada, para que éstos, volviendo á sus escuelas, instruyesen á los hijos de los Griegos, y los jóvenes Romanos sólo oyesen como ántes á las leyes y á los magistrados.

No lo hizo esto, como algunos han creido, porque estuviese mal individualmente con Carneades, sino por ser opuesto en general á la filosofía, y por desdeñar con or gullo y soberbia toda instruccion y enseñanza griega: así es que aun de Sócrates se atreve á decir que aquel hombre hablador y violento intento del modo que le era posible tiranizar å su patria, alterando las costumbres, y llamando é impeliendo a los ciudadanos á opiniones contrarias á las leyes. Satirizando la ocupacion y enseñanza de Isócrates, decia que los discípulos envejecian en su escuela para ir á usar de su arte y perorar causas en el infierno.

Para indisponer al hijo con las cosas de los Griegos empleó una voz más entera que lo que su vejez permitía, y como profetizando y vaticinando, dijo que los Romanos arruinarian la república, cuando por todas partes se introdujesen las letras griegas; pero el tiempo acreditó de vana esta disfamacion, pues que luego creció la prosperidad de la república, y admitió benignamente las ciencias y toda especie de enseñanza griega. Ni se limitaba su displicencia á los Griegos dados á la filosofia, sino que tambien á los médicos los miraba con ceño; y habiendo oido un dicho, segun parece, de Hipócrates, que siendo llamado por un rey con la oferta de muchos talentos, habia respondido que por nada en el mundo asistiria á los bárbaros enemigos de los Griegos, decia que este era un juramento comun de todos los médicos, y encargaba al hijo que se guardara de ellos: porque él tenia escrito para sí y para todos los que en su casa asistian á los enfermos este precepto: que nunca habia de guardar ninguno diela, y se les babian de dar á comer legumbres y carnes tiernas, de ánade, de pichon ó liebre; por cuanto este alimento era lijero y provechoso á los delicados, con sólo el inconve niente de que en los que usaban de él producia vigilias, y que con esta medicina y este método gozaba de salud él mismo, y mantenia sanos á todos los de su familia.

Mas parece que en esta parte recibió de los Dioses algun castigo, pues que perdió á la mujer y al hijo. En su persona era de una complexion sumamente fuerte y robusta, con lo que pudo aguantar mucho; de manera que áun siendo ya bastante anciano usaba frecuentemente de las mujeres, y contrajo un matrimonio muy desigual en cuanto á la edad, con esta ocasion: perdido que hubo la mujer, proporcionó al bijo para su matrimonio la hija de Paulo y bermana de Escipion; y él, permaneciendo viudo, se enredó con una mozuela que iba á escondidas á verle; pero en una casa pequeña, en que habia señora, no pudo dejar de translccirse aquel trato; y pareciendo que un dia habia atravesado la mozuela con mucho desenfado, el hijo no la dijo nada; pero habiéndola mirado de mal ojo, y vueltole la espalda, luego llegó á noticia del padre. Enterado, pues, de que la cosa se miraba mal por los jóvenes, sin echarles nada en cara, ni darles ninguna reprension, salió de casa, bajó con los amigos como lo tenía de costumbre hácia la plaza, y saludando en voz alta á uno llamado Salonino, amanuense que habia sido suyo, y uno de los que le acompañaban, le preguntó si habia colocado ya á su hija con algun novio. Respondióle éste que ni siquiera pensaria en ello sin darle parte; á lo que le replicó: «Pues yo te he encontrado un pretendiente muy proporcionado, como no haya inconveniente por la edad, pues por lo demas no hay otra tacha sino que es muy viejo.» Rogándole Salonino que lo tomara á su cuidado, y diera la doncella á quien se babia propuesto, pur cuanto siendo su cliente necesitaba de que la protegiese, ya entonces Caton no se detuvo más, y le dijo abiertamente que era para si para quien la pedia.

Quedése al principio sorprendido Salonino con semejante propuesta, como era natural, creyendo á Caton muy lejos de casarse, y más lejos todavía á sí mismo de una familia consular, y de la peticion de un triunfador; mas viéndole todavía solícito, recibió la demanda con alegria, y acabando de bajar á la plaza, hicieron al punto los esponsales.

Celebróse el casamiento, y el hijo de Caton presentándose con algunos de los deudos preguntó al padre, si era porque le hubiese ofendido ó disgustado en algo el haber pensado darle una madrastra; mas Caton, «ten mejores ideas, hijo, le contestó con esforzada voz, por que tu conducta para conmigo no puede mejorarse, ni tengo la menor queja: solamente me he propuesto dejar para mi consuelo muchos hijos, y para el de la patria muchos ciudadanos que se parezcan á ti.» Dícese que esta máxima sentenciosa fué proferida antes por Pisistrato, tirano de Atenas, el cual, teniendo ya hijos crecidos, casó de segundas nupcias con Timonasa de Argos, de la que hubo en hijos á lofante y á Tésalo. De este matrimonio nació á Caton un hijo, que del nombre de la madre recibió el de Salonio. El hijo mayor murió siendo pretor; y hace mencion de él muchas veces Caton en sus libros, como de un hombre que se habia becho muy recomendable. Dícese que llevó esta pérdida con moderacion y con filosofla, sin que por ella aflojase en las cosas de gobierno; pues no abandonó á causa de la vejez los negocios públicos, teniendo el desempeñarlos por una carga, como antes lo habian hecho Lucio Luculo y Metelo Pio, ó como despues Escipion el Africano, que incomodado de la envidia que excitó su gloria, abandonó la república, y con extraña mudanza el último tercio de su vida lo pasó en la inaceion; sino que al modo que hubo quien persuadió á Dionisio que la tiranía era el mejor sepulero, de la misma manera, mirando él el gobierno como el mejor modo de envejecer, áun tuvo por reposo y por diversion en los ratos de vagar el componer libros y entender en las labores del campo.

Escribió, pues, libros de diferentes materias y de historia. A la agricultura dió su atencion siendo todavía jóven para su uso; porque dice que sólo empleó dos medios de granjería, el cultivar la tierra y el aborrar; y entonces la observacion de lo que sucedia en su campo le suministró á un tiempo diversion y conocimientos. Así ordenó un libro de agricultura, en el que trató hasta del modo de preparar las pastas y de conservar las manzanas: aspirando en todo á ser nimio, y no parecido á otro. Sus comidas en el campo eran más abundantes, porque solia congregar á sus conocidos de los campos vecinos y comarcanosholgándose con ellos, y procurando hacerse afable y congraciarse no sólo con los de su edad, sino tambien con los jóvenes, para lo que tenía los medios de hallarse con muy varios conocimientos, y haber presenciado muchos negocios y casos dignos de referirse. Reputaba además la mesa per muy propia para ganar amigos, y en ella cuidaba de introducir tanto el elogio de los buenos y honrados ciudadanos, como el olvido de los vituperables y malos: no dando nunca Caton márgen en sus convites ni para la reprension ni para la alabanza de éstos.

Su último acto político se cree haber sido la destruccion de Cartago, dando fin á la obra Escipion el menor; pero habiéndose movido la guerra por dic.ámen y consejo de Caton con este motivo. Fué enviado Caton cerca de los Cartagineses y de Masinisa el Numida, que tenian guerra entre sí, á investigar las causas de su desavenencia; porque éste era desde el principio amigo del pueblo romano, y aquéllos, despucs de la victoria que de ellos alcanzó Escipion, y de haber sido casligados con la pérdida del imperio del mar y con un grande tributo en dinero, se habian obligado á serlo con solemnes tratados. Como encontrase, pues, aquella ciudad no maltratada y empobrecida como se figurabau los Romanos, sino brillante en juventud, abastecida de grandes riquezas, llena de Loda especie de armas y municiones de guerra, y que acerca de estas cosas no pensaba con abatimiento, parecióle que no era sazon aquella de que los Romanos se cuidaran de arreglar los negocios y la recíproca correspondencia de los Numidas y Masinisa, sino más bien de pensar en que si no tomaban una ciudad antigua enemiga á la que tenían grandemente irritada, y que se habia aumentado de un modo increible, volverian pronto á verse en los mismos peligros. Regresando, pues, sin Lardanza, hizo entender al Senado que las anteriores derrotas y descalabros de los Carlagineses no habrian disminuido tanto su poder como su inadvertencia; y era de teiner que no los hubiesen hecho más débiles, sino ántes más inteligentes en las cosas de la guerra: pudiéndose mirar los combates con los Numidas como preludios de los que meditaban contra los Romanos; y por fla, que la paz y los tratados eran un nombre que encubria sus disposiciones de guerra, mientras esperaban la oportunidad.

Despues de esto, dícese que Caton arrojó de intento en el Senado bigos de Africa, desplegando la toga; y como se maravillasen de la hermosura y tamaño de ellos, dijo que la tierra que los producia no distaba de Roma mas que tres dias de navegacion. Refiórese todavía otra cosa más fuerte, y es que siempre que daba dictámen en el Senado sobre cualquier negocio que fuese, concluia diciendo: «Este es mi parecer, y que no debe existir Cartago.» Por el contrario, Publio Escipion, llamado Nasica, continuamente decia y votaba que debia existir Cartago: y es que á mi entender, viendo á la plebe que por el engreimiento vivia descuidada, y por la prosperidad y allanería era ménos obediente al Senado, y á la ciudad toda se la llevaba tras sí adonde quiera que se inclinase, le parecia que este miedo era como un freno que moderaba el arrojo de la muchedumbre: estando en la inteligencia de que el poder de los Cartagineses no era tan grande que hubiera de subyugar á los Romanos, ni tan pequeño que hubieran de ser mirados con desprecio. Mas a Calon esto misino le parecia peligro80, á saber, el que el pueblo indócil, y precipitado por un gran poder, estuviera como amenazado de una ciudad siempre grande, y ahora atenta é irritada por lo que habia sufrido, y el que no se quitara enteramente el miedo de una dominacion extranjera, para respirar y poder pensar en el remedio de los males interiores. De este modo se dice que Caton fué el autor de la tercera y última guerra contra los Cartagineses. Mas al principio de las hostilidades falleció, profetizando acerca del varon que habia de dar fin á aquella guerra, el cual era entonces jóven, tribuno, y bajo el mando de otro; pero daba ya insignes muestras de prudencia y valor en los combates; y cuando estas nuevas se trajeron á Roma, oyéndolas Caton, se refiere que dijo:

De prudencia este sólo está asistido:

Sombras son los demas que lleva el viento:

335 profecía que en breve confirmó Escipion con sus obras.

La descendencia que dejó Caton fué un hijo del segundo matrimonio, al que hemos dicho habérsele dado el nombre de Salonio, por razon de la madre, y un nieto del otro hijo difunto. Salonio murió siendo pretor; Marco, que nació de él, llegó á ser consul; y del mismo fué nieto Caton el Filósofo, varon en virtud y en gloria el más ilustre de su tiempo.