Ir al contenido

Las vidas paralelas de Plutarco/Prólogo

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

PRÓLOGO.



Con mucha repugnancia cedo á la necesidad de escribir este prólogo. Quisiera no verme obligado á poner nada puramente mio en esta obra, sino hablar siempre por boca de los hombres grandes de la antigüedad, cuya útil doctrina no puede incurrir en nota, porque tiene á su favor la sancion de los siglos. Pero en una traduccion, ¿cómo evitar el dar razon de la obra que se traduce, de los motivos que han impulsado á preferirla, y del modo con que se desempeña la version? puntos que sin excepcion tratan todos los traductores en estas prefaciones, y que van á ser tambien la materia de esta mia.

En cuanto al primero, el mismo Plutarco dice en el exordio de la Vida de Pericles que se dedicó á este género de escritura, de las vidas comparadas de los varones ilustres de Grecia y Roma, con el objeto de engendrar en los que las leyesen celo y deseo de imitar las acciones virtuosas que en ellas ze refleren; pues aunque en las demas cosas que nos deleitan, dice, no se siga al admirarlas el deseo de hacer otras semejantes, las obras de la virtud, con sólo que se oiga su narracion, arrebatan nuestro ánimo, y producen en él un conato práctico y moral para imitarlas. Nadie se ha propuesto jamás un designio más grande y más útil; y nadie hubiera trabajado en él con más acierto que Plutarco: jast no se hubiesen perdido muchas de las vidas que nos dejó escritas, y algunas de las comparacioncs que siempre hace de los dos béroes, un Griego y un Romano, que pone como en oposicion! Su modo de narrar es ameno y entrelenido; porque examina las causas de los sucesos; refiere todas sus eircunstancias; se hace cargo de las diversas opiniones que acerca de ellos eorren, con expresion de la que adopta; suelo cotejarlos con otros que le son parecidos, haciendo uso de su inmensa erudicion, que es tal, que asombra cómo pudo haber leido, discernido y retenido tanto; y da razon de las costumbres, usos y ceremonias que los acompañaron, 6 á que quizá dieron origen. Pero lodo esto va siempre subordinado á su mira sublime de inclinar á los hombres á la práctica de la virtud. Tiene el partieular talento (en el que hasta ahora no ha podido ser imitado, gozando en esta parle del privilegio de Homero) de dar á conocer á los varones cuyas vidas escribe tan completamente, asi en la conducta pública como en la privada, que el que lec puede adivinar lo que en cada circunstancia han de resolver ó ejecutar: ;tan diestramente están delineados y retratados la indole y carácter de cada uno! Sus acciones más puede decirse que se ven representades como en un teatro, que no que se leen escritas en un papel inanimado é insensible. La virtud que las produce brilla por sí misma con tales colores, que los ojos la distinguen, y excita el ardiente amor que dice Platon excitaria la sabiduria si con ellos pudiera verse. A esto se agregan las sibias amonestaciones que sobre ella hacc Plutarco: no inoporlunamente y á cada paso, sico cuando la ocasion lo pide, y con tal comedimiento y sobriedad, que vienen muy naturalmente en sus lugares, y como que se echarian ménos en ellos si faltasen.

Su juicio es tan profundo como sólido y alinado. ¡Con qué sagacidad distingue los términos de la virtud y del vicio, para que no se confundan y para que no se enlıra éste con los atavios de aquélla, como suele á veccs intentarlo! La virtud es franca, seneilla y desinleresada: no ama la ostentaeion; y bastándose á si misma, no husea otro premio que el bien que sus obras producen. Por ostos caraeteres la reconoee, y por estas dotes la reeomienda. Mas donde prineipaimente sobresale su tacto fino y deliendo para juzgar y apreciar tns acciones, es en las comparaciones de que hablé arriba: alli es donde brilla sn singnlar talento, y se descubre cuánto babia meditado sobre la esencia y efectos do la virtud, y cuán extensos y sólidos eran sus conocimientos en moral y en polílica. De ellas solas podrian los hombres públicos sacar indecible provecho, porque son lo más acendrado y sublime que se ha dicho en cstas materias, y como el filtimo linde y término hasta donde la razon humana puede alcanzar en ellas.

Porque encarezea asi ei mérilo y utilidad de esta obra de Plutarco, no se crea que rebajo el de sus Tratados morales: no es ménos en ellos la copia de maravillosa erudicion, la solidez de los pensamientos y el amaestramiento i la virtud, sino que la lectura de las vidas pareadas tiene más aliciente y atractivo, y los nombres mismos de los personajes de quienes se escribe, excitan el deseo y la curiosidad; y aunque todos los escritos que nos han quedado de este insigne filósofo han sido siempre la admiracion y las delicias de los sabios, ésta ba obtenido por sus uniformes sufragios el primer lugar. Por lo demas, ésta y todos sOR muy instructivos, y la leyenda más recomendable para toda clase de personas; pues todos tienen la prerogativa, concedida á muy pocos en tauta copia de libros como inunda el mundo, de que nadie deje de encontrarse nmejorado en el ánimo con su lectura.

Sentiria que hubiera quien acusase de parcialidad estos elogios, atribuyéndolos á la pasion que todos los traduetores manifiestau por las obras que traducen; porque esto sería indicio de grandisimo atraso en la buena literatura.

Entre todos los hombres de alguna instruccion, Plutarco es reputado por uno de los escritores más útiles, y sus obras, aunque no sea más que por una especie de tradicion, son muy recomendadas; porque no se lee libro alguno de erudicion en que no sean muy freeuentes las citas que de ellas se hacen: fuera de que á las obras de los au- Lores clásicos griegos y latinos apénas puede aplicársełes aquel reparo, porque todas tienen entre los sabios designado su respectivo lugar, del que no las pueden hacer subir ni bajar, ni las alabanzas interesadas de los que las preconicen, ni las manfas de los que intenten deprimirlas; y las de Plularco ocupan uno muy distinguido, que desde el renacimiento de las letras nunca les ba sido disputado.

Para concluir, Teodoro Gaza, Griego ilustradisimo, que fué de los que más contribuyeron á aste renacimiento, preguntándosele un dia en el caso de ser preciso arrojar al mar todos los autores antiguos que so han salvado, ménos ono, cuál serla el que quisiese reservar, respondió que Plutarco. Escaligero, critieo severisimo, y muy descontentadizo, le apellidó ojo de la sabidurfa; y otro crilico de más saber todavía y más sentado juicio dijo que si Sócrates, en sentir de Ciceron, habia bajado la sabiduría del cielo, y la habia introducido en las casas, Plutarco la habia levado hasta los más oscuros rincones, y la habia becho familiar á todo el mundo.

Los Tralados morales podian leerse en lengua castellana, y áun no todos, pero sf la mayor parte, vertidos à ella del original por la mano diestrísima y muy ejercitada del secretario Diego Gracian; pero esta obra de las Vidas, que abora presento, puedo decir resueltamente que no la tenemos en nueslra lengua; quizá por lo mismo que ya en el siglo đécimoquinto hubo quien sin la preparacion debida se apresuró à tradueirla. Alfonso de Palencia, que loreció en los reinados de D. Juan y de D. Enrique IV, alcanzando hasta el de los Reyes Católicos, hombre instruido al modo de su edad, y que es el primero de quien tenemos un diccionario Latino-Hispano, tradujo esta misma obra de la version latina que entónces corria, é hizo cuanto estuvo de su parte por que los españoles no careciesen do este inapreciable tesoro de doctrina. Nas Eo negándole, como no le negaré, la inteligencia de la lengua de donde tradueia, es preciso que la version latina que luvo á la vista fuese sumamente defectuosa y oscura, pues que su traduccion frecuentemente no da el senlido del original, y suelen pasarse á veces páginas enteras sin que su lenguaje haga sentido ninguno; de manera que no sé cómo pudo gustar de Plutarco quien asi le leia. Comprendo sí muy fácilmenle la eausa de que su traduccion cayese muy luego en un completo olvido, pues es imposible que satisfaçiese á nadie, ni á doctos, ni á indoctos; y más imposible todavía que inspirase á nadie deseos de leer los libros de un escritor que por su traduccion aparecia tan confuso y oseuro. Esta no disgustaria cuando se publicó por los arcaismos y lo desusado de las voces y la locueion, sino porque cuando se leen dos ó tres páginas sin encontrar más que uno ú olro período que forme sentido y dé alguna idea clara, no hay lector tan aficionado que no se canse y que no dé de mano á leyenda tan seca y desabrida. Por tanto, no es extraño que el mencionado secretario Diego Gracian, que en mejor tiempo y con mayor copia de erudicion tradujo del griego, como dejamos dicho, la mayor parte de las obras morales del mismo Plutarco, dijese con alusion á la traduccion de Palencia lo siguiente: «Así (esto es, del latin) están lraducidas en ro- »mance castellano las vidas de este mismo autor Plularco, »que más verdaderamente se podrán llamar muertes ó »muertas, de la suerte que están oscuras, y faltas y men»tirosas, que apénas se pueden guslar, ni leer, ai entenwder, por estar en muchas partes tan diferentes de su ori- »ginal griego como va de blanco á prieto.»

Gracian alribuye estos tan capitales defectos precisamente á la circuastancia de no traducir del original; nas á mí me parece que concurrió tambien con ella el que no puđo ménos de ser muy infiel y oscura la version latina sobre que Palencia hizo la suya castellana; pues de otra manera parece imposible que constantemeate bubiera salido tan desviada y diversa de la mente del autor. Aun abora en lanta luz de las letras humanas, las versioues laligas de Plutarco conservan una construccion dura y coufusa que las hace dificiles de entender, y en algunos lugares todavia estáa poco ajustadas al original; pero quien tradujera sobre ellas con un regular eonocimiento de csta lengua, á poca diligencia que pusiese Bo sacaria una cosa tan poco pareeida á la diccion y senteneias do Plutarco como la traduceion de Palencia: asi la version que siguió debia de ser mucho más falla, inexaeta y confusa. Palencia, pues, aunque se propuso hacer á los españoles participantes de la sabiduria que ea esta obra de Plularco se encierra, no fué feliz, sino que quedó frustrado en sus loables conatos; y no habiendo en castellano otra traduccion completa que la saya, el eomun de los españules, 6 no ba tenido idea de una obra tan celebrada, ó la ha de baber formado muy poco ventojosa.

No pudo tomarso tampoco el gusto de ella por la muestra de otra traduccion caslellana, hecha por Juan Castro de Salinas, é impresa en Colonia en 1562 en un tomo en folio de bella estampa; porque Castro no tradujo tampoco del griego las ocho vidas que dió á luz, únicas que so publicaron, sino del latin, incurriendo en las inexactitudes, oscuridades é ingeguridad en el sentido que son indispensables cuando no se ponen las huellas iamediatamente sobre el original, sino sobre otras estampas que ya se ajustaban mal con él; pero además se arrogó este traductor la licencia de añadir continuamente sobre las ideas y pensamientos del autor otros pensamientos suyos, deteniéndose muy despacio en exornarlos y ampliarlos, como si la diccion de Plutarco necesitara de aquellas glosas y comeutos, entretejidos como toxto, para alterarla y desfigurarla con notoria infidelidad. Su version por tanto cayó tambien en profundisimo olvido, y hasta de los dados á este género de letras es poco conocida. Aun los que sabiendo latin bubiesen concebido deseos de leer un libro tan recomendado, hallarian poco placer en las traducciones latinas, bechas en un lenguaje inameno, falto de fluidez y soltura, que dificulta la inteligencia de lo que se lee, y obliga á repeticiones incómodas; de manera que la lectura continuada de una misma vida se hace por esta causa sumamente trabajosa; y pocos babrán podido sostener la de todas, porque pocos habrán Lenido tanta paciencia.

Moviéronme, pues, varios amigos, cuyas exhortaciones son conmigo de gran poder, á que emprendiese su traduccion, y no permitiera que por más tiempo estuviese privada la España, con mengua en alguna manera, de tener en su idioma una obra que con repeticion está traducida á easi todos los que se hablan en Europa, y que es comun, por tanto, y anda en las manos de todos en los demas países. En el ocio de los negocios públicos en que me he hallado habia vuelto á los estudios de las letras humanas, que siempre han sido el primer objeto de mi aficion; encontrando en ellas un placer nuevo, y un recroo de la vida de que no pueden tener idea los que por su mal las desdeñan, y reconociendo ahora prácticamente con cuánto juicio habia dicho Ciceron, que no podia baber cosa más contenta y alegre que la vejez pertrechada con los catudios de la juventud. Ei principal de algunos trabajos que traia entre manos, era la version de los Diálogos do Platon relativos á la acusacion y muerte de Sócrales, con la version asimismo de la apologia de éste, escrita por Jenofonte, y un extracto de los cinco libros del propio Jenofonte de las cosas memorables de Sócrates, que llenan más cumplidamente el objeto de la apología; trabajo que tenfa ya concluido, y podria darse tambien á la estampa, sino fuera porque me babia propuesto ilustrar con notas varios pasajes que hacen alusion á sucesos de la historia antigua, 6 á usos y costumbres de los pueblos do Grecia, y más especialmente del de Atenas. Cuando estaba ocupado en recoger materiales para estas notas, fué cuando aquellos amigos me hicieron en cierto modo cargo de que no estando traducidas al castellano las Vidas de los hombres iłustres de Plutarco, me entretuviese en la version de otras obras que, aunque útiles, no lo son nunca en el grado que ésta. Cedi á sus reflexiones y deseos; y desde entónces, abandonado todo lo demas, no he levantado mano de la obrz, ni la levantaré basta darle cabo. En pocos meses he formado este primer tomo; y espero, si accidentes imprevistos no to estorban, que cuando un tomo se imprima estará siempre pronto para la estampa otro de los cinco en que con mucha igualdad viene á dividirse.

La version va lan ajustada á la letra del original, que los que hagan cotejo entre aquélla y ésle, apénas hallarán otra diferencia que la malerial de las voces: ;tanlo es lo que en su estructura, en su giro y en el órden de la frase se parecen ambas lenguas! Nas no porque sigo tan rigurosanenta la letra, saerifico á este cuidado la claridad, åntes más bion lo subordino todo á esta dote, y por ella tal vez, 6 invierto algo el órden de los periodos contra mi costumbre, ó les doy alguna más extension; como la claridad no exija una de estas alleraciones, se corresponden éstos exactisimamente. Estoy cierto de que en ninguna otra de las lenguas vulgares podria bacerse otro tanto. Con respecto á su version de los morales, se explieó del tnismo modo el secretario Gracian, porque no se piense que Irato de dar más valor del que corresponde à mi diligencia. «He »traducido, dice, estos morales del original griego, si- »guiendo en todo sin me desviar de la letra dél, correspon- »diendo prosa á prosa; y los vorsos de poetas que alega »Plutarco, asimismo los he vuello en metro y rima caste- »llana, á ejemplo de los otros intérpretes que con uiligenneia ban traducido algo de griego en latin, ó en otra cual- »quier lengua vulgar; no me aparlando punto del sentido »literal griego, asi porque la traduccion fuese más verda- »dera, comu porque la propiedad y manera de hablar de »la lengua griega responde mejor á la nuestra caslellana »que à olra ninguna.» Tambien aquí van traducidos en verso los que frecuentisimamente entreteje Plutarco en su narracion, por estar cierto de que á nadie le pareceria que traducia versos intercalados por el autor, si la version guardaba el contexto de la prosa, por más cuidado que pusiera en hacerlos imprimir con letra cursiva, como lo ejecutó en su traduccion francesa M. Dacier. Se pierde en ella enteramente toda la gracia y sazon que Plutarco da á su bistoria con este género de adorno. No diré que en la mia se perciba de lleno; pero á lo ménos la conservo hasta donde me es posible.

N. Dacier ilustró su traduccion con muy frecuentes y extensas notas. Son á la verdad eruditas, y dice en ellas muchas cosas muy buenas; pero aunque merezcan aquella calificacion, yo no puedo darles la de necesarias. Plutareo, å mi juicio, deja muy. poco que anolar con oportunidad; ántes tiene como cuidado de prevenir las cotas, diciendo cuanto un lector juicioso podria apetecer para no quedar con ansiosa curiosidad en los puntos que toca: pueden por tanto excusarse muy bien en la version de sus obras las notas doctrinales y de interpretacion, y sólo puede haber necesidad cuando más de advertir ligeramente la correspondeneia de los pesos, medidas y monedas de los Griegos y los Romanos con los nuestros; de dar la significacion de algunas voces griegas y latinas, que es preciso dejar en la version como están en el original; de indiear algunas lecciones conocidamente viciosas que se echen de ver en el mismo,l y de expresar con más claridad algun hecho de la fábula ó de la historia, para la mejor iateligencia de lo que se traduce. De este género de notas he puesto algunas, muy contadas, al pié de mi version, tan concisas que con una ojeada están percibidas, sin casi detener la leccion; y estoy persuadido de que se tendrán por bastantes.

Otra cosa hizo M. Dacier, en que tampoco le imito, porque no me siento con fuerzas para ello. Determinóse á suplir las cuatro comparaciones que faltan de Tem{stocles y Camilo, de Pirro y Mario, de Focion y Caton, de Alejandro César. No sé cómo se alrevió á tomar á Hércules la clava, y contender con Plutarco en aquello en que más se echa de ver la profundidad de sus ideas, y en que es más único y singular que en todo lo demas. Yo no he presumido asi de mi; y pues que en el dia no tenemos estas comparaciones de mano de Plutarco, lleven á bien el carecer de ellas enteramente los que leen las versiones, como carecemos los que leemos el original.

La edicion de Plutarco que sigo es la que de las Vidas de los varones ilustres se hizo en Lóndres con el mayor esmero y diligencia el año de 1729 en cinco tomos en cuarto mayor, bajo el cuidado y direcoion de Mr. Brian, que murió ántes de la publicacion. Es de una gran belleza en los caracteres, y sobre todo sumamente correeta, tanto que es muy rara en ella la falta tipográfica que se nota: asi hemos podido fijar mejor el sontido en los lugares dudosos y oscuros, que siempre quedan muchos en los autores antiguos, porque las repetidas copias los alteraban y viciaban sobremanera; y aunque los mayoras eruditos han trabajado en su correccion y enmienda con el mayor suceso, IAK es imposible que puedan sanarlos en todas parles; y además do esto, los autores mismos no siempre estuvieron tan alentos que alguna vez no pecasen contra la correccion y perapicuidad. Por tanto, bay siempre pasajes en que es preciso que el lector ó traductor use de su propio juicio, y adepte el sentido que le parezca más conforme con lo que anlecede y subsigue, ó con el modo de decir y de pensar del escritor que se tiene entre manos. Por estos principios, pues, me conduzeo cuando algun perfodo en Plularco induce todavía perplejidad y duda, para que en la version salga corriente y libre de este defecto. En fin, pongo CIanto esmero me es dado en que Plutarco pierda lo ménos que sea posible en mi traduccion, para que representándole fielmente, se consiga el fin que él mismo dijo haberse propuesto en escribir esta obra, de mover é inflamar al ejercicio de la yirtud, que es el mismo que à mí tambien me ha estimulado para tomar sobre mi esta empresa.