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Los viajes de Marco Polo/Libro I/Capítulo XV

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XV.

CIUDAD DE ORMUZ.

Al final de la llanura ya dicha, que se prolonga en direccion al Mediodía cinco jornadas, se presenta una bajada de veinte millas, peligrosísima por los muchos ladrones que hay en ella. Al término de este descenso se presenta una llanura muy hermosa, de dos dias de camino y llamada de Ormuz.

Los rios que por allí circulan son bellísimos, los dátiles excelentes, los francolines, papagayos y otros pájaros, que no conocemos, infinitos. Sobre una isla vecina se levanta la ciudad de Ormuz, depósito comercial adonde concurren muchos mercaderes de todo el mundo á vender ó á surtirse de especias, de tejidos de oro, de piedras preciosas, de perlas, de seda, de colmillos de elefante y otras mercancías. Está fortificada y forma cabeza del reino de Chiermain. El señor de ella se llama Ruchmedin Achomach; pero, aunque tirano, obedece al rey de Chiermain.

Si muere algun comerciante, se apodera de sus bienes el señor y los lleva á su tesoro.

En el estío las gentes habitan fuera de la ciudad, en medio de hermosos jardines, por el mucho calor que hace y por lo que se inficiona el aire. Allí, cerca de los rios, se ponen sobre unas redes (hamacas) perfectamente resguardados del sol por toldos y las hojas de los árboles, y cuando llega la hora de medio dia, en que se levanta un viento muy cálido que sofoca y hace morir á los que se descuidan en la playa, se meten en el agua hasta la barba ínterin el viento cesa. En testimonio de lo mortífero de él, refiere M. Marco un caso que presenció. Irritado el rey de Chiermain de que el señor demorase el pago de su tributo, fundándose en que los vecinos de Ormuz estaban fuera de la ciudad, envió á la callada un ejército de 5.000 infantes y 1.600 jinetes, más habiendo equivocado el camino y estacionádose, para pasar la noche, en un bosque próximo á Ormuz, á la mañana siguiente les sorprendió el viento y todos murieron sofocados: los de Ormuz tuvieron que salir á enterrarlos para que no se infestase el aire, pero se encontraron que, al cogerlos por los brazos, éstos se desprendían del cuerpo, y hubo que hacer los hoyos junto á los cadáveres.